miércoles, mayo 16, 2012

No al desarraigo.

Nada más cierto que lo mejor de cualquier paseo es volver a la casa. Puede ser a una finca durante el fin de semana, a unas vacaciones en Cartagena, al viaje de los sueños por Europa, un safari en África o un recorrido por el sureste asiático, pero llegar de nuevo a su querencia natural, dormir en la cama con su almohada preferida, entrar al baño propio y encontrar las cosas personales en su lugar, no tiene precio. Así se aloje en un hotel de lujo en cualquier rincón del planeta, siempre va a extrañar el cajón de su nochero con el despertador, las gafitas para ver de cerca, el libro de turno, el cortaúñas, el radio y su audífono, el control remoto del televisor, las pastillas de antes de acostarse, el lapicero para el crucigrama y demás trebejos que acumulamos.


Uno nunca debe decir de esa agua no beberé, porque la vida da muchas vueltas y no sabemos dónde iremos a parar, pero espero terminar mis días en esta tierra que me vio nacer. Sin ser regionalista ni demeritar otros lugares, porque es natural que cada persona piense igual de su terruño, encuentro mi ciudad perfecta para vivir. Otras capitales pueden ofrecer mejores oportunidades, variada oferta cultural, mayor desarrollo urbano, más restaurantes, comercios y muchos otros atractivos, pero para mi gusto nada como la tranquilidad. Aquí todo es fácil, cerquita, barato, agradable y aunque también hay bandidos y atracadores, al menos no vivimos esa paranoia tan común en otras ciudades.

Leí que en Japón experimentan un nuevo método de educación que busca preparar a los jóvenes para que sean ciudadanos del mundo, sin apegos por la tierra natal, su historia, símbolos patrios, cultura, ancestros, etc. Personas que crezcan sin un lugar que las amarren, que no conozcan la nostalgia y se sientan en casa sin importar el país que habiten. Ellos no tendrán una lengua madre y por el contrario dominarán varios idiomas, aprenderán a conocer otras culturas y costumbres, para que puedan desempeñarse con éxito en el continente donde decidan arraigarse. Además, no sentirán esa gusanera (léase nostalgia, morriña, saudade) que nos mortifica a los mortales cuando estamos lejos de la tierra que nos vio nacer.

Lo que les faltaba a los nipones. Aparte de que en la actualidad enfrentan un grave problema por la generalizada adicción al trabajo, ahora quieren desarraigar a las nuevas generaciones para que sean ciudadanos del mundo. A lo mejor se debe a que ya no caben en la estrecha isla y buscan así acomodar un buen porcentaje de su población en el exterior, donde siempre serán vistos como foráneos por su fisonomía particular y forma de ser, la cual en gran medida no se adquiere en las aulas sino que viene en la sangre, en los cromosomas. Ya quisiera ver a un japonés que se quiera hacer pasar por oriundo de Guapi o de Yarumal.

Opino que la personalidad de un individuo tiene mucho que ver con su origen, el entorno en el que creció, su prosapia, los principios que le inculcaron, la cultura, costumbres y demás características que diferencian su terruño de los demás. Por ello me preocupa la metodología aplicada en algunos colegios bilingües donde el alumnado celebra fiestas foráneas como San Valentín, el 4 de julio, acción de gracias, etc., y poco conocen las concernientes a nuestro país. Infantes que crecen influenciados por el imperio del norte, hasta llegar a decir lo que le oí a una niña de 13 años que soñaba en voz alta con pertenecer a la cultura gringa, vivir allá, comportarse como ellos. Poco le importa a esa menor conocer las regiones de Colombia, compartir con sus gentes, disfrutar los platos típicos o enterarse de las características de cada zona.

Me da escaramucia el solo pensar en vivir en el extranjero. Soy de los que se va a un paseo a la costa y aunque mientras esté allá prefiero los platos típicos de la región, en el viaje de regreso me babeo por una arepa con mantequilla y queso, unos frijolitos y toda esa comida casera que tanto me gusta. Qué tal entonces yo en Suecia o en Singapur, o para no ir muy lejos en Estados Unidos, donde las costumbres gastronómicas son tan diferentes a las nuestras. Imagino que a los pocos meses estaré a punto de colgarme de una lámpara, porque aunque dicen que el hombre es un animal de costumbres, la nostalgia se me va a alborotar cada que deba enfrentarme a un plato insípido y desabrido.

Aunque creo que lo que más extrañaría sería la amabilidad de nuestra gente. Aquí estamos acostumbrados a que las demás personas nos miren a la cara, nos regalen una sonrisa y un saludo. Además soy de los que le entabla conversación a quien me acompaña en el ascensor, al vecino mientras espero el turno en el banco, a quien cuida carros o a cualquier desconocido que me tope en la calle. Una gran mayoría de nuestra gente es amable, simpática, amistosa y en muchas partes lo conocen a uno por el nombre. Esa actitud y ese comportamiento no se ve en otras latitudes, donde no lo voltean a mirar a uno ni para escupirlo. De pronto para regañarlo o pordebajiarlo.

pamear@telmex.net.co

2 comentarios:

BERNARDO MEJIA ARANGO bernardomejiaarango@gmail.com dijo...

Al menos los japoneses se van de su tierra por otras razones, no por la falta de oportunidades.

He visto salir a mis familiares de mi país, uno a uno, porque aquí se les acabaron las oportunidades, mejor dicho no se acabaron, se las robaron los ladrones de cuello blanco, quienes se quedan con el dinero destinado al desarrollo del país, incluyendo el de nuestros impuestos.

Lo más grave, las afectados somos la mayoría. Lo que nos faltaba: además de desplazados del campo, ahora somos desplazados de nuestro país.

Y así quieren que este país no esté revolcado. Se me quitaron las ganas de seguir trabajando.......

Cordial saludo, BERNARDO MEJIA ARANGO

Gusqui dijo...

Lo del desarraigo es diferente a una capacidad de adaptación que no se tiene y no es para todo el mundo.
Lo de emigrar, viajar lejos de la tierra esta contemplado en la historia personal y sagrada de todo ser humano...Sino relea la historia de Abraham, de Moises, profetas y demas personajes biblicos que debieron dejar su terruno para cumplir una mision (divina).
Somos peregrinos, pues nuestro destino no es inmediato ni esta aca frente a nuestras narices...Desde el nacimiento hasta la muerte hacemos un viaje con destino de eternidad hacia el Padre (eso me lo dice la fe y estoy convencido de ello).
Gracias a Dios he sabido superar la nostalgia, el apego enfermo y obsesionado por la tierra propia demeritando el resto de la geografia universal, sus comidas, su cultura...EN todo lugar hay gente amable, acogedora, uno puede escoger entre los climas, la comida...Y es finalmente igual de buenas (os)...AMo a mi pais pero Dios me ha dado un corazon planetario y claro soy muy dichoso cuando visito mi tierra y veo mi familia...Es una vocacion, es algo misterioso...no es para todo el mundo este cuento que no es desarraigo siempre mi querido Pablo.
Buen dia