viernes, septiembre 05, 2014

Historia de muerte y destrucción.

Se cumplen cien años del inicio de la llamada Gran guerra, un conflicto que involucró a muchos países y cuyas consecuencias se sintieron en todo el planeta. A pesar de la hecatombe vivida, veintiún años después estalla la Segunda guerra mundial, una confrontación con actores similares pero con las aparición de Adolfo Hitler, un hombre que marcó la historia de la humanidad; obsesionado por vengar la humillación sufrida por Alemania al firmar el Armisticio que puso punto final a la Primera guerra, creó El tercer Reich, un imperio que dominaría al mundo durante mil años.

Mucho se ha escrito sobre las guerras mundiales, existen infinidad de películas y documentales, entre ellos una serie de History Channel con motivo del aniversario, donde de una manera sencilla resume lo sucedido en ambos conflictos. Respecto a la Gran guerra leí el libro ¨La caída de los gigantes¨, de Ken Follett, en el que en un estilo novelado involucra personajes de los países que participaron en ella y de una manera magistral entrelaza sus vidas al final de la confrontación; militares, obreros rasos, políticos, espías, mandatarios, aristócratas y gentes del común lo protagonizan.

El relato se remonta a unos años antes de iniciar la conflagración y así pone al lector en contexto de lo que sucedía en cada uno de los países en ese momento de la historia. En Inglaterra los mineros exigían derechos y empezaban los amagos de rebelión, ante la mirada indolente de unos pocos privilegiados que habían disfrutado por derecho propio durante siglos las rentas de extensos territorios; las mujeres luchaban por el derecho al voto, pues aspiraban a tener salarios justos y mejores oportunidades. Los Estados Unidos enfrentaban una guerra limítrofe con México, al que por cierto robaron gran parte de su territorio. Los rusos vivían en un polvorín a punto de explotar debido a la desigualdad, mientras el zar y su corte gozaban de unas prerrogativas absurdas. En Alemania el espíritu guerrerista hacía prever una movilización inminente, mientras los franceses expectantes observaban el desarrollo de los acontecimientos.

Esa gran hecatombe se caracterizó por la guerra de trincheras y fue en territorio francés donde se enfrentaron durante años ambos ejércitos en una lucha irracional y desgastante, en la cual murieron miles de jóvenes bajo el fuego de obuses y ametralladoras; además aparecieron las primeras armas químicas. Las trincheras eran trampas mortales infectadas de ratas, en unas condiciones infrahumanas por el barro, el frío y la inminencia de la muerte. En el frente occidental los rusos combatían mientras en ese país se fraguaba la revolución que llevó a los bolcheviques al poder antes de que terminara la guerra. También hubo enfrentamientos en el norte de África, el Cáucaso, en medio Oriente y muchos otros países de Europa, y cuatro imperios desaparecieron al finalizar el conflicto: el alemán, el ruso, el austrohúngaro y el otomano.  

De la segunda guerra mundial conocía algo de lo sucedido en Europa occidental, pero al leer el libro ¨Tierras de sangre¨ de Timothy Snyder supe que la mayor carnicería sucedió al este, donde Stalin y Hitler causaron la muerte de catorce millones de personas entre 1933 y 1945. Polonia, Bielorrusia, Ucrania y los países bálticos vivieron una pesadilla difícil de imaginar, primero por las hambrunas causadas por la implantación del comunismo en la naciente Unión Soviética, los gulags y las purgas estalinistas. Después por el pacto Molotov-Ribbentrop, el cuál rompieron los alemanes dando inicio a una confrontación que narra con detalle el escritor en su libro.

Entendí un poco lo que sucede con el conflicto entre palestinos e israelitas al leer ¨Dispara, yo ya estoy muerto¨, de Julia Navarro, un ameno relato que muestra a varias generaciones de personajes de ambos pueblos que compartieron en armonía ese territorio durante mucho tiempo. Allí llegaron judíos que huyeron de tantas persecuciones sufridas en Europa y Asia a través de los siglos, donde los estigmatizaron, humillaron y despojaron de sus bienes, además de aniquilarlos; un ejemplo fueron los temibles pogromos. Terminada la segunda guerra mundial muchos sobrevivientes judíos decidieron radicarse en Palestina, donde gracias a su poder económico compraron tierras para instalarse.

A principios del siglo XX el territorio estaba bajo dominio otomano, pero después de la primera guerra pasó a manos de los ingleses. Aproximadamente en 1920 se presentan las primeras escaramuzas de un conflicto que no parece tener solución. Ambos pueblos ocupan esas tierras desde hace milenios, pero con la declaración del Estado de Israel por la ONU en 1947 los judíos del mundo por fin encontraron un territorio propio. Palestinos y árabes en general recibieron esa decisión como una afrenta y desde entonces los han combatido sin descanso, pero encontraron un pueblo aguerrido que defiende su derecho con ahínco; varias guerras los han enfrentado y siempre ganaron los israelitas, a pesar de una descomunal desventaja numérica.  

Es innato en el ser humano unirse a la causa del débil, en este caso los palestinos, pero detrás del conflicto existe una larga historia de odios, terrorismo y muerte. La guerra es abominable y nadie quiere ver niños destrozados por las bombas, pero el Hamás acosó a sus vecinos hasta que las circunstancias no les dejaron otra opción. El mundo entero espera que ambos bandos entren en razón y pongan fin a esa demencial carnicería.

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