martes, octubre 14, 2008

Varias cositas.

En ocasiones se le activa a uno la opinadera y no puede dejar pasar la oportunidad que tiene de expresarse públicamente, por lo que mejor decide desembucharlas y quedar más livianito. Hay casos en que quisiera quedarse callado para no echarle más leña a una polémica, pero debe meter de nuevo la cucharada porque el asunto lo deja como maluco. Como le pasó hace pocos días al Presidente Uribe cuando lo acusaron por salirse de los chiros y responder a los insultos, acusaciones y denuncias que hacen en su contra, y el hombre dijo que a él no le gusta quedarse con esos guardados.

Recibí en pleno el varillazo que en este mismo espacio me mandó un ilustre Diputado, buen elemento como directivo cívico y político, acerca del escrito que publiqué sobre la actitud pesimista que me veo obligado a tomar ante las demoras, falsas promesas, utopías y quimeras respecto a las obras de infraestructura que reclama nuestra región. Entonces repasé el artículo y me vino a la memoria una entrevista que le hice hace ya varios años al director del proyecto de Aeropalestina de aquella época.

En dichas calendas, cuando supimos que España nos iba a hacer un préstamo que debido a tantas facilidades parecía más un regalo, y que correspondía casi al total de lo que costaba realizar la obra en ese entonces, decidí invitar a Jorge Eduardo Mejía para que le contara a los oyentes de El Costurero, un programa radial que hicimos durante una década en Caracol, cuáles eran los pasos a seguir y las expectativas del anhelado proyecto. El ejecutivo aseguró que la entrega de esa plata era pan comido porque faltaban unos pocos requisitos para que hicieran el desembolso. En ese momento quise comprometerlo a que nos diera una fecha aproximada para tener listo el aeropuerto, y el hombre aseguró que en año y medio, máximo dos, podríamos ver aviones aterrizar y despegar de la meseta de Palestina. Lógico que él tenía que pensar así, irradiar optimismo, asegurar que el asunto estaba de un cacho y hasta comprometerse con fechas aproximadas, porque de lo contrario perdía la coloca. Y yo le creí, y los oyentes también se tragaron el cuento, y todos felices porque teníamos el billete casi en el bolsillo y el asunto resuelto. Pues me podrán decir aguafiestas, negativo, pesimista redomado y todo lo que quieran, pero esta es la hora que los españoles no han soltado ni un peso. Y hacen visitas, alaban el proyecto, se embelesan con el sitio, dicen que ahora sí, pero de aquello nada.

Cambio de tercio. Maravillosa la caricatura de Ricky en este periódico donde sale el bebé que asesinaron en Chía, en un acto macabro e inhumano, al lado de San Pedro quien le anuncia que ese es el paraíso porque allí no pueden entrar los periodistas. Y es que no hay derecho al show que montaron por ejemplo los dos canales privados de televisión para cubrir tan impactante noticia. Cómo es posible que trasmitieran desde las primeras horas de la mañana hasta media noche, hora en la que remataron con un programa, supuestamente periodístico, donde entrevistaron al abuelo del niño y no descansaron hasta que lo pusieron a llorar.

Durante tres días los noticieros no hablaron de otra cosa, sus presentadoras y reporteros vestidos de luto hacían pucheros mientras entrevistaban hasta al último habitante de Chía, y si de pronto le daban espacio a una noticia diferente, dejaban un recuadro con imágenes del entierro o cualquier hecho relacionado con el caso para no ir a perder la audiencia. Explotadores del dolor ajeno, amarillistas, anti éticos, vulgares comerciantes, logreros, patrocinadores del morbo y la novelería. Y advierto que esto lo supe de oídas porque no le dedico un segundo a esos patanes.

Otro tema. Hace poco me invitaron a una fiesta muy sabrosa y como era al aire libre, acondicionaron el lugar con carpas y plásticos para prevenir cualquier amago de lluvia. Pues me enteré por la anfitriona que esa semana, y ante la alta probabilidad de que el clima no ayudara, había hecho varias donaciones de huevos a hogares de ancianos, fundaciones y demás obras sociales. A esta edad vine a conocer la creencia que al hacer este tipo de ofrenda se blinda el evento que piensa realizarse a la intemperie contra los embates del invierno.

Cuando supe que este año una gran mayoría de obras del Festival de Teatro se iban a realizar en plena calle, al aire libre y sin ninguna protección para los actores y el público, me atacó de nuevo el pesimismo y pensé que los organizadores del evento fueron muy osados al pretender que después de soportar varios años de invierno permanente, sería posible tener una semanita de tregua para desarrollar la programación. Pues ahora quiero saber cuántas toneladas de huevos repartieron para que San Pedro se manejara tan bien con el festival. Porque en el lapso dedicado al teatro callejero el clima fue benévolo y agradable, mientras en el resto del país las tormentas, inundaciones y deslizamientos fueron el común denominador.

Y si en la fiesta no funcionó el truco, porque llovieron hasta maridos, durante la semana del festival el invitado de honor fue el astro rey. Solo me queda averiguar si en los ancianatos quedaron empalagados de tragar arroz con huevo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Dice mucho de nuestro nivel cultural que los organizadores de eventos culturales crean que con regalar huevos no va a llover.

Revelador.

Y luego se preguntan que por qué no han construído el aeropuerto. De pronto es que hay que regalar más huevitos. O que lo tienen.

Jorge Iván dijo...

Vea pues Pablo. Resulta que por estos solares de Medellín, hay otra costumbre no tan ingeniosa como la de los huevos, pero que, viéndolo bien, tiene su relación. Consiste en poner sobre una mesa un tenedor y un cuchillo en forma de equis. esta creencia está patentada por las monjas del colegio Jesus María, quienes tienen garantizada con su práctica el que no llueva en sus eventos al aire libre. Como quien dice, ustedes ponen los huevos y nosotros los cubiertos. que aparezca rapidito el de la arepa y el chocolate para armar el desayuno de los agueros.

Anónimo dijo...

Si había oído el tema de los huevos y de los cubiertos... varios colegas lo han necho. Yo por mi parte hago fuerza y procuro meter el evento dentro de una carpita!

Pablo Mejía Arango dijo...

No creo en agüeros (esperen toco madera...). Ni huevos, ni cubiertos o prender una vela al aire libre. Lo mejor es no programar nada al aire libre con semejante clima en el que vivimos. Y todos tasn tranquilos.
Saludos, PabloM