Buena dosis nos han dado los
medios de comunicación respecto al polémico fallo de la Corte Internacional de
la Haya. Por lo tanto todos opinan, reniegan, discuten y hasta dictan cátedra
sobre un tema que ni siquiera los más expertos abogados internacionalistas
entienden bien; además, pululan las encuestas donde preguntan al ciudadano
común si está de acuerdo con que Colombia acate el fallo o si por el contrario
debe ignorarlo. En las redes sociales crean grupos de indignados compatriotas que
invitan a formar movimientos que buscan recuperar lo irrecuperable; porque me
late que no existe la más remota posibilidad de que echen para atrás la
sentencia.
Imagino que los jueces que
tomaron la decisión, al mirar el mapa, notaron que las islas están mucho más
cerca de Nicaragua que de nuestro territorio y con seguridad esa percepción influyó
al momento de decidir. De manera que debemos empezar a planear estrategias para
que en un futuro no perdamos más territorio en esa disputa, porque Nicaragua siempre
ha pretendido es quedarse con todo el archipiélago. Dejemos ya de llorar sobre
la leche derramada y pongámonos en los zapatos de ellos. Qué tal que las Islas
del Rosario o el archipiélago de San Bernardo tuvieran una infraestructura
similar a la de San Andrés y fueran territorio nicaragüense, a ver si nosotros
no estaríamos de patas y manos en pos de recuperarlas.
Sin duda el gobierno nacional
debe pararle más bolas a las islas, porque el aeropuerto, las vías y demás
infraestructura se ven bastante deteriorados, además de meterle duro al fomento
del turismo que sin duda es el motor de desarrollo de esa región. Aunque lo que
más parece preocupar es la situación de los pescadores artesanales, que según
dicen se quedaron sin dónde faenar. Las autoridades nicaragüenses aseguran que
pueden seguir haciéndolo en las aguas que ahora son de su dominio, pero además
me pregunto si acaso en todo ese mar que tenemos hacia el oriente, y que llega
hasta el litoral norte de nuestro país, no existen recursos de ningún tipo. No
puedo creer que langostas, tiburones, mariscos, peces de todo tipo y demás
especies comerciales puedan capturarse sólo en el área marítima que perdimos.
En todo el archipiélago habitan unas
75 mil personas y los pescadores perjudicados son aproximadamente mil,
agrupados en tres asociaciones. Y aunque las comparaciones son odiosas, no
puedo dejar de hacer una que llama poderosamente mi atención. Si en todo el
país se oyen voces de preocupación por el futuro económico de un puñado de damnificados,
por qué nadie dice nada de la caótica situación que enfrentan más de quinientas
mil familias que viven del cultivo del café. Imagino que se debe a que los
cafeteros se ganaron la fama de que chillan más que un canastao de pollos y que hasta en épocas de bonanza aseguraban
perder plata, por lo que ahora les pasó lo del pastorcillo mentiroso.
Pues la realidad es que actualmente
cuesta más producir una arroba de café que lo que pagan por ella. Quienes no
habitan las tierras productoras del grano desconocen la cultura cafetera y
piensan que el problema es de unos pocos finqueros ricachones. Por lo tanto ignoran
que la gran mayoría son pequeños latifundistas, campesinos que cultivan su
parcela y el fin de semana viajan al pueblo con unas pocas arrobas de café para
venderlas y adquirir los productos de primera necesidad. Hoy están a punto de
robar gallinas y como es lógico, no pueden comprar abonos ni hacerle
mantenimiento a los cafetales.
Y los tales ricachones, como les
dice la gente con cierto desdén, lo que hacen es generar empleo. Pero la
situación obligará a muchos a voltear la finca para criar ganado, negocio que
manejan con dos empleados, mientras el resto seguramente quebrará, lo que sin
duda va a dejar a mucha gente sin destino; y no sólo a los trabajadores de la
finca, sino al que transporta los insumos, al garitero, el que arrea las mulas
y a las mujeres que alimentan a los peones, entre muchos otros. Por ahí derecho
en los pueblos sufren los dueños de graneros y cantinas, el que vende dulces en
una esquina, las fufurufas que hacen su agosto en cosecha y en general
cualquiera que se dedique a una actividad comercial.
El gobierno nacional, los congresistas,
la dirigencia cafetera y demás autoridades le dan largas al asunto y no quiero
ni pensar qué sucederá con nuestra región de acabarse la industria del café.
Nos traga la tierra. Debemos recordar que en época de vacas gordas el gremio
cafetero fue la alcancía del país, al que recurrían cada que había una tragedia
o emergencia, pero ahora que los jodidos son ellos, nadie parece preocuparse. Decretan
un auxilio para mejorar el ingreso del productor, pero cuando ya la mayor parte
de la cosecha se recogió; y la de las tierras más altas, que es en abril y mayo,
tampoco recibe una ayuda que está vigente hasta el 31 de enero del próximo año.
Y el grano cada vez más poquito y
de peor calidad, mientras el dólar se resiste a subir. Así las cosas el futuro cafetero
es negro y muy pronto deberemos repetir como Ever Castro: Se les dijo, se les
advirtió, se les re-co-men-dó… pero no hicieron caso.
pamear@telmex.net.co
1 comentario:
Pablo primo:
Muy realista tu comentario sobre las Islas que nos repartieron en 1830 o algo parecido desde España, el soberano de turno, por la gracia de dios. Tu pregunta sobre las islas del Rosario me parece fundamental para la discusión: ¿qué haríamos? pues lo que está haciendo Nicaragua, ni mas faltaba.
Sobre lo de los cafeteros creo que se te fue un dedo, pues dices que los cafeteros son pequeños latifundistas; ¿no será lo contrario? siempre he estado convencido que son minifundistas y por eso les dan duro.
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