miércoles, diciembre 06, 2006

OJO AL TURISMO.

Es triste que muchos solo tengan en cuenta los destinos turísticos en el exterior cuando de viajar se trata, y no opten por tantos lugares hermosos y paradisíacos que tenemos aquí a la mano. Viajar es un placer para la mayoría de las personas, y una bendición cuando el paseante disfruta igual la visita a un lugar cercano que un recorrido por Europa. En las vísperas de un viaje cualquiera siente una excitación y una ansiedad difíciles de definir, y es común que las personas no puedan conciliar el sueño la noche anterior al paseo.

El turismo es una industria que repunta, entre otras cosas porque es algo que le gusta a todo el mundo. Por ello la demanda es mucha y cada día son más los países que buscan en la industria sin chimeneas un renglón importante de su economía. En Colombia tenemos la materia prima principal para explotar este negocio porque contamos con diferentes culturas, sitios paradisíacos, selvas, páramos, costas, montañas, valles y todo tipo de ofertas para colmar las expectativas del visitante. Claro que también enfrentamos un conflicto interno que impide el ingreso masivo de turistas, quienes además tienen toda la razón en no jalarle a venir, porque nadie se le mide ahora por ejemplo a irse de vacaciones a Chechenia.

Otra cosa es que los pocos que se atreven a visitarnos en muchos casos son espantados por la falta de infraestructura adecuada, y porque la ansiedad del colombiano por esquilmar al que dé papaya no respeta raza ni edad. Tal vez el destino turístico más apetecido, y del que nos sentimos orgullosos, es Cartagena de indias. La ciudad tiene magia y recorrer las calles del centro amurallado es una experiencia inolvidable que deja embelesado a quien la visita con sus calles estrechas, balcones, portales, plazas, monumentos y edificaciones centenarias. Eso sí, que el paseante no se desvíe ni una cuadra de la zona turística porque se encuentra con la realidad de la pobreza, la basura y los malos olores que aparecen en todas partes.

La zona de Bocagrande, El Laguito y Castillogrande, que siempre ha sido escogida para construir hoteles y edificios de apartamentos, está en muy mal estado y recorrer sus vías y andenes es complicado. Parece increíble que no hayan adelantado proyectos de obras públicas como bulevares para los peatones, con las comodidades y el espacio necesarios, en una ciudad donde los turistas recorren las calles en todas direcciones. Cuando llueve las alcantarillas se rebosan y hay que ver los charcos que se forman en las vías, los cuales emanan olores nauseabundos. Es triste oír al taxista o al vendedor de frutas asegurar que los políticos se roban el presupuesto y por ello no existe ningún tipo de inversión.

Otro lunar que exaspera al turista es el azote de los vendedores ambulantes. Porque es tal la cantidad que parece una plaga que atosiga al veraneante hasta hacerlo desesperar; en todas partes existe este tipo de mercado, pero con la diferencia que están localizados en lugares específicos donde llega el interesado a buscar qué comprar. Visitar Cartagena en baja temporada es una delicia porque los taxis están disponibles a toda hora, en los restaurantes no es necesario hacer fila, las tiendas y almacenes no presentan congestión, y en general el ambiente es tranquilo y relajado. Claro que por la falta de visitantes el que se asome por la playa es presa fácil para ofrecerle la infinidad de artículos y servicios que comercializan a diestra y siniestra.

Tuve la oportunidad reciente de vivir esa experiencia y hay que ver la horda de personajes que aparecen cuando un grupo de cachacos llega a su carpa a disfrutar del sol y la playa. Es lógico que por la poca demanda ellos recurran a los escasos “marranos” que andan de vacaciones, pero es importante que les controlen la forma en que ofrecen su mercancía. Porque una cosa es que pase un vendedor y pregunte si alguien está interesado, y otra muy distinta que se parquee a insistir hasta el cansancio, que ponga muestras encima de los clientes potenciales, que no ceje en su empeño y sea necesario hablarle duro para que entienda que nadie quiere comprar.

O la que hace masajes que llega y lo embadurna a uno con un pegote dizque para una muestra gratis, y hay que ver el problema para detenerla; lo peor es que se pone furiosa por el rechazo. Claro que es triste ver tanta pobreza y desesperación, pero si uno quiere solucionar el problema a todos los que buscan el sustento en la playa, mejor se queda en la casa y dona lo que pensaba gastar en el paseo a una obra de caridad.

Una señora empeñada en que quería leerme la mano, a mí, que no creo ni en los rejos de la campana. Un músico le pide a uno de mis amigos que escoja una canción, y este le pregunta muy serio si conoce “me equivoqué contigo”. El prestidigitador empieza a desaparecer objetos, y con mucha habilidad por cierto, hasta que anuncia la mejor maroma. Entonces otro compañero comenta:
¡No me diga que se va a desaparecer usted!

Y esté preparado porque si le pregunta a alguien la hora, con gusto le responde pero hay que darle mil pesos.
pmejiama1@une.net.co

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