miércoles, abril 18, 2012

Turismo en pañales.

Pasan los años, pasan alcaldes, gobernadores, dirigentes cívicos y gremiales, pasan las generaciones y nuestra región sigue en pañales en cuanto a turismo se refiere. En las últimas décadas el Eje cafetero se impuso como destino turístico y llegó a ocupar el segundo lugar en el país después de la costa atlántica, pero la desidia general dejó pasar la oportunidad de posicionar a nuestro departamento en tan importante renglón de la economía. Con la inauguración en 1995 del Parque del café, en Montenegro (Quindío), los ojos del país se volvieron hacia el viejo Caldas y descubrieron una tierra hermosa y acogedora, ideal para disfrutar en puentes festivos y vacaciones.

Debemos reconocer que nunca aprovechamos esa coyuntura y aunque en un principio hubo entusiasmo para convertir haciendas y casas de veraneo en hoteles, acondicionar otras para alquilarlas y adelantar proyectos de turismo en diferentes zonas rurales, todo quedó en palabrería y actualmente son escasos los sitios que pueden ofrecerse al mercado turístico. Aunque las comparaciones son odiosas, vale la pena navegar en internet y ver cómo promocionan sus atractivos y las variables que ofrecen los departamentos vecinos, y luego mirar lo que hay respecto a Caldas. Un enlace dice que Manizales es una ciudad de 986.740 habitantes, cuando en el reporte del DANE de 2011no llega al medio millón. Luego se refiere a nuestro departamento, creado en 1905 por el presidente Rafael Reyes: “El departamento de Caldas fue fundado por J. Osorio en 1849”. En ese punto me desanimé y dejé de escarbar.

De verdad es penoso recorrer con un foráneo nuestros atractivos turísticos. La carretera que conduce al Parque de los nevados está plagada de derrumbes y chorriaderos, y al llegar a la Esperanza y querer entrar al baño o tomarse un refrigerio en el parador recientemente inaugurado, se encuentra con que está cerrado sin ninguna explicación; inaudito que después de semejante inversión no haya voluntad política para ponerlo a funcionar. La ruta sigue en buenas condiciones, con un paisaje único y arrobador, hasta llegar a la entrada del parque donde casi siempre hay congestión para ingresar. Ahí comienza un recorrido alucinante que nos lleva hasta donde quedaba el antiguo refugio, el cual después de más de 25 años no ha sido reemplazado y en su lugar hay una caseta provisional que da grima. Allí la carta del restaurante es muy variada: aguapanela con queso y arepa con mantequilla.

Nunca fue posible que le metieran mano a los Termales del Ruiz; qué desperdicio. Hoy la carretera es una trocha sólo apta para vehículos de doble tracción y el vetusto edificio no se ha caído de puro milagro. Queda la opción del nuevo parque termal ubicado en El Otoño, aunque me pregunto por qué no atrae suficientes visitantes de otros municipios y departamentos como sucede con los de Santa Rosa de Cabal, donde los fines de semana no encuentran dónde parquear la cantidad de buses y demás transportes que llegan hasta allí.

El Parque los Yarumos no despega a pesar de su temática ecológica y de algunos deportes extremos, tan de moda entre la juventud. Se hizo una millonaria inversión para solucionarle el problema del transporte, con el cable aéreo, y sin embargo sus instalaciones no convencen por la pobre oferta gastronómica y la falta de un ambiente acogedor. Qué tal si después de las seis de la tarde lo voltean para la rumba y atraen así a tantas personas que ya no caben en las inmediaciones del Parque del Cable. Bares y restaurantes, en semejante sitio tan espectacular, donde los clientes puedan tomarse unos tragos con tranquilidad porque tienen el transporte de regreso asegurado, por lo menos hasta un sitio donde fácilmente encuentran taxi.

En cambio el Recinto del pensamiento, que por fortuna no depende del manejo oficial, saca la cara por la región y ofrece al turista un lugar mágico y acogedor. La zona de Santágueda, el 41, El Rosario, los alrededores de Chinchiná y Palestina, etc., deberían estar plagados de opciones de alojamiento, pero no es así. En parte, porque la malla vial está destruida y además no existen ayudas oficiales para quien quiera hacer inversión turística. Hace poco visité esa joya arquitectónica que es Salamina, un domingo después de medio día, y parecía un pueblo fantasma: ni un alma en las calles, puertas y ventanas cerradas, sin un lugar dónde tomarse un tinto.

En Manizales uno lleva el turista a Chipre (sin subir al mirador porque también está cerrado), luego recorre el centro y su arquitectura republicana, la catedral y a las dos horas está de regreso en casa. La ciudad es bella, agradable y acogedora, pero carece de atractivos turísticos. El Festival de teatro, que atraía personalidades del mundo entero y era noticia en los medios nacionales, ahora pasa desapercibido hasta para la mayoría de lugareños. La exposición equina no es ni sombra de lo que fue, cuando parecía una feria de mitaca por la calidad y cantidad de participantes, además de los muchos visitantes. Nos queda la feria anual que tiene al invierno como su peor enemigo, aparte del negro futuro que enfrenta la tauromaquia. A ver qué vamos a inventar cuando los toros desaparezcan por gracia de sus enemigos, los altos costos y la falta de aficionados. De pronto los enanitos toreros…
pamear@telmex.net.co

1 comentario:

ganadero sin ganado dijo...

Pablo, aquellos que hemos vivido mucho tiempo fuera de Manizales, nos alegramos con tu artículo esperanzados en que abra los ojos de nuestra gente para mirar hacia el futuro, y borrar el recuerdo de los Barco-Yepes quienes caparon la capacidad empresarial, y convencieron a Caldas que sólo con un puesto ó un contrato oficial se podía sobrevivir.