lunes, abril 28, 2008

La vida es un ratico.

Esta frase la utilizó Juanes para uno de sus discos, y la oyó a su madre cuando conversaban sobre el paso de los humanos por este mundo. Y es que basta mirar un reloj para notar que cada que el segundero pega un brinco, es un segundo menos que nos queda por vivir. Claro que no hay que ponerse trascendental y mucho menos mortificarse por elucubraciones existencialistas, porque así la vida sería muy jarta.

Acojo la frase a cada momento cuando recuerdo a mi padre, quien murió después de ocupar su curul vital durante casi 82 años, y ahora me parece que estuvimos con él solo por un ratico. Basta perder a un ser querido para que nuestra mente divague sin control por la infinidad de momentos que nos unen a su memoria, pero es satisfactorio hacer un balance y comprobar que solo quedan buenos recuerdos. Por fortuna en mi casa, sin importar la situación, a todo le sacamos gracia, nos reímos mientras revivimos momentos gratos y vemos las cosas con actitud positiva.

Manida es la frase “después de una penosa enfermedad…”, pero en el caso de mi apá no existe otra más explícita. Porque sus últimos 28 meses los pasó en una prisión domiciliaria decretada por una máquina productora de oxígeno, de la que no podía desconectarse en ningún momento. Hace casi 4 décadas el doctor Manuel Venegas le prohibió el cigarrillo y aunque desde entonces nunca volvió a fumar, ese vicio absurdo y corrosivo no caduca y después de tanto tiempo pasó factura para amargarle sus últimos años. Al final, y debido a fallas en la visión, no podía disfrutar de la lectura que fue siempre su pasión; por fortuna mantuvo la lucidez porque se entretenía haciendo crucigramas y sudokus.

En la familia siempre le dijimos cariñosamente Don Hugo, y por fuera de la casa se caracterizaba por ser una caja de música. Claro que mi madre aclaraba que era muy Mejía, sobre todo en aquello de hacer mala cara; dizque la trompa que estiraba daba para hacerle nudo. Pero era el que más celebraba el humor de mi mamá, y como no decía groserías, cuando ella tenía una salida genial o echaba un cuento subido de tono, en medio de le risa la reprendía con un: “Leeeeety”.

Cuando estaba joven se quedaba con cierta regularidad en el club con su barra de amigos (entre ellos Germán Villegas, Calilo Gómez, Toño Llano, Kevin Ángel y Jairo Mejía) y se aparecía en la casa a las 10 de la noche, copetón, a preguntar por la comida. Entonces mi madre se salía de la ropa y le decía que cómo se le ocurría venirse de la “mata”, donde le podían servir a la carta, para llegar a poner pereque a esa hora. De manera que le tocaba esperar a que llegara uno de los hijos, que andábamos “marcando tarjeta” donde las novias, para antojarnos de algo y así terminábamos varios despachando un festín de media noche. Había que ver a la cocinera renegando al otro día porque le dejábamos la cocina patas arriba.

Por fortuna don Hugo alcanzó a disfrutar de su vejez porque durante muchos años se dedicó, en compañía de mi mamá y de mi tío Eduardo Arango (un experto en armar paseos), a viajar a diferentes destinos; no paraban en la casa. Sin importar donde estuvieran, los dos cuñados se sentaban a jugar ajedrez durante horas interminables. La rutina era la misma: todavía en piyama empezaban las partidas y mientras don Eduar mamaba gallo y repelenciaba para despistar al contrincante, mi apá no le paraba bolas y parecía en un trance hipnótico. A medio día se amarraban la primera perrita, y después de almorzar y hacer la siesta, retomaban el torneo de turno y se acomodaban ante el tablero hasta que suspendían por “sustracción de materia”.

Ahora pienso que siquiera mi padre no fue cremado, porque recuerdo muy bien las cosas que le decía mi mamá al viejo cuando este le sacaba la piedra, casi siempre por las chocheras y resabios que son tan comunes en las personas de cierta edad. Una vez le dio por joder por cualquier pendejada, y entonces ella se le paró al frente y dijo muy convencida:
-Vea mijo, cuando usted se muera, voy a regar las cenizas en el suelo y me le voy a para encima para hacerle asíííííí (y restregaba el zapato contra el piso como quien mata una cucaracha).

Para las crisis respiratorias mi apá debía tomar cortisona, y al principio fue muy renuente al tratamiento dizque porque había oído decir que ese medicamento tumba el pelo. Entonces mi mamá, que lo prefería calvo antes que ahogado, le sentenció:
-Mijo, no sias pendejo que a vos se te está cayendo el pelo es de viejo.

En una de las últimas salidas al centro para hacer sus vueltas, el hombre llegó a la casa a medio día con la respiración muy agitada y extenuado por el esfuerzo. Mi mamá quiso saber de dónde venía y él respondió que de la notaría de sacar un certificado de supervivencia para cobrar la pensión. Entonces ella, mirándolo de arriba abajo y poniendo cara de incredulidad, lo hizo ahogar de la risa cuando le preguntó:
-¡¿Y te lo dieron?!
pmejiama1@une.net.co

Nota: Tomo la vocería de mi familia para agradecer a todos aquellos que nos acompañaron con sus voces de aliento y solidaridad.

4 comentarios:

José María Ruiz Palacio dijo...

Cuando un amigo se va,
queda un espacio vacío,
que no lo puede llenar
la llegada de otro amigo.
Alberto Cortés.

Todo lo que de alguna manera amamos, un día por que sí, tiene que partir y dejarnos sumidos en la profundidad abisal de la tristeza. Compartimos agonías don Pablo y por eso entiendo su oración fúnebre...Es la mejor manera de empezar a llenar ese espacio, con los recuerdos y las vivencias. Ya llegará el día de nosotros.
Hasta pronto.
José M.

ganadero sin ganado dijo...

querido Pablo: Si al querer a una persona, pudiera uno a través de algo lograr que su ausencia absoluta no ocurriera,te juro que éso hubiéramos hecho, porque sólo uno mismo sabe, cuánto representó para mi ése tío amoroso y la compañía de Lety y de ustedes, en los años cuando en casa de Tita los veíamos llegar.
Besos, abrazos
Clemencia

Anónimo dijo...

se nos fue Don Hugo... cayó el rey blanco. Que buenos recuerdos nos quedan gracias a Dios.

vero dijo...

VERO
cuanta falta nos hace el abuelito con sus historias...sabemos que esta con Dios y se fue tranquilo; como hubiera gozado con el chuchito.
siempre lo recordaré jugando ajederéz que un día nos enseñó y cantando louis armstrong.