Con los años me volví escéptico respecto
a los anuncios que hacen sobre la construcción de cualquier tipo de obra,
pública o privada, y resolví que solo creo en realidades tangibles. Ni siquiera
con el proyecto en construcción porque aquí somos amigos de dejar las obras
empezadas, cualquiera sea la razón para suspender los trabajos; para la muestra
ahí están el macro proyecto de San José y el aeropuerto de Palestina. En el
periódico anuncian cada cierto tiempo la construcción de nuevos centros
comerciales, la llegada de un gran almacén o el trazado para una carretera nueva,
pero pasan los años y nada de nada. Por eso prefiero esperar a que inauguren
las obras para darlas por un hecho.
Desde mi ventana veo las máquinas
que acondicionan el lote donde se construirá el Centro Cultural de la
Universidad de Caldas, un proyecto del que oigo hablar desde hace por lo menos
una década; con decir que el gran arquitecto Rogelio Salmona, quien lo diseñó,
murió en 2007. El anterior rector de la universidad dejó el proyecto financiado
y es posible que al menos la primera etapa sea una pronta realidad. Le seguiré
el ritmo a los trabajos para estar pendiente de los avances y como ya dije, el
día de la inauguración hablamos.
Me pregunto cómo será en los países
desarrollados el proceso de construcción de la infraestructura vial, porque
aquí es un verdadero viacrucis. Desde que hacen el anuncio hasta que ponen la
obra en funcionamiento pasan años, lustros, décadas. Se cansa uno de leer en la
prensa los paquidérmicos pasos que deben superarse para lograr mover la primera
palada de tierra; primero el Confis, el Compes, el Banco Mundial y otros tantos
organismos; después el recorrido por el Congreso donde le ponen palos en las
ruedas para mirar cómo le meten el diente; pasa por Presidencia para sancionar
la ley; de ahí a los Ministerios de Hacienda, Obras Públicas, Medio Ambiente y
hasta el de Educación, donde ejércitos de burócratas justifican su corbata al
ponerle talanqueras al proyecto.
El proceso de licitación es todo
un parto porque a cada convocatoria le aparece un enemigo que obliga el
aplazamiento, sin hablar de serruchos y mordidas. Cuando por fin resuelven cuál
consorcio es el ganador, uno de los perdedores demanda el proceso y el pleito
demora varios años en resolverse. A estas alturas el ciudadano que sigue la
noticia pierde el interés y piensa que no hay posibilidad de que le alcance la
vida para ver la obra terminada. Como no hay mal que dure cien años algún día
se firma por fin el contrato con los constructores, pero el inicio de la obra
todavía está lejano porque falta socializar el proyecto, diferentes estudios
ambientales, rastreo arqueológico para defender el patrimonio ancestral,
estudios de suelos, localización de escombreras y otras tantas condiciones
impajaritables.
Entonces cada quince días
anuncian la suspensión de los trabajos porque se toparon con el rancho de un
indígena o debido a que deben cruzar un hilo de agua y los ecologistas se
oponen. Sin embargo los trabajos se reanudan y después de un tiempo anuncian
con bombos y platillos la inauguración de un tramo de la vía, como sucedió con
la cacareada Autopista del Sol, donde dieron al servicio diez kilómetros de
doble calzada, lo que corresponde al uno por ciento del total del recorrido. O
como el puente helicoidal de Dosquebradas donde hubo inauguración con Ministro
a bordo, echaron voladores, discursos y ruptura de cinta, y ni siquiera habían
conectado los viaductos, no tenían barandas, capa asfáltica ni habían
construido otros puentes menores de acceso al lugar. Será que nos creen
pendejos o qué.
Hace varios años llegó con el
periódico un cuadernillo donde la Gobernación anunciaba el proyecto del anillo
vial para el Aeropuerto de Palestina. Esa belleza de obras, tan necesarias y
esperadas, parecían un sueño hecho realidad. Ahora al menos le trabajan a los
diferentes frentes, aunque el porcentaje de lo terminado es muy bajo con
respecto al total de lo prometido. Y como aquí resolvieron que al tramo que
espera el inicio de obras no vuelven a hacerle mantenimiento, ahí está el que
comunica a Tres Puertas con Santagueda totalmente abandonado, lleno de rotos e
invadido por la maleza.
Ya en La Portada empiezan los
trabajos de la corta doble calzada que va hasta Maloka, obra que está
adelantada aunque a retazos y por ello aún no tiene cara. Desde Santagueda
hacia La Plata y Palestina a la carretera solo falta construirle varios parches
en sitios de hundimientos y pérdida de la banca, pero es cuestión de que le
metan mano para terminarla. La vía Chinchiná - Alto de Curazao quedó muy buena
hasta Hosterías del Café, y ahí adelantico, se construye una doble calzada que
según el cuadernillo de marras llega hasta la vereda Cartagena. La obra evita
entrar a Chinchiná porque conecta esa doble calzada, por una nueva carretera
que ya iniciaron y va por detrás del embalse de Balsora, y cae a la troncal
hacia Tarapacá II en inmediaciones de la estación de servicio inaugurada
recientemente.
Aunque trabajan a paso de tortuga ahí van, con la
seguridad que terminarán antes de que esté listo el aeropuerto, el cual no está
ni tibio.
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