jueves, febrero 13, 2014

Pasmosa ineficiencia.


En este país ocurren unas cosas que nos dejan estupefactos, iracundos, desconsolados y en un estado de indefensión que desespera. Las conocemos de oídas y comentamos respecto a ellas, pero al ver pruebas y testimonios la desazón nos invade. Somos conscientes de que esto debe cambiar, pero la realidad final es siempre la misma: no hacemos nada, no pasa nada y los corruptos siempre se salen con la suya. Además, aprovechan nuestra indolencia y pasividad que son alarmantes.

Con las movilizaciones y paros que son tan frecuentes en este país, recordé algo que siempre me ha sorprendido. Durante el tiempo que trabajé en una empresa de aviación, hace ya muchos años, era común que el gremio de los controladores aéreos exigiera mejores condiciones laborales y durante esas protestas, quienes laborábamos en los aeropuertos enfrentábamos muchas dificultades por el traumatismo causado a la operación diaria de aeronaves. Pero a diferencia de cualquier otro asalariado que debe recurrir a mítines, boicots, amenazas, enfrentamientos con los directivos y muchas veces llegar a las vías de hecho, porque de lo contrario no le paran bolas, a los funcionarios de la Aerocivil les basta con aplicar el reglamento para crear un caos.

Aunque parece un galimatías, una sinrazón, es absolutamente cierto y además una táctica que no tenía pierde; ¿o a quién pueden sancionar por cumplir con su deber? El asunto funciona así: resulta que según la regla un avión no puede carretear sino a una distancia determinada de otro, a diferencia de como sucede ahora por ejemplo en Eldorado donde largas filas de aeronaves esperan turno. Igual sucede con los tiempos reglamentarios entre despegues y aterrizajes, además de otras muchas normativas que se pasan a diario por la galleta. De manera que si los controladores deciden hacer respetar las normas, no se alcanza a cumplir ni con la mitad de los vuelos programados; los pilotos comerciales utilizan el mismo método de protesta. Quiere decir entonces que en nuestro país la operación aérea se realiza sin cumplir con las medidas de seguridad establecidas, con la anuencia de directivos y autoridades.

Algún día dejó de llegarme la factura mensual de un impuesto municipal y procedí a llamar para buscar una solución. Después de luchar con el conmutador y saltar de tecla en tecla, por fin logré hablar con la funcionaria encargada. Expuse el inconveniente, convencido de que alabaría mi diligencia, pero respondió que el fallo estaba en la empresa de mensajería. Le pregunté si podía remediarlo al enviarme otra factura y respondió que no tenía tiempo, que el problema era mío.

 Ahora me entero de un asunto que me tiene perplejo. Resolvió el gobierno actualizar las licencias de conducción y como suele suceder, la ciudadanía dejó el trámite para última hora; claro, como aquí sabemos que aplazarán la fecha límite durante un tiempo indeterminado... Como siempre, unos contratistas son los encargados de realizar los chequeos y demás pruebas correspondientes, empresa que deja jugosas ganancias a ellos y a quienes les adjudican los contratos. Nada qué hacer porque así funciona el sistema, pero lo mínimo que esperamos es que realicen bien su labor. Además, deberían efectuar exámenes de conducción y reconocimientos médicos completos.

Las irregularidades son escandalosas y los casos que refiero los oí de boca de las personas interesadas; nada que me contaron, supe, por ahí escuché. Va un señor de sesenta años y en el examen de los ojos el encargado le pide que lea unas letras, lo que hace sin dificultad. Acto seguido le ordena que se quite las gafas, ante lo cual el paciente admite que no puede leerlas. Ahí el supuesto facultativo empieza a chulear ítems en un formulario y pregunta al interesado si quiere que le ponga restricción de gafas. Como este responde que no, el baboso muy orondo acata la sugerencia. Otro señor realizaba la prueba de reflejos y mientras tanto la encargada, una fulana con pinta de prepago, dándole la espalda se arregló las uñas mientras chateaba por el celular; nunca comprobó el desarrollo de la prueba.

Estos eminentes profesionales parecen desconocer que las personas de edad avanzada tienen deficiencias en sus funciones y para ellos es lo mismo un anciano que un adolescente, por lo que las pruebas técnicas, de reflejos y exámenes médicos son los mismos para todos los aspirantes. Muchos viejos que padecen enfermedades de los órganos de los sentidos, neurológicas y demás males comunes de la edad, aprueban sin problema todos los chequeos necesarios para renovar la licencia; parece que la única condición para obtener el documento es tener el dinero necesario para cancelar el importe.
La mayoría de ancianos conducen con prudencia, pero debido a su pérdida de funciones y demás achaques propios de la edad pueden cometer una trágica imprudencia. Cierta vez llegó uno de mis hermanos a contarle a mi papá, quien entonces tenía unos 75 años, que un amigo lo vio pasarse muy tranquilo un semáforo en rojo. El viejo preguntó dónde y a qué hora sucedió el hecho, pensó un momento y al darse cuenta de su error, entregó las llaves a su hijo y le pidió que vendiera el carro. De manera que si el gobierno no controla, queda en manos de cada persona decidir si es apta para algo tan delicado como conducir un vehículo.

1 comentario:

BERNARDO MEJIA ARANGO bernardomejiaarango@gmail.com dijo...

Creo, estimado pariente lejano, que uno debe aceptar con dignidad el hecho de envejecer. Uno de esas demostraciones de dignidad, es entender que llegada "cierta edad", uno debe entregar las llaves, como un buen conductor elegido, punto.
De la pasmosa ineficiencia, es mejor no hablar.