Cualquier gobierno, por
bueno y eficiente que sea, necesita una oposición que lo controle y fiscalice.
Esa talanquera es sana y eficiente para que el poder no se suba a la cabeza y
el mandatario de turno resulte convertido en sátrapa; las empresas también requieren
de un control interno que haga auditoría a los procesos, para así evitar
desfalcos y malos manejos. La oposición política es común en las democracias y
desde sus trincheras se maquinan estrategias para contrarrestar el poder del
partido ganador, situación que genera roces y enfrentamientos, pero que sin
duda asegura una administración transparente y eficaz.
Nuestro país está dividido
entre amigos y opositores del gobierno Santos, lo cual según los resultados de las
recientes elecciones está repartido en iguales proporciones. El expresidente
Uribe luchó por mantenerse en el poder, así fuera en cuerpo ajeno, y al no
lograrlo decidió dedicarse a torpedear todo lo que haga su rival político.
Entonces sus seguidores desde el Congreso, los medios de comunicación, los
gremios, la industria, los gamonales de provincia, además de millones de
compatriotas que anhelan verlo de nuevo en la Casa de Nariño, se tomaron a
pecho eso de criticar a Santos sin detenerse a analizar por un momento lo que
tanto le reprochan. Simplemente todo es malo, y punto.
Dedico muy pocas columnas a
la política, pero en las que traté el tema puede verse que a los diferentes
presidentes, incluido Uribe, les alabé sus logros y de igual manera critiqué lo
que me pareció censurable. Nadie puede tildarme de apoyar el gobierno de
Santos, nunca hice campaña a su favor o me declaré seguidor de sus políticas,
excepto el apoyo que he expresado desde un principio al proceso de paz. Porque
tengo esperanza de que por fin salgamos de una pesadilla con la cual convivo
desde que tengo uso de razón, y aunque soy consciente de que no alcanzaré a disfrutar de
la tan anhelada paz, sueño con que nuestra descendencia sí pueda hacerlo.
En la mesa del café, el
corrillo de la esquina, las redes sociales o donde se junten varias personas,
el tema obligado es rajar del gobierno de Santos; como si este hubiera
inventado la corrupción o fuera el culpable del caos en la salud, de la bomba
pensional, de la inoperancia de la justicia… Mientras tanto nadie reconoce sus aciertos,
como la entrega de 100 mil viviendas gratis para las gentes menos favorecidas;
al referirse al programa dicen que son apartamentos diminutos, que los entregan
sin acabados y que además deben vivir en comunidad, a lo que no están
acostumbrados. Pero no piensan en esa familia del estrato más bajo, que vive
arrumada en una pieza de inquilinato, sin esperanzas ni ilusiones, y que de
pronto recibe las llaves de una vivienda propia. Semejante bendición.
Y qué tal el programa de
entregar 10 mil becas para los mejores estudiantes del país, que pertenezcan a
los estratos bajos, para que se eduquen en cualquiera de las 33 universidades
que fueron catalogadas como las mejores de Colombia. Además les proporcionan
ayuda económica para su manutención, todo en un préstamo que se condona en su
totalidad al momento de graduarse. Qué oportunidad para tantos jóvenes que
podrán asegurarse un futuro próspero y exitoso.
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