jueves, octubre 16, 2014

Mandada a recoger.

Son comunes las disputas entre ciudades vecinas, eternos conflictos que muchas veces se desconoce su origen y sin embargo perduran entre la gente gracias a la tradición oral. Los habitantes de las tres principales ciudades de nuestra costa caribe se echan puyas y vainazos, todos están convencidos de que su terruño es el mejor, situación que genera interminables discusiones que nunca llevan a ninguna parte. Lo mismo pasa entre Medellín y Cali, que después de superar la pesadilla de los carteles del nacotráfico quedaron contrapunteadas; y en Bogotá no faltan los que aseguran que prefieren estar presos en la capital que sueltos en Tunja.

La animadversión existente entre quienes habitamos las ciudades del llamado Eje Cafetero, sobre todo Manizales y Pereira, es latente y así muchos no sintamos antipatía hacia nuestros vecinos, hacemos chistes y comentarios que buscan fastidiar al amigo o conocido oriundo de la Perla del Otún. Entonces ellos nos llaman patifríos y nosotros les decimos pereirutas, y a los de Armenia armeñucos mientras ellos también nos endilgan algún sobrenombre displicente.

Leí con interés los artículos y comentarios publicados recientemente en este periódico acerca del origen de la vieja disputa que mantenemos con Pereira, información que la mayoría desconoce y sin embargo le echan leña a diario al asunto para así heredar la absurda aversión a sus descendientes. El hecho de que en sus inicios ambas ciudades pertenecieran a diferentes estados soberanos es razón suficiente para que desde entonces existieran roces; nosotros procedíamos del estado de Antioquia cuyos habitantes eran godos, rezanderos y tradicionales, los mismos que se referían a sus vecinos del sur despectivamente como “Los negros del Cauca”, estado al que pertenecía Pereira.

Nuestro departamento fue creado en 1905 como una estrategia geopolítica del gobierno de entonces, e imagino que las principales ciudades aspirarían a ser la capital del nuevo ente territorial; al ser escogida Manizales, las otras debieron sentir celos y malestar ante la decisión. Ese mal sabor aumentó con el paso del tiempo y en 1966 se dio la separación, primero del Quindío y poco después de Risaralda. Entre las muchas razones expuestas para determinar el origen de la disputa entre ambas ciudades no encuentro la que oí a Gustavo Castaño Abad, con quien conversé en varias ocasiones acerca de la historia regional.

A principios del siglo XX Manizales fue una ciudad muy importante gracias a la exportación de café, negocio que trajo riqueza y prosperidad, y por ello las principales entidades bancarias, casas exportadoras y organismos del estado se asentaron aquí. Cuando en la década de 1920 la ciudad fue víctima de tres incendios que redujeron a escombros gran parte del centro administrativo, el país se solidarizó para levantarla de nuevo de entre las cenizas. Sin embargo, corrió el rumor que una comisión de notables pereiranos viajó a Bogotá para proponerle al Presidente de la República que trasladara a la vecina población las entidades y negocios que habían perdido sus sedes en la tragedia, actitud que fue tomada por los manizaleños como una traición imperdonable.

Sin importar el origen de la malquerencia conviene olvidarla y ahora debemos esforzarnos en trabajar por una gran ciudad región, fértil, pujante y estratégicamente ubicada en el corazón de la zona andina colombiana. Mientras tanto seguiremos con las puyas, chistes y mamadera de gallo entre unos y otros, porque el humor debe perdurar. De tantos cuentos me causó mucha gracia el del arquitecto Robert Vélez cuando en una reunión de amigos surgió la manida discusión acerca de cuál ciudad había crecido más; él se inclinaba por Manizales mientas otro de los contertulios apoyaba a Pereira, hasta que decidieron hacer una apuesta para dirimir la cuestión.

El otro hizo la tarea y cuando volvieron a reunirse esgrimió datos conseguidos directamente en el DANE, los mismos que dictaminaban que en el más reciente censo Pereira tenía mayor número de habitantes. Entonces al querer el hombre cobrar por ventanilla, Robert le dijo que existía un malentendido porque al hacer la apuesta ellos nunca habían mencionado habitantes sino gente, y que gente gente, había más en Manizales.

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