martes, octubre 29, 2013

¡Tiene que poderse!


Al recordar tantos conflictos sucedidos en el planeta desde que tengo uso de razón y ver que casi todos han tenido solución, siento desazón y angustia. No encuentro razón para que el nuestro parezca interminable y sin un final cercano, a pesar de los intentos para lograr una reconciliación entre las partes. Desde el inicio de las conversaciones en La Habana celebré el pacto de silencio por parte de los negociadores, compromiso que han incumplido los representantes de las FARC, mientras el gobierno cae en la trampa de ripostar y entrar en el debate abierto. Entonces empieza todo el mundo a opinar y a meterle palos a las ruedas del diálogo, y esa vaina así no funciona.

Es necesario insistir en que al tratarse de una negociación debemos estar dispuestos a hacer concesiones, tragarnos muchos sapos, reprimir odios y resquemores, y ceder hasta donde sea posible para alcanzar el éxito. Al no lograr finiquitar un conflicto armado con la derrota absoluta de una de las partes, no queda sino sentarse a negociar una paz que convenga a ambos contrincantes. Muchos insisten en que los guerrilleros no merecen sino bala y mano dura, pero olvidan que así podemos quedarnos otros cien años y la cifra de muertos y perjudicados sería lamentable. Una guerra de guerrillas en un país con una topografía como la nuestra, con grandes extensiones de selva y parajes olvidados, además de las milicias urbanas, es muy difícil de enfrentar. 

La gente se ofusca y ofende cuando se entera de las peticiones que hacen los representantes del grupo ilegal, una situación normal en cualquier tipo de regateo. Es común que al querer vender un carro que vale 25 millones yo pida 28, mientras el interesado ofrece 23. Entonces empieza el tira y afloje, hasta que llegamos al precio que ambos sabemos es el real. Por pedir o por ofrecer a nadie han metido a la cárcel y en cualquier negocio se acostumbra tirar el anzuelo a ver qué cae. De manera que no debemos aterrarnos por esas demandas y contraofertas, porque todo eso hace parte de lo que llamamos “barequeo”.

Tampoco es sano revivir el pasado y sacar a relucir todo el mal que esa guerrilla le ha causado al país, porque se trata de un borrón y cuenta nueva. Claro que no es fácil, y mucho menos para los directamente afectados, pero si no es así, olvidémonos del asunto. Existe una película que debería promocionarse en nuestro país, presentarse en colegios, universidades, salones comunales, teatros y cuanto recinto sirva para tal fin; lógico que la televisión pública debe repetirla cuantas veces sean necesarias y que los canales privados, así tengan que dejar por un día de emitir la basura que acostumbran, también le den difusión.

El título de la cinta es “In my country”, protagonizada por Samuel Jackson y Juliette Binoche, un par de periodistas que siguen de cerca el proceso de paz que logró acabar con el Apartheid en Sudáfrica. Un conflicto racial de varios siglos, cargado de atrocidades y sucesos que lo hacían parecer irreconciliable, encontró un final feliz después de mucho sacrificio y esfuerzo por parte de todos los implicados. El filme está centrado en las Audiencias de verdad y reconciliación que se celebraron en todos los rincones de esa inmensa nación africana, donde unos jueces internacionales hacían las veces de moderadores en unos encuentros realmente escalofriantes.

En todo tipo de recintos eran enfrentadas víctimas y victimarios para esclarecer los hechos y llegar hasta los más íntimos detalles de los diferentes crímenes. Por ejemplo los policías blancos encargados de los centros de detención y tortura detallaban cómo habían sometido a los negros a vejámenes y salvajadas, cómo estos lloraban y suplicaban por sus vidas, cuándo y cómo los asesinaron y dónde estaban enterrados sus cuerpos. De igual manera los negros que asaltaron la casa de un blanco relataban la forma como violaron a mujeres de todas las edades, de qué manera las asesinaron, cómo destruyeron todo y se ensañaron hasta con las mascotas.

Y en las salas se escuchaban llantos y lamentos, había insultos, y hasta trataban de agredirse, pero al final todos aceptaron que oír esos detalles era necesario para lograr superar el traumático pasado. Claro que perduran odios y resquemores, como el lógico, pero el paso del tiempo se encarga de difuminarlos. Estas secuelas pueden verse en la novela Desgracia del escritor surafricano J.M. Coetzee, premio Nobel de literatura, cuya trama refleja de forma precisa cómo esas heridas tardan en cerrarse y que tantos siglos de opresión y humillaciones pasan factura en cualquier momento.  

Se pudo en los Balcanes, en Nicaragua y El Salvador; son historia Las brigadas rojas, Los Montoneros y Sendero Luminoso; Camboya y Vietnam superaron sus pesadillas; los indios musulmanes se fueron a Pakistán y terminaron las pugnas tribales y religiosas; ETA y el IRA optaron por el diálogo; las primaveras árabes se solucionan una tras otra; en África muchos conflictos han visto su fin; y así son tantos los enfrentamientos superados.
Metámosle positivismo a los diálogos y que hagan una pausa durante el proceso electoral, porque enemigos de la reelección querrán torpedearlos, mientras el gobierno puede ceder demasiado con tal de sacarlos adelante. A ver si logramos alcanzar la paz, porque estamos mamaos de esta disputa tan…

2 comentarios:

BERNARDO MEJIA ARANGO bernardomejiaarango@gmail.com dijo...

Todas las revoluciones han puesto muertos, y bastantes por cierto. y qué?. Las partes arreglan o la filosofía del conflicto cambia y los muertos, muertos se quedaron.

Revisemos la historia: le puedo citar uno ovarios ejemplos clásicos: el primero la revolución volchevique; el segundo la segunda guerra mundial; y de ahí en adelante todos los ejemplos que quiera. El conflicto que Colombia ha padecido en todas las épocas (desde que los españoles invadieron el continente) no tiene fin; y qué? los muertos muertos se quedaron...... así que, pariente lejano, el cuento de los diálogos de la Habana lo veo como el pacto entre dos grupos de bandoleros, eso lo hace peor.....

JuanCé dijo...

Pabloprimo:
Es una lástima que no haya unanimidad a favor de la Paz; pero se me metió en la cabeza que hay un grupo, no quiero mencionar el nombre muy interesado en que las Farc sigan, porque de esa manera podrán mantener acalladas las protestas civiles y sindicales: con sólo acusarlas de guerrilleras termina el asunto, pues ya entra al campo militar; igual sucedería con los estudiantes: si protesta, a la cárcel por subversivo.
Mientras los grupos políticos no tengan un Plan definido y conocido para manejar el país, el ideal es la presencia de las Farc