miércoles, septiembre 28, 2011

Ciencia ficción.

En diversas culturas y durante 2500 años, hasta terminar en Europa en el siglo XIX, existieron los alquimistas como protegidos de nobles y poderosos que buscaron con ambición desmedida la piedra filosofal, la cual permitiría a quien la tuviera convertir los metales comunes en oro y plata, además de poseer el don de la eterna juventud. Ciencia, filosofía, esoterismo y mucha charlatanería eran las características más frecuentes de quienes practicaban esa antigua modalidad, personajes que además aseguraban su estatus y condición económica gracias a príncipes y dignatarios ególatras convencidos de que el mundo no podría subsistir sin ellos.

Cabe muy bien el apelativo de oscurantismo para referirse a esa época de la historia cuando el ser humano estuvo inmerso en la ignorancia, sopor mental que vino a despejarse con la aparición de la Ilustración a principios del siglo XVIII, porque pensar que algo tan hipotético fuera posible de alcanzar sólo cabe en mentes estrechas y obtusas. Invertir tanto dinero, maquinar, conspirar, corromper y manipular para conseguir la eterna juventud es descabellado y absurdo, y es difícil aceptar que a nadie en esa época se le hubiera ocurrido considerar que no existe peor tormento para un ser humano que la inmortalidad.

Qué tal ver desaparecer los allegados, generación tras generación; tener que adaptarse a los cambios que trae cada época; verse impedido de convivir con una pareja que lo acompañe y complemente; tener hijos sólo para verlos envejecer y morir mientras uno sigue estancado en la misma edad. O presenciar el deterioro del planeta y saberse seguro protagonista del momento en que sobrevivir en él sea imposible. La vida debe vivirse al ritmo de cada quien, sin arrepentimientos por lo que se hizo o se dejó de hacer, sin aparentar y con la madurez suficiente para envejecer con dignidad. Aunque hay personas que buscan prolongar su juventud con afeites, cirugías estéticas, tratamientos de belleza y demás artilugios para hacerle pistola al paso de los años, pero llega el momento de enfrentar la realidad y aceptarla será bien difícil.

Otro asunto tan hipotético como la vida eterna es viajar a través del tiempo, tema tratado muchas veces en la literatura universal y en el cine. Recuerdo un programa de televisión, cuando teníamos un solo canal en blanco y negro, que se llamó “El túnel del tiempo”. Era protagonizado por dos científicos que al querer probar su invento quedaron atrapados en el pasado, mientras en el laboratorio los compañeros visualizaban sus andanzas y hacían esfuerzos para lograr trasladarlos a otra época cuando sus vidas peligraban. Porque aunque resultaba imposible traerlos de vuelta al presente por un imperfecto en la máquina, podían brincar con ellos por diferentes momentos de la historia.

Durante mi niñez sentí atracción por la lectura al ver que mi papá todas las noches se entretenía con un libro, por lo que le dije que me recomendara algo apropiado para un lector incipiente. Así disfruté “Un yanqui en la corte del rey Arturo”, escrito por Mark Twain, que relata las aventuras de un gringo del siglo XIX, quien después de sufrir un golpe en la cabeza despierta en la Inglaterra de los caballeros de la mesa redonda. Difícil es para el personaje adaptarse a la época, pero transcurrido un tiempo quiere manipular la historia para cambiarla a su gusto y dicho proceder no es del agrado del mago Merlín, el oráculo de la época, quien trina de los celos cuando el yanqui predice eclipses, cataclismos y demás sucesos importantes. Después de tantos años encuentro en internet el libro, además de la película rodada en 1949 que presenta a Bing Crosby como personaje central.

En 1968 estrenaron un filme que causó sensación porque recreaba una época remota, pero esta vez en el futuro. “El planeta de los simios” relata la historia de unos astronautas que salen de la tierra en 1973 y debido a lo extenso del recorrido, viajan metidos en unas cápsulas que los mantenían en estado vegetativo. Pues los cálculos fallaron y regresaron a la tierra dos mil años después, para encontrar que la civilización está dominada por los primates. Charlton Heston es el protagonista principal y recuerdo el impacto de los espectadores cuando al finalizar la película, la pareja de humanos que logra escapar de sus captores encuentra en una playa la antorcha de la estatua de la libertad, mientras el resto del monumento ha sido sepultado por el paso del tiempo.

Inútil añorar haber vivido en una época diferente, porque a las cosas imposibles no se les debe gastar tiempo; el hombre es un animal de costumbres y se adapta sin dificultad a su momento en la tierra. Me siento privilegiado de ser uno de los pocos humanos que habitó el planeta durante un cambio de milenio, además de que conocí el medio ambiente cuando todavía estaba entero. A lo que viene le tengo pavor porque auguro un mal futuro para el globo terráqueo, y aunque en el pasado hubo épocas bonitas e interesantes, pierden todo el encanto al saber que no había inodoro, agua caliente, deportes televisados, microondas, teléfono para pedir a domicilio o manera de transportarse diferente al caballo. Creo que me tocó cuando era, y ni hablar de lo amañado que estoy desde que aparecieron el control remoto, el dispensador de hielo e internet.
pamear@telmex.net.co

martes, septiembre 20, 2011

Un viaje al pasado.

Por fortuna en Colombia, con la aparición de nuevos partidos políticos en las últimas décadas, se acabó la violenta pugna que por tantos años enfrentó a los seguidores de los partidos tradicionales. Desde que los españoles abandonaron nuestro territorio, derrotados por Simón Bolívar y sus huestes libertadoras, aquí no hemos dejado de combatir unos contra otros. Un odio irracional entre liberales y conservadores dividió a los ciudadanos y es imposible siquiera calcular cuántos perdieron la vida en esa larga confrontación. Un ejemplo es la Guerra de los mil días, que enlutó la transición del siglo XIX al XX, donde se enfrentaron en una guerra civil absurda y aterradora.

Porque si cualquier conflicto armado es irracional, con mayor razón cuando los contrincantes son además compatriotas; es como matarse entre hermanos. Así sucedió en nuestro país durante siglo y medio, cuando godos y cachiporros se odiaban con pasión, aversión que legaban a su descendencia. Las diferentes regiones tenían predicción por uno u otro color político y quienes no pertenecían a esa mayoría, enfrentaban una situación difícil de sobrellevar. El territorio que ocupa hoy el departamento de Caldas pertenecía al Estado Soberano de Antioquia, con mayoría conservadora, y Manizales, apenas una incipiente población, se convirtió en el bastión de los azules por estar localizado en la frontera que los separaba de sus enemigos naturales: los Negros del Cauca. Así llamaban a los liberales que habitaban el Estado soberano del Cauca, al sur, y el río Chinchiná era la frontera natural entre ambos territorios.

Aunque tenemos libros y documentos que registran la historia de los primeros habitantes de estas tierras, no supimos aprovechar a nuestros viejos para que a través de la tradición oral nos relataran crónicas y anécdotas de aquellas épocas. Bastó con que algunos de nuestros antepasados omitieran relatarle a su prole la historia correspondiente y ahí se rompió el hilo conductor. En cambio hay personas que se preocupan por dejar documentos valiosos que según su criterio no deben desaparecer, como sucedió con el doctor Félix Henao Toro, que entre su escritorio encontraron unos papeles acompañados de una nota escrita de su puño y letra que advierte: “Importante, no se debe botar”. Ramiro, el hijo del doctor Henao, me facilitó el escrito y en él pude leer:

“Esta tragicomedia se refiere a personajes de la antigua Manizales y pasó de mano en mano por allí en la década de 1880, cuando creo que estalló una revolución contra el gobierno de Rengifo, Presidente del Estado de Antioquia. Fue copiada por mi tía Laura Henao Uribe y parece que el autor fue Don José María Restrepo Maya, bisabuelo de don Eduardo Arango Restrepo. Es jocosa y se refiere a que los liberales de Manizales hicieron venir al general José Domingo Restrepo, ofreciéndole toda clase de apoyo y cuando vino se lo negaron, por lo que se vengó poniéndoles contribuciones y enrolándolos en sus filas. Es pues divertida a la vez que histórica y sería bueno publicarla”.

Acompaña la nota una fotocopia, tomada de las páginas de un libro que Ramiro no ha podido deducir quién es su autor, donde se hace una reseña de ese mismo acontecimiento y que dice:

“A principios de 1885, antes de que las fuerzas regeneradoras mandadas por el gran Briceño y por Mateus llegaran a liberar a Manizales del yugo bajo el cual se hallaban, pasó por esa ciudad el general José Domingo Restrepo, el cual venía de Medellín con tropas liberales mandadas por su tío el Gobernador Luciano Restrepo a combatir el gobierno de Núñez. José Domingo reunió a los principales hombres del liberalismo de Manizales, empezando por el Prefecto don Daniel Gómez, y exigió una fuerte contribución de guerra diciendo que su partida a la revolución el mismo partido debía pagarla. Esto causó gravísimos disgustos. Se unieron casos de fanatismo por una parte y de ridiculez por otra. Don José María Restrepo, con notable ingenio, aprovechó la situación liberal para componer en su escondite lo que él llamó “el Apretón tragicomedia”, drama que circuló manuscrito entre los conservadores, quienes lo copiaban y lo hacían pasar de mano en mano para alegrar sus melancólicas veladas. No me cupo la suerte de conocer esa obra, por no vivir todavía en Manizales, pero sí me llegó el eco de su fama”.

Disfruté al leer la tragicomedia completa, que por extensa no puedo compartir en este espacio, y de ella puedo resaltar el lenguaje utilizado, algunas costumbres de la época y la picardía con la que los godos se burlaban del chasco sucedido a los liberales. Las gentes la copiaban para compartirla con familiares y amigos, y a modo de panfleto circulaba por toda la ciudad. Doña Laura Henao Uribe, la tía del doctor Félix encargada de copiarla, al final aclara cómo la obtuvo:

“Es copia de unos papeles que le mostraron a la cocinera de la casa unos muchachos en la calle en estos días. Manizales, Enero 16 de 1.885”.

De manera que al morir un viejo de la familia no procedan a botar todo sin siquiera leerlo, porque en esas policías se pierden verdaderas joyas. Quien no entienda de qué se trata un texto, consulte con alguien conocedor que le diga si vale la pena guardarlo. Porque así han ido a parar a la basura bibliotecas enteras.
pamear@telmex.net.co

jueves, septiembre 08, 2011

Cuentos de escuincles.

Los mejicanos le dicen a los muchachitos, en lenguaje coloquial y de manera despectiva, escuincles; así como nosotros los llamamos mocosos, zambos, culicagaos, vejigos o caguetas. La palabra escuincle, o escuintle, viene del náhuatl y quiere decir perro sin pelo. Aunque hablemos el mismo idioma en cada país existen modismos y palabras para nombrar ciertas cosas, las cuales son desconocidas para el resto de hispanohablantes. Por ello recomiendan antes de viajar a otro país enterarse de ciertos vocablos, que aunque aquí son aceptados y de uso común, en otra parte se refieren a algo que no debe nombrarse en público. Que no diga buseta en Brasil, que no pregunte en Argentina cómo coger un bus, en España joder tiene un significado muy diferente al que nosotros conocemos o como una amiga que le dijo a un mesero en Buenos Aires que ella era muy conchuda. Esta introducción para decir que hoy vengo con cuentos de escuincles.

Siempre que oigo a un niño pequeño pronunciar una palabra cuyo uso no es común en los menores, me pregunto cuándo la aprendió, dónde la oyó, quién le explicó su significado y cómo utilizarla; es un misterio para mí la forma como los infantes enriquecen su léxico, hasta llegar a expresarse de una manera aceptable. Pero más bonito todavía es oírlos en un principio utilizarlas de forma equivocada, o cuando la confunden con otra parecida.

Una entretención común de quienes tenemos un hijo varón, es aprovechar cuando está pequeño para convertir la cama del matrimonio en un ring de boxeo, donde además se practica guerra de almohadas, lucha libre y todo tipo de artes marciales. La mamá insiste en que se van a aporrear, que el niño terminará llorando, que dejen la brusquedad, pero hasta que no se cumple el pronóstico de la mujer la patanería no termina. Mi sobrino Santiago tendría dos años y con su papá acostumbraban este tipo de juego, y en cierta oportunidad el niño ya estaba sin camisa, sudoroso y colorado por la intensidad de la lucha, pero se impuso la fuerza del adulto y el mocoso terminó trincado contra la lona por una poderosa llave inglesa, mientras el ganador decía: ¡Así te quería ver, canalla! Ahí lo que sigue es dejar al muchachito dominar al contrario y cuando ésto sucedió, el pequeño guerrero procedió a repetir la frase triunfal: ¡Así te quería ver, “camella”!

Años después Santi cursaba la primaria y mandaron una nota del colegio donde recomendaban empacarle al niño merienda en la lonchera, porque los iban a llevar a unos retiros espirituales en una finca que tiene la institución en la zona cafetera. El muchachito estaba muy excitado desde la noche anterior porque el programa era novedoso para él y en el momento que llegaron a recogerlo en la mañana, la mamá quiso que se devolviera de la puerta dizque porque lo quería bendecir. Entonces el zambo alcanzó a gritar desde la salida, antes de tirar el portón:
-No mamá, tranquila que allá nos van a “bendigar” todo el día.

Pipe Gómez es un niño que nació con estrella; gracias a su carisma se hace querer de todos y además de inteligente, es despierto, amable y de un humor genial. Cuando era apenas algo más que un bebé estrenaron casa y cierto día al llegar el papá, le tenían la queja que Felipe había rayado todas las paredes de la habitación. De inmediato se presentó en el cuarto del muchachito y al ver semejante desastre, mientras trinaba de la ira, lo conminó a que le dijera inmediatamente con qué había manchado todo eso. El culicagao lo mira con malicia, levanta un dedito y responde:
-Papá, te voy a dar una pista.

Resulta que el papá de Pipe es ortodoncista y en su profesión debe fabricar con mucha frecuencia esos aparatos odontológicos que ayudan a mantener los dientes en su lugar; lo que la gente llama un paladar. Como el mocoso siempre ha sido buen negociante, cuando tenía siete años llegó un día del colegio con tres mil pesos en el bolsillo. La mamá se alarmó porque el niño todavía no manejaba dinero y lo obligó a confesar de dónde había sacado la plata. La respuesta fue clara y concisa:
-Mami, resulta que en el colegio muchos niños botan el paladar a la hora del almuerzo y como mi papá hace de éso… Por cierto, voy a llamarlo porque tengo vendidos tres para mañana.

Unos amigos odontólogos se fueron hace varios años a visitar a un colega que vive en los Estados Unidos; un paseo espectacular, con rumba incluida todas las noches. Cierta mañana salieron en la camioneta del anfitrión, quien además pasó a recoger a su hijita de seis años, y debido al guayabo y al desorden en las comidas, uno de ellos estaba con el estómago revuelto. En una de esas soltó una ventosidad que no pudo disimular porque la risa lo traicionó, lo que generó el malestar de los compañeros que le daban coscorrones y lo regañaban por cochino e inoportuno. Entonces la muchachita, quien tenía un fuerte acento gringo e iba en la parte de atrás del vehículo, empezó a gritarle al papá, aterrada por el olor y la pelotera:
-Papi, papi, ¡Enrique se hizo popó atrás en el camión!
pamear@telmex.net.co