Se cumplen cien años del inicio
de la llamada Gran guerra, un conflicto que involucró a muchos países y cuyas
consecuencias se sintieron en todo el planeta. A pesar de la hecatombe vivida,
veintiún años después estalla la Segunda guerra mundial, una confrontación con actores
similares pero con las aparición de Adolfo Hitler, un hombre que marcó la
historia de la humanidad; obsesionado por vengar la humillación sufrida por
Alemania al firmar el Armisticio que puso punto final a la Primera guerra, creó
El tercer Reich, un imperio que dominaría al mundo durante mil años.
Mucho se ha escrito sobre las guerras
mundiales, existen infinidad de películas y documentales, entre ellos una serie
de History Channel con motivo del aniversario, donde de una manera sencilla
resume lo sucedido en ambos conflictos. Respecto a la Gran guerra leí el libro ¨La
caída de los gigantes¨, de Ken Follett, en el que en un estilo novelado
involucra personajes de los países que participaron en ella y de una manera
magistral entrelaza sus vidas al final de la confrontación; militares, obreros
rasos, políticos, espías, mandatarios, aristócratas y gentes del común lo protagonizan.
El relato se remonta a unos años
antes de iniciar la conflagración y así pone al lector en contexto de lo que
sucedía en cada uno de los países en ese momento de la historia. En Inglaterra
los mineros exigían derechos y empezaban los amagos de rebelión, ante la mirada
indolente de unos pocos privilegiados que habían disfrutado por derecho propio
durante siglos las rentas de extensos territorios; las mujeres luchaban por el
derecho al voto, pues aspiraban a tener salarios justos y mejores oportunidades.
Los Estados Unidos enfrentaban una guerra limítrofe con México, al que por
cierto robaron gran parte de su territorio. Los rusos vivían en un polvorín a
punto de explotar debido a la desigualdad, mientras el zar y su corte gozaban
de unas prerrogativas absurdas. En Alemania el espíritu guerrerista hacía
prever una movilización inminente, mientras los franceses expectantes observaban
el desarrollo de los acontecimientos.
Esa gran hecatombe se caracterizó
por la guerra de trincheras y fue en territorio francés donde se enfrentaron
durante años ambos ejércitos en una lucha irracional y desgastante, en la cual
murieron miles de jóvenes bajo el fuego de obuses y ametralladoras; además aparecieron
las primeras armas químicas. Las trincheras eran trampas mortales infectadas de
ratas, en unas condiciones infrahumanas por el barro, el frío y la inminencia
de la muerte. En el frente occidental los rusos combatían mientras en ese país
se fraguaba la revolución que llevó a los bolcheviques al poder antes de que
terminara la guerra. También hubo enfrentamientos en el norte de África, el
Cáucaso, en medio Oriente y muchos otros países de Europa, y cuatro imperios desaparecieron
al finalizar el conflicto: el alemán, el ruso, el austrohúngaro y el otomano.
De la segunda guerra mundial
conocía algo de lo sucedido en Europa occidental, pero al leer el libro
¨Tierras de sangre¨ de Timothy Snyder supe que la mayor carnicería sucedió al
este, donde Stalin y Hitler causaron la muerte de catorce millones de personas
entre 1933 y 1945. Polonia, Bielorrusia, Ucrania y los países bálticos vivieron
una pesadilla difícil de imaginar, primero por las hambrunas causadas por la
implantación del comunismo en la naciente Unión Soviética, los gulags y las
purgas estalinistas. Después por el pacto Molotov-Ribbentrop, el cuál rompieron
los alemanes dando inicio a una confrontación que narra con detalle el escritor
en su libro.
Entendí un poco lo que sucede con
el conflicto entre palestinos e israelitas al leer ¨Dispara, yo ya estoy
muerto¨, de Julia Navarro, un ameno relato que muestra a varias generaciones de
personajes de ambos pueblos que compartieron en armonía ese territorio durante
mucho tiempo. Allí llegaron judíos que huyeron de tantas persecuciones sufridas
en Europa y Asia a través de los siglos, donde los estigmatizaron, humillaron y
despojaron de sus bienes, además de aniquilarlos; un ejemplo fueron los
temibles pogromos. Terminada la segunda guerra mundial muchos sobrevivientes judíos
decidieron radicarse en Palestina, donde gracias a su poder económico compraron
tierras para instalarse.
A principios del siglo XX el
territorio estaba bajo dominio otomano, pero después de la primera guerra pasó
a manos de los ingleses. Aproximadamente en 1920 se presentan las primeras
escaramuzas de un conflicto que no parece tener solución. Ambos pueblos ocupan
esas tierras desde hace milenios, pero con la declaración del Estado de Israel
por la ONU en 1947 los judíos del mundo por fin encontraron un territorio
propio. Palestinos y árabes en general recibieron esa decisión como una afrenta
y desde entonces los han combatido sin descanso, pero encontraron un pueblo
aguerrido que defiende su derecho con ahínco; varias guerras los han enfrentado
y siempre ganaron los israelitas, a pesar de una descomunal desventaja numérica.
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