Cualquiera que haya vivido su
infancia en la década de 1960 va a recordar muchos momentos cotidianos al
responder el test al que me refiero en esta oportunidad, porque se trata de
situaciones y costumbres que eran comunes en cualquier hogar. Sin duda la
existencia era más fácil, porque éramos prácticos y relajados, además la
situación económica de las familias numerosas no permitía que la sociedad de
consumo nos atropellara con su ilimitada oferta. Sigo pues con algunas preguntas
que parecen tan obvias que me hacen dudar si habrá alguien de la época que no
las reconozca.
¿Que si en mi casa había patio y
baños con bidet? Pero claro, si en el patio no podía faltar el perro guardián.
En la última casa que viví de soltero teníamos un patio amplio con árboles de
feijoa, guayabas del Perú, moras, brevas y una mata de cedrón para las aguas
aromáticas; rosales, veraneras y otras flores adornaban el entorno y debajo de
las escalas teníamos la jaula para criar palomas mensajeras; además de un
corral para engordar pollos. En los baños no podía faltar el bidet, mueble que
desapareció porque en los apartamentos modernos con trabajo cabe el escusao. ¿Qué
si presenté exámenes con regla de cálculo? La verdad es que nunca pude aprender
a manejar ese trebejo. Por lo tanto no me quedaba sino esperar a que el
compañero del lado hiciera sus cuentas y me soplara el resultado apenas el
profesor diera papaya.
¿Qué si recuerdo quiénes fueron
Montecristo y Los Tolimenses? Hombre, si todavía me río con sus cuentos y
ocurrencias. En esa época la siesta era obligada con el radio sintonizando a
Guillermo Zuluaga, quien con sus maravillosos personajes nos hacía gozar de lo
lindo. Emeterio el de Los Tolimenses fue un tipo genial, porque su compañero Felipe
lo que hacía era darle cuerda y seguirle la corriente. ¿Qué si utilicé
pantalones de bota ancha fabricados con terlenka? Me parece verlos. Comprábamos
el corte en el almacén de Juancho Rincón, en la calle 19, y cualquier sastre o
costurera se encargaba de hacerlos. Eran descaderados y al principio quisieron
imponerlos sin bolsillos, lo que no gustó porque se encartaba uno con las
llaves y la billetera.
¿Qué si llené la libretica de
etapas de la Vuelta a Colombia? Eso era religioso y además durante la
competencia no hablábamos de otra cosa. Todos teníamos la libretica en el
bolsillo de la camisa, donde se anotaba quién ganaba la etapa y demás datos de
interés. Por aquel tiempo aparecieron los más pudientes del colegio con pequeños
transistores y los novedosos audífonos, para seguirle la pista a Cochise
Rodríguez, Pajarito Buitrago, Álvaro Pachón o al Ñato Suárez. ¿Qué si los
domingos veíamos Animalandia? Claro, como todas las familias nos sentábamos al
frente del televisor a ver a Pacheco decir las mismas pendejadas; Bebé, Pernito,
Tuerquita y demás payasos; la lora de “A mí Gelada o nada”; Germán García con
sus perros de Gegar Kenell; Hernán Castrillón y demás personajes del popular
programa.
¿Qué si nos daban Mejoral?
Lógico, si no había otro tipo de analgésico. Claro que las mamás preferían el elíxir
Paregórico, un bebedizo amargo que nos daban diluido en agua con azúcar. El
hecho es que al muchachito que se quejaba de cualquier dolor, desde una
apendicitis hasta un uñero encarnado, le zampaban una dosis de esa vaina y el
mocoso no volvía siquiera a parpadear en dos o tres días. Pues ahora que
investigo descubro que el bebedizo tenía como base alcohol alcanforado de 46
grados, y cada onza del elíxir contenía 117 mg. de opio, lo que corresponde a
12 mg. de morfina. Hágame el favor.
¿Qué si usaba zapatos trompones y
el pelo largo? Los zapatos que se impusieron a principios de la década de 1970
eran igualitos a los que usaba Luis XV: de tacón alto, trompones y con hebillas
llamativas. Más feos que el diablo. Respecto al pelo, era la pelea de todos los
días con mis padres; lo mantenía largo hasta los hombros, nunca me peinaba y
cuando accedía a cortarlo un poco, yo mismo me motilaba frente al espejo del
baño. Claro que todos los amigos eran iguales y para la muestra una vez que
andábamos de paseo y al llegar a Cartagena, un policía le pidió a mi primo,
quien manejaba el carro, que le mostrara el pase. Cuando ese corroncho vio la
foto, se ranchó en que el documento era de una mujer.
¿Qué si en mi casa hacíamos helados
de leche con azúcar? Ni riesgos, porque la leche era para tomarla al final de
las comidas, acompañada de dulce de moras, ochuvas, cocas de guayaba, mamey o
brevas caladas. En cambio en vacaciones mi mamá metía bananos engarzados en un
palo al congelador y eso nos entreteníamos chupando hasta que se ponían babosos
y negros. ¿Qué si tocaba darle cuerda al reloj todos los días? Si no, dejaba de
caminar. Hasta que aparecieron los relojes automáticos, los cuales se
recargaban con los movimientos que hacían quienes los llevaban puestos; esa
vaina fue uno de los grandes descrestes de la época.
A estas alturas ya había superado
las quince respuestas positivas que me califican de cucho, por lo que resolví aplicar
aquello de: ¡deje así!
pamea@telmex.net.co
3 comentarios:
He entrado y paseado por tu blog, reenviado por mi paisano y hermano-más-que-de-sangre, Ricardo Bada, cosa que le he agradecido. En estas dos últimas entradas, encuentro la historia de mi vida, con las obvias diferencias derivadas de la distancia (pese a todo, tan lejos, pero tan cerca).
Gracias por esa dosis en vena de añoranza
Javier Bañares
Pelao, qué buen artículo. Yo aún no entro en esa generación pero de todos modos muy bueno.
Que buen artículo para un viernes al comenzar la noche. Prácticamente no me dejó material para comentarios.
Me gustó, me dejó en el alma una mezcla de añoranzas, de recuerdos bonitos, de sentimientos a los cuáles solo se tiene acceso si se ha vivido todo eso.
Usted pariente lejano debió haber usado pantalones cortos y zapatos Panam; debió haber tenido unos tenis profesionales a los que ahora llaman Convers; debió haber tenido bicicleta con parrilla, debió haber usado buzos con cuello tortuga; debió haber ido a un teatro en Manizales el cual quedaba cerca de Expreso Palmira, para ver "Dios como te amo"; debió haber conocido a Ramón Hoyos Vallejo, a Roberto "Pajarito" Buitrago y a Julio Arrastía Brica.
Usted, pariente lejano, debió haber sido purgado con paico o le deben haber dado Vermífugo Nacional al comenzar las vacaciones; debió haber tomado leche "caliente" con panela raspada y un poquito de vino. Seguramente el día de la Primera Comunión su profesor le regaló una tarjeta que guardó por muchos años, la cual tenía obligatoriamente un racimo de uvas, unas espigas de trigo, unas hojas de vid y por supuesto una hostia.
Y ni que hablar de cosas del sexo a la "antigua"; de hecho, tuvo que haber leído La revista Luz y luego las Play Boy, que se llevaban al escondido a la escuela. Tuvo que haber leído el Almanaque Bristol y el Nuevo lector Colombiano y luego se tendría que haber aprendido "El Niño y El Buey" para recitarlo en la escuela.
Un poco más allá: tuvo que haber visto el Telecirco Colombina y El Mundo al Vuelo. Cordial saludo; me ha puesto nostálgico, después de todo.
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