viernes, enero 27, 2012

Lunes depresivo.

Como a todos los días del año les tiene que inventar algo, ahora salieron con que el lunes 16 de enero es el día más depresivo de todo el calendario. Pues viéndolo bien hasta razón tienen y produce algo de tranquilidad saber que es general esa gusanera o malestar que se siente por tener que enfrentarse a un futuro incierto, con el agravante que durante las festividades de fin de año, que aquí empatan con la semana ferial, muchas personas abusan del bolsillo y descuadran el presupuesto. Eso de empezar el primer mes en rojo produce depresión a cualquiera, porque la situación tiende a empeorarse ahora que viene la consabida avalancha de alzas.

Por fortuna el clima ha mejorado y desde unos días antes de Nochebuena amainaron las lluvias y el sol volvió a brillar, con excepción de la semana ferial cuando no fallan los aguaceros a la hora que empiezan las corridas de toros. Ya estoy por creer que no es que San Pedro nos tenga bronca a los manizaleños, sino que el tipo es abiertamente anti taurino. Porque puedo asegurar que el sonar de clarines y timbales para anunciar la salida del primer toro de la tarde, sirve además para que el custodio de las puertas celestiales abra los grifos, con el claro propósito de torpedear la matoniada que les meten a los cornúpetas de turno. O sino cómo puede explicarse que desde que terminó la última corrida, el 8 de enero, no volvió a llover por las tardes en los siguientes nueve días. De manera que la recomendación para el año entrante, así se suba un poco el costo de las entradas, es que contraten al chamán tolimense para que con sus péndulos ayude a evitar los inoportunos aguaceros; recordemos que la peor diligencia es la que no se hace.

Ahí me parece que los amantes de la tauromaquia tienen un enemigo peor que Petro, porque bien es sabido que el santo de marras es el más influyente del combo de los doce. Por cierto, soy de la opinión que las corridas de toros tienen los días contados por varias razones: porque aumenta el número de enemigos y contradictores; la afición joven es cada vez más reducida; los altos costos del espectáculo alejan a muchos aficionados; y lo peor es que la política empezó a meter basa en el asunto. Ni hablar de permitir la corrida pero prohibir la muerte del astado en la arena, porque eso así es más aburrido que una pelea de boxeo sin nocaut, un partido de béisbol sin jonrón, o un clásico futbolero sin goles.

Me parece que el espectáculo de los toros es una tradición cultural con mucha historia, quienes participan en dicha fiesta la disfrutan y valoran, pagan altos costos por una boleta y todo se realiza en un recinto cerrado. Los toros de lidia son criados para tal fin y si llegaren a prohibir las corridas, esa raza también desaparecería. Me preocupa es lo que puede pasar en un futuro con nuestra feria anual, porque sin duda la temporada taurina es la atracción principal del evento, la que convoca turistas de alto poder adquisitivo que son los que consumen y mueven la economía de la ciudad.

Pero vuelvo al cuento de la escogencia del tercer lunes de enero como el día de la malparidéz generalizada, el desasosiego, un complejo de pobreza absoluta, el desubique y un no sé qué no sé dónde. Porque se acabó la guachafita, el levantarse tarde, el desorden en las comidas y la gastadera de plata. Ahora sí a lo que vinimos, a cerrar el pico para perder los kilos de más, a camellar y a empezar a cumplir esas promesas que hicimos con tanta devoción (advierto que al hacerlas yo estaba copetón y no me acuerdo de nada). Por fortuna en esta oportunidad tenemos un atenuante para sobrellevar la deprimente fecha y es la expectativa que existe entre la ciudadanía por estrenar alcalde y gobernador.

Lástima que en nuestro municipio se haya visto opacado el inicio de la nueva administración por la actitud reprochable de dos gerentes que decidieron atornillarse a sus cargos, lo que impide al alcalde Rojas nombrar personas de su confianza en organismos de tanta importancia. Ahora me pregunto por qué les firmaron contratos hasta fechas muy posteriores a la finalización de la anterior administración municipal, lo que les da herramientas legales para exigir una indemnización en caso de que los tengan que sacar a sombrerazos.

Cómo es posible que dos ejecutivos jóvenes, que tienen toda una vida por delante, que recibieron unos salarios que envidiaría cualquiera durante la anterior alcaldía, salgan ahora con que quieren acabar de escurrir las arcas del municipio para embolsillarse varios cientos de millones de pesos. Dicho proceder ha generado repudio entre la ciudadanía porque demuestra malicia y mala fe, porque al raspar la olla del erario nos afectan a todos. Qué falta de elegancia y decoro, qué proceder tan ruin, qué bajeza, qué marrullería.

Ojalá recapaciten y den un paso al costado, porque de lo contrario quedarán señalados y el escándalo salpicará a sus familiares y allegados. Y que el señor Cardona no se preocupe que reemplazo le conseguimos, así toque contratar una empresa caza talentos. De pronto Bill Gates… pues, digo yo…
pamear@telmex.net.co

miércoles, enero 18, 2012

Oportunidades futuras.

Esperanzadoras las noticias que recibimos últimamente con respecto a las cifras del desempleo. Algo que parecía lejano empieza a ser realidad, aunque no faltan los críticos que aseguran que en este país cuentan como empleado al fulano que vende chicles en un semáforo. Pienso que al gobierno hay que creerle y aceptar que las cosas empiezan a mejorar, además en el ambiente flota una sensación de optimismo y seguridad. Otros opinan que las condiciones de empleo actuales son una modalidad de esclavitud.

Las personas con tal de tener una coloca se aguantan que les firmen contratos a tres meses, que los afilien a cooperativas, les paguen por honorarios o pisoteen sus derechos laborales. Y como los patrones aprovechan cualquier disculpa para recortar personal, es común que a un empleado le engrampen el trabajo del compañero despedido. Los asalariados permanecen aterrorizados ante la posibilidad que los boten y por ello nadie se atreve a preguntar por las horas extras o el dominical que les deben.

Ahora existe la inquietud por lo que sucederá con la entrada en vigencia del manido TLC. Porque oímos diferentes opiniones al respecto y cuando estamos persuadidos de sus bondades, leemos un artículo que nos convence de que definitivamente se trata del acabose; basta hablar con un floricultor y un avicultor para notar las diferencias. De lo que no tengo duda es que si los gringos firmaron ese convenio, es porque llevan las de ganar; bien es sabido que no dan puntada sin dedal. Claro que mientras a nosotros también nos convenga, así sea en desventaja, bienvenido sea. Lo grave es que Colombia debió empezar con tiempo a preparar su infraestructura, porque muy pronto empieza el intercambio comercial y nos va a coger con los calzones abajo. Y aquí que se demoran veinte o treinta años para construir cualquier obra…

Ahora nos queda esperar a ver cómo se pone el asunto de las visas, porque harto se gana un empresario que consigue mercado para sus productos en el país del norte, pero no le dan autorización para viajar a concretar negocios; en cambio de allá para acá viajan en coche. Otra cosa es que debemos ofrecerles productos a menores precios que los importados de China y ahí sí se nos pone el dulce a mordiscos. El éxito será para aquellos que comercialicen servicios y productos exclusivos y desde ya se empiezan a gestionar solicitudes para ingresar a ese apetitoso mercado. Aquí van unos ejemplos de lo que recibirán en un futuro próximo los colosos del norte:

Grande será la sorpresa de quienes habitan los barrios residenciales en los Estados Unidos, esos condominios en los que no vuela una mosca, cuando aparezca un personaje que empuja un carro de balineras con una olla de mazamorra encima, mientras promociona su producto al hacer sonar una corneta con insistencia. Detrás vendrá el ambulante zapatero remendón, el pisco que arregla ollas pitadoras, el que remienda paraguas, otro que vende aguacates maduros y el que compra chatarra de todo tipo. También verán una camioneta R-12que trastea un mini mercado de revuelto, frutas y verduras, y que usa un altoparlante para anunciar su mercancía.

El desfile de San Patricio, la celebración del 4 de julio y demás fiestas tradicionales serán muy diferentes cuando puedan disfrutar del vendedor de forcha y avena helada; en las esquinas habrá carretas donde ofrecen chontaduro con miel, guayaba manzana, mango biche y salpicón. El dueño del puesto que vende dedos de queso tramita franquicias y desde ya veo a las voluminosas gringas en extensas filas para probar eso de “dedo a mil”. Y que empiecen a producir seda dental en cantidades industriales porque la mazorca asada invadirá sus calles.

Desde ya los empresarios colombianos estudian las autopistas donde esperan ofrecer merengón en destartalados R-4, zapotes, racimos de chontaduros, cajas de mangos, guamas, madroños, chachafrutos y demás frutas exóticas. En los peajes gestionan permisos para la venta de galleta costeña, agua fría y gaseosa, mini pandebonos rellenos de bocadillo, maní dulce y salado, corchos y demás galguerías. Otra atracción que sorprenderá a los estadounidenses, además de entretenerlos mientras esperan, son los maromeros, payasos, saltimbanquis, estatuas humanas e infinidad de presentaciones que verán en los semáforos. Allí también podrán adquirir, sin bajarse del carro, aguacates, limpiones, manos libres, juguetes, plumeros, libros piratas, encendedores, chicles, forros para el celular, Almanaques Bristol y mil productos diferentes.

Sabrán lo que es bueno en gringolandia cuando incluyan en su dieta chorizos, morcillas, empanadas con pique, arepas variadas, fritangas, lechonas, mamonas, tamales, butifarras, chicharrones, patacón con todo, sierra frita, arroz con coco, huesos de marrano y demás delicias. Para beber tendrán, aparte de malteadas y coca cola, jugo de tamarindo, lulo, guayaba, mora, zapote, mandarina y otros tantos sabores tropicales. En vez de cerveza podrán ingerir chicha, masato, guarapo, tapetusa, chirrinche o pipo. A la hora del algo pueden reemplazar las donas y los panqueques, con un kumis acompañado de pandebonos, roscas, almojábanas, mogollas o polvorosas.

Causarán sensación en esas latitudes mecatos como los tiraos, cocadas, blanquiaos, veleños, manjar blanco, bananos pasos, cholados, luladas, solteritas, obleas con arequipe, brevas caladas, etc., y van a delirar con nuestros famosos “casaos”: bocadillo con queso, cucas con mantequilla, postrera con plátano asado, natilla con buñuelo, salchichón con pan y chocolate parviao.
Lo dicho: los gananciosos serán ellos.
pamear@telmex.net.co

martes, enero 10, 2012

Mis primeras ferias.

Desde siempre lo que más me ha gustado de la semana ferial es ver cómo la gente se vuelca a las calles sin importar edad, condición social o económica, sin reparar en la hora o en las inclemencias del clima. Las vías se convierten en ríos humanos donde personas de todo tipo disfrutan del ambiente festivo y de las curiosidades que pueden verse en cualquier esquina, mientras los vendedores ambulantes hacen su agosto, en enero, porque a pesar de estar apenas superada una época de consumos y compromisos, todo el mundo gasta algo de dinero en su diario deambular. Y aunque ahora ya no acostumbro ir a toros, a exposiciones y espectáculos, y mucho menos a las parrandas nocturnas, disfruto dar una vuelta por la ciudad y comprobar que la feria no pierde su espíritu.

Entonces revivo aquellas primeras ferias y noto que la gran diferencia radica en que en esa época todo el jolgorio y la programación se desarrollaban exclusivamente en el centro de la ciudad; fue con el tiempo que empezaron a llevar la diversión a barrios periféricos y veredas cercanas, con los concurridos tablados populares, y que la actividad se trasladó a sectores como El Cable o Chipre. Algo que recordamos con añoranza es la seguridad que reinaba en Manizales, pues siendo apenas unos niños nos dejaban ir en bus para el centro a gozar con la gran variedad de espectáculos que se presentaban durante esa semana en la ciudad.

De lo primero que me acuerdo fue una vez cuando yo tendría unos seis años y nos dio la culequera por visitar algo muy novedoso que promocionaban y que tenía el atractivo nombre de Los monstruos de Hollywood. Acondicionaron un local en los bajos del antiguo Club Los Andes, por la calle 24, y el asunto se trataba de un corredor oscuro donde en medio de un ambiente tenebroso y lúgubre, se le aparecían al visitante cadáveres ambulantes, hombres sin cabeza, esqueletos y demás personajes grotescos. Llegamos allá todos los hermanitos, compramos las boletas e ingresamos, pero apenas apareció el primer espanto nos aterrorizamos y a pesar de los regaños del portero, quien decía que debíamos seguir hacia adelante, nos pasamos en cuatro patas por debajo de la registradora mientras berreábamos en coro y llamábamos a nuestra madre, que había quedado de recogernos en un ratico.

Una atracción tradicional de aquellas ferias fue el Zoológico Amazonas, que funcionaba en una caseta prefabricada de láminas de metal y albergaba la muestra más deprimente de animales que pudiera existir. En jaulas de unos pocos metros cuadrados podía verse un león que apenas lograba caminar en su interior; el cóndor de los andes parecía embalsamado porque sólo podía parpadear; la cebra semejaba un burro pintado a mano; y así por el estilo varios ejemplares en las peores condiciones imaginables. Enseguida había que hacer fila para entrar a la Finca del Quindío, una maqueta inmensa que recreaba la gran hacienda cafetera con su beneficiadero, los extensos cultivos, el “yipao”, un aserrador que cortaba leña, etc., con el atractivo que algunos mecanismos tenían movimiento.

La verdad es que nosotros gozábamos con cualquier pendejada, porque pagábamos por ingresar a una atracción llamada El salón de los espejos. En diferentes espacios había espejos que distorsionaban la imagen y hacían ver a las personas enanas o gigantes, flacas o rechonchas, gorobetas y deformes. En otro zaguán invitaban a conocer a un monstruo humano y después de que el público entraba, corrían una cortina y detrás de una reja había un personaje contrahecho a quien se le notaba a la legua que allevaba máscara y mucho maquillaje.

En la parte baja de Fundadores había un parquecito infantil y allí montaban la ciudad de hierro, con distracciones tales como el tiro al blanco con rifles de corcho, lanzamiento de aros y otros desafíos que premiaban al ganador con cualquier chuchería. El circo Egred Hermanos armaba su carpa en el parque Liborio, luego en un lote en la carrera 21entre calles 24 y 25, y por último en la avenida Santander, donde quedaba el orfanato; el circo después cerró sus puertas cuando dos de los hermanos se suicidaron y además un incendio consumió la carpa. El coliseo cubierto servía de sede al Holliday on ice, un espectáculo de patinaje sobre el hielo que llegaba del exterior.

Una costumbre aún vigente es la de adornar bares y cantinas con matas de plátano y caña brava, además de cubrir el piso con viruta de madera para poder recoger con pala cuando los borrachos devuelven atenciones. En cambio desaparecieron las tradicionales casetas, como la Italian Jazz que funcionaba en el patio del Instituto Universitario, o la que montaba don Rafael Jaramillo en las Torres de Chipre. En aquellas casetas no existían los estratos sociales y el incómodo mobiliario era igual para todos, y como no había restricción nocturna para los establecimientos, la parranda duraba hasta bien entrada la madrugada. Allí se codeaban en la pista de baile, bajo el ritmo de Los Graduados, Fruko y sus tesos, Los 8 de Colombia y los Black Stars, los más jailosos y encopetados con las empleadas del servicio, los trabajadores de la finca, el cajero del banco, la manicurista, el mecánico del taller y las fufurufas de Arenales y La Avanzada.
pamear@telmex.net.co