martes, abril 30, 2013

Cómo es la cosa…


La película Milk, dirigida por Gus Van Sant, trata sobre la lucha de un activista homosexual, Harvey Milk, quien aboga por los derechos de sus iguales en una sociedad santurrona y tradicionalista en la década de 1970. El personaje, caracterizado por el actor Sean Penn, inicia una campaña para exigir condiciones dignas e igualdad de derechos para sus semejantes, logros que contra todo pronóstico alcanza con el apoyo de ciudadanos que votan por él, para elegirlo en un cargo desde el cual pudo desarrollar su proyecto en la ciudad de San Francisco. Desde entonces en el mundo entero los homosexuales luchan por sus derechos, y a fe que es mucho lo que han conseguido.

En Colombia, igual que en otras latitudes, la comunidad homosexual se llamó en un principio LGB (lesbianas, gays y bisexuales), pero con el paso de los años han ido aumentándole letras porque aparecen militantes de otras disciplinas. Primero le agregaron la T de transgénero y últimamente la I de intersexuales; de manera que ahora es LGBTI. Pues muy pronto tendrán que ponerle coto al asunto y cerrar con una O, de otros, porque de lo contrario no alcanzará el alfabeto para acoger tantas rarezas que presentan los humanos del siglo XXI. El caso es que en nuestro país también han obtenido beneficios y derechos que antes ni siquiera soñaban.

Lo que llama mi atención es que a pesar de gozar de las mismas condiciones que una pareja heterosexual en cuanto a derechos patrimoniales, a heredar la pensión de su media naranja y poder registrar la convivencia ante notario público, ahora les dio porque lo que quieren es casarse. Paradójico que el matrimonio entre parejas de ambos sexos, como debe ser según la iglesia y tradicionalistas redomados como el Procurador Ordoñez, sea cada vez más escaso y lo trabajoso es encontrar una pareja dispuesta a echarse el lazo al cuello. Entonces, mientras la mayoría de la humanidad le hace el quite al himeneo, a los del otro equipo les dio la ventolera porque no les sirve sino casados.

Pienso que todos debemos tener los mismos derechos, sin importar la condición sexual, y en lo único que tengo dudas es en la adopción por parte de parejas del mismo sexo. Y lo digo por una razón simple: porque con lo fregado que está ahora el problema del matoneo, no quiero siquiera imaginar lo que será para un muchachito el día que en el colegio citen a los padres de familia por cualquier motivo y que lleguen su papá y su mamá, ambos de bigote, cogidos de la mano y dándose besitos. Más le vale al mocoso no volver a aparecer por el colegio, porque será blanco de burlas y apodos ofensivos.

Cambio de tercio para tratar un asunto que llamó mi atención en estos días. Leo en el periódico que el nuevo propietario del Once Caldas está sentido porque los empresarios del departamento no han querido comprometerse con el apoyo económico al equipo. Sin duda el patrocinio de Kenworth de la Montaña llegó en un momento oportuno porque al equipo se le cerraba el horizonte, pero al menos yo pensé que al ser adquirido por una multinacional se solucionaban los problemas económicos. Pues ahora parece que lo que el inversionista esperaba era vender varios patrocinios entre la industria local para así, aparte de promocionar su marca, hacer negocio con la publicidad que luce el equipo en su uniforme.

Es de suponer que cuando un equipo deportivo tiene un dueño nadie querrá invertir en él, como sucede con Atlético Nacional, en cuya camiseta sólo aparece la marca de gaseosas perteneciente al grupo económico propietario del equipo. Lo mismo sucede con escuadras en el mundo entero, por lo que tacó burro el empresario antioqueño si pensó que aquí iban a hacer fila para invertir en “su” equipo. Así amenace con que lo va a liquidar o con llevárselo para otra parte, no veo posible que la empresa privada se le apunte a ese negocio. Más si se trata de un equipo irregular que hoy gana un partido importante y mañana pierde con el último de la tabla.

Por último, no veo con buenos ojos la “guerra” contra el proceso de paz en la Habana que libran los escuderos del ex presidente Uribe. Está bien que difieran, critiquen y hagan oposición, pero esa obsesión por convencernos de que lo que adelanta el gobierno con el grupo guerrillero es un exabrupto que todos vamos a lamentar, al menos a mí, me tiene hasta la coronilla. De manera que, según ellos, la solución es continuar en un conflicto que no deja pelechar al país, destinar una buena tajada del presupuesto a la guerra, seguir con el conteo de víctimas inocentes, acostumbrarnos a la zozobra y observar impávidos cómo Colombia se desangra.

Claro que hay que ceder de parte y parte, porque así son las negociaciones. Si pretendemos que ellos acepten todas las condiciones del Gobierno, se trataría más bien de una rendición. Nadie podrá convencerme de que es mejor seguir en un conflicto interminable en vez de pactar por la vía del diálogo; eso sí, alertas para que las conversaciones no sean un trampolín para la reelección. Yo confío en la entereza de Humberto de la Calle y su equipo negociador.
pamear@telmex.net.co     

martes, abril 23, 2013

Turista satisfecho…


Es común que en época de vacaciones muchos planeen sus paseos a la costa atlántica, San Andrés, Panamá o Miami. Lo increíble es que un gran porcentaje de ellos no conocen tantos destinos espectaculares que tenemos en nuestra geografía; qué chanda, dicen los mocosos cuando les plantean un paseo por Colombia. Porque no apreciamos lo que tenemos sino al perderlo o cuando nos lo hacen notar. Lástima que tanto turismo extranjero prefiera otros destinos debido a nuestra mala imagen; esa imagen tan trabajosa de recuperar, mientras se pierde fácilmente con unos pocos hechos de terrorismo y delincuencia.

Cada ciudadano puede aportar para mejorar la imagen del país: al conocer un visitante extranjero sea amable con él, colabórele en lo posible, enséñele nuestra cultura, la gastronomía, sitios turísticos y demás atractivos. Una buena impresión cambia ese prejuicio que tienen de nosotros y con seguridad esa persona regresa a su país y difunde su experiencia. Así sembramos la semilla que después traerá beneficios, para que muchos se animen a visitarnos sin miedos ni prevenciones.

Tuve la oportunidad de compartir con una pareja de estadounidenses que llegaron a Manizales invitados por unos amigos, a modo de agradecimiento porque en su casa se alojó por un tiempo una hija que fue a ese país a estudiar. Durante casi tres semanas recorrieron la ciudad y sus alrededores, y de una vez aprovecharon para someterse a tratamientos odontológicos. Él de 62 años y ella unos años más joven, viven en una población al norte de Nueva York y visitaban Colombia por primera vez. Llegaron a Bogotá y fueron agasajados por varios jóvenes que residieron alguna vez en su casa, pero la capital les pareció caótica y poco atractiva. En cambio arribaron a Manizales y desde el primer momento los embrujó la ciudad.

Un domingo frío y lluvioso estábamos de tertulia en casa de unos amigos que viven en las afueras de Manizales, y recién bajados del avión allá llegaron los visitantes. Aunque no creímos que ellos le jalaran, les teníamos para el algo unos chorizos artesanales inmensos, acompañados de tajadas maduras, arepitas fritas y empanadas, todo comprado en una venta callejera de la vereda; también había torta casera preparada por nuestro anfitrión. Es común que a los extranjeros ese tipo de comida tan diferente a lo que ellos conocen, aparte de lo aliñada, no les llame la atención, y sin embargo les encantaron las viandas y hasta repitieron.

En una finca cerca a Neira se embelesaron con las imponentes montañas y conocieron todos lo relacionado al cultivo del café, desde el almácigo hasta su venta en la cooperativa del pueblo. Se deleitaron con lulos, guanábanas, granadillas, tomates de árbol y demás frutas tropicales, y los platos típicos fueron para ellos novedosos y de todo su gusto. Cuando supieron que yo tenía esta columna en el periódico quisieron contarme sus experiencias y después de oírlos, pude notarles cierto remordimiento por la prevención que tenían hacia nosotros.

Aunque el español de Andy es escaso, no busca traductor y prefiere hacer el esfuerzo para expresarse en nuestro idioma. También llamó mi atención la expresividad y elocuencia de ambos, tan diferente a norteamericanos y europeos. Por eso les impactó la espontaneidad de nuestra gente, la sencillez y el trato cálido y amable que le damos al visitante. Contaron que al compartir con familiares y amigos en Estados Unidos que venían a una ciudad de Colombia a hacerse tratamientos odontológicos, todos se asombraron y les advirtieron mucho de infecciones y otras complicaciones que podrían enfrentar. Pues encontraron muy diferente el asistir al dentista aquí, porque son profesionales que explican con amabilidad lo que van a hacer, dibujan en un papelito y algo que no podían creer, al otro día llaman al paciente a preguntarle si siente alguna molestia. Iban descrestados con la calidad del servicio, la asepsia y ciertas tecnologías, como la anestesia electrónica, que aseguraron no conocer. Viniendo de donde vienen.     

Mientras Andy esperaba en la sala de espera del centro radiológico, entró la empleada del aseo a barrer y en cierto momento se queda mirándolo y le pregunta si él no es de por aquí. Entablan así una conversación, él con su escaso español y ella encantada, le habla de un familiar que vive por allá y otros tantos cuentos que lo entretienen mientras espera. Eso le pareció encantador, lo mismo que el detalle de la empleada doméstica de la casa, quien cuando timbraba muy temprano y él le abría la puerta, lo saludaba en un inglés aprendido para la ocasión.

Al final los llevaron al Quindío y aunque les pareció muy bonito, dijeron que nada igual a Manizales y sus alrededores. Ellos conocen Europa, India y otros lugares del mundo, y aseguran que esto es lo más bello que han visto; Kathleen dice que las montañas de Suiza tienen fama, pero que definitivamente las de por aquí las opacan por su majestuosidad y esa variedad de verdes. Además, insistieron en que la visita a esta tierra es la mayor experiencia de sus vidas. Les reiteramos que Colombia tiene muchos otros lugares espectaculares, por lo que iban dispuestos a difundir su experiencia y tratar de cambiar entre sus allegados el concepto que tienen del tercer mundo, además de animarlos a venir. Por lo pronto, ellos ya planearon su próxima visita.
pablomejiaarango.blogspot.com

martes, abril 16, 2013

Hipócritas y mojigatos.


El ser humano es un espécimen bien particular. Es curioso que tantos se comporten de forma similar, sin variar en nada las detestables taras que nos han acompañado a través de los siglos. Sin importar género, raza, color o religión, en todos los rincones del planeta y en las diferentes épocas el hombre ha sido el mismo en cuanto a virtudes y defectos. No cabe duda de que en la actualidad vamos en caída libre, debido a la falta de principios y a una decadencia que parece no tocar fondo, pero en general la actitud de las personas ha cambiado muy poco al compararla con nuestros antepasados. Odio, solidaridad, envidia, honestidad, sevicia, entereza, malicia o petulancia, son comportamientos innatos de nuestra especie.

Defectos que producen desazón y repudio son la hipocresía y la mojigatería, que nunca han perdido vigencia y son tan comunes en el diario devenir. En el mundo entero suceden tantas cosas por debajo de la mesa, y aunque todos sospechamos de su existencia, mientras no salgan a la luz pública nadie las da como ciertas. Pero el día que se comprueban muchos ponen el grito en el cielo, se santiguan, rasgan sus vestiduras, critican y descalifican, como si fueran los dueños de la moral y los buenos principios.

Ejemplos hay muchos, aunque apelo a sucesos recientes para que estén frescos en la memoria. Hace años, en una requisa en el aeropuerto, pillaron a Carlos Osa Escobar con un cacho de marihuana y hay que ver la que se armó; y me pegunto cuántos de esos que lo señalaron escondían vicios y aberraciones aún peores. Cuando el gobierno de Uribe compró las conciencias de los congresistas Yidis Medina y Teodolindo Avendaño para asegurar esos votos a su favor, las voces de repudio se hicieron sentir desde todos los rincones del país. Como si nadie sospechara siquiera que así funciona la política en nuestro medio, que en el Congreso nadie vota por compromiso o idealismo, sino a cambio de dádivas y beneficios. Cuántas embajadas, notarías, contratos, puestos, etc., se habían repartido hasta entonces, pero no fue sino que sucediera el hecho que menciono para que todos nos escandalizáramos.

El lío de faldas del presidente Clinton con una becaria de la Casa Blanca, cuyas faenas se realizaban en la Oficina “oral”, es uno de los escándalos más sonados de las últimas décadas. Reprochable que el hombre que desempeña el cargo más importante del mundo se comporte de esa manera, pero daba risa ver a personajes de todos los continentes furiosos, aterrados, ofendidos y asombrados por el hecho, como si fuera la primera vez que sucediera. Cuántos de esos políticos, periodistas, predicadores y dirigentes tendrían en su historial comportamientos similares, o peores, y de dientes para afuera mostraban asombro y repudio.

El golfista Tiger Woods ha sido el más famoso y reconocido de los últimos tiempos, pero no solo por su rendimiento en el campo deportivo sino porque lo tenían como el adalid de las buenas costumbres y el ejemplo a seguir como ciudadano, esposo y padre de familia. Hasta que un día le empezaron a aparecer novias y mozas en todas partes, aparte de que lo pillaron en una garrotera con la esposa, quien alcanzó a romperle un vidrio del carro con un palo de golf. Quién dijo miedo, fue como si el Santo Padre se hubiera puesto un arete. El escándalo no se hizo esperar y todos tildaban al negro de inmoral, corrompido, irresponsable y promiscuo; como si fuera muy raro que un tipo forrado en oro, que por sus compromisos no para en la casa, con buena pinta y mucha fama, echara sus canitas al aire con algunas de las tantas damas que lo acosan a diario. 

Pero sin duda el alboroto que más ha llamado mi atención en los últimos tiempos es el del ciclista estadounidense Lace Armstrong. Desde hace mucho tiempo sabemos que las competencias ciclísticas actuales son de una exigencia que sólo quienes recurren a ayudas externas logran destacarse, y ahora el reto en la ciencia del dopaje es no dejarse pillar. Recorrer más de 200 kilómetros en bicicleta todos los días, durante casi un mes, sujeto a cambios climáticos y en competencia, no es para hacerlo con la ayuda de bananos y bocadillos. Personas que conozco conversaron con un ciclista criollo que compitió como gregario en un equipo europeo y el tipo relataba que eso era una barbaridad; que llegaba el médico todas las noches al hotel y sin siquiera pedir su consentimiento le inyectaba sustancias desconocidas, las cuales llegaban a embotarlo hasta hacerle perder el sentido de la realidad.

Tiene que ser muy pendejo quien creyó que Armstrong, después de pasar por los tratamientos para superar un cáncer, haya ganado siete veces la competencia ciclística más importante del mundo y a palo seco. Y descubren la trampa y es como si se hubiera personificado el mismísimo Lucifer. Los dirigentes aúllan, los periodistas se aterran, moralistas y santurrones señalan y acusan, y los mandamases de las empresas patrocinadores corren a suspender su millonaria inversión, como si nunca hubieran sospechado siquiera que semejante abominación pudiera existir. Mientras el personaje es reconocido todos empujan para aparecer en la foto, pero cae en desgracia y nadie quiere saber de él. Qué humanidad tan puritana, hipócrita y acomodada.  
pamear@telmex.net.co

martes, abril 09, 2013

Asuntos varios.


Desde que empezó a especularse con la gravedad del estado de salud del presidente Chávez, muchos nos preguntamos acerca de lo que sucedería después de su desaparición. Con lo que no contábamos era con que el líder populista se encargaría de dejar montado el andamiaje para seguir gobernando en cuerpo ajeno, como sin duda lo logró. Porque en Venezuela lo único que sucedió fue que cambiaron de payaso. Con la diferencia que el anterior era auténtico, carismático y polémico, así nos chocara a tantos, mientras que Maduro es un oportunista que debió aferrarse a un cadáver idolatrado por el pueblo para impulsar su ya programada campaña presidencial.

Fui de los que pensé que era la oportunidad para la oposición de hacerse con el poder y por ello me extrañó ver al candidato Capriles reacio a lanzarse nuevamente a la carrera por la presidencia; un personaje que hace muy poco alcanzó una cifra tan significativa de votos no podía desaprovechar semejante coyuntura, sobre todo porque supusimos que ya sin el chafarote bocón como contrincante la situación sería muy diferente. Pues por varios medios me he enterado de que la oposición en Venezuela no tiene ninguna intención de ganar las elecciones, porque de hacerlo tendría que tomar fuertes medidas para recuperar al país de la crisis económica en la que está inmerso.

Entonces basta imaginar la reacción de un pueblo empobrecido al que la cacareada revolución bolivariana ha dado dádivas durante tantos años, cuando llegue un gobierno de derecha a imponer impuestos, suspender subsidios y ayudas en metálico y en especie, y a apretarles el cinturón de muchas otras maneras. Dicho gobierno sería blanco de la ira del populacho y con seguridad no duraría mucho. De manera que la explicación es muy lógica: si Chávez y su cohorte de áulicos se encargaron de montar semejante mentira, de llevar al país a la ruina y crear une caos institucional, que sean ellos mismos quienes enfrenten la realidad y miren a ver cómo van a salir del berenjenal.

***

Mientras tanto se prende la campaña presidencial en nuestro país y los primeros protagonistas son los ex presidentes, quienes buscan acomodarse en el partidor. Agarrados de las mechas parecen quinceañeras, mientras el presidente Santos reparte viviendas gratis y hace promesas en las que pocos creen, apoyado en la ventaja que supone hacer una campaña desde la Casa de Nariño. Pero ojo, que no vaya a pactar de cualquier manera con la insurgencia por tener un caballito de batalla para ganar las elecciones, porque ese cuento que para diciembre puede estar firmada la paz, suena sospechoso. Confiemos en que Humberto de la Calle y su equipo no se dejen influenciar de intereses políticos y electorales.

Falta más de un año para ir a las urnas y desde ya podemos suponer que el asunto va a estar movido. Las diferentes fuerzas políticas buscan atravesársele al  ex presidente Uribe, quien espera recuperar el poder al instalarse con sus fuerzas en el Congreso. Al mismo tiempo Pastrana defiende a capa y espada su gobierno, sobre todo en lo que se refiere al Caguán y al asunto de San Andrés, mientras Ernesto Samper tiene la desfachatez de ponerle la cara al país. Me parece que debemos aprovechar la situación y ahora que por fin aceptamos que el Aeropuerto de Palestina hay que construirlo por etapas, condicionarle a Santos nuestro apoyo a su reelección si nos deja financiada esa primera etapa; pero nada de promesas, que se vean las partidas correspondientes y los contratos adjudicados.

***

Me dolió profundamente ver la foto de Juan Manuel Llano enjugándose una lágrima después de oír el fallo que lo envió a la cárcel mientras le siguen un proceso judicial. Porque debido a la camaradería de nuestros padres, Juan es mi amigo desde la niñez. Fue mi compinche durante la adolescencia y juventud, compañero en el colegio, contertulio de parrandas, amigote generoso y siempre dispuesto. En los últimos tiempos nuestros caminos se han cruzado en pocas ocasiones, situación que no hace mella a una amistad de vieja data.

Por ello sentí tanto dolor al verlo en semejante situación. Y no soy nadie para decir si es culpable o inocente de los cargos que pesan sobre él, que para eso está la justicia, pero no dejo de preguntarme en qué queda aquella premisa que conocemos hasta quienes somos legos en materia judicial, acerca de que todo individuo es inocente mientras no se le compruebe lo contrario. Además, eso de que Juan Manuel es un peligro para la sociedad me parece absurdo. Peligrosos esos bandidos que vemos a diario en las noticias, quienes son detenidos mientras cometen todo tipo de fechorías y que para sorpresa de todos portan el brazalete electrónico o salen de las cárceles a disfrutar permisos.
Siempre he dicho que quien la hace la paga, sin excepciones, pero mientras no haya un veredicto condenatorio Juan debería estar en su casa; o al menos en el batallón o en la Escuela de Carabineros, como él lo solicitó. No puedo entender a nuestra administración de justicia, que para combatir el hacinamiento en las cárceles concede beneficio de prisión domiciliaria a criminales de la peor calaña. Ojalá el proceso se resuelva lo más pronto posible, e independiente del resultado, Juan sabe que cuenta con un amigo incondicional.