lunes, marzo 06, 2006

Fe de Carbonero

Imagino que la mayoría de lectores sabrá de dónde viene este dicho, pero para quienes lo desconozcan ahí les va la explicación. Los carboneros son unos personajes que aparecen cuando se hacen talas de bosques y aprovechan las ramas menores que desechan quienes escogen la madera utilizable, para después quemarlas y al cabo de un tiempo determinado lograr el producto de su trabajo. El procedimiento es el siguiente: cavan un agujero de buen tamaño en la tierra, luego acomodan los retazos de madera con que disponen, le prenden candela a la pila y proceden a tapar el hueco con unas ramas y una buena cantidad de tierra. La idea es dejar solo un pequeño respiradero por donde sale humo durante varias semanas, lo que hace que la llama no se avive y la materia prima se consuma. Cumplido el plazo respectivo, el carbonero regresa a desenterrar el resultado de su labor, y la fe consiste en que ellos nunca se quedan vigilando para que el fuego no se apague, o por si una vaca les desbarata el montaje o cualquier otra eventualidad, sino que por el contrario regresan con la plena seguridad del éxito obtenido. Los carboneros son solitarios, calmados y persistentes.

En cualquier religión la fe es indispensable, porque son muchas las cosas que debemos creer sin tener pruebas tangibles. Ahora el Ministerio de educación volvió a instaurar la cátedra de religión en los establecimientos educativos, pero con la condición que si un alumno pertenece a otro credo no tiene obligación de asistir a la misma. Muy saludable la medida, porque cualquier persona debe creer en un ser superior y con la suspensión de esa materia los muchachitos se estaban levantando como unos perritos, y en la casa son muy pocos los papás que le dedican tiempo a filosofar sobre religión con sus hijos. Hay que abrir el ojo es con los profesores, porque no falta el cura retrógrado que les llena la cabeza de cucarachas a los educandos, o el maestro perezoso y mal preparado que sale del paso con cualquier pendejada.

Los muchachos de ahora no tragan entero y a diferencia de nuestra época cuando la palabra del cura era sagrada y el alumno no tenía derecho a una opinión propia, ellos cuestionan, discuten, indagan y analizan. Ese cuento de que esto o aquello es así porque yo lo digo, ya está mandado a recoger. La religión aprendida de memoria y bajo la amenaza de las llamas eternas para quien no la acatara, es historia patria. Cuántos niños de mi generación no pasaron las noches en vela convencidos que ya se les iba a aparecer el diablo o que por cualquier pilatuna cometida el castigo sería caer de cabezas a los profundos infiernos. A nosotros nos inculcaron la fe a punta de miedo y amenazas.

Y a rezar también nos enseñaron de memoria, repitiendo como loras sin detenerse a pensar siquiera un segundo en lo que se dice. El concepto de orar en una forma más sesuda, como entablar una conversación con el ser superior, es algo que se ha ido imponiendo y que muchas personas preferimos al rezo en comunidad. Yo no puedo creer que para mi Dios sea valedero algo como la repetición de los mil Jesuses, donde los rezanderos terminan es murmullando unos enredijos que nadie entiende. Tampoco es justo que los creyentes le dejen toda la responsabilidad al Patrón y crean que con ser buenos practicantes de la religión todos los problemas se les van a resolver.

La religión hay que manejarla con mesura e inteligencia. Porque no son pocos los que caen en el fanatismo y arruinan su vida y la de sus allegados, uniéndose a sectas e iglesias de garaje que los explotan y exprimen. En otras latitudes sí que se ven desmanes cometidos a nombre de la religión y la fe. Cada año en la peregrinación a La Meca se repite la misma tragedia sin que nadie pueda hacer nada al respecto. Cómo es posible que la gente se dedique a tirarle piedras a unas columnas que representan el diablo y en esos boleos se forman las asonadas y por ende los cientos de muertos.

Al conocer el diario de uno de los pilotos que estrellaron los aviones contra las Torres gemelas, puede verse claramente que todos los terroristas estaban absolutamente seguros de que lo que hacían sería premiado por Alá, y que de ahí salían derechito a disfrutar del paraíso. Por fortuna en nuestro credo no existe el fanatismo, porque es difícil aceptar que por unas caricaturas aparecidas en un periódico europeo, donde Mahoma es el protagonista principal, el mundo árabe se haya indignado de esa manera. Embajadas incendiadas, marchas de furibundos fieles reclamando justicia, amenazas de muerte, muertes, heridos y todo tipo de manifestaciones en contra de la publicación.

Hace un tiempo, al enterarme del nombre de cierto municipio antioqueño surgieron muchas preguntas sobre el curioso nombre que ostenta. Se trata de un pequeño pueblo llamado Peque. ¿Se imaginan ustedes cómo adelanta la labor apostólica un párroco en un lugar así? El solo nombre de la población da licencia de corso a sus habitantes para pecar sin restricciones. Y otro cuestionamiento que me hago: ¿el gentilicio de sus gentes es pequeños o pecadores? Averígüelo Vargas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

muy interesante y lamentablemente cierto. Dejando por un momento la divinidad de nuestras creencias, la manifestacion de la religion es pues parte de nuestra cultura, pero cuando nuestra cultura gira entorno a la religion se somete en demasía todas nuestras demas expresiones.

Anónimo dijo...

Coincido con sus apreciasiones caballero mas la verdad no es aquello que como usted menciona se lo metieron en la cabeza como sopa caliente o si no se queda enano. Una verdad solo se puede descubrir por un buscador que en palabras del Divino Rabi de Galilea dijera: "Buscad la verdad y la verdad os hara libres", no os conformeis con la misma mentira arraigada en la psiquis europea buscad la verdad, yace en uno mismo en el funcionalismo natural de la conciencia "gnosis" como dijera Yeshua Ben Pandira Jesus el Cristo: "el reino de Dios esta dentro de vosotros". Algunos ya encontramos ahora le toca a cada quien. Paz Inverencial.

Anónimo dijo...

PEQUE: Municipio de 11.000 habitantes, ubicado al occidente de Antioquia. El gentilicio es pequénses.
Para inaugurar los nuevos confesionarios de la iglesia, el párroco tuvo que llevar pecadores de Olaya, municipio vecino.

¡Así de sencillo!

Jorge Iván Londoño M