sábado, julio 05, 2008

Vivir la vida.

El paso del ser humano por la tierra es efímero, fugaz, insignificante. Qué son 80 o 90 años, la edad aproximada de supervivencia en la actualidad, comparados con el tiempo que tiene el hombre sobre la Tierra. En épocas remotas la expectativa de vida era mucho menor, pero ha aumentado a medida que inventan vainas para mejorar y alargar nuestra existencia terrenal.

Al leer sobre la evolución del Homo sapiens desde sus inicios, en lo que hoy es Somalia en el cuerno africano, vemos que han existido infinidad de civilizaciones y asentamientos humanos cuyos rastros permitieron que en el futuro los descubrieran y estudiaran. Pero la verdad es que al tocar el tema de la evolución de nuestro planeta mencionamos cifras en cientos de millones de años, y como ese tipo de guarismos aturde, cuando queremos repetirlas nos confundimos. Por lo tanto un grupo de científicos facilitó las cosas con un ejemplo que sintetiza el asunto de una manera clara y sencilla: dicen que si resumimos el tiempo de existencia del planeta Tierra a un lapso de 24 horas, el hombre apareció en los últimos cinco segundos. Así podemos comprobar que somos unos primíparos en este peladero.

Por ello insisto en que la vida hay que vivirla sin desperdiciar segundo. Puede ser en cualquier nimiedad, con tal de que nos guste y deje alguna enseñanza o satisfacción. Hay que conocer, probar, ensayar, variar, arriesgar y aventurar. Ir a donde lo inviten; medírsele a lo que sea; hablar hasta por los codos; comer y beber sin remordimientos; reírse a carcajadas. Ayudar a los demás, compartir, recibir y agradecer, merecer, imaginar, producir, y sobre todo disfrutar. Pero no solo disfrutar de cosas lujosas y costosas, sino de simplezas como un atardecer, el trino de un pájaro, la majestuosidad de un árbol o el rumor del agua al correr.

En otras culturas y religiones creen en la reencarnación, y por ello la gente no le teme a la muerte como sí sucede en occidente. Por ejemplo en la India la sociedad está dividida en castas, y como no existe la posibilidad de que una persona pueda cambiar esa situación, si pertenece por ejemplo a los intocables, que son comparados con el excremento por su insignificancia, acepta su destino y sueña con reencarnar en una posición social más favorable. Nada parecido a nuestro país donde estamos catalogados por estratos sociales, el cual está ligado directamente a la capacidad económica del ciudadano. Entonces un pobretón de estrato uno que se vuelve mafioso, sin ninguna dificultad escala al más alto nivel social.

El caso es que para quienes no creemos que después de esta vida haya otras opciones de regresar a seguir dando guerra en otro cuerpo, más nos vale sacarle todo el jugo posible a esta única oportunidad. Y pienso que la idea no es destacarse en un campo cualquiera, ser el mejor en una modalidad, tener más plata que los demás, poseer belleza y perfección física, o entregarse en cuerpo y alma a una religión. Los ejemplos son muchos y variados, y el más común es el ejecutivo que dedica su existencia a trabajar y amasar fortuna. No piensa en otra cosa, su único tema son la plata y los negocios, descuida su familia por atender juntas y reuniones, y solo le interesan los amigos que representen alguna utilidad. Su obsesión es engrosar la chequera para asegurar una vejez tranquila y boyante, pero no acata que a los 70 años el organismo ya no está para hacer gracias.

O el que encausa a su hijo para que sea un virtuoso del violín, y desde los 3 años el muchachito no hace otra cosa que estudiar música. Lo cuidan como a una porcelana para que no se vaya a quebrar un dedo, y ni pensar en dejarlo salir a correr con los amigos del barrio, treparse a un árbol, tirarle piedras a los pájaros, desinflar una llanta al carro del vecino o hacer cualquier otro tipo de pilatuna. Tampoco experimenta la pubertad ni la adolescencia, porque lo zampan a una universidad en el exterior donde lo becan para escurrirlo al máximo. Y a los 50 años es una estrella del violín, pero con un pasado insípido y vacío.

El deporte es importante para la salud, pero sin exagerar ni obsesionarse con el tema; porque si un mocoso muestra aptitud para el tenis le meten el deporte hasta por las narices para que sea el mejor. Ya mayorcito, ni riesgos de tomarse unos tragos con los amigos o amanecerse en una fiesta, debido a que tiene que madrugar a entrenar. Y mientras los compañeros salen de paseo con las novias, él declina la invitación porque debe competir en un torneo.

No cabe duda de que todo en exceso es dañino, pero pasar la vida sin darle gusto al paladar por cuidar la salud es otro desperdicio. Claro que cada quien escoge si vive 80 años a punta de fritanga y aguardiente, sin reparar en calorías o niveles de colesterol, o 90 con comidas saludables y fiestas zanahorias; como una monjita de clausura que ni siquiera puede “tribuniar” desde la ventana. En todo caso, si confirman lo de la reencarnación, ya resolví qué quiero ser en la próxima vida: ¡brassier de diva!
pmejiama1@une.net.co

3 comentarios:

Anónimo dijo...

El mejor resumen del artículo podría ser el slogan de la tarjeta de crédito Visa... "porque la vida es ahora"

Anónimo dijo...

Pablo:
Hay en Inglaterra un Instituto que tiene como "slogan": No fume, no beba, muera sano.
Me gustó eso que dices que no es lo mejor para la vida el abtenerse de todo, porque quizás, tal vez, quien sabe, si no hacemos algo que nos guste, a lo mejor viviremos 17 días más, aunque sea con sífilis o sida.
Nada. A disfrutar la vida al máximo: "carpe diem" y bien variado, sin especializaciones como las que mencionas, que convierten a la persona en un autómata.

Jorge Iván dijo...

agregale otro placer a la vida, cinco minuticos para leer tu columna. ah, yo no sería brassier de diva, mas bien tanga