lunes, junio 04, 2007

!Se fue la luz!

Afortunados quienes vivimos una época donde los servicios públicos domiciliarios cubren casi la totalidad de los centros urbanos, y muchas veredas y caseríos del sector rural. Claro que la cobertura no es la misma en todas las regiones, ya que debido a la lejanía o a la falta de infraestructura de algunos departamentos, hay zonas que todavía carecen de ellos. Aunque en otras latitudes ofrecen más servicios, me doy por bien servido con lo que llega a mi casa. Y renegamos a diario por las fallas que presentan, o por su alto costo, pero solo cuando falta alguno los valoramos de verdad.

Es curiosa la forma como reaccionamos ante un desperfecto en los servicios públicos. Siempre ha sido costumbre, al presentase un corte nocturno de energía eléctrica, que todos los presentes reaccionen y digan al unísono: ¡se fue la luz! De igual forma proceden cuando de súbito se encienden las bombillas y todos vuelven a corear: ¡llegó la luz! Lo que nadie sabe es para dónde carajo se va la luz, que debe ser el mismo sitio de donde llega cuando vuelve. Y empiezan las quejas porque no hay televisión, en la estufa eléctrica no hay forma de cocinar, los electrodomésticos quedan cesantes, ni modo de leer y solo queda pelear con los muchachitos para que no jueguen con las velas ni hagan regueros de parafina. Claro que no pensamos en los que de verdad se perjudican, porque deben suspender la producción en sus negocios. La empresa regional publicó una explicación de los cortes reiterados de los últimos tiempos, lo que no satisface del todo a quienes nos sentimos directamente afectados.

Cuando cortan el agua la queja es general y empezamos a necesitar el precioso líquido para mil cosas. Ni hablar si sucede cuando uno está enjabonado en la ducha, porque los madrazos se oyen desde varias cuadras a la redonda. Nada descorazona más que abrir el grifo y escuchar el sonido que produce el aire en la tubería, y ahí es cuando añoramos aunque sea unos pocos litros para suplir las necesidades básicas. Si en la casa nadie se entera con anticipación del corte, o este se presenta sin previo aviso por una emergencia, y por lo tanto no recolectan un poco en cuanto recipiente tengan a mano, la situación se torna caótica. Y así se aprovisionen nunca va a alcanzar para lo mínimo requerido. Porque para preparar una sopa o un jugo, para lavarse los dientes o sudar un arroz se necesita muy poquita agua, pero si es menester vaciar un sanitario hay que echarle varios galones. El caso es que por diferentes razones, en el barrio donde vivo la presión del agua oscila y los cortes se repiten en forma desesperante.

Muchas veces el timbre del teléfono ofusca y cuando es inoportuno renegamos de él, pero ¡ay! de que falte un rato para que nos sintamos huérfanos y aislados. Las fallas de la línea fija no son traumáticas desde que inventaron el celular, pero la falta del aparatejo portátil crea paranoia en quienes se envician a usarlo. Ni hablar de cuando se envolata y se pierde la información recopilada en su memoria. El servicio telefónico es bueno, pero nos tiene hasta la coronilla la llamaderita que han cogido de los call center a ofrecer productos y otros mensajes que poco interesan, lo que para colmo siempre coincide con la hora de la siesta. Y la banda ancha de internet es una fantasía; digo, cuando funciona.

Viéndolo bien, las carreteras también son servicios públicos y aunque no recibimos factura mensual, por fortuna, debemos pagar un impuesto en los peajes. Parece mentira que en semejante negocio, el cual no se compara con ninguno en lo que a recoger billete se refiere, tenga uno que perder tiempo debido a la falta de sentido común de unos pocos. En el nuevo peaje de Tarapacá II la cola de carros es interminable, y a nadie se le ocurre proceder como en otros lugares, donde empleados se desplazan y atienden a los conductores en la fila para agilizar el servicio. Y qué tal el de San Bernardo del viento un domingo a las 5 de la tarde.

Respecto a la recolección de basuras tengo una queja. Propongo que turnen la hora de la recogida, ya que desde hace varios años el camión aparece en mi cuadra a media noche y debido al silencio reinante, el manipuleo de canecas y el hidráulico del vehículo hacen un ruido muy molesto. La verdad es que nunca estoy dormido a esa hora, pero imagino que muchos se despiertan alarmados por el sonido que, involuntariamente, genera esa actividad. Es claro que no pueden variar los horarios cada dos o tres meses, por los traumatismos que ello puede generar, pero ya es justo que trasnochen a otros.

El gas domiciliario funciona de maravilla, aparte de la dichosa revisión que nos afrijolan cada cierto tiempo y en donde resuelven que las normas anteriores ya no sirven, y por lo tanto toca meterse la mano al dril para cumplir las nuevas disposiciones porque de lo contrario cortan el servicio.

Se me ocurre que por el pago de facturas, en vez de darnos millas, nos deberían reconocer tiempo en le purgatorio; como cuando la iglesia vendía indulgencias.
pmejiama1@une.net.co

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Concuerdo con ese sentimiento de indefensión, sobre todo a la ausencia súbita de luz. Y nunca entenderé el porqué del "ahhhh" cuando se va.. y cuando vuelve. Lo mejor es que cada uno tiene su entoncación: el primero es decreciente y el segundo creciente.

PD
¿no sería embolatar?

Gustavo Quiceno J dijo...

Que tal Pablo, es su amigo el sacerdote padre desde Camerun, Gustavo Quiceno. Como vamos? excelentes sus articulos, me gustan, me entretienen y los comparto con mis compañeros de fraternidad. Todavia estoy pendiente de enviarle un comentario a su articulo aquel que escribiera sobre la religion catolica, la Iglesia y otras...
Me estoy preparando bien y es que espero tener un poco de tiempo estod días para poder comentarles varias cosas. Mi saludo amigable desde este semidesierto africano, saludes por esa bella tierra, mi terruño de Caldas , Manizales...
Hasta la proxima y pa'delante que pa'atras asustan, como decimos allá. Sale y vale

Anónimo dijo...

Es la verdad nadie sabe lo que tiene hasta que no lo pierde ,saludos

Anónimo dijo...

Hola Pablo: me hiciste recordar mis años de niñez en uno de los pueblos de Antioquia. Como alli se iba la luz con frecuencia, jugábamos escondidijos, hacíamos calles de honor con velas en las aceras, amazabamos enormes bolas con la esperma de las velas. etc. Y cuando regresaba la luz todos exclamábamos: aaaaahhhh, que pesar, volvió la luz
Jorge Iván