martes, abril 24, 2007

SER PADRES.

A una amiga le oí un comentario que me dejó echando cabeza. Ella es madre de dos niñas, separada del marido, y me hizo ver que a lo padres modernos les ha tocado una situación bien curiosa. Son como quien dice la rebanada de tomate de un sánduche, porque no alcanzan a clasificar siquiera como el jamón o el queso debido a la forma como los tienen subyugados los hijos.

La comparación con el sánduche radica en que la mayoría de quienes tienen hijos menores fueron criados a la manera de antes, cuando los muchachitos se limitaban a obedecer. Muy diferente a como es ahora. Antaño el respeto por los mayores era absoluto, y no me refiero solo a los papás, sino a toda persona mayor; inclusive un vecino, el tendero, el profesor, el chofer del bus, una amiga de la casa o la empleada del servicio. Además tenían licencia de darnos una palmada si la ocasión lo merecía.

La discusión está en si lo que le teníamos a los adultos era miedo o respeto. Sin duda había papás que implantaban regímenes estrictos en sus hogares, pero muchos otros simplemente afianzaban la disciplina con una que otra cueriza. A su turno las mamás recurrieran a métodos más suaves para castigar a los críos y echaban mano de la escoba, una chancleta o el simple pellizco. El profesor prefería darnos con una regla en las corvas, en la palma de la mano o recurría al conocido coscorrón.

Repudiable sin duda el padre que castigaba a sus hijos con la funda del machete o la cuerda del teléfono. Otros optaban por castigos exagerados y absurdos como encerrar al niño en un cuarto oscuro para martirizarlo con el miedo que esto genera. Porque es muy distinta la disciplina ejercida por medio de un correazo o unas palmadas en la cola, y lo que conocemos como maltrato infantil. La diferencia está en que si alguien actúa de forma brutal en la actualidad lo van a denunciar, inclusive el hijo víctima de las agresiones. Porque en nuestra época si llegaba un muchachito a una inspección de policía a denunciar al papá porque le había dado una pela, con seguridad el policía le encimaba su buena tunda por irrespetuoso y alzado.

Los padres modernos hacen hasta lo imposible por ganar el cariño de sus retoños, muchas veces para paliar el remordimiento generado por no poder dedicarles todo el tiempo que quisieran debido a sus actividades laborales. Cuento aparte las parejas separadas que dan a los hijos lo que pidan para tratar de suplirles las carencias afectivas. También es común que los progenitores traten de evitar que en sus hogares se repitan los errores que cometieron con su crianza. Y ahí es cuando los muchachitos empiezan a manipular.

Porque para éso sí son unos aviones los mocosos. A las pocas horas de nacidos empiezan a manejar a los papás como a marionetas y de no detener el asunto a tiempo, los ensillan con enjalma y todo. El botón de muestra más común es cuando el zambo quiere sacar un permiso y empieza a insistir con una repetidera inaguantable que desespera a cualquiera. Muchos adultos ceden a las peticiones del infante, mientras algunos más sesudos zanjan el asunto como debe ser: con autoridad.

Quienes son padres ahora, durante su niñez tenían más deberes que derechos y les tocaron unos hijos que tienen muchos más derechos que deberes. Y para colmo de males acostumbran a los muchachitos a ser premiados por cumplir con esos pocos deberes. Hace las tareas y le dan un permiso, se lava los dientes y recibe un premio, almuerza y tenga un confite; como a las focas cuando aplauden.

También es una constante que los críos utilicen un tonito altanero cuando le hablan a los papás. Es como si ordenaran en vez de solicitar. Y qué decir de lo poco agradecidos que son, aparte de que siempre quieren más. Reciben un aparato moderno y a los pocos días, cuando la tecnología lo reemplaza por uno mejor, quieren el nuevo a como dé lugar. Después de que tienen teléfono celular, computador personal, reproductor de música y teléfono inalámbrico en la habitación, no existe la menor posibilidad de que sobrevivan sin alguno de estos lujos. Y todo abonado por la competencia entre los amigos y compañeros de estudio.

La creencia que hay que dejarlos ir a donde quieran porque a los otros los dejan, es algo que hay que replantear. Y que deben comprarles lo que pidan con el cuento que los demás tienen, también. Cada hogar es único y si los padres no ponen las condiciones y las hacen respetar, la situación se sale de las manos. Una cosa es ser flexibles y otra muy distinta condescendientes; y nunca ceder por querer parecer modernos y chéveres ante ellos y sus amistades.

La inseguridad mortifica a muchos padres, por lo que escuchan consejos de todo tipo y buscan ayuda profesional para dar una óptima crianza a los hijos. Pero sin duda la mejor estrategia es ponerle al asunto sentido común, malicia indígena, lógica, sexto sentido, comprensión, ecuanimidad, paciencia, disciplina, moderación, inventiva, perspicacia, etc. No olviden que los mocosos son calculadores, marrulleros y manipuladores, y que la mayoría de las cosas las exigen para medirles el aceite.
pmejiama1@une.net.co

martes, abril 17, 2007

NO LA COJAN CONMIGO.

El 7 de marzo fue escogido como día internacional de la mujer. Muy merecido por cierto, y a propósito busqué la fecha en que nos toca el turno a los hombres. Nada de nada, porque basta con decir que en internet no aparece el dato y lo que no pueda encontrarse en la red, es porque no existe. Curiosa la vaina. Porque nadie le va a quitar a la mujer su valor, la importancia que tiene en la sociedad, su posición laboral ganada a puro pulso, la entrega incondicional para con la familia, su responsabilidad, tesón y abnegación, pero hay que reconocer que los varones también tenemos una que otra bobadita digna de reconocerse.

La liberación femenina ha logrado grandes cosas para el mal llamado sexo débil, aunque muchas de sus militantes caen en la exageración y se vuelven chocantes. A toda hora le enrostran al compañero el asunto de la igualdad de géneros y andan prevenidas sin bajar la guardia. Qué bueno que a una vieja de esas el marido, mozo, tinieblo, novio o lo que sea que tenga como compañero le pare el macho y proceda a igualar las cargas. Si a media noche sienten un ruido, que sea ella la que agarre el bate de béisbol y baje a revisar qué fue; que aprovechen cuando al carro se le desinfle una llanta para que la dama aprenda a manejar el gato y la cruceta; no dejar pasar la oportunidad si es necesario cargar maletas o bultos pesados para comprobar que ellas también tienen fuerza; y entregarle formalmente la herramienta de la casa para que proceda cuando haya un corto circuito o la plancha deje de calentar.

La cantaleta del machismo nos tiene hasta la coronilla y por ello hay que recurrir a la historia para recordarle a las féminas que deben agradecer por lo bien posicionadas que andan ahora. Voy a echar mano de algunos ejemplos acerca de cómo fue el trato a las mujeres en épocas pasadas, y espero que por culpa de estos personajes ahora no la vayan a coger conmigo. Yo me limito a transcribir pensamientos y opiniones ajenas.

Por ejemplo en la cuna de la civilización, en Mesopotámia, la constitución Sumeria del siglo XX a.c. decía muy clarito: “La mujer que se niegue al deber conyugal, deberá ser tirada al río”. Se me ocurre que de haber seguido la norma, nuestros ríos no darían abasto y estarían represados. Quince siglos después, el filósofo persa Zaratrustra salió con esta perla: “La mujer debe venerar al hombre como a un Dios y en la mañana, por nueve veces consecutivas, arrodillarse ante él y preguntarle qué quiere que haga”. Imagino que los vergajos aprovechaban las tres primeras arrodilladas y a la cuarta la mandaban a hacer el desayuno.

Por la misma época el gran Pericles, político ateniense, aseguraba que: “Las mujeres, los esclavos y los extranjeros no son ciudadanos”, y Confucio, que no falta en las recopilaciones de frases celebres, decía: “La mujer es de lo más corrupto y corruptible que hay en el mundo”. Un siglo después, nadie menos que Aristóteles, muy seguro enseñaba: “La naturaleza solo hace mujeres cuando no puede hacer hombres. La mujer es, por lo tanto, un hombre inferior” Repito, son cosas de ellos, yo solo transcribo.

La religión sí que le ha tirado duro a la mujer. El Corán, libro sagrado de los musulmanes, pontifica: “Los esposos que sufran la desobediencia de sus mujeres pueden castigarlas, hasta incluso golpearlas. No legó el hombre mayor calamidad que la mujer”. Martín Lutero, el reformador alemán, divulgaba este concepto: “El peor adorno que una mujer puede pretender tener, es ser sabia”. Y Enrique VIII, líder y creador de la iglesia anglicana, y que de mujeres sí sabía porque tuvo seis oficiales, defendía esta teoría: “Los niños, los locos y las mujeres, no pueden y no tienen capacidad para efectuar negocios”. Solo un rey puede decirle eso a la señora.

Ya en el siglo XVIII el filósofo Rousseau, mentor de la Revolución Francesa, se atrevió a divulgar: “Mientras haya hombres sensatos sobre la tierra, las mujeres letradas morirán solteras”. Para deshacer un matrimonio puede echarse mano a la Constitución Inglesa de la misma época: “Todas las mujeres que seduzcan y lleven al matrimonio a súbditos de Su Majestad por medio del uso de perfumes, pinturas, dientes postizos, pelucas y relleno de caderas, incurren en delito de brujería y el matrimonio queda automáticamente anulado”. Ahora cualquiera se casa, mínimo, maquillada y perfumada “por allá”.

En un tratado de conducta moral y costumbres francés del siglo XIX se puede leer: “Cuando un hombre sea reprendido en público por una mujer, él tiene derecho a derribarla de un puñetazo, darle un puntapié y romperle la nariz. Y esto bien merecido, por dirigirse al hombre con maldad en el lenguaje usado”. Mejor no hago ningún comentario al respecto porque resulto con la jeta reventada.

Ojalá estas líneas no lleguen a manos de misiá Florence, la feminista, ni a las de una amiga que vive en Cartago y a quien sería muy difícil convencer de que no estoy de acuerdo con estos postulados. Y a los personajes históricos mencionados les advierto que se tengan fino, porque el día del juicio final los van a capar parados.
pmejiama1@une.net.co

lunes, abril 09, 2007

A QUIEN CREERLE.

Desde que me conozco oigo diferentes opiniones acerca de Cuba. Crecí con la novelería generada por los barbuchas que derrocaron un gobierno militar en la isla caribeña, los cuales eran vistos por el mundo como idealistas guerreros que consiguieron una victoria no predecible por las diferencias logísticas. El Che Guevara se convirtió en un icono de la rebeldía y de la lucha de los desprotegidos, y su retrato es una de las imágenes con mayor recordación que existe. La revolución cubana tomó un rumbo definido al aliarse con los rusos, situación que generó molestia y desazón entre los estadounidenses y otros habitantes del hemisferio occidental.

Saber que en Cuba todos lo habitantes tienen derecho a salud, educación y vivienda es algo que produce admiración. La comida es poca y restringida, pero entiendo que todos tienen acceso a la misma cantidad y calidad. Además el gobierno y las cooperativas instituidas por la revolución garantizan puestos de trabajo a todos los ciudadanos. Lo malo es que al otro lado de la balanza aparece el hecho que nadie puede abandonar la isla sin permiso gubernamental, no admiten que se critique el régimen y muchas otras restricciones que los convierte en reclusos de su propio país. Por algo algunos tientan el destino y se lanzan al mar en improvisadas balsas.

Creo que la única forma de conocer la realidad acerca de los cubanos es convivir con ellos durante un tiempo prolongado, ya que un viaje turístico tampoco alcanza a dilucidar la inquietud. No sirve basarse en documentales, películas, escritos, noticias y análisis políticos, porque existe la posibilidad de que sean amañados y siempre va a quedar la duda sobre la veracidad de la información. Mucho han escrito al respecto y cientos las biografías publicadas de Fidel Castro, hasta llegar a un libro interesante por tratarse de una autobiografía escrita por Norberto Fuentes, quien fuera su amigo y confidente. Narrado en primera persona y plagado de confesiones que el lector no espera encontrar allí relatadas, hace pensar que se trata de toda la verdad respecto a la vida y obra del polémico personaje, pero siempre queda la espina de su discreción a omitir lo que no quiso que fuera difundido.

Escribir sobre un libro o una película es complicado porque hay que ser prudente y no contar detalles que puedan incomodar a quienes los tienen en remojo, pero en este caso no veo inconveniente porque se trata de un documento que no tiene una trama o argumento definido y cualquiera conoce el final. Sorprende encontrar varias alusiones en el relato de Fidel acerca de que su hermano Raúl, hoy encargado del gobierno, es homosexual. Sobre todo entre ellos que son machistas y bravucones, que divulgue detalles tan íntimos es inaudito. O describir cómo asesinó a la primera persona, a quien disparó a quemarropa y por la espalda al estilo de un sicario. Reconocer que se dio el gusto, cuando alcanzó el poder absoluto, de encerrar 30 años en la cárcel a un contrincante político de su época de líder universitario; y a otro enemigo que logró escapar, le retuvo un hijo por dos décadas y se encargó de hacerle saber a la familia en el exilio los atropellos que recibía el joven en su cautiverio. Si éso es lo que cuenta…

Algo que no oculta Fidel es que es un ególatra redomado. Reconoce que no le quedan amigos y muchos miembros de su familia lo rechazan. Casi todos sus compañeros de lucha fueron a parar a los calabozos o al paredón, excepto los que escaparon a tiempo. El mismo escritor Fuentes fue encarcelado cuando trató de abandonar la isla y solo recuperó la libertad gracias a la intermediación de García Márquez. La forma displicente como se refiere al Che Guevara deja un tufillo de envidia por el protagonismo que alcanzó el médico argentino. También llama la atención la importancia que le reconoce políticamente a José Pardo Llada, exiliado en Cali desde entonces, en los tiempos que conspiraban para tomarse el poder.

Hay que reconocerle al caudillo su idealismo, haber combatido el modo de vida en el que creció, y que cuando empezó su campaña guerrillera desde la Sierra Maestra una de las primeras plantaciones de caña que mandó quemar fue la de su familia. Hizo parte como soldado raso de la fallida conspiración de Cayo Confites para derrocar al dictador Trujillo de República Dominicana; organizó y dirigió la desastrosa toma del cuartel Moncada; y con mucho esfuerzo y enjundia llevó a feliz término una revolución que en tres años derrocó a Fulgencio Batista. Por cierto, en sus memorias insiste que una insurrección no debe durar mucho tiempo y pone de ejemplo la guerrilla colombiana y su lucha estéril, además de la pérdida de ideología y los métodos erróneos con que opera.

Contra todas las apuestas mantuvo su proyecto político a pesar de la desaparición del poderío soviético y ahora queda esperar la reacción del pueblo cubano cuando muera su líder. Y aunque lo veo muy traqueado, aspiro que alcance a publicar la segunda parte de la obra que relata los sucesos a partir de la toma del poder. Al menos así lo anuncia cuando termina el primer “cuaderno” de casi 900 páginas, muy agradable por cierto y animado con fotografías históricas. Con decir que es más extenso que uno de sus eternos discursos.
pmejiama1@une.net.co