viernes, julio 10, 2015

Bomba de tiempo.

Así le decimos a un problema que no tiene solución a la vista y por lo tanto crece sin control hasta el día que revienta y vuela ‘eme’ al zarzo. Son muchas razones por las cuales no puede enderezarse el inconveniente, pero a la larga todo termina por ser un asunto de dinero; y al no encontrar manera de salir del lío, la deuda crece sin control porque en cuestiones económicas cada segundo cuesta. Les sucede a personas, empresas y comercios, instituciones y a todo el que pertenezca a esta sociedad capitalista y metalizada.

Mandatarios y demás funcionarios que llegan a sus cargos por elección popular, y los nombrados a dedo también, son dados a capotear ciertos inconvenientes que parecen muy difíciles de solucionar, y con disimulo se los heredan a quienes les reciben el cargo; que miren a ver cómo se defienden después. Y es que muchas de esas situaciones son tan complicadas que a quién le meta el diente puede costarle el puesto, o al menos le pasa factura por antipopular.

Preocupa que en nuestro país los gobernantes deban enfrentar paros y huelgas en momentos coyunturales, cuando se ven obligados a solucionar el problema a como dé lugar y eso los obliga a ceder ante las pretensiones económicas de quienes protestan, negociaciones estas que endeudan al erario por varias décadas en el futuro. Con todos los mandatarios ha sucedido, pero el ejemplo más reciente es con el presidente Santos, a quien le hicieron un paro los cafeteros y demás agricultores cuando faltaban dos semanas para la reelección. A un candidato que depende de la popularidad para ganar en las urnas y le cierran las carreteras, con lo que esto representa para el país, no le queda sino bajarse los calzones y ceder ante las demandas de los inconformes de turno.

Quienes hacen campaña para las alcaldías tienen muchas ideas de cómo enfrentar situaciones tales como los vendedores ambulantes o los moto taxistas, pero ya elegidos les dan largas a esos asuntos porque saben que antes que encontrarles solución, los sacan tallados de sus despachos. En las capitales y principales municipios existe el problema de los vendedores ambulantes -con invasión del espacio público, desorden, piratería, perjuicio a los comerciantes legales, etc.-, situación que se complica porque al querer desalojarlos la gente se solidariza con ellos y obstaculizan el accionar de la fuerza pública.

Mientras tanto la modalidad de transportar pasajeros en motos y bicicletas se impuso en todos los rincones del país y es una plaga a la que nadie quiere enfrentarse, por ser un servicio ágil y barato que representa economía en el bolsillo del ciudadano de a pie. Entonces los transportadores legales buscan mejorar sus condiciones y al no encontrar respuesta de parte del gobierno, proceden a bloquear las principales ciudades con el caos que ello representa.

La autoridad procede a combatir la ilegalidad pero se encuentra con una situación complicada, cuando el infractor alega soñar con un empleo estable pero ante la imposibilidad de conseguirlo, algo tiene que hacer para obtener el sustento diario; es difícil encontrarle solución a un problema donde ambas partes tienen la razón. Muchas bombas de tiempo amenazan el futuro del país -crisis de la salud, sistema judicial, agro, educación, pensiones, hacinamiento en las cárceles, movilidad en las principales ciudades y demás ‘chicharrones’-, y en cada caso quienes luchan por sus derechos inician las protestas con pitos y carteles, pero al no encontrar respuestas proceden a las vías de hecho. Está claro que aquí a quien proteste por las buenas no le paran ni cinco de bolas.

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