martes, mayo 06, 2014

Espías modernos.


Las nuevas generaciones no sabrán de qué se trata eso de la Guerra Fría, ahora que el término ha recobrado vigencia. Pensarán que se trata de una zaga del estilo de La Guerra de las Galaxias, de un conflicto en el Círculo Polar Ártico o de una competencia comercial entre dos multinacionales productoras de helados y paletas. En cambio para nosotros el final de ese conflicto tácito entre el bloque Soviético con los países de la Cortina de Hierro, contra Estados Unidos y sus aliados de occidente, representó que se extinguieran las novelas, películas e historietas que basaban su argumento en el tema.

Empecé a cogerle gusto a la lectura con las novelitas de vaqueros que leía en el colegio, cuando en clase ponía el libro dentro del texto de estudio para fingir que estaba concentrado en las enseñanzas del profesor; todas eran igualitas, la misma trama, idénticos personajes y un final predecible, pero hacían pasar el tiempo a las volandas. Después aparecieron las de Ian Fleming, en las que el agente secreto 007, James Bond, participaba en las más apasionantes misiones del espionaje internacional. La edición presentaba unos libritos pequeños, alargados, redactados en un estilo muy particular que nos envolvía y entretenía. Después llegaron las películas con el actor británico Sean Connery, que sin ser el primero en personificar al sofisticado espía, fue el más recordado de esa primera época.

Pues ahora parecen querer reactivar el añoso conflicto porque los eternos enemigos se muestran los colmillos a diario. La diferencia radica en que ahora tenemos criterio y poder de discernir, a diferencia de antes cuando el cine de Hollywood nos lavó el cerebro y llegó a convencernos de que nombrar a los rusos era lo mismo que referirse al mismísimo Satanás. En aquellas películas los militantes comunistas se caracterizaban por torpes e ineptos, a diferencia del guapo, un espía de occidente, quien siempre llevaba a término las más emocionantes y arriesgadas misiones.

La historia de la península de Crimea es antigua y complicada, pero sus habitantes se consideran rusos porque el territorio perteneció a esa nación hasta 1954, cuando Nikita Kruschev se lo regaló a los ucranianos. Ante la pretensión de Rusia de recuperarlo Ucrania puso el grito en el cielo y buscó apoyo de la comunidad internacional, pero al darle al pueblo la oportunidad de decidir su destino, el 95% votó por regresar a sus orígenes. Entonces los países de Europa occidental se unieron a Estados Unidos para torpedear el proceso, como si la historia de esas naciones no estuviera basada en imperialismo e intervención; qué tal, el diablo haciendo hostias. Sin duda se interesan por esa región debido a su localización estratégica, porque de lo contrario ni siquiera opinarían.

Y a pesar del pataleo del gobierno ucraniano, del respaldo del presidente Obama quien de distintas formas ha tratado de disuadir a Rusia de la intervención, la señora Merkel que amenaza y pontifica, los demás mandatarios del grupo de los 8, la OTAN, Comunidad Europea y demás organismos por el estilo, el señor Putin viajó a Crimea y Sebastopol con la plana mayor de su gobierno, y procedió a solucionar los más urgentes problemas de esa región que ha soportado una larga crisis económica. De una vez cuadraron el reloj con la misma hora de la madrecita Rusia y también rebajaron el costo de los tiquetes de avión, para que los rusos se animen a vacacionar en las hermosas playas del mar Negro.  

Por otro lado los chinos con su nadaito de perro observan desde la barrera el rifirrafe entre los fuertes de occidente, sabedores de que su opinión ante cualquier enfrentamiento será tenida en cuenta por su poderío económico y militar. Está claro que todos los que meten la cucharada en el conflicto es porque tienen intereses económicos en esa región, ya que por allí cruzan muchos de los oleoductos que abastecen a Europa de petróleo; además están ariscos porque los rusos anduvieron de bajo perfil debido a una pobreza franciscana que soportaron durante varios lustros, situación que parece haber cambiado de forma radical.   

En todo caso de llegarse a reactivar el conflicto cambia definitivamente lo referente al espionaje, porque aquellos agentes secretos que debían meterse en la boca del lobo para obtener información ya están mandados a recoger. Ahora todo se controla desde una habitación atiborrada de equipos electrónicos y señales obtenidas por satélite, mientras unos genios teclean y observan sus monitores; intervenir teléfonos y demás comunicaciones es pan de cada día. Si un simple ciudadano desde un dispositivo puede localizar una residencia en cualquier lugar del mundo y además observarla desde la calle frente al portón de la casa, qué no podrán hacer quienes cuentan con toda la tecnología moderna a su disposición. Un hacker es capaz de leerle a cualquier mortal hasta los malos pensamientos.
El espionaje físico lo realizan los miembros de delegaciones diplomáticas y consiste en parar oreja cuando asisten a fiestas, cocteles y demás reuniones sociales. No sobrevive sino el recuerdo de aquellos queridos personajes: James Bond;  Míster Solo e Illya Kuryaki; el súper agente 86 Maxwell Smart y su compañera la agente 99; Los Profesionales, Doyle y Bodie, espías del CI5; y uno más reciente: Jason Bourne. A todos los borró de un brochazo el señor Snowden. O mejor, de un clic.

1 comentario:

BERNARDO MEJIA ARANGO bernardomejiaarango@gmail.com dijo...

Bien por su artículo pariente lejano. Me ilustró sobre el tema el cual nunca abordé por falta de tiempo.

Preocupante, el "rescoldo" que dejaron las guerras está allí y de esas cenizas y carbones calientes se puede prender una nueva hoguera; como sino tuviéramos suficientes preocupaciones con los conflictos internos en los que siempre está metido el culebrero o uno de sus secuaces.