sábado, agosto 22, 2015

Habla el vulgo.

Disfruto ver en los telenoticieros cuando entrevistan a la gente de la calle para pedirles una opinión, o debido a que han sido testigos de algún hecho. Personajes que se expresan de una manera auténtica y coloquial, con términos y dichos característicos de su condición, y que además salen con unas burradas que son causa de los nervios que produce a las personas hablar ante un micrófono. Pero así desconozcan las reglas del buen decir, siempre tienen una opinión acerca de todo lo que sea actualidad y además les encanta conversar con quien se topen en cualquier esquina. Por eso disfruto el palique con el cuidandero de carros.

Dichosos los ojos, dotor. ¿Yo?, ni pa qué le digo que bien porque me tiene agobiao este resisterio tan verriondo; yo reniego mucho del frío y del agua, pero bueno es culantro… La chispa de mediodía hasta las tres de la tarde me pone es a sudar ¿oiga? Claro que el trabajito se mejora, porque con buen tiempo este centro parece en ferias; no cabe un alma. ¿Cómo dice? Fíjese que sí, se ve mucho gringo de esos que andan con un morral al hombro; dentran a la catedral, toman fotos, recorren el setor y hasta tragan porquerías por ahí. Claro que tienen fama de chichipatos quisque porque son duritos pa gastar.

¿Qué si yo qué? Nooo, dotor, nunca le he jalao a eso porque me va mejor en este destino. Esa gente tiene que andar pilas a toda hora pa recoger la mercancía y abrise a correr, porque aparece de pronto la tomba y si les echan mano, pierden los cacharros y además los ponen en vueltas. Lo pior es que tienen que respondele al patrón por el billete, porque después que usté reciba una esistencia no hay disculpa pa no pagala. Como así… ¿acaso usté cree que los vendedores son dueños de lo que ofrecen? Bájese de la nube y ponga cuidao: por ejemplo un cliente trae un viaje de tomate, pero de redrojo del que no reciben en los supermercados, y se los entrega a dos docenas de vendedores pa que trabajen.

Unos tienen carretilla, otros un mero guacal y los más vaciaos se acomodan en el borde del andén; el patrón les entrega además unas bolsitas de plástico pa que los empaquen y les enseña cómo presentar los más bonitos revueltos con la viruña, y uno que otro medio podrido. Ahí está la utilidá.

Otros produtos, como el aguacate, se los roban de una finca por la noche y al otro día ya están en las calles pa arreglale el almuerzo a más de un parroquiano. Todas esas mercancías pertenecen a mayoristas que ponen a la gente a trabajar pa ellos. Lo mismo pasa con la música y las películas; el que ofrece chancletas; fugo recién esprimido; frutas y fritangas; el de los paraguas y demás chucherías que llenan los andenes sin dejar por dónde caminar.

¿Que por qué sé tanta cosa?, pues por andar toda una vida por aquí en el rebusque. Toda esa gente que usté ve ahí no tiene otra oción de trabajo y por eso les toca medísele a lo que sea, a ver si consiguen algo pa llevar a la casa; el que no camella no come, así de sencillo. Y aparte de estar todo el día en una esquina, llueva, truene o relampaguié, tienen que batutiar las mafias que se mueven por aquí, cuidase de los tombos, no dejase marraniar de nadies y ponese abeja pa vender la esistencia. No crea que eso es cualquier lagaña e’mico.

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