viernes, agosto 12, 2016

Metamorfosis.

Transformación o cambio profundo es la definición que le da el diccionario a esta palabra, aunque si quien consulta quiere algo más concreto y explícito, basta leer algo acerca de la metamorfosis de la rana, donde un simple renacuajo se convierte en colorido batracio; o mejor explicación encontrará con el cambio que sufre un gusano que se transforma en mariposa, uno de los seres más bellos de la naturaleza. Si quiere profundizar más acerca del tema que le meta el diente a La Metamorfosis, de Franz Kafka, una obra maestra de la literatura universal que mantiene al lector expectante desde la primera página.

Sin embargo, en el trajinar diario sucede un ejemplo que es más evidente que todos los anteriores y es lo que sucede a la mayoría de las personas cuando se disponen a conducir un vehículo; y no digo que todas porque sería injusto, ya que existen algunas excepciones. Por lo general es común ver a verdaderos caballeros, educados y correctos, convertidos en guaches que insultan y echan tacos desde el mismo momento que ocupan el asiento del conductor. Más impactante aún es oír damas que son modelos de pulcritud, angelicales y de buenos modales, convertidas en verduleras cuando conducen un vehículo.

De manera que además de que las vías no dan abasto, la inseguridad campea, la mayoría no respeta las normas de tránsito, los semáforos están mal sincronizados y demás bellezas, sumado al hecho que casi todos los conductores andan con el mico al hombro, enfurecidos y con ganas de matar a alguien, se forma un coctel explosivo que a diario deja accidentes y víctimas qué lamentar. Antes no suceden más cosas, piensa uno, con semejante panorama tan oscuro.

La avalancha de motociclistas que inunda las vías ha generado un odio visceral entre los conductores de vehículos, quienes se sienten atropellados por la forma irresponsable como se comporta esa horda que zigzaguea por entre el tráfico como si fueran los únicos que tienen  afán. Se detienen los carros en el semáforo y aparece la plaga de motociclistas, que se adelantan como sea hasta llegar a primera fila para seguir muy campantes sin respetar el pare, como si las leyes no fueran para ellos. Por ello suceden tantos accidentes donde los conductores de moto se ven involucrados, los mismos que congestionan los servicios de urgencias y que tienen colapsado el sistema de Seguro obligatorio para accidentes de tránsito, SOAT.

Ante una situación tan compleja no queda sino armarse de paciencia, respirar profundo y contar hasta diez, porque lo único que saca el enfurecido conductor es una úlcera o un dolor de cabeza, ya que dicha problemática no tiene solución inmediata. La única salida para combatir el caos es adelantar campañas que calen en la conciencia de los conductores, que les enseñe a comportarse, los haga reaccionar. Solo Antanas Mockus se le midió al asunto y nos dejó una lección de lo que puede lograrse con dichas iniciativas, pero ante la falta de continuidad de sus sucesores todo quedó en buenas intenciones.               

El conductor de vehículo particular debe cambiar de actitud y relajarse, y tener claro que mientras no existan políticas de transporte masivo y construcción de vías, las cosas seguirán iguales. Además hay que tener claro que el Gobierno debe enfocarse en solucionar ante todo el asunto del transporte público, que es el que mueve al 85% de la población. Una buena táctica para controlar el ofusque y la irascibilidad, es que sea la misma familia la encargada de sacarle tarjeta amarilla al conductor, cada que le recuerde la madre a todo el que se atraviese.

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