lunes, julio 04, 2016

Marcadas diferencias.

A pesar de la ventaja que tenemos sobre los demás seres vivos por ser racionales, lo que nos coloca en el tope de la cadena alimenticia, vemos cómo nos superan las demás especies en cuanto a supervivencia se refiere. Somos débiles, indefensos y dependientes, y desde el mismo momento de nacer requerimos cuidado y atención; a propósito de la gestación, existen marcadas diferencias entre las féminas por su origen o condición social. En una tribu indígena que vive alejada de la civilización, la mujer va a parir sola en el monte, recibe la criatura, la beneficia y regresa al caserío con ella. Mientras tanto las madres citadinas, entre más encopetadas, más complicados los embarazos y difíciles de criar los muchachitos.

Cada mujer vive su embarazo según el estrato social al que pertenezca. La madre humilde sigue con su vida normal, si es empleada trabaja hasta el último día de gestación, y además cumple con sus deberes en el hogar como madre y esposa; a diario camina varios kilómetros y utiliza el trasporte público para trayectos largos. Ella controla su estado en el puesto de salud del barrio, respaldada por el Sisben, y en general llega a término sin inconvenientes. Nace el muchachito y lo amamanta hasta los dos o tres años, le completa la alimentación con leche de vaca y desde muy chiquito lo enseña a chupar gordo y a recibir tinta de frijoles. Y seguro el zambo crece embarnecido y barrigón.

Mientras tanto la madre de estrato alto empieza con los problemas desde el otro día del ‘encargo’. Se vuelve remilgada y cositera, le coge odio al marido, vomita y se queja a toda hora, e inventa antojos absurdos para llamar la atención. Le escribe chats al médico para preguntarle pendejadas, contrata un diseñador de interiores para adecuar la alcoba del bebé y gasta a raudales comprando todo lo que ofrezca el mercado para tan importante acontecimiento; ociosidades que cuestan una fortuna y que ella muestra orgullosa porque le parecen una cuquera.

La vanidad es lo primero y la madre ‘jailosa’ dedica todo su esfuerzo al cuidado del cuerpo para asegurarse de recuperar su esbelta figura, con el dilema de si quiere alimentar al bebé, porque bien es sabido que eso puede tornar el busto flácido. Ungüentos, cremas, tratamientos y cuanto menjurje vendan para enfrentar el problema adquirirá ella para calmar la ansiedad que le produce el tema. En la visita mensual al ginecólogo este le ordena infinidad de exámenes para monitorear el embarazo y claro, de tanto buscar, es hasta que encuentran un problema que complica la situación. Entonces le ordenan a la novel madre reposo absoluto, por lo que pasa el resto del embarazo en la cama dedicada a joder y a hacer melindros.      

El bebé de estrato bajo nace en un taxi o en una patrulla, donde después de un corto trabajo de parto sale expulsado como pepa de guama, y resulta ser un zambo rozagante; pronto lo llevan a casa donde todos lo jonjolean y le hacen carantoñas. En cambio la mamá burguesa trata de viajar a Estados Unidos para que su retoño tenga nacionalidad de ese país; después del alumbramiento queda desgarrada en sus agujeros naturales, la leche no le baja y la depresión pos parto la agobia.   

A pesar de los cuidados el distinguido muchachito va a templar a la incubadora y cuando por fin llega a casa, sus padres prohíben las visitas y solo aceptan a los empleados del servicio para evitar contagios; porque eso sí, ella no está acostumbrada a hacer oficio, y menos ahora que está convaleciente.

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