sábado, julio 26, 2008

Ciudad de ensueño.

Después de visitar la ciudad de Buenos Aires lo único que queda es ganas de volver, porque es acogedora, sensual, majestuosa y tradicional. Y aunque el tiempo rinda y alcance a recorrer muchos lugares, al regresar empieza uno a enterarse de tantos destinos que faltaron por conocer. Entonces no puede evitarse cierto remordimiento o gusanera de no haber aprovechado después de estar allá, aunque sería necesaria una estadía muy prolongada para disfrutar tantos atractivos. Lo ideal sería residir, así sea durante una breve temporada, en esa urbe maravillosa.

Como somos tan amigos de estigmatizar a nuestros semejantes, siempre nos hemos referido a los argentinos como fantoches, arrogantes y ególatras. Pues debo reconocer que entre las muchas cosas buenas que conocí en Buenos Aires, lo mejor que encontré fue a sus moradores. Qué gente más amable, servicial, amistosa y sencilla. Siempre dispuestos a colaborar, no aceptan que uno exprese gratitud y como respuesta a ese bien ganado reconocimiento, solo atinan a comentar como para ellos mismos: “noooo, por favoooor…”

Aunque no conozco Europa, después de disfrutar de la arquitectura de Buenos Aires puedo decir que visité la sucursal del viejo continente en América. Tras recorrer sus calles queda uno cansado del cuello de tanto mirar para arriba y deleitarse con esa infinidad de joyas arquitectónicas que ocupan todo el centro. En cada cuadra cree descubrir el edificio más bello y majestuoso, pero en la siguiente debe cambiar de opinión porque seguro encuentra otro que se lleva el reconocimiento. Sus calles y avenidas llenas de árboles, con ese aspecto otoñal tan especial, son laberintos donde las puertas, los portalones y las rejas saturan el entorno de arte y belleza.

Al llegar a cada calle y ver su nombre en la nomenclatura me resistía a creer que estuviera allí presente. He sido amante del ritmo porteño y de nombre reconocía muchos de esos lugares, pero toparme en la esquina de Corrientes con Florida un show callejero donde varias parejas de bailes tradicionales deleitaban a los transeúntes con milongas, valses y tangos fue algo que me llenó de regocijo. O el domingo en San Telmo, en la Plaza Dorrego en medio del mercado de antigüedades, un viejo guitarrista curtido por la experiencia que hacía dúo con un gallego más joven pero no por ello menos ducho en el oficio, tocaban viejas melodías mientras otro personaje, entrado en años y vestido con el traje tradicional, de sombrero gardeliano y polainas, bailaba con quien quisiera acompañarlo.

Otra característica que distingue a los porteños es su gusto por el vino y la comida. Sentarse a manteles a cualquier hora es un placer inmenso que deja un recuerdo imborrable en quien puede disfrutarlo. Desde el restaurante más famoso y tradicional hasta el mesón de barrio sin ningún pergamino, el culto por la gastronomía es algo innato en los bonaerenses. Muchos de los meseros son personas ya viejas que combinan experiencia y amabilidad, que aliñan con algo de buen humor para hacer de la hora de la comida una especie de culto sibarita y sensual.

Toda mi vida oí hablar de Caminito, de San Telmo y La Recoleta con su cementerio donde descansan los restos de Evita, del barrio Palermo, la Plaza de Mayo, el Obelisco y el monumento a San Martín, Puerto Madero y las estaciones Retiro y Constitución. Soñaba con recorrer esa ciudad por calles y avenidas, viajar en tren por las provincias, aprovechar el “subte” y el bus urbano, y disfrutar de la charla amena de los taxistas, que después de hacer la pregunta obligada de la procedencia del turista, reconocen a Manizales por el recuerdo agridulce que dejó en ellos el equipo Once Caldas. Pero siempre con gracia, disposición absoluta de colaborar e interés por hacer sentir bien al visitante.

Fue muy especial para alguien como yo, que por desplazarme en silla de ruedas encuentro en mi país toda clase de obstáculos e inconvenientes, sentirme allá como un rey porque en todas partes encontré facilidad para movilizarme, colaboración desinteresada, ausencia absoluta de obstáculos, escalones o accesos inadecuados, aparte de que no me cobran pasaje en el transporte colectivo o masivo. Otra cosa es que en los restaurantes, almacenes, museos, centros comerciales o donde llegara, había un baño especial para personas con discapacidad. Con justa razón quería quedarme bajo su cielo azul.

Claro que nunca faltan los malos entendidos por el uso del idioma. Como el día que alguno le preguntó a un señor cómo podíamos coger un bus que nos llevara a cierto lugar, y el hombre con cierta malicia respondió que él nunca había “cogido” con un aparato de esos, pero se le ocurría que podría ser por el tubo del escape. Y una de nuestras compañeras, después de que le habíamos solicitado mil cosas a un mesero, le dijo que ella era muy conchuda pero debía pedirle otro favor. Entonces el camarero, un viejo elegante y atento, dijo con picardía que él no había preguntado nada al respecto y lo dejaba abismado semejante confesión. Que era la primera vez que una clienta hacía referencia al tamaño de su “concha”.

Gracias a Dios, a la colaboración incondicional de mis amigos y a la generosidad desmedida de uno de ellos, pudimos vivir una experiencia inolvidable. Y pensar que la mayoría de la gente prefiere conocer Miami.
pmejiama1@une.net.co

lunes, julio 21, 2008

Periodistas amañados.

El oficio de periodista es digno, agradable, variado e interesante. Y honorable cuando es ejercido por comunicadores serios, ecuánimes, preparados, cultos y sobre todo responsables. Porque muchos utilizan su tarjeta profesional para manipular y sacar provecho; se creen intocables y esperan que todo el mundo les rinda pleitesía; y dicen lo que les provoca tras la mampara de la libertad de prensa para evadir responsabilidades. Soy empírico en este oficio porque hice radio todas las tardes durante diez años; participé en varios programas en la televisión regional; llevo 15 años como columnista de este diario; he colaborado con otras publicaciones, y lo único que espero es haber respetado siempre la ética y la verdad.

Por ello me ofende oír periodistas amañados que manipulan la información. O la forma sesgada como algunos espacios que son abiertamente gobiernistas, encargan a uno de sus participantes a que funja de “antiuribista” para así darle equilibrio al programa. Ejemplos claros son Félix de Bedout en la W, y Gabriel de las Casas en La Luciérnaga; el problema de este último es que además quiere parecer gracioso, pero se le olvida que el humor es algo innato que no se aprende ni puede comprarse.

Otra situación que choca es que un periodista difunda una información moldeada a su gusto, para darle el significado que él quiere promover. Entonces quienes conocen la realidad del asunto saben que no dice la verdad, pero el oyente desprevenido traga entero y asume el informe como una verdad de a puño. Es lo que sucede con el periodista Gustavo Álvarez Gardeazabal y su animadversión con respecto a la construcción del Aeropuerto de Palestina. Como el tipo anda ahora de moda y está convertido en la vedette del periodismo nacional, porque en este país todo el que sea irreverente y bocón sube como espuma, entonces pontifica desde su micrófono en La Luciérnaga y demás espacios mediáticos nacionales. Cómo hacemos para que entienda que en Manizales no tenemos aeropuerto porque La Nubia en invierno no opera, y como aquí el clima se quedó definitivamente en esa estación, estamos aislados del resto del país por vía aérea.

Y de aquí viene mi cuento: me puse a ojear el libro “Caldas 100 años, memorias”, que me prestó un amigo, publicación que le debemos a la gobernación del doctor Emilio Echeverri Mejía y que fue editado para celebrar dicho aniversario en la administración anterior, y encontré la reproducción de una charla programada para esa efeméride y que sostuvieron el ex presidente Belisario Betancourt y el reconocido caldense Oto Morales Benítez. Cuando el doctor Emilio hace la presentación del evento, agradece a ambos personajes su presencia y el hecho de que hayan tenido que llegar en avión a Armenia y desde allí desplazarse por tierra hasta Manizales, porque infortunadamente las condiciones del tiempo no les permitió arribar a La Nubia. El mismo cuento de todos los días y que es causa de la cancelación de infinidad de eventos, conferencias, reuniones y todo tipo de compromisos.

Resulta que en el mismo libro me encuentro con unas charlas que programaron con el nombre de Cátedra del pensamiento caldense, una de las cuales estuvo a cargo del ya nombrado periodista valluno y que tituló “Del cable a Palestina”. Después de leer lo que este personaje dijo allí, me pregunto por qué ninguno de los presentes se paró a rectificarle sus incoherencias, porque yo sí le voy a refutar dichas apreciaciones desde esta columna.

Dice Gardeazabal que el aeropuerto de Palestina es un embeleco de los “azucenos” y de unos pocos “riquitos” de Manizales que vuelan por La Nubia, y que es mejor destinar el préstamo de los españoles para hacer el Metrocable en Manizales. Que con la Autopista que nos une a Pereira, que según él está de un cacho, viajamos al aeropuerto Matecaña en 40 minutos y al Santa Ana de Cartago en una hora. Si será bien pendejo; se nota que nunca ha atravesado la ciudad de Pereira en hora pico, y más ahora que construyeron un sistema masivo de transporte en donde no cabía, lo que genera un caos vehicular impresionante.

Dice el escritor tulueño que para ir a Palestina hay que llegar a Chinchiná, luego bordear la represa de San Francisco durante un buen tramo y proceder a subir una media hora hasta llegar a la meseta donde quedará el aeropuerto. ¡Mentiroso!. La represa de San Francisco está a orillas del río Cauca. Cerca a Chinchiná hay un pequeño embalse que se llama Balsora o Cameguadua, y bordearlo no lleva más de dos minutos; de allí a Palestina sí hay media hora, pero a pie. Y la idea es subir en carro, lo que demora unos pocos minutos por la trocha actual, la cual por cierto hay que rectificar y mejorar.

Insiste el personaje que demoraremos lo mismo en ir a Pereira que a Palestina, y que un camión cargado gastará solo 15 minutos más en llegar a Cartago. Además nos tilda de estultos por querer sacar adelante nuestro anhelado aeropuerto, que según él es un elefante blanco, un monumento al anacronismo. ¡Embustero, tramador! Tampoco entiendo por qué todos pueden tener aeropuerto menos nosotros, o la razón para que la carga que producimos deba viajar por Cartago. Encárguese de los asuntos del Valle que aquí manejamos los nuestros. ¡Y no joda más!
pmejiama1@une.net.co

lunes, julio 14, 2008

Interceptaciones al día.

Hoy está más actualizado que nunca aquello que las paredes oyen. En un principio “chuzaban” los teléfonos fijos con facilidad y poco demoraron en hacerlo también con la telefonía celular. Después se impone el correo electrónico y parece increíble lo que hacen los técnicos para rastrear este tipo de comunicaciones. La intimidad quedó en el pasado y a toda hora somos espiados con cámaras y micrófonos. Por fortuna el que nada debe nada teme y a mí pueden chuzarme por donde les provoque. En cambio a los bandidos los tienen envainados porque las comunicaciones resultaron ser su talón de Aquiles. Ojo a esta interceptación que logré pillarme:

Alias El Mueco (guerrillero raso): ¡Aló, don Jojoy! Hábleme más durito que no le escucho… Sisas patrón, le dije que el helicótero recogió a esa gente y se jueron todos de una. Cesar y Gafas se treparon también porque esa jue la orden que vustedes les dieron… ¿Cómo?, no patrón, a mi no me eche cantaleta que ellos jueron los encargaos de esa operación. Yo participé como miembro de la seguridá. El Cesar me dijo que les avisara apenitas cogieran vuelo, y eso estoy haciendo. Mire pues… ahora resulta de que yo tengo la culpa.

¿Qué cómo era el helicótero?, pues como todos… grandotote. ¿Cómo?, lo que le diga es mentira; recuerdo que estaba pintao de blanco y rojo pero no puedo asegurale que tuviera alguna cruz. Uno qué va a fijase en esas pendejadas… No, perdóneme patrón, pero no es grosería. Es que vusté la cogió contra mí, que lo único que hago es pasar una razón. Averigüe dónde están esos dos güevetas que se jueron con los retenidos y pregúteles a ellos; yo solo puedo decile que desde hace días el comandante Cano los llamaba por este aparato y les esplicaba cómo era el maní.

Sí, sí, patrón. Venían un mundo de dotores y algunos con pinta de gringo; y también uno que filmaba… como en las otras entregas. Hágase de cuenta. ¡No!, yo que iba a escuchar nada. No ve que a uno no lo dejan ni arrimar, y además con el ruido de ese aparato quién va a entender algo. Pues claro que lo dejaron prendido; si no se demoraron fue nada. ¡No!, yo que iba a sospechar. Qué tal este, uno metido en esta vaina desde hace años y todavía me tienen de sacamicas, y ahora quiere que le responda por la cagada del jefe.

*Mono Jojoy: ¿Oiga?, Comandante Cano, usté que fue lo que organizó que no me dijo nada. Pues quisque la entrega de misiá Ingrid y los tres gringos esos, además de unos soldaos y policías. Por lo mismo, por lo mismo. Por eso lo llamo. Si usté ya vio las noticias podrá darse cuenta que el que supuestamente dirigió ese operativo fue su persona. Yo no tenía ni idea, apenas me vengo a desayunar. Pero cómo carajos nos fueron e meter el dedo en la boca así de fácil. Definitivamente desde que el viejo finó esta vaina anda jodida, y usté me disculpa comandante. Además con la embarrada de los aparatos esos de Reyes quedamos en pelota. Por eso es que a mi no me gusta la tenología; pille que cuando mandábamos las razones personalmente, así se demoraran, la cosa era más segura. Le cuento pues que no me gusta hablar ni por cedular.

Que embarrada tan berrionda. Mire que nos quitaron las fichas importantes… ahora solo nos quedan unos cuantos desconocidos que nadies va a reclamar. Siii, claro, en medio de la calentura todos dicen que van a seguir jeringuiando pa’ que los larguemos, pero aguarde y verá que dentro de poquito no los vuelven a mencionar. O es que vusté cree que mister Sarkozy se va a desvelar por el hijo del profesor Moncayo; olvídese papá. Y a los gringos les importa un chorizo los que tenemos enchiqueraos. Ahora sí quedamos fue mamando.

No, no, camarada. Yo no le estoy echando vainazos a usté. Lo que pasa es que diga a ver si no tengo razón: desde que les dio por joder con esos aparatos sofisticaos esto empezó a complicase. Y ahora arrancan con los mensajes de la dotora Ingrid que difunden desde los helicóteros, y con la gana que mantiene toda esta gente de largase pa’ la casa; porque no nos digamos mentiras pero en los frentes sí están pasando trabajos. Es que no se le olvide lo que le sucedió al compañero Ríos; mientras ofrezcan ese mundo de plata por nosotros ya no duerme ni el patas. Mire que hasta la negra esa, la tal Karina, se nos abrió del parche y ahí anda haciéndole propaganda al gobierno por la televisora.

¿Reunión cuándo? Bueno, voy a mirar porque la cosa está jodida. Eso sí le advierto que no me cojan de mingo porque nada tuve que ver con ese golazo que nos zamparon. ¿Que qué?, oigan a este… ahora voy a salir a debeles. Vea comandante, usté podrá ser muy estudiao pero yo llevo muchos años en esto y nadies me van a mangoniar. Aguarde mejor y hablamos en vivo y en direto, que allá deben estar los gringos cagaos de la risa oyéndonos la conversa. ¡Hum!, qué tal este man; ora quién le irá a aguantar esas ínfulas de mandamás.
pmejiama1@une.net.co

sábado, julio 05, 2008

Vivir la vida.

El paso del ser humano por la tierra es efímero, fugaz, insignificante. Qué son 80 o 90 años, la edad aproximada de supervivencia en la actualidad, comparados con el tiempo que tiene el hombre sobre la Tierra. En épocas remotas la expectativa de vida era mucho menor, pero ha aumentado a medida que inventan vainas para mejorar y alargar nuestra existencia terrenal.

Al leer sobre la evolución del Homo sapiens desde sus inicios, en lo que hoy es Somalia en el cuerno africano, vemos que han existido infinidad de civilizaciones y asentamientos humanos cuyos rastros permitieron que en el futuro los descubrieran y estudiaran. Pero la verdad es que al tocar el tema de la evolución de nuestro planeta mencionamos cifras en cientos de millones de años, y como ese tipo de guarismos aturde, cuando queremos repetirlas nos confundimos. Por lo tanto un grupo de científicos facilitó las cosas con un ejemplo que sintetiza el asunto de una manera clara y sencilla: dicen que si resumimos el tiempo de existencia del planeta Tierra a un lapso de 24 horas, el hombre apareció en los últimos cinco segundos. Así podemos comprobar que somos unos primíparos en este peladero.

Por ello insisto en que la vida hay que vivirla sin desperdiciar segundo. Puede ser en cualquier nimiedad, con tal de que nos guste y deje alguna enseñanza o satisfacción. Hay que conocer, probar, ensayar, variar, arriesgar y aventurar. Ir a donde lo inviten; medírsele a lo que sea; hablar hasta por los codos; comer y beber sin remordimientos; reírse a carcajadas. Ayudar a los demás, compartir, recibir y agradecer, merecer, imaginar, producir, y sobre todo disfrutar. Pero no solo disfrutar de cosas lujosas y costosas, sino de simplezas como un atardecer, el trino de un pájaro, la majestuosidad de un árbol o el rumor del agua al correr.

En otras culturas y religiones creen en la reencarnación, y por ello la gente no le teme a la muerte como sí sucede en occidente. Por ejemplo en la India la sociedad está dividida en castas, y como no existe la posibilidad de que una persona pueda cambiar esa situación, si pertenece por ejemplo a los intocables, que son comparados con el excremento por su insignificancia, acepta su destino y sueña con reencarnar en una posición social más favorable. Nada parecido a nuestro país donde estamos catalogados por estratos sociales, el cual está ligado directamente a la capacidad económica del ciudadano. Entonces un pobretón de estrato uno que se vuelve mafioso, sin ninguna dificultad escala al más alto nivel social.

El caso es que para quienes no creemos que después de esta vida haya otras opciones de regresar a seguir dando guerra en otro cuerpo, más nos vale sacarle todo el jugo posible a esta única oportunidad. Y pienso que la idea no es destacarse en un campo cualquiera, ser el mejor en una modalidad, tener más plata que los demás, poseer belleza y perfección física, o entregarse en cuerpo y alma a una religión. Los ejemplos son muchos y variados, y el más común es el ejecutivo que dedica su existencia a trabajar y amasar fortuna. No piensa en otra cosa, su único tema son la plata y los negocios, descuida su familia por atender juntas y reuniones, y solo le interesan los amigos que representen alguna utilidad. Su obsesión es engrosar la chequera para asegurar una vejez tranquila y boyante, pero no acata que a los 70 años el organismo ya no está para hacer gracias.

O el que encausa a su hijo para que sea un virtuoso del violín, y desde los 3 años el muchachito no hace otra cosa que estudiar música. Lo cuidan como a una porcelana para que no se vaya a quebrar un dedo, y ni pensar en dejarlo salir a correr con los amigos del barrio, treparse a un árbol, tirarle piedras a los pájaros, desinflar una llanta al carro del vecino o hacer cualquier otro tipo de pilatuna. Tampoco experimenta la pubertad ni la adolescencia, porque lo zampan a una universidad en el exterior donde lo becan para escurrirlo al máximo. Y a los 50 años es una estrella del violín, pero con un pasado insípido y vacío.

El deporte es importante para la salud, pero sin exagerar ni obsesionarse con el tema; porque si un mocoso muestra aptitud para el tenis le meten el deporte hasta por las narices para que sea el mejor. Ya mayorcito, ni riesgos de tomarse unos tragos con los amigos o amanecerse en una fiesta, debido a que tiene que madrugar a entrenar. Y mientras los compañeros salen de paseo con las novias, él declina la invitación porque debe competir en un torneo.

No cabe duda de que todo en exceso es dañino, pero pasar la vida sin darle gusto al paladar por cuidar la salud es otro desperdicio. Claro que cada quien escoge si vive 80 años a punta de fritanga y aguardiente, sin reparar en calorías o niveles de colesterol, o 90 con comidas saludables y fiestas zanahorias; como una monjita de clausura que ni siquiera puede “tribuniar” desde la ventana. En todo caso, si confirman lo de la reencarnación, ya resolví qué quiero ser en la próxima vida: ¡brassier de diva!
pmejiama1@une.net.co

Las malas vienen juntas.

Entre las muy nombradas leyes de Murphy debería existir un capítulo dedicado exclusivamente a un asunto que mortifica y descompone. Se trata de una constante que nunca falla, y tiene que ver con que las situaciones adversas y las malas noticias siempre se vienen en tacada. Lo que llaman una mala racha. Por ello la gente comenta, cuando enfrenta una situación de estas, que las malas siempre vienen juntas. Y es común ver a un individuo que se rasca la cabeza y solo atina a decir: Al caído caerle.

Un ejemplo muy común es cuando por ejemplo se rompe una tubería en un baño de la casa, y después de que viene el plomero, tumba la pared para buscar el escape, levanta polvo por toneladas y vuelve la casa un chiquero, cuando por fin le está dando los últimos retoques al remiendo, fijo que empieza a brotar agua por otra pared de la vivienda. Y qué tal cuando se daña un electrodoméstico y arrancan todos en fila a sacar la mano; y entonces la mujer, ante el ofusque del marido y la alegadera, dice que eso es normal porque todos esos “peyes” cumplieron su ciclo y es hora de cambiarlos. Ahí sí que se le salta la piedra al sufrido asalariado que no imagina cómo va a solucionar semejante desfase en el presupuesto familiar.

Al ver las noticias diarias en periódicos y noticieros se nos ocurre pensar que a nuestro sufrido país se le vienen las malas en seguidilla, y no puede uno entender cómo tienen cabeza nuestros dirigentes para atender semejante cantidad de problemas tan complicados. La crudeza del invierno es algo que angustia por los daños que ocasiona, y no alcanzan a solucionar un problema cuando aparecen varios más graves y complicados que opacan el anterior. Y lo peor es que desde hace mucho tiempo vivimos en jornada continua invernal, porque anuncian un veranito y nunca dura más de quince días.

Las carreteras principales sufren lo indecible cuando sus laderas se saturan y empiezan a chorrear, y los peores casos se presentan si el derrumbe es de los que llaman “negativo”, ya que los otros basta con recogerlos y abrir la vía de nuevo. Porque cuando se va la banca de la carretera el problema es delicado, además de costoso, y solucionarlo lleva más tiempo. Entonces no queda de otra que desviar el tráfico por una vía alterna, pero si las cotas de pluviosidad llegan a ciertos niveles las avalanchas son por todas partes y las demás carreteras también sufren. Ni hablar de las vías secundarias que sirven de comunicación entre las áreas agrícolas y las ciudades capitales, y cuando colapsa un puente o la carretera desaparece debajo del lodo, quedan completamente aislados. Por lo tanto es muy complicado exigirle al gobierno que desarrolle nuevas alternativas viales, porque imagino que la plata disponible apenas alcanza para sortear los estragos que causa el “general” invierno.

Mientras tanto el país inundado de vehículos de todo tipo y el problema de movilidad se agrava, y el precio del petróleo no detiene su proceso alcista. Y si ese combustible fósil se utilizara solo para mover el parque automotor, vaya y venga, pero con los derivados de esa porquería fabrican de todo. Productos que uno nunca imaginaría son elaborados a base de petróleo, por lo que su alto costo debe preocuparnos a todos. Otra cosa es que si explotan pozos por cantidades en Venezuela y Ecuador, al otro lado de la frontera, por qué carajo en nuestro territorio no hay. Será que no han mirado bien, o que lo piensan guardar para el futuro cuando empiece a escasear; seguro después inventan otro tipo de energía y nos toca meternos el “oro negro” por donde sabemos.

En cambio el precio del café, que aquí se da “choto” y de excelente calidad, parece un yo yo que fluctúa sin control. Nunca más se repitieron las heladas del Brasil; en otras latitudes decidieron cultivarlo; las bolsas de valores manipulan los precios a su antojo; y por lo tanto nos quedaremos a la espera de una bonanza como la de mediados de los años 70. Basta cualquier eventualidad que beneficie el precio del grano para que, al menos en nuestra región, volvamos a ver el florecimiento del campo. ¡Ah! tiempos aquellos cuando los Comités de cafeteros tenían recursos y mantenían como un lulo las carreteritas, los acueductos veredales, las escuelas y puestos de salud. Además, una bonanza le deja billete a todo el mundo; al dueño de la finca, a las muchachas del prostíbulo, al chofer del yip, al del granero, al que vende cigarrillos “menudiaos”, al almacén de insumos agrícolas, etc. Y para colmo, el abono también lo hacen con petróleo y por lo tanto está por las nubes.

Otro problema bien complicado es el asunto del dólar. Por más que expliquen los economistas y expertos, la mayoría de las personas no logra entender por qué es tan perjudicial que los “verdes” estén más baratos, si toda la vida hemos sufrido porque eran inalcanzables. Lo único cierto es que dicha situación solo beneficia a los importadores y a quienes viajan al exterior, porque los exportadores están a punto de robar gallinas. Me late que no les queda sino invocar al Chapulín colorao.
pmejiama1@une.net.co