martes, diciembre 04, 2012

Odiosa comparación.


Buena dosis nos han dado los medios de comunicación respecto al polémico fallo de la Corte Internacional de la Haya. Por lo tanto todos opinan, reniegan, discuten y hasta dictan cátedra sobre un tema que ni siquiera los más expertos abogados internacionalistas entienden bien; además, pululan las encuestas donde preguntan al ciudadano común si está de acuerdo con que Colombia acate el fallo o si por el contrario debe ignorarlo. En las redes sociales crean grupos de indignados compatriotas que invitan a formar movimientos que buscan recuperar lo irrecuperable; porque me late que no existe la más remota posibilidad de que echen para atrás la sentencia.

Imagino que los jueces que tomaron la decisión, al mirar el mapa, notaron que las islas están mucho más cerca de Nicaragua que de nuestro territorio y con seguridad esa percepción influyó al momento de decidir. De manera que debemos empezar a planear estrategias para que en un futuro no perdamos más territorio en esa disputa, porque Nicaragua siempre ha pretendido es quedarse con todo el archipiélago. Dejemos ya de llorar sobre la leche derramada y pongámonos en los zapatos de ellos. Qué tal que las Islas del Rosario o el archipiélago de San Bernardo tuvieran una infraestructura similar a la de San Andrés y fueran territorio nicaragüense, a ver si nosotros no estaríamos de patas y manos en pos de recuperarlas.

Sin duda el gobierno nacional debe pararle más bolas a las islas, porque el aeropuerto, las vías y demás infraestructura se ven bastante deteriorados, además de meterle duro al fomento del turismo que sin duda es el motor de desarrollo de esa región. Aunque lo que más parece preocupar es la situación de los pescadores artesanales, que según dicen se quedaron sin dónde faenar. Las autoridades nicaragüenses aseguran que pueden seguir haciéndolo en las aguas que ahora son de su dominio, pero además me pregunto si acaso en todo ese mar que tenemos hacia el oriente, y que llega hasta el litoral norte de nuestro país, no existen recursos de ningún tipo. No puedo creer que langostas, tiburones, mariscos, peces de todo tipo y demás especies comerciales puedan capturarse sólo en el área marítima que perdimos.

En todo el archipiélago habitan unas 75 mil personas y los pescadores perjudicados son aproximadamente mil, agrupados en tres asociaciones. Y aunque las comparaciones son odiosas, no puedo dejar de hacer una que llama poderosamente mi atención. Si en todo el país se oyen voces de preocupación por el futuro económico de un puñado de damnificados, por qué nadie dice nada de la caótica situación que enfrentan más de quinientas mil familias que viven del cultivo del café. Imagino que se debe a que los cafeteros se ganaron la fama de que chillan más que un canastao de pollos y que hasta en épocas de bonanza aseguraban perder plata, por lo que ahora les pasó lo del pastorcillo mentiroso.

Pues la realidad es que actualmente cuesta más producir una arroba de café que lo que pagan por ella. Quienes no habitan las tierras productoras del grano desconocen la cultura cafetera y piensan que el problema es de unos pocos finqueros ricachones. Por lo tanto ignoran que la gran mayoría son pequeños latifundistas, campesinos que cultivan su parcela y el fin de semana viajan al pueblo con unas pocas arrobas de café para venderlas y adquirir los productos de primera necesidad. Hoy están a punto de robar gallinas y como es lógico, no pueden comprar abonos ni hacerle mantenimiento a los cafetales.

Y los tales ricachones, como les dice la gente con cierto desdén, lo que hacen es generar empleo. Pero la situación obligará a muchos a voltear la finca para criar ganado, negocio que manejan con dos empleados, mientras el resto seguramente quebrará, lo que sin duda va a dejar a mucha gente sin destino; y no sólo a los trabajadores de la finca, sino al que transporta los insumos, al garitero, el que arrea las mulas y a las mujeres que alimentan a los peones, entre muchos otros. Por ahí derecho en los pueblos sufren los dueños de graneros y cantinas, el que vende dulces en una esquina, las fufurufas que hacen su agosto en cosecha y en general cualquiera que se dedique a una actividad comercial.

El gobierno nacional, los congresistas, la dirigencia cafetera y demás autoridades le dan largas al asunto y no quiero ni pensar qué sucederá con nuestra región de acabarse la industria del café. Nos traga la tierra. Debemos recordar que en época de vacas gordas el gremio cafetero fue la alcancía del país, al que recurrían cada que había una tragedia o emergencia, pero ahora que los jodidos son ellos, nadie parece preocuparse. Decretan un auxilio para mejorar el ingreso del productor, pero cuando ya la mayor parte de la cosecha se recogió; y la de las tierras más altas, que es en abril y mayo, tampoco recibe una ayuda que está vigente hasta el 31 de enero del próximo año.

Y el grano cada vez más poquito y de peor calidad, mientras el dólar se resiste a subir. Así las cosas el futuro cafetero es negro y muy pronto deberemos repetir como Ever Castro: Se les dijo, se les advirtió, se les re-co-men-dó… pero no hicieron caso.
pamear@telmex.net.co

1 comentario:

JuanCé dijo...

Pablo primo:
Muy realista tu comentario sobre las Islas que nos repartieron en 1830 o algo parecido desde España, el soberano de turno, por la gracia de dios. Tu pregunta sobre las islas del Rosario me parece fundamental para la discusión: ¿qué haríamos? pues lo que está haciendo Nicaragua, ni mas faltaba.
Sobre lo de los cafeteros creo que se te fue un dedo, pues dices que los cafeteros son pequeños latifundistas; ¿no será lo contrario? siempre he estado convencido que son minifundistas y por eso les dan duro.