Es común que en época de
vacaciones muchos planeen sus paseos a la costa atlántica, San Andrés, Panamá o
Miami. Lo increíble es que un gran porcentaje de ellos no conocen tantos
destinos espectaculares que tenemos en nuestra geografía; qué chanda, dicen los
mocosos cuando les plantean un paseo por Colombia. Porque no apreciamos lo que
tenemos sino al perderlo o cuando nos lo hacen notar. Lástima que tanto turismo
extranjero prefiera otros destinos debido a nuestra mala imagen; esa imagen tan
trabajosa de recuperar, mientras se pierde fácilmente con unos pocos hechos de
terrorismo y delincuencia.
Cada ciudadano puede aportar para
mejorar la imagen del país: al conocer un visitante extranjero sea amable con
él, colabórele en lo posible, enséñele nuestra cultura, la gastronomía, sitios
turísticos y demás atractivos. Una buena impresión cambia ese prejuicio que tienen
de nosotros y con seguridad esa persona regresa a su país y difunde su
experiencia. Así sembramos la semilla que después traerá beneficios, para que
muchos se animen a visitarnos sin miedos ni prevenciones.
Tuve la oportunidad de compartir
con una pareja de estadounidenses que llegaron a Manizales invitados por unos
amigos, a modo de agradecimiento porque en su casa se alojó por un tiempo una
hija que fue a ese país a estudiar. Durante casi tres semanas recorrieron la
ciudad y sus alrededores, y de una vez aprovecharon para someterse a
tratamientos odontológicos. Él de 62 años y ella unos años más joven, viven en
una población al norte de Nueva York y visitaban Colombia por primera vez.
Llegaron a Bogotá y fueron agasajados por varios jóvenes que residieron alguna
vez en su casa, pero la capital les pareció caótica y poco atractiva. En cambio
arribaron a Manizales y desde el primer momento los embrujó la ciudad.
Un domingo frío y lluvioso
estábamos de tertulia en casa de unos amigos que viven en las afueras de
Manizales, y recién bajados del avión allá llegaron los visitantes. Aunque no
creímos que ellos le jalaran, les teníamos para el algo unos chorizos artesanales
inmensos, acompañados de tajadas maduras, arepitas fritas y empanadas, todo
comprado en una venta callejera de la vereda; también había torta casera
preparada por nuestro anfitrión. Es común que a los extranjeros ese tipo de
comida tan diferente a lo que ellos conocen, aparte de lo aliñada, no les llame
la atención, y sin embargo les encantaron las viandas y hasta repitieron.
En una finca cerca a Neira se
embelesaron con las imponentes montañas y conocieron todos lo relacionado al
cultivo del café, desde el almácigo hasta su venta en la cooperativa del
pueblo. Se deleitaron con lulos, guanábanas, granadillas, tomates de árbol y
demás frutas tropicales, y los platos típicos fueron para ellos novedosos y de
todo su gusto. Cuando supieron que yo tenía esta columna en el periódico quisieron
contarme sus experiencias y después de oírlos, pude notarles cierto
remordimiento por la prevención que tenían hacia nosotros.
Aunque el español de Andy es
escaso, no busca traductor y prefiere hacer el esfuerzo para expresarse en
nuestro idioma. También llamó mi atención la expresividad y elocuencia de ambos,
tan diferente a norteamericanos y europeos. Por eso les impactó la
espontaneidad de nuestra gente, la sencillez y el trato cálido y amable que le
damos al visitante. Contaron que al compartir con familiares y amigos en
Estados Unidos que venían a una ciudad de Colombia a hacerse tratamientos
odontológicos, todos se asombraron y les advirtieron mucho de infecciones y
otras complicaciones que podrían enfrentar. Pues encontraron muy diferente el
asistir al dentista aquí, porque son profesionales que explican con amabilidad
lo que van a hacer, dibujan en un papelito y algo que no podían creer, al otro
día llaman al paciente a preguntarle si siente alguna molestia. Iban
descrestados con la calidad del servicio, la asepsia y ciertas tecnologías,
como la anestesia electrónica, que aseguraron no conocer. Viniendo de donde
vienen.
Mientras Andy esperaba en la sala
de espera del centro radiológico, entró la empleada del aseo a barrer y en
cierto momento se queda mirándolo y le pregunta si él no es de por aquí. Entablan
así una conversación, él con su escaso español y ella encantada, le habla de un
familiar que vive por allá y otros tantos cuentos que lo entretienen mientras
espera. Eso le pareció encantador, lo mismo que el detalle de la empleada
doméstica de la casa, quien cuando timbraba muy temprano y él le abría la
puerta, lo saludaba en un inglés aprendido para la ocasión.
Al final los llevaron al Quindío
y aunque les pareció muy bonito, dijeron que nada igual a Manizales y sus
alrededores. Ellos conocen Europa, India y otros lugares del mundo, y aseguran
que esto es lo más bello que han visto; Kathleen dice que las montañas de Suiza
tienen fama, pero que definitivamente las de por aquí las opacan por su
majestuosidad y esa variedad de verdes. Además, insistieron en que la visita a
esta tierra es la mayor experiencia de sus vidas. Les reiteramos que Colombia
tiene muchos otros lugares espectaculares, por lo que iban dispuestos a
difundir su experiencia y tratar de cambiar entre sus allegados el concepto que
tienen del tercer mundo, además de animarlos a venir. Por lo pronto, ellos ya planearon
su próxima visita.
pablomejiaarango.blogspot.com
2 comentarios:
Muchas veces fui al Amazonas en plan de trabajo, siempre dije que algún día iría de vacaciones.
Cuando llegó ese día, invité a mi hija que por esa época tenía 13 años; sabía que corría el riesgo de que una adolescente se aburriera compartiendo con la selva y todo lo que le rodea.
Estuvimos 17 días de los cuales 8 transcurrieron en plena jungla, nadando en los caños, pescando o simplemente haciendo nada, viendo llover. Viajamos a lo largo del Amazonas de un extremo a otro del trapecio, visitamos Puerto Nariño, los lagos de Tarapoto, el parque Amacayaco, la Isla de los micos e hicimos muchas cosas más, entre ellas comer gambitana frita.
Puedo asegurar que esta niña, quien después de esa experiencia ha vivido inmersa en la tecnología, en las rumbas, en su vida de universitaria, jamás olvidará esta experiencia, este contacto con la naturaleza; definitivamente fue muy feliz.
He visitado muchos países y creo que definitivamente es mejor conocer y disfrutar primero lo que tenemos aquí; lástima que no lo apreciemos en debida forma. Cordial saludo pariente lejano. BERNARDO MEJIA ARANGO
Pabloprimo:
¡Valiente gracia que le parezca delicioso Manizales y sus alrededores!
Si hay algo agradable ese es tu terruño; la gente, el paisaje, el clima, la comida, otra vez la gente, todo se confabula para que uno sienta que llegó al mejor sitio.
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