lunes, enero 28, 2008

Cero estrés.

Parece increíble que a quienes vamos por el medio chorizo, cincuentones que llaman, nos haya tocado ver tantos cambios en este mundo trastocado. Todo ha cambiado en forma considerable, lo que nos hace imaginar cómo irá a ser la vaina de aquí en adelante. Siempre oímos decir que la evolución de los seres vivos se produce lentamente, que necesita el paso de generaciones para concretarse, lo que en nuestro caso no aplica porque si repasamos lo sucedido en el último medio siglo podemos notar marcados cambios y diferencias. Cómo es posible que dentro de dos décadas algunos de nosotros muestren a sus nietos las fotos del nevado del Ruiz, mientras señalan la cordillera y les explican que allí quedaba, para relatarles que ese maravilloso fenómeno natural acompañó a los habitantes de esta ciudad desde siempre.

El adorno más hermoso que tiene nuestro variado y espectacular panorama son esas cumbres que muchas mañanas, sobre todo cuando ha nevado durante la noche, amanecen vestidas con un velo blanco maravilloso. Lo triste es que esa profusión de nieve dura hasta media mañana, cuando el sol la derrite y se descubren de nuevo los paisajes lunares. Hasta que hizo erupción el volcán Arenas era paseo obligado subir al refugio del nevado, donde a pocos pasos podían disfrutarse las nieves perpetuas. Los niños no podíamos esperar a que el carro se detuviera para lanzarnos como locos a revolcarnos en la nieve, y hacer el voleo de bolas elaboradas con esa escarcha mágica; solo los mareados por causa del soroche y el mal de altura debían entrar al refugio para recibir oxígeno, y tomarse una leche condensada o un chocolate caliente a ver si recuperaban los colores.

El comportamiento de las personas sí que ha sufrido cambios. Ahora los niños son muy diferentes, porque el modo de vida ha cambiado en forma considerable y ellos están expuestos a absorber los problemas de los adultos. Muchachitos que se maduran biches debido a que interactúan con los mayores a toda hora, quienes por darles importancia y querer parecer mejores padres, les permiten opinar y entrometerse en asuntos que son definitivamente de gente mayor. Entonces ellos se enteran de los problemas de pareja de sus padres, de las estrecheces económicas, de asuntos de otros parientes, de situaciones delicadas y coyunturales, y de la avalancha de malas noticias que inundan los medios de comunicación.

A diferencia de antes, cuando los mocosos se criaban en la calle sin dios ni ley y solo entraban a la casa a comer o a dormir, lo que no les dejaba tiempo para involucrarse en nada diferente a sus asuntos, los menores de ahora no se despegan de sus mayores y quieren saber todo lo que hablan delante de ellos; preguntan más que un perdido. Debido a esta diferencia de actitudes es que hoy en día los consultorios de sicólogos, médicos y terapeutas no dan abasto con la avalancha de muchachitos que asisten a su consulta. El suicidio en menores de edad se ha incrementado en forma impresionante, y los que no llegan a esa fatídica y desesperada situación, enfrentan traumas y conflictos personales.

Aterra ver infantes en el consultorio del gastroenterólogo porque la úlcera y la gastritis los mortifican, y para ellos ya es normal tragarse el tubo de la endoscopia que les explora las entrañas en busca de la causa de sus molestias. Lo triste es que tantos quebrantos en la salud son debido a un mal que hasta hace poco era exclusivo de los adultos: el estrés. No hay derecho a que un niño, que debería dedicar su existencia a divertirse y a disfrutar la vida, tenga que enfrentar aflicciones y angustias, y la ansiedad lo agobie hasta desequilibrarlo. Seguro que una persona así no llega a los 50 años, porque un infarto fulminante se lo lleva antes y sin previo aviso.

El futuro de la sociedad es negro y turbulento. Dentro de unos años las personas serán irascibles e intolerantes, situación que se tornará tensa porque la neura y el mal genio campearán. Gente amargada, tensa, nerviosa, estresada y a toda hora con el mico al hombro. Todos dedicados a lo suyo, expertos y conocedores de la materia que les interesa, pero absolutos desconocedores de cualquier otro tema. Cero lecturas, nada de cultura general, apatía absoluta por las ciencias y el conocimiento, ignorantes de la historia y el acontecer cultural, será el arquetipo del ciudadano común. Los aparatos electrónicos captarán la atención y controlarán el mundo, aunque en la actualidad ya se convirtieron en verdaderas adicciones para muchos mortales.

Pensar que en pleno siglo XXI todavía existen comunidades indígenas que habitan en las selvas inhóspitas, como los Nukak Maku. No conocen el significado de la palabra estrés y andan todo el día en pelota sin haber conjugado verbos como pagar, deber, consignar y cancelar. No saben lo que es un sobregiro, un pagaré, un impuesto, un cobro jurídico o un embargo. Mucho menos reconocen siglas como POT, PIB, CDT, EPS y UVR. No sufren de bulimia, migraña, colon irritable o dislexia. Y les resbala el acuerdo humanitario, la guerra de Irak, el calentamiento global, el precio del dólar y el Tratado de libre comercio. Echados en una hamaca, con las indias a la mano, y viringas, son en definitiva los chachos del planeta.
pmejiama1@une.net.co

1 comentario:

Jorge Iván dijo...

Elemental mi querido Pablo. Mientras nosotros nos preocupábamos por aprender para que el palito de la pirinola se metiera en el hueco, los muchachos de hoy viven estresados por aprender bien rápido a meter su pirinola en tanto hueco.