martes, marzo 10, 2009

Autoridad y disciplina.

Compromiso grande el que tienen los padres que deben criar hijos en la actualidad, en una sociedad regida por el dios dinero, el cual marca el nivel de éxito de cada individuo sin tener en cuenta ningún otro parámetro diferente al poder económico que pueda lograr. Si es rico es exitoso. En el mundo de los negocios ya no cuentan la moral, los buenos principios, la honestidad y la ética del individuo, atributos que se reemplazan con un buen desempeño laboral que produzca utilidades.

Así como en la actualidad el éxito está basado en la capacidad de producir, sin duda en el futuro lo determinante será el carácter del individuo. Diferente a lo que se piensa, que será el dominio del conocimiento y el poder de las comunicaciones los que marcarán la pauta del éxito, una personalidad con temple que sepa enfrentar los fracasos y convertirlos en un desafío será el objetivo de los seleccionadores de personal. Y una personalidad definida y un carácter recio se logran solo si se recibe una buena formación en el hogar, donde gracias al buen ejemplo y los sabios consejos el individuo aprende a reconocer el camino del bien. Porque definitivamente hay cosas que no se aprenden ni pueden comprarse, como los buenos principios, la rectitud y la condición de ciudadano ejemplar.

Lo más importante en un hogar es que exista igualdad de criterios entre ambos padres para la educación de los hijos, porque de lo contrario es imposible marcar pautas y poner condiciones en un ambiente en el que los muchachitos no saben a quién obedecerle. Los padres deben ponerse de acuerdo hasta para el más mínimo detalle, y nunca desautorizar al otro porque ello puede ser utilizado por los vástagos como disculpa para justificar su mal comportamiento. Es común que en cada hogar uno de los padres sea el bravo, el regañón y el estricto, situación que debe manejarse con mucho tino para no hacerlo aparecer como el malo del paseo, sino como la persona que impone disciplina en la casa.

Y el principio de autoridad en el hogar es primordial para marcar pautas. Desde que nace el bebé trata de manipular y con sus llanto desesperante busca comer a sus horas, dormir entre sus padres, que lo carguen en todo momento y lo arrullen. A medida que crece el niño siempre buscará tener a sus padres bailando en la uña, y es común oírlo cuando ya tienen tres o cuatro años con la cantaleta que coge cuando quiere lograr algo. Empieza a repetir su petición sin pausa y en un tono de plañidera desesperante, porque sabe que con esa táctica uno de sus padres va a ceder a sus peticiones. Entonces son niños que se acostumbran a lograr lo que quieran con una herramienta que no falla: la manipulación.

Y así como ahora años la autoridad se ejercía a golpes de correa y a chancletazos, hoy en día los mocosos no se dejan tocar y hasta pueden denunciar al papá ante las autoridades por abuso; y lo peor es que tienen todas las de ganar y el adulto resulta inmerso en un pleito que le sacará unas cuantas canas. De manera que la autoridad ahora hay que ejercerla es con razones, con exigencias y demandas, de una manera civilizada que no atropelle los derechos de nadie.

El problema está en que ningún padre quiere que su hijo sufra y por ello busca solucionarle los problemas y calmarle sus antojos. Pero a la vida se viene a sufrir y si no les enseñamos aunque sea un poquito, entonces, ¿cómo aprenderán? Si les resolvemos todas sus dificultades, ¿cómo van a torear la andanada de inconvenientes que deben enfrentar en su existencia? A los niños hay que aterrizarlos, hablarles con la verdad y hacerles conocer los problemas de la vida. Que no crean que las cosas se alcanzan con solo estirar la mano.

Es importante enseñarle a los vástagos que así como pueden exigir sus derechos deben cumplir con sus deberes. Porque ese es el principio básico de la convivencia: dar y recibir. Pero al momento de darles es necesario restringir sus peticiones para que tengan conciencia de la falta de algo; como el zambo que prefiere no jugar con sus amigos si no tiene el uniforme de moda que usan los demás. Ahí es cuando un padre debe actuar para hacerle entender al hijo por qué debe ceder en su petición, esgrimir razones para que entienda y buscar la manera de que el muchacho disfrute lo que tiene y nunca envidie lo de los demás. Es muy importante que aprendan a agradecer y a disfrutar sus cosas, así como es primordial que sepan carecer de otras.

Grave error el de los padres que no enseñan a sus hijos a comer todo tipo de alimentos, porque van a sufrir mucho en la vida. Mocosos llenos de remilgos que cuando los invitan a cualquier parte van a pasar vergüenzas, además de hambre. Tampoco saben los niños tender una cama, recoger la ropa sucia, lavar los platos o colaborar con cualquier actividad del hogar. Viven como príncipes y lo único que saben hacer es desorden, mientras la mamá detrás como una sirvienta les colma todos sus deseos. Esperen a que crezcan y tengan que vivir solos.
pmejiama1@une.com.co

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Quien lea esto se imaginará la lámina de hombre que debí salir yo! jejeje

Jorge Iván dijo...

Cuando jóvenes pedíamos un permiso y mamá nos respondía: mijo, vaya hable con su papá.
Hoy la mamá le dice al esposo: mijo, no hay con quien hablar.

Anónimo dijo...

hey pablo, muchisisisisismas gracias por tu articulo, me ayudo en una clase de psicologia, so puedes decir que eres psicologo ya jeje, muchas gracias, esta jocozo y ameno, aunque tuve que quitarle esa palabra de mocosos para que no me quiten puntos jeje, bueno, mil gracias de todos modos, muy buenas tus opiniones sobre el mundo actual...

ATT: LAdy P. CAsilla