miércoles, septiembre 11, 2013

Los inconformes.


La situación actual del planeta, y concretamente de nuestro país, no deja espacio para el optimismo. Puede tenerse una actitud positiva y estar convencido de que todo debe mejorar, pero la realidad obliga a aceptar que la situación es crítica. Con razón la juventud moderna está reacia a casarse y tener hijos, porque sienten que no es justo traerlos a esta leonera; y más con el futuro incierto que se vislumbra en materia ambiental. Basta hacer el ejercicio un día cualquiera y leer prensa, ver telenoticieros y oír radio para ver cuántas noticias buenas encuentra, cualquier información agradable que alegre siquiera el rato.

En los cinco continentes ciudadanos del común discrepan con el establecimiento; mafias de los grandes conglomerados, corrupción, manipulación de las iglesias, desgreño administrativo, recesión económica, maldad e injusticia. Las grandes capitales de Europa y del mundo entero han sido sacudidas por las protestas de personas que se autodenominan inconformes, porque son tantas las quejas que lo más práctico fue aglutinarlas todas en una sola manifestación. Infortunadamente las movilizaciones se reducen siempre a un asunto de aguante y cuando las gentes se aburren de protestar, de dormir en los parques y tirar piedras, regresan a sus hogares y seguimos en las mismas.

En Colombia estamos pasados de nombrar la protesta con el mismo apelativo, porque aquí la lista de peticiones es larga. Primero los cafeteros, a quienes se unieron arroceros, paperos, paneleros y demás agricultores y campesinos; aprovecharon los transportadores para unirse a la protesta, y siguieron en fila estudiantes, taxistas, productores de leche, sindicalistas, maestros… No falta sino que policías y militares resuelvan también reclamar y ahí sí nos traga la tierra. Sin duda la insurgencia aprovecha el desorden y se infiltra en la protesta para crear el caos, porque la mayoría de quienes asisten a dichas manifestaciones son personas pacíficas que lo único que quieren es que las oigan. De resto son chinches y desocupados que se carcajean mientras tiran piedras y hacen daños.

Los ciudadanos estamos inconformes con el servicio de salud, con la justicia, las políticas de empleo, la movilidad, los servicios públicos, el abuso de bancos y corporaciones, la seguridad, el transporte público, la educación en general, los monopolios, el costo de vida… y mejor recurro al etcétera para resumir. Y a pesar de que el porcentaje de colombianos que salen a las vías para hacerse sentir es muy bajo, es suficiente para paralizar regiones e impedir el tránsito de carga y pasajeros; ahora viene el desabastecimiento, el aumento de precios y el abuso de muchos comerciantes que aprovecharán la ocasión para lucrarse.

Otra situación que aterra de nuestra actual realidad es la indolencia en que nos hemos sumido. Sin duda la repetición de cualquier hecho hace que empecemos a verlo como algo natural y lo que debería impresionar y prender las alarmas, pasa desapercibido ante nuestros ojos. Cómo es posible que en Boston mueran tres personas en un atentado con bomba y Estados Unidos entero se muestre solidario con las víctimas, en todos los rincones haya manifestaciones, cadenas de oración, vigilias y ceremonias para recordar a las víctimas. En Londres asesinan a un policía en la calle y la ciudadanía en pleno se manifiesta para rechazar el crimen, desde la reina hasta el más humilde ciudadano siente la muerte del agente como si fuera de su propia familia y en el lugar de los hechos se acumulan ramos de flores, tarjetas de condolencia y demás muestras de apoyo.

En cambio aquí es común que la gente se indigne porque maltratan un caballito carretillero o alguien atropella un perro con su carro, pero nadie dice nada cuando masacran a una docena de jornaleros, mueren niños por balas perdidas, violan mujeres y adolescentes, atracan, asesinan, secuestran y demás barbaridades. La avalancha de malas noticias nos ha sacado callo y pocas cosas logran sacudirnos. Me preocupo de verdad cuando leo en el periódico acerca de un atentado contra un grupo de soldados, donde mueren varios de ellos, y paso por encima de la noticia sin prestarle atención; antes pensaba en sus familias destrozadas por el dolor, en unas vidas truncadas a tan temprana edad, en tantos amigos y allegados que los echarán de menos.

Ya era hora de que nos uniéramos en una sola voz para reclamar por tanta injusticia, corrupción y desigualdad social. La protesta debe perseverar hasta que los cambios sean tangibles, porque promesas no queremos oír más; y espero que sin recurrir a la violencia ni al desorden, porque estamos a punto de caer en un abismo oscuro y sin retorno. El territorio nacional es un gran incendio donde las llamas afloran por todas partes, y en ese río revuelto es donde pescan los amigos de la anarquía y el caos.

Y no culpemos solo al Presidente y a sus ministros, porque los responsables son todos aquellos que manejan el poder político y económico de nuestra querida Colombia. Ojalá imperen la razón y la cordura, que la protesta sirva de algo y que pronto regresemos a la normalidad; y que Santos mida sus palabras para no repetir la torpeza del primer día del paro, cuando dijo, palabras más palabras menos, que no habían salido con nada, que todo estaba normal y que había sido más la bulla. ¡Imprudente!
@pamear55

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