miércoles, mayo 15, 2013

Edición actualizada.


No solo los textos académicos deben actualizarse, sino muchos otros de diferentes temas porque los tiempos cambian y todo evoluciona, y de no ponerse al día se vuelven obsoletos. Uno que llamó poderosamente mi atención hace ya muchos años fue el libro La buena mesa, de doña Sofía Ospina de Navarro, hermana del ex presidente Ospina Pérez, una escritora y periodista antioqueña que dejó un importante legado. Ese librito se lo aprendí a usar a mi madre, pues siempre lo mantenía a mano para preparar ricos platos de nuestra gastronomía regional. Por cierto es el único recetario al que he recurrido alguna vez, porque allí encuentra uno cómo preparar hojuelas, indios de repollo, tortas de chócolo, cortao o arroz con leche.

La primera edición data de 1933 y por lo tanto en muchos apartes del mismo aparecían situaciones que no coincidían con épocas posteriores, como en algunas recetas donde indicaba la autora cómo regular el calor del horno de leña, mencionaba ingredientes desaparecidos o enseñaba a preparar una salsa que ya vendían en los supermercados. Por ello algunos de sus descendientes se dieron a la tarea de actualizarlo, al remplazar por ejemplo el horno de leña por uno eléctrico o de gas, además del microondas. También pusieron al día medidas, utensilios, tiempos de cocción, terminachos, etc.  

Pues deberían proceder de igual manera los herederos del señor Carreño, el del famoso manual de urbanidad, porque definitivamente las costumbres han cambiado de forma radical y la mala educación se impone en todas las culturas. Don Manuel Antonio Carreño, venezolano, publicó el texto a mediados del siglo XIX y por ello muchas de las normas allí registradas son desconocidas por un gran porcentaje de la sociedad actual. Claro que la buena educación y la decencia son cosas que se aprenden desde la cuna, y el simple sentido común nos dicta cuál es la manera apropiada de comportarnos. Otra cosa son los protocolos y demás perendengues que imponen ciertas personas arribistas y estiradas, los cuales no son de obligatorio conocimiento para el ciudadano común.

Sin duda la culpa de que la mayoría de los jóvenes ahora se comporten de una manera que deja mucho que desear, es de los padres. Los crían como si fueran de la realeza y por ello no saben tender una cama, pasar una escoba, lavar unos calzones, fritar un huevo o calentar una arepa. Unos zambos que no dan las gracias ni saludan, no saben del respeto a los mayores, son desagradecidos, manipulan para conseguir lo que quieren, son exigentes y nunca parecen satisfechos. Lo peor es que a todo les dicen que sí, convencidos de que así son mejores papás y de una vez aseguran el cariño de los mocosos, pero no saben que lo que hacen es tirárselos. Porque esos hijos no sabrán defenderse en la vida debido a que no han tenido carencias ni responsabilidades, lo que hará que fácilmente se ahoguen en un vaso de agua.

Un capítulo importante en el nuevo manual de urbanidad es el que tiene que ver con el manejo de la tecnología. Porque muchos no sabrán que conversar con otra persona mientras se tienen unos audífonos conectados en ambas orejas es de pésimo gusto, ya que el interlocutor no sabe si le paran bolas a lo que le dice o si por el contrario el otro está concentrado en algo diferente. Y qué tal los que se dedican a chatear mientras interactúan con otras personas, sin poderse centrar en el tema que los convoca porque tiene la cabeza en otra parte. Capítulo aparte los que reciben llamadas en su teléfono celular y sin importar que haya otras personas presentes, empieza a hablar de asuntos personales en voz alta mientras gesticulan y se ríen a carcajadas.

Muchos jóvenes ahora no saben comportarse en la mesa porque siempre comen solos y echados en la cama, con el televisor prendido y entre bocado y bocado teclean en la computadora. Son hoscos, introvertidos y a toda hora parecen de mala vuelta. Su léxico es limitado y no saben mantener una conversación, responden con monosílabos y para comunicarse por escrito en sus chateos sólo se preocupan por hacerse entender; no conocen ni les interesan las buenas prácticas de la escritura. Tienen miles de resabios para la comida y como tampoco les exigen en ese sentido, muchos se alimentan de cereales, paqueticos, comida chatarra y demás porquerías. Además son alzaos e irrespetuosos, y los trae sin cuidado que su interlocutor sea una persona mayor.

Acostumbro felicitar a los padres de hijos educados, comedidos y amables, porque sé lo satisfactorio que es para cualquiera saber que cumplió su tarea. En cambio los mocosos groseros, desobedientes y mal educados me parecen detestables.

La verdad es que la idea de proponer un manual de urbanidad actualizado vino de mi hijo, a quien reprendía amigablemente cuando venía a visitarnos y se pasaba a toda hora pegado de los aparatos electrónicos. Pronto comprendió su error y cambió de actitud, sobre todo desde una vez que estaba yo frente al televisor mientras mi mujer y el muchacho tecleaban embebidos cada uno en su computadora, por lo que desde hacía mucho rato no cruzábamos ni una sola palabra. Fue hasta que resolví proponerle: Mijo… ¿será que lo llamo por Skype?

pablomejiaarango.blogspot.com   

1 comentario:

BERNARDO MEJIA ARANGO bernardomejiaarango@gmail.com dijo...

Urbanidad de Carreño? Para las generaciones de varias décadas para acás ni siquiera saben que existe.

Parece que la mala educación está de moda y además apoyada por el Estado colombiano con la famosa ley de infancia y adolescencia.

Que más nos queda por ver en este mundo descompuesto para quienes conocimos y fuimos educados entre otros guías por Carreño?

De acuerdo con usted pariente lejano en todos los sentidos: Carreño debería actualizarse para este mundo de maleducados llenos de tecnología.