martes, julio 24, 2012

Bombas de tiempo.

El otro día compartí con algunos contactos del correo electrónico un archivo que mostraba la barbarie cometida por los nazis a finales de la segunda guerra mundial, cuando por retaliación a una incursión de la resistencia procedieron a arrasar una población al norte de Francia, y de sus casi setecientos habitantes sólo una mujer logró escapar con vida para denunciar el atroz crimen. El general De Gaulle ordenó que no tocaran las ruinas y que el lugar permaneciera así para que la gente pudiera ver con sus propios ojos lo allí ocurrido, porque él como muchos otros predijeron que en el futuro habría quienes desmintieran dichos acontecimientos.


Acompañé el correo con una nota en la que me preguntaba dónde fue que se equivocó el Creador al darle vida al ser humano, porque después de leer ese texto me di cuenta de que definitivamente le quedó muy mal hecho. Poco tiempo después compartí otro correo, ya con un grupo más escogido, donde aparecía una lolita de una belleza deslumbrante, la cual dejaba ver todos sus atributos porque modelaba tal cual y como llegó al mundo. Entonces un amigo me escribió, con cierta ironía y haciendo alusión al otro correo, que a él no le parecía que el ser humano hubiera quedado tan mal diseñado.

Ante semejante raciocinio no me quedó sino darle la razón y además rectificar que la falla se presentó fue al momento de formatearnos el disco duro. Y es que a diario nos enteramos de hechos que dejan ver una faceta del ser humano que no es fácil de entender por absurda, porque son acciones de una estupidez abismal, formas de comportarse irracionales, a veces con una sevicia y una brutalidad que no son comunes en ningún otro ser vivo. Parece increíble que la mente humana, la más perfecta creación de la naturaleza, pueda llegar a torcerse hasta esos niveles.

Pero aparte de los casos individuales que vemos a diario, donde cada hecho supera en maldad o aberración al anterior, en conjunto el ser humano actúa de una manera irresponsable e inadmisible que no es fácil de asimilar. Nuestro futuro en el planeta se ve amenazado de diversas maneras, mientras todos somos consientes de que se trata de bombas de tiempo que acumulan energía sin tregua para que el día que revienten no quede títere con cabeza. Pasan años, lustros y décadas mientras el hombre advierte, pronostica, se lamenta, prende las alarmas y difunde sus temores, pero nadie hace nada al respecto. Optamos mejor por actuar como el avestruz.

Un ejemplo claro es la superpoblación. Los estudios hablan de las dificultades que habrá a mediano plazo para proveer a la humanidad de alimentos y de la disminución paulatina de las fuentes hídricas, ambos recursos imprescindibles para la continuidad de la especie. Da horror enterarse de que en cincuenta años las guerras serán para arrebatarse la comida y el agua, lo que sin duda pronostica que en un principio el destino de los países más pobres será tenebroso. Aunque es cuestión de tiempo para que todos sufran similar condición.

Nos asombramos al conocer las medidas que tomaron los dirigentes comunistas chinos en su momento para controlar la tasa de natalidad, porque sin duda se trató de un atropello a la libertad, pero ahora pienso que de no haber sido así, ¿cuál sería hoy la población de ese gigante asiático? Qué tal que allá, en vez de contar las parejas con autorización para procrear uno o dos hijos, se hubieran multiplicado como conejos igual a como sucedía por estas tierras hasta hace muy poco, cuando las familias pequeñas eran las que sólo tenían media docena de muchachitos.

Otro asunto inaudito es que los Estados Unidos, el imperio que en las últimas décadas ha manejado las riendas del mundo, hayan dejado crecer el problema de la obesidad en su población hasta niveles inmanejables. Apenas ahora empiezan a tomar medidas tibias para enfrentar la crisis sanitaria generada por los quince millones de habitantes con sobrepeso, aparte de tres millones de obesos mórbidos cuyos pesos promedian los 250 kilos, lo que genera enfermedades como diabetes, hipertensión, insuficiencia cardíaca, etc. Vi en un programa de televisión a una mujer negra a quien debían hospitalizar debido a su casi media tonelada de peso, y para movilizarla fue necesario tumbar paredes y utilizar una grúa. De las hijas de la enferma la más liviana pesaba unos 120 kilos y la alimentación en esa familia se basaba en comida chatarra pedida a domicilio; mostraron a un nieto, de unos 3 años, enfrentado a una hamburguesa del tamaño de su cabeza. ¡Qué ignorancia!

La acumulación de basuras que produce el ser humano es otro problema que crece sin medida, aunque algunos traten de convencernos de que la solución es hacer como el gato: enterrar la porquería. El porcentaje que reciclamos es mínimo y en cambio las montañas de desperdicios ahogan al planeta, con el agravante ahora de los desechos electrónicos, que contaminan el ambiente en forma considerable. La polución, el esmog, la tala indiscriminada, la disminución de la capa de ozono y tantas otras calamidades, son apenas una muestra del manejo irresponsable que le da el ser humano a su hábitat.

Podrá sonar egoísta, pero me alegra sobremanera saber que no me tocará vivir el desenlace de semejante despelote.

pamear@telmex.net.co

3 comentarios:

BERNARDO MEJIA ARANGO bernardomejiaarango@gmail.com dijo...

Todo lo que que usted escribe en este artículo, yo creo que todos hemos pensado en ello, una u otra vez. Mi preocupación no soy yo en relación con la que pueda pasar, la preocupación son mis hijos y los hijos de ellos y los hijos de los hijos de ellos.

SI todos pensaramos en ellos, en nuestros descendientes, seguro actuaríamos diferente, como quien trabaja toda la vida para dejarle una base a aquellos que procreó sin su consentimiento.

El hecho es dejarles un planeta en buen estado, y no lo estamos haciendo. Todo el que maltrata el medio ambiente, no recapacita en que sus descendientes lo van a necesitar.

De todos sus artículos estimado tataratataraprimo, este es el mas preocupaciones deja. No se trata de si yo me muero primero.

Anónimo dijo...

Con tan negro futuro ¿qué ilusión queda de traer descendencia a este mundo?

JuanCé dijo...

Pabloprimo:
Te lamentas, pero cometiste un grave error al considerar al hombre como la obra más perfecta de la naturaleza. ¡Qué va!
Hay mejores obras; mejor dicho, casi todos los animales.
Lo de China tiene una respuesta simple y al mismo tiempo muy preocupante: NO son católicos y entonces no se comieron el cuento del Vaticano; lo triste es que nuestros países SI lo son y seguirán poblándose como manda el Papa.
¿Dejarle un mundo sano a nuestros descendientes? Eso está bien. Lástima que nuestros antepasados no hubieran pensado lo mismo; es más, mucha gente se siente feliz con tal herencia y recitan a los primeros tragos esa terrible poesía de "siquiera se murieron los abuelos..." sin importarles un carajo las cosas que hicieron, agregaría yo.
Muy bueno tu artículo.