miércoles, junio 10, 2015

Fámulas igualadas (II).

Claro que las empleadas domésticas que llevan mucho tiempo con una familia se convierten en un miembro más, porque en muchos casos han recibido a los bebés de pocos meses de nacidos para literalmente criarlos; y cuando esos niños se convierten en adolescentes, se sienten con derecho a regañarlos y a entrometerse en sus vidas. Por ello con el paso del tiempo la relación con la empleada empieza a deteriorarse, hasta convertirse en una situación tirante donde ambas partes se echan vainas y puyas. No es sino oír a unas señoras en un costurero cómo se quejan todas de los defectos de sus empleadas.

¡Conchaaaaa!, venga mija le pregunto… ¿usted ha visto por ahí el cortaúñas del doctor? Es que no está en el puesto y usted sabe cómo alega él… ¿Alega?, ¡Hum!, dígamelo a mí su mercé, si ese señor parece el mesmo Lucifer cuando se le embolata cualesquier pendejada. Además, a cuenta de qué voy a saber… ¿caso yo lo uso? ¡Eeeeeeh!, pero no se le puede hablar a la señorita… Deje de ser respondona Concha y respete al doctor que él ha sido muy bueno con usted; aquí nadie ha dicho que usted lo tenga, pregunto es por si lo ha visto por ahí. Vaya su mercé mire en las piezas de los mocosos que con seguridá ellos lo tienen; como son de desordenaos…

Vea mija, le he dicho un millón de veces que con los niños no se meta; es que no entiendo por qué usted, que ha sido como una segunda madre para ellos, siempre que los nombra es con ese tonito despectivo. Y hágame el favor de ir usted a buscarlo, que para eso se le paga un sueldo; no sea igualada. Ora verá pues, si los ‘niños’ no la dejan dentrar a una a la pieza porque es como si escondieran algo; con trabajo alcanzo a tendeles la cama y recoger el desorden. De resto pasan todo el día encerraos, con esa música a todo timbal o conetaos a eso que se chantan en las orejas y que seguro los va a dejar sordos. Pero bueno… tocará ir a buscar la joda esa…

No señorita, espere un momentico, no es que ‘le toque’ ir, es su deber como empleada de esta casa. Dígame Concha si usted está aburrida trabajando aquí y miramos a ver… Pos no crea que no he pensao en volveme pa onde mi padrecito, al menos pa acompañalo ora que está tan chuchumeco; él sigue en el mesmo ranchito allá en el páramo desde que nos vinimos de Boyacá hace tantísimo tiempo ya.

Déjese de bobadas Concha y cuénteme mejor que fue lo que pasó ayer con Sebastián. ¡Ay! su mercé, siquiera pregunta porque eso me dejó muy mortificada; fíjese que él estaba con unos amigos, como estranjeros porque hablaban raro, y en esas el Sebas empezó a gritame ¡Concha!, ¡Concha!, venga le pregunto una cosa. Antoes yo jui y él me dijo: ¿usted cómo se llama?, le respondí que Concha y se largan esos jediondos a reíse, ¿oiga?, pero lloraban de la risa y se revolcaban en la cama su mercé. Qué piedra la que me dio, qué humillación tan verrionda… Y entoes ahí jue que los empajé y les dije que fueran a burlase de la madre d’ellos, que lo que’s a mí me respetan o los mando pa la… Cálmese Concha y no les pare bolas. Lo que pasa es que esos niños son argentinos y en ese país le dicen concha a la… cómo le explicara… mejor dicho, ¿sabe qué?... ¡Deje así!

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