lunes, abril 27, 2009

Es lo que hay.

Enciendo el televisor y encuentro ochenta o cien canales originarios de varios continentes, pero después de recorrer el menú puedo corroborar que la mayoría no tiene oficio. Si dicho servicio lo cobraran por canales escogidos, con seguridad no pasan de veinte los que vale la pena tener a disposición. Canales culturales, de historia, tecnología, documentales, gastronomía, vida animal y demás temas de interés; los deportivos para solaz de los hombres, lo que puede compensarse con algunos nacionales para que las damas puedan ver la docena de telenovelas diarias; algunos que presenten películas; los de noticias internacionales y uno que otro que llame la atención.

A finales de los años sesenta Alberto Piedrahita y David Cañón presentaban los sábados por la tarde, por una de las dos cadenas disponibles y en blanco y negro, un programa de deportes que nadie se perdía por ser la única opción en esa materia. Calcule, un partido de fútbol de tercera división en El Olaya, campeonato de lucha libre en el coliseo El Campín, competencias de atletismo en Jamundí, un resumen de la vuelta ciclística al Valle y un torneo estudiantil de tenis de mesa. Y no es que anduviéramos tan desprogramados que nos veíamos semejantes ladrillos, sino que no teníamos con qué comparar. Años después, los miércoles en la noche Andrés Salcedo tenía un programa de fútbol alemán en la cadena 3; con mis hermanos hacíamos corrillo porque fue el primer espacio dedicado a ese deporte. La señal del canal era pésima, debido a que necesitaba una antena especial, y sin importar las interferencias nunca nos lo perdíamos.

Hoy en día pueden encontrarse hasta media docena de partidos de fútbol de distintos países, y como dicen que tanto gordo empalaga, son muy pocos los que despiertan interés. Claro que después de ver cómo juegan en Europa, Brasil o Argentina, es muy difícil encontrarle alguna gracia a los chambones de muchos países que no se cogen el fundillo con las dos manos. Entre ellos el nuestro. Ahora en Colombia transmiten casi todos los encuentros del campeonato nacional y es muy escaso el partido agradable de ver; se caracterizan por sosos, faltos de técnica, desordenados, interrumpidos por diferentes causas, mal pitados por los árbitros y en general de una calidad que da grima.

Lo mayoría de futbolistas de esta parte del mundo son marrulleros, indisciplinados, maliciosos, fantoches, ignorantes y llevados de su parecer. En la cancha simulan faltas inexistentes y mientras se revuelcan en el piso, miran por debajo del brazo qué cara pone el árbitro; salen medio inválidos y a los dos minutos ingresan de nuevo como si nada. Por ello no faltan los expulsados injustamente y las faltas en el área que se pitan sin existir. Aquí los defensas revientan el balón para donde salga y es muy escasa la ocasión que le cae a un compañero; esos mismos defensas y los volantes de marca se hacen sacar tarjeta amarilla al inicio de encuentro; los delanteros no meten un ciego a un charco; muchos porteros son pantalleros y faltos de técnica; un equipo no hace más de tres pases antes de que se las quiten; y los técnicos arengan al público y a los jugadores para que la emprendan contra los jueces. Cuando no se dan trompadas con el colega rival. Mientras tanto en la tribuna los fanáticos se apuñalan, meten vicio, destrozan las instalaciones y a la salida acaban hasta con el nido de la perra. Y aunque el fútbol despierta pasiones, debemos reconocer que por ejemplo los famosos hooligan dejaron de figurar.

Las comparaciones son odiosas pero en Europa cuando entran los camilleros a la cancha es casi seguro que el jugador está lesionado. Nadie reclama las decisiones del árbitro y así sean injustas, bajan la cabeza y obedecen sin chistar; los siempre elegantes técnicos no revelan sus emociones; la destreza, precisión y velocidad son las características del juego; y en algunos estadios, como en Inglaterra, solo unas vallas publicitarias separan la cancha de las tribunas. Otra cosa es que mientras nuestras taquillas no alcanzan ni para echarle gasolina al bus del equipo, en el viejo continente todos los estadios, en cualquier campeonato, presentan llenos a reventar. No importa que caiga nieve o haga calor, la gente ocupa las tribunas y una gran mayoría apoya a su equipo de forma civilizada. Es muy sencillo: jugosas taquillas, excelentes contrataciones y un espectáculo de primer orden.

Con razón renegamos de nuestra selección de fútbol por ineficiente, falta de fundamento y desorganización; por no tener continuidad, porque los jugadores son estrellas en el exterior y con la camiseta nacional unos troncos que de veinte tiros al arco solo atinan uno (y siempre a las manos del portero); porque los dirigentes son tramposos e ineficientes; los técnicos no convocan ni ejercen autoridad; y los jugadores solo piensan en premios, bonificaciones y en la oportunidad de volarse de la concentración para dedicarse a la pernicia. Al mundial de Sudáfrica tampoco vamos, aunque los periodistas deportivos con tal de asegurar la audiencia, sostienen que para clasificar basta con que Perú le gane a Argentina por W, Venezuela golee a Brasil en el Maracaná y se caiga el avión con la selección paraguaya.

De manera que ante tanta desidia e ineficiencia solo queda decir: ¡Es lo que hay!
pmejiama1@une.net.co

lunes, abril 20, 2009

Que venga el diablo y escoja.

Hace unos días cuando en un escrito me referí a las plagas que asolan a nuestra sociedad, un amigo me hizo ver que en la lista faltó la más importante de todas: la corrupción. Aunque la lista que presenté era solo un muestrario por encimita que se me ocurrió en ese momento, porque las plagas son muchas y de todo tipo, debí darle la razón a quién hizo la observación porque sin duda esa modalidad de bandidaje es la madre de todos los problemas de la humanidad. Porque no es solo en nuestro país o en el tercer mundo donde se practica esta costumbre repudiada y odiosa, sino en los cinco continentes y en todos los niveles de la sociedad. La diferencia está en los montos que se manejan y la forma en que la ejecutan.

Por las noticias nos enteramos a diario de diferentes formas de robar y desfalcar que manejan mafias y carteles que dominan todo tipo de artilugios delictivos, y se queda uno aterrado de la habilidad de quienes se inventan ese tipo de argucias para engañar a los demás. Cómo carajo se les ocurren semejantes marrullas, dignas de una cabeza muy bien puesta y una sangre fría impresionante para llevar a cabo sus tropelías. Todo tipo de modalidades y en todos los niveles, presentan un abanico de ejemplos interminables que no dejan por fuera ningún renglón del acontecer diario, y por ello nadie debe confiarse porque se siente blindado contra este delito.

El primer ejemplo que se le ocurre a cualquiera cuando le preguntan sobre la corrupción es el del billete que le ofrecen al policía para evitar un comparendo. Sin duda es el más simple y común porque se presenta con mucha regularidad, aunque ahora los conductores que acostumbran ese arreglo deben abrir el ojo, porque muchos agentes de tránsito rechazan el ofrecimiento y acusan al infractor de soborno; tremendo problema judicial en el que se mete quien comete esta contravención de la ley y varios años de cárcel debe purgar para cancelar la deuda con la sociedad. De manera que a pensarlo dos veces antes de meter un billete entre los documentos que le pasan al policía.

Para donde usted mire va a encontrar corrupción. Y lo grave es que en nuestra sociedad son muchas las personas que ven este delito como una opción válida para conseguir recursos, y en su medio quienes lo practican son admirados por comportarse de esa manera. El que es capaz de tumbar al jefe es el chacho, el más avispado, el digno de imitar. Quien monta el desfalco es un astro que envidian muchos por su astucia e inteligencia. Ese que se mueve como pez en el agua entre mordidas, serruchos, paladas, comisiones y tajadas es un ser privilegiado que nunca en la vida se va a tener que matar trabajando. Lo malo es que mientras nuestra gente piense de esta manera las cosas nunca van a enderezarse, y todo indica que dicho cambio debe ser generacional y por lo tanto no será pronto. Es necesario educar a los menores con otras prioridades y principios para que en el futuro las cosas al fin empiecen a mejorar.

Casos de corrupción que han hecho historia en este país permanecen en nuestra memoria y a largo plazo recuerdo el giro que hizo aquel personaje de apellidos Soto Prieto, cuando todavía no se oía hablar de computadoras ni de transacciones virtuales, y que le birló al país la suma de trece millones y medio de dólares, que para la época era toda la plata del mundo. El asunto de la represa del Guavio y su gestor el doctor Puyo; o las pensiones de los trabajadores de los puertos con las que hicieron un chanchullo de película; y casos como el de las barcazas para generar energía que contrataron durante el apagón y que nunca prestaron el servicio. En la alta Guajira, cuando falta poco para llegar al Cabo de la Vela, se observa en la lejanía una línea de postes interminable que no tienen ningún tipo de cables, y en medio del desierto las bases en concreto para siete puentes donde no hay ríos ni carreteras. Más abajo, en la costa, por los lados de Dibulla, una inmensa termoeléctrica de carbón que no funciona porque no es rentable, así tenga la mina más grande del mundo ahí a la vuelta. Igual a la que tenemos en La Dorada que vive apagada.

Enterarnos de que el hermano del Ministro de Gobierno, quién se desempeñaba como jefe de la fiscalía de la segunda ciudad más importante del país borraba gente de los computadores por plata; o que un almirante de la armada está acusado de colaborar con el narcotráfico; o que algunos jefes del DAS también se vendieron a los paramilitares, es algo que aterra y descompone. Claro que siempre me pregunto cuántos habrán querido ser honestos y se vieron obligados a delinquir; cada uno es dueño de su propio miedo y una amenaza de muerte contra el individuo o su familia puede llevarlo a obrar contra sus principios.

A todas estas, por qué será que a un hotel nuevo que abrieron en el sector del coliseo lo llaman dizque el “Hotel Vacuna”.
pmejiama1@une.net.co