jueves, agosto 29, 2013

Estás pillado.


Durante nuestra juventud el paseo predilecto era viajar con los amigos a visitar la Feria Internacional de Bogotá, para lo que debíamos pedir uno o dos días de permiso en el colegio y así, al juntarlos con el fin de semana, tener tiempo suficiente para asistir a tan importante evento. En el colegio accedían al permiso porque supuestamente íbamos a adquirir conocimientos y además tendríamos oportunidad de presenciar una vitrina que ofrecía lo último en ciencia y tecnología. Después a sacar el permiso en la casa, el cual debía ir respaldado con ayuda económica; luego buscar amigos que estudiaran en la capital y nos recibieran en su apartamento (así nos tocara dormir en el suelo); y por último esperar que a un miembro de la barra le prestaran el carro de su casa para irnos motorizados.

El caso es que lo que ante nuestros padres y educadores presentábamos como un viaje académico y cultural, no era otra cosa que una rumba corrida desde el mismo momento que cogíamos carretera; en Maltería ya íbamos copetones. En la gran ciudad no descansábamos de parrandear y vivíamos experiencias que no eran comunes para nosotros. De la Feria solo nos interesaba ver carros, motos e innovaciones tecnológicas y visitábamos con regularidad las degustaciones de aguardiente, ron o cualquier otro licor; también combatíamos el hambre a punta de galletas con carne de diablo y trozos de salchicha que repartían las impulsadoras. Ya prendidos, nos dedicábamos a echarles piropos a las sensuales modelos que adornaban los diferentes stands.

En una de esas vitrinas vimos por primera vez que quienes aparecían en la pantalla del televisor que exhibían éramos nosotros y para confirmarlo hacíamos carantoñas y poses que no dejaran duda. Después de analizar el asunto entendimos que una cámara que había en un rincón era la que captaba las imágenes y semejante tecnología nos dejó con la boca abierta; eso ya lo habíamos visto, pero en las películas de James Bond o Simón Templar. Pues las dichosas camaritas evolucionaron y ahora están instaladas hasta dentro de las tazas de los inodoros.

Es posible que en la intimidad de nuestros hogares estemos libres de las imprudentes fisgonas, aunque nada es seguro y a lo mejor también nos tiene chequeados. Porque definitivamente desde que cruzamos la puerta de nuestra vivienda ya estamos monitoreados por alguien, ya que en pasillos, ascensores y zonas comunes de los conjuntos habitacionales están estratégicamente localizadas esas espías electrónicas. Ya en la calle las vemos en los postes, en los aleros de los edificios, en todos los almacenes, parqueaderos, oficinas y despachos, en los peajes, bancos y cajeros automáticos, dentro de los buses y en los lugares menos pensados. Sin duda son prácticas y necesarias, ante la inseguridad reinante, pero la intimidad quedó en el pasado; quien acostumbre hurgarse la nariz o tenga otras mañas fastidiosas, que se controle porque siempre lo tendrán pillado.

Ahora nos venimos a enterar los habitantes del planeta de que los gringos están enterados de cuanto decimos y hacemos, a través del espionaje que realizan al controlar todo tipo de comunicaciones. El señor Snowden abrió los ojos al mundo y es así como supimos que en compañía de Brasil somos uno de los países más monitoreados por la CIA. La verdad, me importa un chorizo que metan sus narices en mis correos electrónicos y llamadas telefónicas, porque mi vida es un libro abierto; es más, doy plata por verles la cara a los yupis de la Central de Inteligencia cuando leen las pendejadas que escribo en las redes sociales.

Aunque existe el riesgo que el encargado de seguirnos la pista sea un vergajo bien imaginativo y en medio de su paranoia, empiece a formarse una película con situaciones normales e inocentes de nuestro diario vivir. Por ejemplo llamo a mi hermana para conversar y ponernos al día, nos reímos y gozamos con los cuentos, hablamos de hechos recientes y demás temas baladíes, y por último le digo que voy a mandarle una remesita con unos hartones de muy buena calidad para que los pruebe y me comente cómo le parecen. Así el espía domine el idioma  español puedo asegurar que no sabrá qué carajo es un hartón, como le decimos a un plátano verde grande y provocativo, por lo que de inmediato maliciará y seguro lo relaciona con una clave para nombrar envíos de droga ilegal.  

Luego procede a ingresar a mis cuentas bancarias para ver los extractos y ante semejante miseria supondrá que manejo cuentas secretas en Suiza, Panamá u otro paraíso fiscal; además, después de ver mi tren de vida concluirá que yo sí sé disimular y mantener un bajo perfil. Ya habrá revolcado por todas partes sin encontrar nada y desde el satélite vivirá pendiente de cualquier movimiento sospechoso que ocurra en mi domicilio. Como en las redes sociales soy mamagallista y burletero, mucho trabajo tendrá al tratar de interpretar esos mensajes y nada habrá logrado al someterlos a códigos encriptados y claves especializadas.

Soy activo con el correo electrónico y tengo muchos contactos, lo que habrá dado material suficiente para buscar entronques que puedan comprometerme. Cumplo con advertirles que no tengo nada que ocultar y lo único que me preocupa es que de llegar a ser delito enviar o recibir correos con viejas en pelota…
pamear@telmex.net.co

jueves, agosto 22, 2013

El Mayor Peñaloza.


En 1971 se creó en Medellín la empresa de aviación Aerolíneas Centrales de Colombia –ACES-, y uno de los nueve socios fundadores fue el Mayor Germán Peñaloza Arias; y aunque unos años después dejó de ser accionista de la compañía, siempre la sintió como propia y se preocupaba por ella hasta en el más mínimo detalle. El grado de Mayor lo obtuvo en la Fuerza Aérea Colombiana donde hizo su carrera como aviador militar, y al retirarse de esa fuerza dedicó todo su empeño a la creación de empresa en el sector privado. Primero fue la fundación de TARCA, por allá en la década de 1960, una pequeña aerolínea que conectaba a Manizales con Medellín y Bogotá y que operaba aviones bimotores con capacidad para unos pocos pasajeros; en compañía del capitán Luis Pérez y otros aviadores volaba la limitada flota.

El gremio de los pilotos, al menos el que conocí en los años que trabajé con ellos, de 1980 a 1990, se caracterizaba porque la mayoría eran mamagallistas, buenas vidas, mujeriegos, habladores de carreta, simpáticos y amigables, pero sin duda el Mayor Peñaloza era la excepción de la regla. Por aquella época él pertenecía al grupo de pilotos veteranos de la compañía y todos lo reconocíamos como el decano por su rectitud, honorabilidad y seriedad. El Mayor era metódico al extremo, responsable con su trabajo, comprometido con la empresa y nunca le conocimos una variable en su comportamiento. Todavía recuerdo el día que debí entregarle una carta remitida por la Aeronáutica Civil, donde le informaban que por cumplir los 60 años de edad no podía ejercer más como piloto comercial.

En aquella época ACES tenía 3 aviones Twin Otter con base en Manizales y para ello 12 tripulantes residían aquí; 6 pilotos y 6 copilotos. Todos ellos, además de quienes trabajábamos en tierra en el aeropuerto, éramos menores de 30 años y por lo tanto el Mayor era como un papá para el grupo. Muchas veces nos desesperábamos con él porque nos parecía chocho o resabiado, como es lógico por la diferencia de edad, pero reconocíamos su autoridad sin rechistar. A diario regañaba a los muchachos que manipulaban el equipaje porque tiraban una maleta o cerraban muy duro la puerta del avión; y me mantenía alto del piso porque en el edificio del aeropuerto dejaban luces prendidas durante el día. Yo le explicaba que eso se me salía de las manos porque era responsabilidad del administrador, y que ya le había dicho muchas veces, pero él insistía y llegaba a mandarme razón desde el avión con el operador de la torre de control: Que el Mayor le manda a decir que están prendidas las luces de la terraza…

Era tal su compromiso con la compañía que en el primer vuelo de la mañana, a diferencia de los otros pilotos que realizaban las pruebas del avión en la cabecera de la pista, él prefería hacerlas en la plataforma por si algún pasajero llegaba tarde pudiéramos llevarlo hasta el avión para que no perdiera el vuelo. Una vez que iban a viajar dos de sus sobrinos hacia Medellín empezó a hacernos recomendaciones con varios días de antelación. Nosotros imaginamos que se trataba de niños pero el día del vuelo se presentaron dos guaimarones, y como la ley de Murphy no falla y ese día se juntaron varios aviones en plataforma, debido a un error los embarcaron en el vuelo que iba para Bogotá. El Mayor volaba ese día y a cierta hora llamó por radio a preguntar cómo había salido todo, y no alcanzo a describir la cantaleta que tuvimos que aguantarle por semejante embarrada. Claro que lo mismo pasó con el Presidente de la compañía, el doctor Luis Fernando Botero, quien debido a su acelere se montó en el primer avión que encontró y también fue a parar a la capital.

Cierto día el gerente de Varta, un señor Escobar, nos llevó de regalo a todos unas lamparitas muy novedosas. Al verlas por la tarde el Mayor se quejaba de su mala suerte por no estar presente y un copiloto, William Quintero, de puro lambón le dijo que tranquilo, que ese señor vivía al lado de su casa y que con mucho gusto le conseguía una. Claro que después le dio pena hacer la gestión y se encartó porque al Mayor no se le olvidaba nada, y a diario preguntaba por su encargo; siempre que entraba en mi oficina me pedía que llamara a Quintero a ver qué se sabía. Muchas veces coincidíamos en el carro que nos repartía por la tarde, al terminar la jornada, el Mayor, Pepe Isaza, William y yo, y era hasta que Pepe preguntaba: Mayor… ¿en qué va lo de la lamparita? Y arrancaba ese señor a renegar por la falta de diligencia de William, mientras este arremetía contra Pepe a codazos, por sapo, y los tres conteníamos la risa para que el Mayor no se diera cuenta de la guachafita.  

Se fue el viejo después de una vida fructífera que dejó huella en la historia de la aviación colombiana, destacándose por su entrega a la profesión y una honorabilidad a toda prueba. Hasta los 81 años frecuentó la cabina de aeronaves en calidad de tripulante y a los 87 emprendió el vuelo sin regreso...
pablomejiaarango.blogspot.com

martes, agosto 13, 2013

Paradojas.



A diario ocurren hechos que nos convencen de que la famosa ley de Murphy existe. Y aunque la mayoría de las veces se trata de situaciones simples y sin importancia, nos causa intriga ver ese tipo de coincidencias; como al buscar una llave entre muchas y al medirlas a ver cuál abre la cerradura, casi sin falta es la última. Esas cosas pasan mucho cuando suceden.

Desde hace años oímos hablar de la necesidad de instalar un VOR en cercanías del aeropuerto La Nubia para facilitar la navegación aérea en la zona, proyecto que por fortuna se realizó recientemente con la inauguración del equipo electrónico localizado en inmediaciones de Villa Quempis. Lo que debe quedar claro es que ahora no puede decirse que La Nubia quedó habilitado para aterrizar por instrumentos, porque eso es algo muy diferente. El VOR emite una señal de radio que indica al aviador cómo llegar a su localización, pero desde ahí hasta la pista debe haber visibilidad para poder proceder con el aterrizaje; cuenta además con un sistema llamado DME, el cual permite saber cuánta distancia falta para llegar al VOR, o en su defecto, la que se ha recorrido después de dejarlo atrás.

Ahora nos anuncia Avianca que muy pronto prestará el servicio a la ciudad con unos modernos aviones ATR-72, con mayor capacidad y mejores especificaciones técnicas que los actuales. Lo paradójico es que estos aparatos no requieren el servicio del VOR, según me entero por la prensa, y el administrador del aeropuerto aduce que no importa, porque servirá entonces para los aviones particulares y demás aeronaves de menor tamaño; háganme el favor, como si muchos manizaleños tuvieran avioneta particular. De manera que después de esperar tanto tiempo el bendito sistema electrónico, ahora resulta que ya no se necesita. Además, anuncia el mismo funcionario que ha rebajado notablemente la cancelación de vuelos con la entrada en operación del VOR, pero no se le ocurre que esto se debe es al verano que disfrutamos desde principios de año.

Con igual convencimiento afirma que gracias a los aviones que empezarán a operar pronto, además de la puesta en operación de los nuevos equipos electrónicos, se acabará definitivamente la cancelación de vuelos. Esperemos a que se venga un fuerte invierno y la neblina no deje ver la casa del frente, a ver cómo va a funcionar el terminal; se acordará de mí. Para nadie es un misterio que La Nubia es un aeropuerto muy difícil, con unas condiciones topográficas especiales y una pista corta y estrecha; los pilotos le tienen pereza y lo confirma el hecho que esté catalogado como de alta complejidad.

No cabe duda de que Avianca nos ha querido obligar a viajar por Pereira con diferentes estrategias, hasta que puso en práctica una que nunca falla: tocar el bolsillo del usuario. Basta ingresar a su página web de tarifas y ver las gangas que se consiguen al viajar por el aeropuerto vecino, a diferencia de las nuestras que son venenosas. Últimamente la mayoría de mis amigos, conocidos  y familiares que han viajado lo hicieron por Pereira. Que no nos doren más la píldora respecto al pequeño aeródromo de Manizales y mejor hagamos fuerza para que se desenrede la construcción de Aeropalestina.

Otra paradoja es que cuando por fin había aceptación entre las gentes del departamento con el mandato de Guido Echeverry, se trunca esa buena administración por una sentencia que le impide terminar su período. Y aunque insisto en que fue irresponsable por parte del mismo Gobernador y de quienes apoyaron su candidatura el haber seguido adelante, a pesar de las advertencias acerca de que existía inhabilidad, no dejo de lamentar este bache de gobernabilidad que le hace tanto daño a Caldas. Las normas son para cumplirlas y si existen reglas y condiciones precisas, no queda lugar a interpretaciones de la ley ni a excepciones. Porque después todo aquel que incurra en ese tipo de falta va a presentar excusas y justificaciones.        

Por fortuna la campaña para escoger al nuevo gobernador es corta, ya que el año entrante nos espera una jornada electoral intensa y reñida. Los candidatos que aspiran a ocupar el primer cargo del departamento son personas de reconocida trayectoria y solo nos queda confiar en que el ganador sepa gobernar con autonomía y pulcritud. Es lógico que opte por hacerlo con personas de su confianza y que el grupo político ganador exija sus cuotas, porque nadie trabaja con los enemigos, pero entre los postulados que aspiren a los diferentes cargos debe escogerse a quienes se distingan por su honestidad y eficiencia.

Ojalá quien resulte elegido Gobernador de Caldas dé continuidad a los proyectos y programas que se adelantan, porque si cuatro años de mandato son poco tiempo para adelantar un programa de gobierno, imaginemos lo que podrá hacerse en la mitad del tiempo; más si procede a cambiar la nómina completa y además borra de un plumazo lo que estaba en desarrollo. Pero estoy tranquilo porque a Eugenio Marulanda lo respalda su trayectoria en el ámbito nacional; Augusto León Restrepo es un hombre culto, intelectual destacado y conocedor del departamento por sus cargos ejercidos; y de Julián Gutiérrez, además de su experiencia adquirida como alcalde y concejal de Manizales, me basta con saber que es hijo del doctor Ernesto y de misiá Berta.
pamear@telmex.net.co

martes, agosto 06, 2013

Disminuyen las pasiones.


No cabe duda de que la acumulación de calendarios nos cambia los gustos, el modo de comportarnos, la sensibilidad, el ánimo y muchos otros aspectos de la personalidad. La vida se ve con otros ojos y los problemas se enfrentan de manera diferente, tal vez porque se tienen en el bagaje más vivencias y conocimientos para comparar. Estoy a dos años de llegar al sexto piso, edad en que entra el sujeto a formar parte de ese grupo conocido como la tercera edad. Y sin mencionar los achaques físicos, que aparecen a diario y con enconada sevicia, preocupan los primeros avisos de que la mente ya no es la misma: lapsus, lagunas, olvidos y errores, que así sean mínimos, angustian.

Las pasiones humanas se sienten hacia un semejante, o hacia animales, cosas, ideologías, etc. Y es común que disminuyan con el paso del tiempo, situación que mejora la calidad de vida porque se ahorra uno muchas rabias, sufrimientos, preocupaciones y desengaños. En cambio el cariño por los seres queridos aumenta, así no se acostumbre recordarles a cada momento a los demás que se les quiere, ya que sin duda existen otras formas de demostrar el cariño hacia cada quien. Y si alguien tiene dudas, pues que pregunte.

Un ejemplo del cambio respecto a las pasiones puede ser el que tiene que ver con el fútbol. Ahora recuerdo cómo me asombraba ver a mi mujer desentendida frente a un partido importante del Once Caldas o la Selección Colombia; si perdían le importaba un pepino mientras yo quedaba descompuesto y maluco. Pues hoy en día no reconozco siquiera a los jugadores del equipo local, ignoro su rendimiento, no miro los resultados y ni trato de ver los goles en el noticiero, cuando antes no me podían siquiera hablar durante la sección de deportes del domingo por la noche. A la Selección le paro bolas, si anda bien, aunque lo que más disfruto es el programa de reunirme con los amigos para ver los partidos. Ya no grito los goles, no reniego ni insulto al árbitro y si perdemos, me resbala. ¡Más bueno!

Otras pasiones comunes son las políticas y religiosas, las cuales por fortuna me traen sin cuidado. En las primeras escojo al menos malo y en las segundas respeto las creencias de los demás, pero manejo una espiritualidad propia; además censuro las religiones. Y  aunque cada quien es libre de apasionarse por sus preferencias, detesto que quieran influir en los demás. Ahora en las redes sociales se acostumbra que algunos aprovechen esa vitrina para difundir y promover sus predilecciones, lo que se torna empalagoso y chocante. La mística religiosa, política o de cualquier tipo, debe manejarse con tino y prudencia, porque no debemos olvidar que los demás tienen sus propios gustos.

Una pasión que desapruebo es la de coleccionar objetos. Nada más absurdo e inoficioso, porque si la colección se mantiene guardada no tiene gracia y si está a la vista, se convierte en un encarte. Durante la niñez de mi hijo acostumbrábamos armar modelos a escala y cómo nos entreteníamos con ese pasatiempo; leer las instrucciones, organizar todo sobre la mesa, desprender las piezas y empezar a ensamblarlas con la ayuda del Cemento Duco. Llenamos una estantería con aviones, barcos, motocicletas, carros y demás cacharros, y hay qué ver el polvo que recogían; entonces la empleada los limpiaba y sin falta les arrancaba una hélice, el tren de aterrizaje, el timón u otra pieza, las cuales siempre desaparecían. Al crecer el chino casi no se desprende de todos esos trebejos.

Los animales siempre me han gustado pero sin apasionarme por ellos. No tengo mascotas porque arriesgo a encariñarme y termino igual a quienes tanto critico, porque las tratan como si fueran personas; y después se muere el animalito y toca enfrentar el luto. Eso de vestir el perro, dormir con el gato o invertir gran cantidad de dinero en el cuidado de una mascota no va conmigo. Ahora me parecen violentas las corridas de toros pero no me estremezco ni se me encharcan los ojos cuando pasan el toro al papayo. Jamás se me ha cruzado por la cabeza que comer carne es un crimen contra la naturaleza y disfruto como nadie en una matada de marrano; tampoco me impresiona despescuezar un pollo.

A lo mejor es falta de compromiso pero nunca milité en grupo alguno o me dejé alienar por una ideología. Será que soy muy sangriliviano, como decía mi mamá, pero al morir una persona no me da pesar, a no ser que se trate de alguien joven y lleno de vida. Por el contrario si es un enfermo que sufre o un anciano que ya vivió lo suficiente, me alegro. Porque hasta ahora nadie se ha quedado vivo y en muchos casos la muerte representa un descanso para el finado y un alivio para sus allegados; tanto físico como económico.

Entre tantas cosas malas la senectud tiene sus ventajas, como que uno va sólo donde le provoca. Entonces la mujer insiste en que es un compromiso, que qué pena, que si no vamos no nos vuelven a invitar, y ahí comenta uno: ¡mejor! Leí una frase lapidaria de Fernando Vallejo: “La juventud, cuando no se cruza con la muerte, termina siempre igual: en la vejez hijueputa”.
pamear@telmex.net.co