martes, mayo 10, 2016

Wadis, ¡qué personaje!

En 1995 conocí a Wadis Echeverri cuando yo participaba en un programa radial, en Caracol, y una tarde se apareció en el estudio para que le hiciéramos bulla a una campaña que adelantaba para el Concejo de Manizales. Vestía un overol con letreros en pecho y espalda que publicitaban su aspiración; esa fue toda la inversión, porque no tenía más recursos y además sabía que nadie financiaría su campaña. Creo recordar que los votos logrados no le alcanzaban ni para ser nombrado ecónomo de su hogar. Pero hizo el ejercicio y logró que oyeran su mensaje, que era lo que le interesaba.

Después visitó el estudio de la emisora con cierta frecuencia para llevarnos ‘El Correo de los Carrapas’, una revista que de manera quijotesca ha publicado durante muchos años para difundir su mensaje cívico y cultural. El Comandante Carrapa, uno de sus seudónimos, es ante todo un poeta. Nació en Filadelfia, Caldas, donde ha pasado la mayoría de su existencia en una casa rodeada de árboles y vegetación, con pájaros, mariposas, frutas y flores. Siempre con Marta, su compañera inseparable, y Violeta, la niña de la casa.

A mediados del año 2000 lo invité a un programa que hicimos en Telecafé, en el que entrevistaba personajes destacados del Eje Cafetero (excepto políticos, reinas, cantantes y farándula en general). Como debíamos conversar largo y tendido para enterarme de su vida, llegó a mi casa una tarde cansado y sudoroso. Le pregunté cómo viajó desde el pueblo natal y respondió que en su medio de transporte preferido, un par de botas de cogedor de café que calzaba orgulloso. Que arrancaba a pata por la carretera y a los pocos minutos lo recogía un jeep de trasporte público, sabedor el chofer de que era gratis porque el poeta nunca carga dinero.

Después de las presentaciones, procedió a entregarnos un regalito y sacó de una mochila que cargaba tres guayabas dulces cogidas en un árbol a la orilla del camino; entregó una a mi mujer, otra a mi hijo y la tercera para mí. Ese detalle nos pareció de un simbolismo maravilloso, tal vez porque nos hizo ver que la vida está hecha de cosas simples. Iniciamos la charla y me di cuenta de que Wadis es un maestro de la palabra, un poeta innato. Le pregunté el origen de su nombre y dijo que a su papá le dio por ponerle a los hijos nombres que empezaran con la W, y que a él casi lo bautizan Willis.

Durante una etapa de su vida vivió en La Dorada, donde fue director de la “Casa de la cultura, ‘sin casa’, del Magdalena ‘miedo’”; porque no tenían sede y los eventos culturales se realizaban en un pequeño ágora improvisado en una plaza pública. A causa de la violencia que se vivía en la región, el poeta fue amenazado de muerte. Entonces consiguió un sobrero aguadeño con una cinta con los colores de la bandera nacional, con el fin de hacerse visible para que el sicario no fuera a equivocarse y le quitara la vida a otra víctima inocente.

Conversar con Wadis es una delicia. La primera impresión es la de alguien desequilibrado y vocinglero, pero al momento se nota que es un hombre culto, heredero de su estirpe Carrapa, cívico, ecológico, generoso y de corazón noble. La poesía está implícita en sus palabras y después de conocerlo piensa uno que la humanidad necesita muchos ‘locos’ como él. Y que lo tengan en cuenta porque es el comandante fundador de un gran ejército donde militamos muchos, el de los Alzados en ‘almas’.

No hay comentarios.: