viernes, noviembre 13, 2015

Cómo es posible…

Con regularidad publican estudios realizaos por universidades de renombre internacional, en los cuales miden comportamientos y costumbres de quienes habitamos este planeta. Aunque muchas veces la información suena superficial y de poco interés, la espinita de la curiosidad nos obliga a ojear qué lugar ocupamos en la lista de los pueblos más felices, qué tan sedentarios somos, cuántos libros leemos, cuál es el consumo de carne, cómo preferimos dormir, si nos defendemos en desempeño sexual, si somos fieles e infinidad de banalidades por el estilo.

No recuerdo es que se hayan referido a qué tan permisivos somos, porque seguro estaremos entre los primeros lugares. Los colombianos nos tenemos confianza cuando se trata de criticar, renegamos por todo, vivimos escandalizados con las situaciones aberrantes que suceden a diario y nos lamentarnos de nuestros dirigentes, pero al momento de protestar nadie está dispuesto.

Tenemos claro que en cualquier rincón del planeta los poderosos son quienes ponen las reglas y se lucran de los demás, aunque en otras latitudes lo hacen con sutileza mientras que en nuestro medio actúan de frente, sin ambages ni vergüenza porque se saben frente a un rebaño de ovejas que hacen fila para que las esquilen; o las esquilmen, palabra que se acomoda mejor a nuestra realidad.

Cómo es posible, por ejemplo, que nuestra justicia opere de una manera a todas luces indebida, porque está politizada, es corrupta y manipulable, y el pueblo vea pasar ante sus marices todo tipo de irregularidades sin que nadie tenga una herramienta para impedirlo. Qué indefensión tan angustiante. Saber que en este país usted puede cometer cualquier tipo de delito y mientras pueda contratar a uno de los abogados mediáticos –Granados, Lombana, De la Espriella, Iguarán y demás personajes por el estilo-, tiene la seguridad que lo sacarán libre o como máximo recibirá una condena mínima para cumplir desde su domicilio.

Lo sucedido con el juicio por el asesinato del joven Colmenares parece un guion de telenovela y pasan los años sin que se dicte una sentencia. Mientras tanto resultan testigos falsos, liberan a unos mientras involucran a otros, las muchachitas como que sí pero que tal vez, y los abogados echan mano de todas las argucias habidas y por haber para evitar la condena de sus defendidos. Todavía más escandaloso el proceso contra Samuel Moreno, quien después de amangualarse con su hermano para llenarse los bolsillos con dineros mal habidos, contrató abogados expertos en dilaciones para evitar la realización del juicio y a ese paso está a punto de recobrar la libertad por vencimiento de términos.    

Todos los días desfilan frente a nuestros ojos unos casos que en medio de la ira producen a veces hasta risa, por absurdos y reprochables, y todos nos preguntamos cómo es posible que semejantes bandidos se salgan con la suya ante la mirada atónita de un pueblo que no reacciona, que espera en la comodidad de su casa que sean los demás quienes protesten y hagan valer sus derechos. No voy a la marcha porque se me embolata el almuerzo, parece que va a llover, se tira la siesta, es muy peligroso, voy a la próxima porque tengo como ganitas de entrar al baño…

Y llegan las elecciones y votamos por los mismos, situación que nos condena a soportar esta realidad por los siglos de los siglos. 

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