lunes, febrero 22, 2010

Pilas con la seguridad.

Siempre hemos dicho que es mejor prevenir que curar o que la seguridad es mejor que la policía. Ojalá estas máximas se cumplieran en nuestro medio, pero el subdesarrollo, la mala educación, este desorden que nos caracteriza y sobre todo la falta de plata, hacen que dichas intenciones se queden en simples quimeras. Un ejemplo claro es la salud pública, cuya atención básica no incluye tratamientos preventivos y cuando el paciente logra acceder al especialista, ya está podrido.

Las autoridades viales adelantan campañas para prevenir la accidentalidad y en los puentes festivos presentan los resultados de las mismas en base a la cantidad de muertos que hay en las carreteras. Es inaudito que aquí sea necesario castigar al infractor con multas, sanciones y retenciones del vehículo para que cumpla unas normas que apuntan directamente a salvar su propia vida y la de sus pasajeros. Cómo es posible que a la gente la tengan que multar por no utilizar el cinturón de seguridad. Es de simple sentido común entender que ante cualquier choque o voltereta, la integridad de las personas que ocupan el vehículo siniestrado sufre doblemente si no se acatan las normas de seguridad.

Y qué tal los motociclistas que en carretera cargan el casco protector colgado del brazo, dizque porque esa vaina acalora mucho, y solo se lo encasquetan al acercarse a una población; igual procede la parrillera, con el agravante que el mocoso que viaja en sándwich entre los dos, tampoco lleva ninguna protección. Otros buscan pasarse la norma por la galleta al utilizar un simple casco de beisbolista, el cual ni siquiera aseguran a la barbilla para mantenerlo en su sitio en caso de sufrir un accidente. Se pegan un lamparazo y el improvisado casco sale disparado con el impulso, motivo por el cual no cumple con su cometido de proteger. Cómo puede entenderse que haya que castigarlos para que no se maten, y lo más inaudito, que los infractores crean que le meten un gol al policía cuando este supone que utilizan el equipo adecuado.

El manejo de cualquier vehículo requiere los cinco sentidos de quien lo conduce. Aquel que se toma unos pocos tragos asegura que está en condiciones de manejar, pero los estudios han demostrado que los reflejos y la atención disminuyen en forma considerable. Antes reconvenían al borracho conductor, después implantaron multas, luego procedieron a retenerle la licencia por un tiempo determinado, dependiendo del grado de alcohol que presente el transgresor, y en la actualidad el asunto se puso más serio porque en caso de resultar víctimas fatales por culpa del conductor alicorado, este puede ir a prisión, no excarcelable, a purgar pena de 6 a 10 años.

Cómo habrá que explicarle a la gente que el peligro de hablar por celular mientras maneja no radica solo en que debe destinar una mano para sostener el aparato. No, lo grave del asunto es que un gran porcentaje de la atención del conductor está dedicada a atender el asunto que lo ocupa al teléfono, atención que debería destinar única y exclusivamente a transitar sin riesgos para él y para los demás. De manera que el cuento del manos libres tampoco exime la posibilidad de causar un accidente, aunque al utilizarlo no podrá ser multado el conductor ni tendrá que utilizar uno de sus brazos para tal menester. Un ejercicio simple para demostrar esa teoría es que un día cualquiera, sin planearlo con anterioridad, al colgar la llamada trate de recordar detalles del tramo que acaba de recorrer. Seguro no va a tener claro qué ruta siguió, cuántos semáforos estaban en rojo, si había algún obstáculo en la vía o cualquier otro detalle.

Si la persona espera una llamada urgente mientras conduce su carro basta con orillarse y contestar, o simplemente espera hasta llegar a su destino para mirar las llamadas perdidas y proceder a devolverlas. Así de sencillo. Y ahora que los aparatos traen, además de todos los perendengues, servicio de internet, los conductores requieren de ambas manos para teclear con sus pulgares mientras atienden el correo electrónico, chatean o navegan por la red. Por ello cuando un policía le clave una multa por esa infracción, piense que de no haber caído en el retén, pudo haber atropellado una persona en la cuadra siguiente.

Tengo una amiga que cuando viajo con ella lo primero que hace es acomodarse el audífono del manos libres. Entonces empieza a conversar con Raimundo y todo el mundo, mientras por el espejo retrovisor atiende a sus hijos que desde el asiento de atrás se pelean por acaparar la atención de la mamá. Como no me doy cuenta en qué momento marca el teléfono, muchas veces cuando ella le pregunta a su interlocutor telefónico ¿y qué más?, empiezo a conversarle para responder hasta que me percato de que la cosa no es conmigo. A los cinco minutos sucede de nuevo, pero al revés, y entonces paso por maleducado al no contestarle.

La prueba reina de que el celular distrae es cuando el conductor que va adelante zigzaguea, cambia bruscamente de velocidad, duda en las intersecciones, transita por la mitad de la vía y ocupa ambos carriles, y en general comete muchas chambonadas, y al adelantarlo vemos que se trata de una señora, o de un tipo que habla por celular.
pmejiama1@une.net.co

lunes, febrero 15, 2010

A difundir el mensaje.

Es difícil erradicar una idea preconcebida de nuestra mente y necesitamos conocimientos, pruebas y ejemplos para lograr cambiar la imagen que tenemos de cualquier cosa. Por eso al oír hablar de Beirut, Sarajevo, la Franja de Gaza o Chechenia de inmediato relacionamos dichos lugares con ruinas acribilladas por disparos y explosiones, vehículos incendiados en las calles, barricadas con milicianos armados hasta los dientes y una población civil aterrorizada. De igual manera, en cualquier lugar del mundo imaginan a Medellín como la muestran los documentales y películas que han querido retratar la vida de las comunas: viviendas proletarias apiñadas en una ladera, sicarios en moto que siembran el terror, humildes familias que tratan de sobrevivir y en general un ambiente de pobreza y subdesarrollo absolutos. Lejos están de saber que dichos sectores pertenecen a una ciudad moderna y hermosa; con parques, museos, grandes edificios, zonas verdes, hoteles y centros comerciales que se comparan con los de cualquier metrópoli del mundo.

Por ello causa gran preocupación la visión que tiene la comunidad internacional respecto a los grupos guerrilleros que operan en nuestro territorio. La verdad es que la imagen del guerrillero idealista y romántico que lucha por una causa justa, y combate al tirano desalmado y totalitario, es como un genérico para todos aquellos que dedican su vida a la lucha revolucionaria. Los partisanos que hostigaron a los ejércitos en Europa; la figura del Che Guevara es reconocida y admirada por todos, y sus hazañas épicas lo convirtieron en un mártir de la historia; los tupamaros y montoneros que lucharon contra los dictadores en Uruguay y Argentina; Edén Pastora, “Comandante Cero”, quien combatió al sanguinario Somoza en Nicaragua; el Comandante Marcos, de la región de Chiapas en México, con su pasamontañas y la pipa que le da un aire de intelectual, son personajes que la historia a convertido en héroes sin distingos ni excepciones.

Mi sobrino estudia en la Universidad de Buenos Aires, que por ser gratuita acoge en sus aulas estudiantes de diferentes clases sociales, edades, colores y religiones, y el año pasado participó en un foro que trataba el tema de las fuerzas insurgentes en el continente. De tanto oír a los exponentes alabar a los miembros de la guerrilla colombiana, de admirar sus proezas y destacar su lucha contra la oligarquía, Miguel no se resistió y pidió la palabra para exponer su punto de vista, que es el de la gran mayoría de colombianos. Les habló de las pescas milagrosas, donde se llevan hasta conductores de bus y gentes del común; de las vacunas,las extorsiones y los secuestros; de las tomas a los pueblos más pobres y alejados, donde arrasan con lo que encuentran a su paso; de las minas anti persona que siembran en los campos para que humildes campesinos queden lisiados de por vida; de los soldados y policías que mantienen encerrados como animales en medio de la selva desde hace más de diez años; de las bombas en pueblos y ciudades que asesinan vilmente a inocentes ciudadanos. Porque la gran mayoría de sus atentados perjudican es a la gente del común, a los campesinos, al desprevenido transeúnte.

Pues la intervención de Miguel no fue bien recibida porque la visión preconcebida que tienen de nuestra realidad no va a cambiar con una solitaria voz en medio del desierto. Y peor ahora que en Argentina anuncian en los cines un documental que muestra a las FARC como una institución de caridad, unos ángeles redentores que luchan por mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos ; y entrevistan a los espectadores al salir de la función y todos encantados con esa maravilla de organización guerrillera. Si eso es allí no más,en un país cercano, cuál será la opinión de escandinavos, australianos,japoneses, checos, sudafricanos o israelitas. Cómo les llegará la información de distorsionada, que cuando Ingrid estaba secuestrada mostraban en los noticieros las entrevistas que hacían a los parisinos en la calle, quienes le imploraban al Presidente Uribe que liberara a esa pobre mujer, convencidos de que él la tenía confinada.

Que Chávez los apoye e insista en que no son terroristas no preocupa, porque él mismo se ha encargado de minar su credibilidad de tanto desvariar y decir pendejadas. Pero la visión errada del mundo sí es muy grave, por lo que todos debemos poner un granito de arena para tratar de cambiar esa imagen distorsionada de nuestra realidad. Y una forma fácil de colaborar es distribuir entre nuestros contactos cibernéticos en el exterior los videos, mensajes e información que recibamos en el correo electrónico acerca de las atrocidades cometidas por los grupos guerrilleros; y de una vez solicitarles que los hagan circular entre sus contactos. Seguro que así podremos contribuir en algo a minimizar esta sinrazón.

Nota: Murió el miércoles en Manizales doña Clementina Echeverry, quien con su esposo don Jaime Jaramillo engendró una prole que es sinónimo de generosidad y altruismo. Una mujer querida por todos, activa, hermosa, de porte señorial y elegante, a quien la sociedad entera va a extrañar, su familia echará de menos en todo momento y cientos de “Niños de los Andes” la van a recordar como a una madre putativa muy especial. Reciba su familia un abrazo solidario de quienes reconocemos en ellos un ejemplo de entrega y compromiso.
pmejiama1@une.net.com

jueves, febrero 11, 2010

La lógica irrefutable de los niños.

En más de una ocasión los niños nos desarman con su lógica rotunda y espontánea, y de forma absurda e irresponsable los adultos acostumbramos salirnos por la tangente para evadir la respuesta, convencidos de que la criatura olvidará el asunto en segundos. Porque nos da trabajo convencernos de que ese bebé que hasta hace poco solo balbuceaba algunas sílabas, reía al vernos hacer carantoñas, y comía y dormía durante casi todo el tiempo, de un momento a otro se convirtió en un ser pensante y racional. Y ahí es cuando sin darnos por enterados le enseñamos a mentir, a hacer trampa, a denigrar de los demás, a tramar; peleamos frente a él y tratamos asuntos delicados, como si lo hiciéramos delante de una mascota.

Infortunadamente nos acordamos muy tarde de cuidar la lengua delante de los pequeños, y casi siempre ocurre cuando algún comentario que hace el mocoso nos deja fríos, de una sola pieza. Ellos son unas esponjas que asimilan todo lo que sucede a su alrededor, aunque parezcan desentendidos, y es como si tuvieran antenas porque no se les pasa ni media. Se las pillan al vuelo y así los adultos hablen en clave o cambien los nombres de los implicados, el muchachito se entera del asunto antes de lo que uno cree. Recuerdo que en mi infancia nuestros padres, que sabían algo de inglés, aprovechaban ese idioma para comentar los asuntos prohibidos para nosotros; el problema es que a los zambos ahora les enseñan inglés desde la guardería. Otra modalidad que utilizaban los adultos era comunicarse por medio de jerigonzas previamente establecidas.

Los niños hablan sin tapujos, son directos y francos, y como no le ponen malicia a nada, se expresan sin dobleces ni argucias. A veces creemos que basta callarlos con un regaño, pero ellos se quedan rumiando el asunto hasta encontrarle alguna explicación. Cierta vez visitaba a mi mamá y coincidí con mi hermano Daniel y su hijo Pedro Luis, que entonces tendría 7 años. El muchachito se enteró de que en otro apartamento del mismo edificio había una persona que él quiere mucho y estaba desesperado por visitarla; entonces consultaba al papá a qué horas iban a ir, cuánto faltaba, si seguro lo llevaría y mil pregunta más, hasta que el papá se desesperó y lo regañó, le prohibió insistir con la cantaleta y le advirtió que si seguía con la joda, le daba una palmada; que él sí lo iba a llevar, pero dentro de un rato. En cierto momento fuimos a la cocina a preparar tinto y en esas apareció el muchachito, y le dijo al papá que si era cierto que en la vida todas las cosas tienen su momento. Nos miramos con asombro por lo inteligente del raciocinio y Daniel le dijo que sí, que tenía toda la razón, y entonces el mocoso se apresuró a preguntar:
-Papá, ¿entonces me puede decir cuál es el momento en que vamos a ir a donde fulanita?

Cuando María Escobar tenía unos 2 añitos, estábamos en Cartago en la finca de la abuela y mientras la niña se bañaba en la piscina, desde un corredor yo la observaba y cada cierto tiempo suspendía mi lectura para sacarle la piedra cuando le gritaba: ¡María Escobar es una bebé!; ¿quién es la negra más inmunda de esta casa?; ¡que le traigan el chupo a la bebita!; ¡Fo!, esa mocosa se poposió en la piscina; y demás pendejadas por el estilo, y ella furiosa porque no hay nada que ofenda más a un infante que ya se cree grande, que lo comparen con un bebé. Claro que a veces le daba tentación de risa, pero de inmediato me lanzaba unas miradas de esas que si mataran, me habría fulminado en el acto; entonces le decía que qué miedo, que estaba temblando del susto y que en el agua había una culicagada con cara de perro rabioso. Como no había nadie más por ahí cerca no le quedaba más remedio que oír la jodentina, hasta que me miró con los ojos entornados por el intenso sol, me apuntó con su dedito y soltó esta sentencia:
-Pablito, te lo advierto de una vez, ¡si sigues así, no vuelves!

Sucede también que olvidamos que los infantes ven la vida con ojos diferentes a los nuestros. Resulta que iba de viaje María, ya de 5 años, con sus papás, el hermanito y la abuela materna que viajaba con los niños atrás para entretenerlos y ponerles cuidado. Consuelo les conversa, les enseña cosas, los interesa en los diferentes temas y se esmera en ilustrarlos en todo lo que sea posible. En cierto momento, la muchachita le dijo a la abuelita que le contara por qué se había separado del marido, a lo que la mujer con mucho tacto y en un lenguaje fácil y comprensible, trató de explicar algo que no es fácil de exponer a un pequeñín. Cuando terminó con su relato, la nieta le dijo que si no había pensado en juntarse otra vez con el abuelito, y entonces ella muy asombrada le respondió que cómo se le ocurría, que si no le parecía que ese señor estaba muy viejo, arrugado, chocho y resabiado. La mocosa la mira de arriba abajo y comenta:
-Abuelita… ¡pero tú también!
pmejiama1@une.net.co

lunes, febrero 01, 2010

Solidaridad prioritaria.

Quienes habitamos en el llamado cinturón de fuego del planeta tierra, donde los movimientos telúricos son comunes, nos fruncimos cada que se presenta una tragedia causada por un gran terremoto porque sin excepción nos preguntamos en qué momento podemos vivir una situación similar. Por fortuna en ciudades como Manizales la modalidad de construcción sismo resistente está reglamentada y hay control por parte de las autoridades, aunque en los barrios populares la gente se pasa la ley por la galleta. A las llamadas soluciones de vivienda les dejan la plancha lista para que el propietario después construya el segundo piso, pero el problema está en que la gente, en busca de sacarle varias rentas a su propiedad, le construye, con la ayuda de algún pariente que sepa manejar el palustre, varios pisos sin la menor técnica y sin utilizar los materiales adecuados.

Lo que da golpe es ver cómo las personas se impresionan ante la gravedad de la tragedia de turno, porque las noticias llegan por todos los medios y no dan tregua para asimilarlas. Además, porque le dan prioridad al amarillismo y a resaltar las imágenes más tristes e impactantes, que por cierto son las que más rating marcan y mejor facturan. Entonces el fulano que mira el telenoticiero, el que anda pegado del transistor o el que ojea el periódico, se estremece al enterarse de los dramas humanos y de las necesidades que padecen quienes de milagro salvaron sus vidas. Y ahí es que se viene la solidaridad desbordada, la ola de donantes y voluntarios, los gobiernos dispuestos a colaborar en lo que sea menester.

La pregunta del millón es por qué la gente no colabora con esa espontaneidad y compromiso sino cuando una tragedia sacude al mundo. Como si el hambre y la necesidad no estuvieran presentes a toda hora en nuestro país, sin mirar para afuera, porque bien cierto es aquello que la caridad empieza por casa. Acaso es necesario mostrarle a diario a la ciudadanía los cinturones de miseria de las grandes ciudades; los niños desnutridos que mueren por una simple diarrea en el litoral pacífico; los miles de desplazados que deambulan las calle mendigando una limosna para calmar el hambre; los desamparados que duermen a la intemperie abrigados con periódicos y cartones. Toda esa gente necesita alimentarse, precisa atención médica, sueña con una vivienda digna, merece tener acceso al estudio, clama por una oportunidad de trabajo para sobrevivir.

Por qué entonces los colombianos, que en apenas dos semanas donaron dos mil toneladas de alimentos y otras ayudas (¡dos millones de kilos!), y recogieron dos mil quinientos millones de pesos para los damnificados de Haití, no hacen ese mismo esfuerzo siquiera una vez al año para darle la mano a nuestros hermanos caídos en desgracia. Qué bueno que emprendieran una campaña de ayuda a los pobres a ver cuánto recogen; me late que el volumen no alcanzaría un mínimo porcentaje de las cifras descritas, y eso en los primeros años, porque pasado un tiempo nadie vuelve a colaborar. Así somos de absurdos e ininteligibles los “bobos” sapiens, como a bien tuvo bautizarnos el colega Oscar Domínguez.

No me opongo a que se tienda una mano a los pueblos caídos en desgracia, ni más faltaba, pero hay que tener en cuenta que en estos casos el mundo entero aporta todo tipo de ayuda para solucionar las necesidades más apremiantes. Me parece perfecto que de inmediato se envíen desde Colombia rescatistas, médicos, socorristas, hospitales de campaña, medicamentos y demás insumos aptos para atender lo más urgente en un principio, que sin duda es salvar las vidas que sea posible; y por cierto así obró nuestro gobierno. Pero como desde los cinco continentes llegan ayudas similares, pudimos ver el hospital de campaña que enviamos embalado en cajas porque no había una autoridad que autorizara su operación.

Creo que el ideal es que los países del tercer mundo colaboremos con personal calificado en rescates y profesionales de la salud, pero que el billete y las ayudas en especie las pongan los países ricos. Seguro en Suecia o en Canadá no hay mucha gente con falencias alimentarias o de otra índole, por lo que ellos sí pueden enviar toneladas de comida, colchonetas, materiales de construcción, vestuario, medicamentos y demás productos requeridos. Y que las grandes corporaciones financieras, los grupos económicos más poderosos, las multinacionales y demás organismos se metan la mano al dril; países como los Emiratos Árabes, que nadan en petrodólares; tantos multimillonarios que dilapidan el dinero en extravagancias; las estrellas del deporte que tienen unos ingresos inimaginables, entre otros, que se esculquen los bolsillos y hagan una vaca bien alentada.

Es triste decirlo pero es posible que el pueblo haitiano salga beneficiado de esto. Porque un país olvidado del mundo, con una pobreza casi absoluta y sin esperanzas de salir adelante, ahora acapara la atención de una comunidad internacional que con seguridad va a paliar muchas de sus necesidades. Tampoco sobra recordarle a quienes se babean por adoptar uno de esos tiernos negritos que quedaron huérfanos, que aquí existen miles de niños que esperan una familia que les de una oportunidad de vida. Y tenemos blancos, mestizos, morenos, negros retintos, aindiados, ojiclaros, grandes, pequeños, bonitos, feos, sanos, discapacitados… mejor dicho, como lo quiera con tal de que lo adopte.
pmejiama1@une.net.co