martes, noviembre 25, 2014

Todo es malo.

Cualquier gobierno, por bueno y eficiente que sea, necesita una oposición que lo controle y fiscalice. Esa talanquera es sana y eficiente para que el poder no se suba a la cabeza y el mandatario de turno resulte convertido en sátrapa; las empresas también requieren de un control interno que haga auditoría a los procesos, para así evitar desfalcos y malos manejos. La oposición política es común en las democracias y desde sus trincheras se maquinan estrategias para contrarrestar el poder del partido ganador, situación que genera roces y enfrentamientos, pero que sin duda asegura una administración transparente y eficaz.

Nuestro país está dividido entre amigos y opositores del gobierno Santos, lo cual según los resultados de las recientes elecciones está repartido en iguales proporciones. El expresidente Uribe luchó por mantenerse en el poder, así fuera en cuerpo ajeno, y al no lograrlo decidió dedicarse a torpedear todo lo que haga su rival político. Entonces sus seguidores desde el Congreso, los medios de comunicación, los gremios, la industria, los gamonales de provincia, además de millones de compatriotas que anhelan verlo de nuevo en la Casa de Nariño, se tomaron a pecho eso de criticar a Santos sin detenerse a analizar por un momento lo que tanto le reprochan. Simplemente todo es malo, y punto.

Dedico muy pocas columnas a la política, pero en las que traté el tema puede verse que a los diferentes presidentes, incluido Uribe, les alabé sus logros y de igual manera critiqué lo que me pareció censurable. Nadie puede tildarme de apoyar el gobierno de Santos, nunca hice campaña a su favor o me declaré seguidor de sus políticas, excepto el apoyo que he expresado desde un principio al proceso de paz. Porque tengo esperanza de que por fin salgamos de una pesadilla con la cual convivo desde que tengo uso de razón, y aunque soy consciente de que no alcanzaré a disfrutar de la tan anhelada paz, sueño con que nuestra descendencia sí pueda hacerlo.

En la mesa del café, el corrillo de la esquina, las redes sociales o donde se junten varias personas, el tema obligado es rajar del gobierno de Santos; como si este hubiera inventado la corrupción o fuera el culpable del caos en la salud, de la bomba pensional, de la inoperancia de la justicia… Mientras tanto nadie reconoce sus aciertos, como la entrega de 100 mil viviendas gratis para las gentes menos favorecidas; al referirse al programa dicen que son apartamentos diminutos, que los entregan sin acabados y que además deben vivir en comunidad, a lo que no están acostumbrados. Pero no piensan en esa familia del estrato más bajo, que vive arrumada en una pieza de inquilinato, sin esperanzas ni ilusiones, y que de pronto recibe las llaves de una vivienda propia. Semejante bendición.

Y qué tal el programa de entregar 10 mil becas para los mejores estudiantes del país, que pertenezcan a los estratos bajos, para que se eduquen en cualquiera de las 33 universidades que fueron catalogadas como las mejores de Colombia. Además les proporcionan ayuda económica para su manutención, todo en un préstamo que se condona en su totalidad al momento de graduarse. Qué oportunidad para tantos jóvenes que podrán asegurarse un futuro próspero y exitoso.

Nuestra economía está cada vez más fuerte, somos atractivos para la inversión extranjera, estamos a punto de poder viajar a Europa sin visa, las grandes obras de infraestructura empiezan a verse, el proceso de paz avanza… A quienes no reconocen estos logros les digo que definitivamente no hay peor ciego que el que no quiere ver.

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