Una frase muy valedera dice que
los amigos son hermanos escogidos por uno. Muy cierto, porque al menos en mi
caso siento un cariño similar por ambos, hermanos y amigos. Tal vez por dicharachero
y mamagallista he cosechado muchas amistades durante mi existencia y ello me regocija
con la vida. Además puedo decir que no tengo enemigos; al menos que yo sepa.
Hacemos buenos amigos de niños con los vecinos del barrio, en el colegio,
durante la adolescencia, en el trabajo y en infinidad de circunstancias, pero
muchos se pierden al terminarse la interacción con ellos. Sin embargo, los
verdaderos amigos perduran a pesar de las distancias y del paso del tiempo.
Al ver la película Amigos me
sentí identificado con muchas escenas, porque a pesar de mi discapacidad física
he disfrutado momentos inolvidables gracias a unos maravillosos amigos que
nunca me desamparan. Con ellos todo es posible, cargan conmigo para donde sea,
siempre están dispuestos y lo hacen con tanto gusto... Para ellos mi condición
física no es tabú y por el contrario me hacen chanzas y burlas amigables.
Cierta vez me subieron a una fiesta en un cuarto piso, sin ascensor, y a pesar
de turnarse para hacer la fuerza llegaron arriba resoplando. Cuando se acercaba
el amanecer le dije a mi hermano que mejor nos íbamos porque ya quedaba poca
gente. Procedió entonces a pedirle colaboración a Cuellar para bajarme y como
él no había participado cuando llegamos, respondió con mucha gracia: ¡Yo acaso
subí a ese güevón!
En otra reunión vi en cierto
momento que el niño de la casa, de seis años, conversaba con unos amiguitos y
claramente hablaban de mí. Es lógica la curiosidad de los menores al ver a
alguien en silla de ruedas y al notar que Pipe se me acercaba pensé que venía a
preguntar algo, pero cuál sería mi sorpresa cuando el culicagao me zampó una
patada en toda la espinilla; y lo peor es que tenía unas boticas de esas
ortopédicas que parecen de cemento armado. Cuando los papás le metieron tremendo
regaño, el muchachito alegó convencido que él había visto en las películas que
los que están en esa condición no sienten nada de la cintura para abajo, y que
solo quería demostrárselo a sus compinches. Aún recuerdo el dolor tan espantoso
y el turupe que me dejó.
Me diferencia del protagonista de
la película que mientras él es millonario, yo no tengo en qué caerme muerto; pero
como soy de la teoría que rico no es el que más tiene sino el que menos
necesita, por ahí nos damos la mano. Y al verlos en ese carro a gran velocidad
y con la música a todo volumen, lo relacioné con mi amigo Fernando, quien
siempre que estrena carro me recoge para ensayarlo. Buscamos un sitio sin
tráfico, confirmamos que no haya policías y el hombre arranca a toda mecha para
ver cuánto sube la aguja del velocímetro. Y aunque la verdad me da sustico,
pienso que si he de morirme en la casa asomado a la ventana, mejor estampillado
por ahí; así al menos salgo en el noticiero. Lo mismo cuando viajamos por
carretera, con buen fiambre, y abrimos todas las ventanas, hasta el hueco ese
del techo, disfrutamos del paisaje, hablamos paja y cuando suena una canción
que nos gusta, la ponemos a todo timbal.
Hace años fuimos varias parejas
de amigos a Punta Cana. En la playa de un hotel cuyos huéspedes eran casi todos
europeos, mientras nuestras compañeras se doraban al sol, nosotros desocupábamos
vasos de ron y nos deleitábamos viendo pasar muchachas sin brassier; parecíamos
en un partido de tenis. En esas Enrique, que es hiperactivo, quiso saber si me
gustaría montarme en un paracaídas que jalaban desde una lancha. Como yo estaba
copetón le dije que claro, convencido de que no lo iban a autorizar, pero para
sorpresa de todos al rato se apareció en una lanchita que nos llevaría hasta el
bote principal. Fui con mi mujer y varios de los amigos, y ni hablar de lo que
fue la pasada de una lancha a la otra con ese mar encrespado. Como ya no tenía
reversa dejé que me pusieran un arnés, con Enrique detrás, y arrancó esa vaina
a soltar cuerda con un malacate. El viento soplaba con fuerza y cuando
estábamos bien altos, solo atiné comentarle a mi compañero que de llegarse a
soltar esa joda íbamos a templar a Venezuela.
Estaba yo en plena quimioterapia,
como un guiñapo, y así me llevaron para la costa atlántica. Me acomodaban en
una hamaca al lado del mar y cada diez minutos me brindaban un aguardiente,
hasta que una tarde me antojé de montar en burro y allá me treparon. Otro día
debí ir a San Onofre a hacerme un examen de sangre muy determinante. Para
calmar los nervios, mientras entregaban el resultado le dije a Fernando que
diéramos una vuelta y el hombre arrancó para el cementerio; dizque le parecía
muy bonito, fue lo que dijo. Todavía nos reímos al recordarlo.
Mi tío Eduardo recomienda que
para soportar los tratamientos que combaten el cáncer nada mejor que el trago, y
tiene razón. La diferencia es que en mi condición no se cae uno de la perra,
sino de la silla.
pamear@telmex.net.co
3 comentarios:
Buenas noches primo lejano:
Es la segunda vez creo, que usted toca el tema. Supe por las primas de mi papá, quienes viven cerca del parque de Caldas, que usted tenía un impedimento para caminar.
Por prudencia y respeto con usted nunca he tocado el tema, pero veo que lo maneja con una madurez pasmosa.Otro punto más a su favor.
Toda la vida, aún cuando era niño y no lo entendía plenamente, he respetado a las personas por sus valores éticos y morales y creo que a usted le sobran; no me tome como un adulador. Cordial saludo, BERNARDO MEJIA ARANGO
El ver la relación suya con los amigos lo hace recapacitar a uno y darse cuenta que en la vida es más importante tener buenos amigos que plata.
No se que tantos amigos suyos lean esto, pero para los que lo hagan quiero decirles lo muy agradecido que vivo con todos ellos por como me lo tratan jejeje
Y no sobra decir todo lo que lo pensé al ver la película...
Pabloprimo:
No he visto ni vuelvo a ver la película que mencionas; pero si estoy de acuerdo con lo que dices de los amigos, así a uno les provoque mandar a algunos para la porra, en varias ocasiones; nada como amigos para matar el tiempo, tomarse unos buenos tragos -qué pereza con enemigos- y hacer chismes de otros amigos ausentes.
Me gustó mucho tu comentario.
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