Cormanizales debe lanzar una campaña publicitaria en Bogotá para invitar a los amantes de los toros a que vengan a la próxima feria taurina de nuestra ciudad. El alcalde Petro encontró el apoyo popular necesario para tomar una medida que se veía venir, sin importar el derecho de quienes gustan de esa fiesta centenaria. Porque si estamos en una democracia lo justo es respetar el libre albedrío de todos los ciudadanos y que una actividad que ha sido tradicional en muchos países, una cultura ancestral heredada de nuestros antepasados, pueda ejercerse con las condiciones que ha tenido hasta hoy.
En cualquier encuesta puede notarse un apoyo mayoritario a suspender las corridas de toros, pero en realidad muy pocos de los consultados han asistido alguna vez a ese tipo de espectáculo, porque sin duda es costoso y elitista. Por lo tanto es fácil solidarizarse con los defensores de los animales, pero pocos piensan en el sufrimiento que soportan los pollos en los criaderos, el estrés de reses y cerdos desde que los embarcan en un camión para llevarlos al matadero o la forma cruel como atrapan los peces para convertirlos en filetes. Todos ellos componentes de la dieta diaria que la gente consume sin ningún remordimiento.
También ignorarán muchos encuestados que la lucha entre el hombre y el toro se remonta a la Edad de Bronce, actividad que está registrada en pinturas rupestres y demás expresiones artísticas. En la Edad Media Carlomagno era aficionado a lancear toros y hace mil años en España los nobles celebraban sus triunfos bélicos y demás acontecimientos con espectáculos taurinos en las plazas públicas. Que no crean que fue inventada hace poco tiempo para el disfrute de unos privilegiados, porque se trata de una tradición que ha sobrevivido a muchas generaciones. Otra cosa es que el toro de lidia se cría para morir en la arena y desaparecidas las corridas, él también dejará de existir. Porque un animal que cuesta entre diez y quince millones de pesos no puede venderse por kilos, ya que saldría muy costoso el bocado.
Hace muchos años perdí el interés por los toros, ya ni por televisión los veo, pero defiendo el derecho de quienes gustan de la fiesta brava. Es un espectáculo privado en el que solo participan los interesados, tributa al fisco, mueve la economía, genera empleo y congrega una minoría que vive durante todo el año alrededor de esa actividad. Le oí decir a Mario Vargas Llosa algo muy sensato: “así como no obligan a nadie a asistir a las corridas de toros, que tampoco le prohíban a nadie disfrutarlas”. Ese cuento de convertir la plaza de toros en un escenario para la poesía y la cultura me parece como disparatado, porque nos arriesgamos a que en el fututo otro alcalde salga con que va a programar corralejas en la tarima del Teatro Colón. ¡Válgame dios!
Pues ahora la dirigencia antioqueña se antojó de la idea, sin duda porque genera dividendos electorales, y empiezan a hacer propuestas para modificar la fiesta taurina en Medellín. El alcalde Gaviria propone intercalar corridas cruenta e incruentas, y desde ya puedo asegurar que ningún aficionado serio asistirá a las segundas; a lo mejor irán algunos noveleros, pero es muy posible que prefieran a los Enanitos toreros o a Superman y su cuadrilla. Por algo la muerte del toro se llama suerte suprema, en el arte de Cúchares, y sin ella la lidia pierde el sentido. Es como un partido de fútbol sin goles.
Espero que en Manizales no se les ocurra siquiera plantear el tema, porque sería darle la estocada a la feria anual. En las dos principales ciudades del país la temporada taurina se desarrolla los fines de semana, pero en nuestro caso se trata de la espina dorsal de la fiesta más importante del año; la que nos proyecta al resto del país y al mundo, de la que viven muchas familias durante algún tiempo, la semana en que se reactiva el turismo y los visitantes disfrutan de nuestra hospitalidad. Por fortuna rolos y paisas saben que aquí los esperamos con los brazos abiertos y que mientras llegan a sus ciudades mandatarios sensatos que reversen la medida, pueden contar con la feria taurina de Manizales.
A Cormanizales le queda la responsabilidad de lucirse con carteles y ganaderías, como siempre lo ha hecho, porque en las ferias de Cali y Manizales estarán puestas todas las expectativas; mientras tanto el alcalde de Cartagena anunció que reactivará las corridas de toros para la próxima temporada, pero es sabido que esa feria no tiene tradición y quienes asisten son en su mayoría turistas que vacacionan por esa época en La Heroica. Sin duda es la oportunidad para lucirnos ante el mundo taurino y reafirmar que nuestra plaza de toros es una de las más importantes de América.
De imponerse esa prohibición qué camino cogerán toreros y cuadrillas; los empleados de las empresas taurinas; los que venden botas, ponchos y sombreros; quienes tocan clarines y timbales; aquellos que manejan el ganado bravo en las dehesas; y tantas personas que viven de la fiesta de los toros. Ahí los únicos que podrían quedarse en la plaza son los monosabios, para que le den la vuelta al ruedo al poeta que se faje un buen recital.
pamear@telmex.net.co
1 comentario:
Cordial saludo Pablo:
La fiesta taurina se puede comparar con la inquisición, solo que esta logró desaparecer.
Las corridas de toros son algo grotesco, sangriento, sanguinario, bestial, una herencia que la humanidad debe eliminar.
Las corridas de toros no son mas que el circo romano traído a nuestros días.
No se queje nuestra sociedad del mal ejemplo que da la televisión y los diarios amarillistas, en los cuales día a día se hace una apología del delito, el vil asesinato de indefensos animales muertos ante una multitud delirante, es una forma sutil de decirle a nuestros hijos que pueden abusar de los demás seres, incluyendo a sus congéneres.
El sadismo de masas que llega a nuestros niños a través de todos los medios, incluye también la mal llamada " fiesta brava". Que porquería!
Bien por el alcalde Petro. La ciudad de mis ancestros debería seguir el ejemplo.
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