Sucede a menudo que uno se entera de algo por medio de diferentes opiniones y puntos de vista, según quien lo relate. Me ha pasado por ejemplo con Cuba, isla que no conozco, pero que me interesan su historia y condición actual. Entonces siempre que hablo con alguien que ha estado allá indago por sus experiencias, la opinión que tiene de la dictadura, cómo vio a la gente, qué les oyó decir, cómo es el ambiente y muchos otros detalles relativos a la situación que se vive en ese controvertido país caribeño. Lo mismo ha sucedido durante la última década con Venezuela, que bajo el gobierno de Chávez crea mucha polémica y son diversas las opiniones que se conocen al respecto. Por fortuna tuve la oportunidad de viajar allí durante unos días y conocer de cerca algo de la realidad del país hermano.
Desde la llegada al aeropuerto de Maiquetía puede notarse en los empleados y funcionarios una actitud arrogante y displicente, todos uniformados con camisa roja. Ya en la autopista que comunica a la costa con Caracas, distante unos 45 minutos y que asciende de los cero a los novecientos metros sobre el nivel del mar, pueden verse infinidad de vallas, carteles y demás propaganda gobiernista, donde la figura de Chávez aparece repetida, las frases bolivarianas empalagan y todo forma una gran contaminación visual; hasta las piedras de la orilla están pintadas con los colores de la bandera.
Al llegar a la capital por el norte lo primero que puede verse son barrios populares, parecidos a las favelas de Río o a las comunas de Medellín, pero ya al ingresar en el valle de Caracas la ciudad se torna bien interesante. La infraestructura vial es envidiable, y eso que fue construida en buena parte durante la dictadura de Pérez Jiménez, por allá en la década de 1950; repartidores viales como El pulpo y La araña que hizo famosos Piero con su canción, viaductos, autopistas de dos pisos, puentes, avenidas y demás obras que a pesar del número exagerado de vehículos que transitan, el tráfico no llega a ser tan pesado como al que estamos acostumbrados en las principales ciudades de nuestro país; además nadie pita. Las principales vías están en excelente estado, pero muchas calles en los barrios y algunas carreteras secundarias dejan mucho qué desear.
El metro de Caracas cubre sólo unas zonas de la gran metrópoli y algo que llama la atención es que en las calles, a excepción del centro de la ciudad, el servicio de transporte público es muy escaso. Casi no se ven buses, taxis o colectivos, porque como ya dije, mucha gente tiene carro propio. Y la razón para esto es muy simple: que la gasolina es regalada. Y digo que regalada porque lo que cobran en las estaciones de servicio, todas ellas de PDV (antes PDVSA), es un precio simbólico.
Salimos de paseo con la persona que nos invitó y al llegar a la bomba me dispuse a pagar la tanqueada de la camioneta, y no podía entender cuando el dependiente me dijo que debía 4.50 bolívares por los 50 litros de gasolina que registró el surtidor. Eso corresponde a $900 de los nuestros porque el cambio oficial es de 4.30 bolívares por dólar, pero en el mercado paralelo los pagan al doble, casi a 9 bolívares por dólar. Increíble, la propina que le dimos al tipo fue más de lo que pagué por el combustible. Lo paradójico es que a pesar de esa condición favorable, cualquier tipo de transporte, de pasajeros o de carga, es muy costoso.
Allá cualquiera convierte su carro particular en taxi; basta ponerle un aviso y a trabajar, mientras la autoridad hace la vista gorda. Quien compra vehículo nuevo es común que deba esperar uno o dos años para recibirlo, y quienes reniegan en Colombia por el caos que forman los motociclistas es porque no han visitado Caracas; son una plaga, no respetan normas ni leyes, transitan a toda velocidad por los callejones entre los vehículos en las autopistas y ¡ay! de quien ose agredirlos o siquiera atravesarse: pueden llegar a lincharlo.
Caracas es una ciudad de contrastes. En los llamados barrios viven los estratos bajos y en las urbanizaciones los ricos y poderosos. Muchas veces simples calles separan a la pobreza y a un boato que deslumbra. Aunque recorrimos muchas zonas de la ciudad no pude ver barrios de clase media como los de nuestras ciudades, porque todas son mansiones y en muchas de ellas solo puede verse un muro con una gran puerta, todo monitoreado con cámaras de seguridad, alarmas electrónicas y blindaje con alambres de púas.
La inseguridad es tal que muchos caraqueños visitan Bogotá y se sienten tranquilos y confiados. Los edificios tienen rejas en las ventanas hasta el último piso, así sean treinta, porque existen bandas de hombres araña que escalan paredes e ingresan a los apartamentos. De noche la gente pudiente sale únicamente en carro blindado; el secuestro exprés es pan de todos los días; y en el centro es mejor no abrir las ventanas del carro. Además, si la Guardia Bolivariana lo pilla tomando fotos en los alrededores de Miraflores u otros edificios gubernamentales, puede meterse en líos.
Dejo para la próxima entrega otros datos que pueden ser de interés.
pamear@telmex.net.co
1 comentario:
Buenas noches tataratataraprimo:
Lo que usted vió en Caracas no me gusta para nada. Tengo mente abierta hacia el socialismo.
Pero lo que yo vi en Cuba, no me gustó para nada; los muertos por causa de la revolución se quedaron así, muertos; de nada valió que se murieran. La gente "de a pié" vive mal, lo que se dice mal.
Que diremos y que pasará con el mal llamado "espiritu bolivariano", una copia mal hecha del socialismo de Castro y de los dirigentes del regimen de Castro.
Espero que cuando los venezolanos despierten de esa pesadilla que se llama "Chavismo", no sea demasiado tarde. Es que no se pueden armar países sobre las necesidades de sus ciudadanos, Así de sencillo.
Y que Colombia se desenpendeje, porque vamos por la orilla contraria, pero vamos mal con esta caterva de polítcos maleducados, deshonestos y ladrones.
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