martes, marzo 16, 2010

Una terapia irremplazable.

Tal vez el único vicio provechoso y benéfico que existe es el de la lectura; y me refiero a ella como vicio porque más que una afición, un pasatiempo o una costumbre, con el paso de los años se vuelve una verdadera adicción. No puede quedarse el lector sin libro porque se siente desamparado e incompleto. Si va a pasar el fin de semana en una finca o para cualquier otro paseo, es primordial echar a la maleta un librito bien entretenido; con seguridad si lo lleva no se le va a presentar oportunidad de leer, porque apenas encuentre un lugar tranquilo y retirado, logre acomodarse y se cale las gafas, en ese momento llega alguien a entablarle conversación. Pero si no lo lleva, tenga la seguridad de que lo va a echar de menos en más de una ocasión. Otra cosa es que en cama ajena es común que las personas se desvelen, y ahí es cuando el libro se convierte en la mejor compañía.

Otro vicio bien común es llevar lectura al baño cuando la persona procede a evacuar el intestino. Hay casos de estreñimiento sicológico que impiden “obrar” al individuo si no acompaña el momento con su lectura predilecta, que puede ser un libro, el periódico o una revista, y se ven casos de quienes ante la falta de material deben dedicarse a leer la letra menuda del tubo de crema dental, del frasco de champú o del desodorante que hay en el gabinete; son medidas desesperadas que ayudan al angustiado huésped del escusao a aliviar la tripa. Claro que esas emergencias solo ocurren por fuera de la casa, porque alguien precavido mantiene en el baño el radio y un revistero con material actualizado. Otra cosa es que los médicos no recomiendan esa costumbre, porque demorarse mucho en dicha función estimula las temidas hemorroides.

El único inconveniente de la lectura es que muchas veces, en horas de la noche, no permiten conciliar el sueño. Es difícil cerrar un buen libro y sucede con frecuencia que uno piense que apenas termine un capítulo suspende, pero al llegar el momento no puede resistirse a echarle una ojeada a lo que sigue, y ahí es cuando queda pegado otra vez. Un libro interesante y entretenido no puede compararse con el mejor de los filmes; además de ser un excelente ejercicio para la mente, porque cada quien interpreta de manera diferente lo que lee y de una vez imagina su propia película.

Hoy en día los padres de familia se esfuerzan por interesar a sus hijos en algún deporte que los aleje de los peligros que tientan a la juventud, pero muy pocos se empeñan en fomentarles el hábito de la lectura. En los colegios deberían inducirlos a la lectura desde pequeños y no esperar a que los estudiantes estén en la adolescencia, cuando no existe riesgo de que dediquen su tiempo libre a tales menesteres; y con el agravante que les exigen unas lecturas jartas y pesadas. Debemos convencer a los menores de que leer entretiene, instruye, madura, educa, enriquece la personalidad, forja el carácter y sobre todo culturiza.

Ni siquiera los estudios más especializados pueden igualar el amplio horizonte de saberes que se adquieren con la lectura. Un libro es la mejor compañía y con él pueden a usted confinarlo o enfrentar un tratamiento médico que exija quietud; mata el tiempo mientras espera que le llegue el turno en la fila; mitiga el estrés en la sala de espera del aeropuerto y hace corto el vuelo más largo; hace soportable el tedio y la soledad. La vejez para el lector es mucho más llevadera que para quien solo ve televisión o juega parqués.

Un tema delicioso de conversación con un grupo de amigos amantes de la lectura es acerca de los diferentes títulos que cada uno ha leído, y si algunos de esos títulos son comunes entre varios de los presentes, es interesante oír la opinión de cada quien y la forma como asimiló su contenido. Entonces el uno se compromete a prestarle este libro a aquel, mientras que aquel se lo lleva al otro y así pasan los libros de mano en mano dejando todo ese bagaje de sabiduría y entretención.

Que si la plata no alcanza para cubrir las necesidades básicas mucho menos va a sobrar para comprar libros, alegan algunos, pero eso puede solucionarse con algo de iniciativa. Alguna vez en uno de mis programas de radio, después de que muchos oyentes se quejaron por el alto costo de los libros y lo inalcanzables que eran para ellos, llamó un señor y nos explicó su fórmula mágica. Ahorró para comprar el primer ejemplar y después de leerlo, fue a una librería de esas donde canjean todo tipo de textos; bastaba que el hombre encimara algunos pesos y se iba con un nuevo título para su casa.

A enseñar pues a los hijos a leer, estimularlos y compartir con ellos las lecturas, pero sobre todo aconsejarles libros que se acomoden a su edad y a sus gustos; porque sin duda con los años esos gustos cambiarán radicalmente. Todos los libros dejan alguna enseñanza, unos más que otros, pero ese cúmulo de conocimientos son los que alimentan la cultura general, materia que no enseñan en ninguna parte.
pmejiama1@une.net.co

2 comentarios:

Jorge Iván dijo...

Totalmente de acuerdo Pablo. Hay dos "libritos", lo digo por su poco tamaño y costo, que los jóvenes deberían leer y releer. El Principito y El Viejo y el Mar.

Óscar Gil "Ogil" dijo...

Todo depende de la posición…

Según estudios recientes,
hacerlo parado fortalece la columna;
boca abajo, estimula la circulación de la sangre;
boca arriba, es más placentero;
hacerlo solo es rico, pero egoísta;
en grupo, puede ser divertido;
en el baño, es muy digestivo;
en el auto, puede ser peligroso...
Hacerlo con frecuencia
desarrolla la imaginación;
entre dos, enriquece el conocimiento;
de rodillas, resulta doloroso...
En fin, sobre la mesa o sobre el escritorio,
antes de comer o de sobremesa,
sobre la cama o en la hamaca,
desnudos o vestidos,
sobre el césped o en la alfombra,
con música o en silencio,
entre sábanas o en el clóset:
hacerlo, siempre es un acto muy placentero de amor y de enriquecimiento;
no importa la edad, ni la raza, ni el credo, ni el sexo, ni la posición económica...

"¡Leer es un placer!". De modo que comparto lo dicho por el amigo Pablo Mejía Arango.

Definitivamente, lo mejor es leer y poner a volar la imaginación; y tú lo acabas de experimentar, ¿o no…?

¡Enriquece tu hábito por la lectura!

* * *