Venga Tontacio le pregunto
una vaina: anoche llegué como a las once y usted por ninguna parte; recuerde
que el trato es que nos abre los garajes durante su horario de trabajo. Póngale
cuidao dotor, es que estaba escondido en el matorral de aquella casa pa… Cuál
matorral hombre, respete, semejante belleza de jardín que tiene esa señora y
usted sale con esas. Bueno, llámelo como quiera pero a mí me parece un rastrojo;
el caso es que estaba paviando a unas pintas que habían pasao varias veces por
aquí como echando ojo, ¿sí me entiende? La verdá yo quería cogelos con las
manos en la casa… Cuál casa hombre, se dice las manos en la masa. Usté me
perdonará dotor pero yo no veo ninguna masa, mientras que sí hay mucha casa
donde pueden meterse esos vergajos.
Bueno Tontacio, el caso…
Aguarde un momentico dotor aprovecho pa decile una vaina… espero que no se
delique pero ya estoy mamao con ese cuento del Tontacio; le recuerdo que me
llamo Inacio, y por cierto ya nadies me dice así. Todos me la montaron con el
bendito apodo; los mocosos me joden a toda hora y hasta las mantecas me dicen
así. Qué es eso de mantecas hombre, mejor refiérase a ellas como empleadas
domésticas. Ahora verá pues… y por qué ellas a mí sí me dicen celador o
guachimán… que entonces me llamen guardia de seguridá y listo; todos tan
contentos. Yo lo único que esijo es que me respeten, porque hasta ahora nadies
tiene quejas de mi comportamiento. ¡Uno también tiene su dinidá!
Está bien, está bien, voy a
hablar con los vecinos para que revisemos el asunto. Pero volvamos a lo de
esconderse en ese jardín: varias personas aseguran haberlo visto echándose
motositos ahí a media noche, y dicen que usted ni se inmuta cuando entran a sus
casas. ¿Qué quien se emputa? No hombre, que no se inmuta… como quien dice que
no se da por enterado. ¡Aaaaah!, ya entiendo; sabe qué dotor, hábleme con
palabras menos rebuscadas a ver si nos entendemos mejor. Ahora sí le esplico
cómo es el asunto: resulta de que al sentir yo que alguien se acerca, me hago
el dormido pa despistalo pero con mañita abro una vista y lo reparo; apenas me
doy cuenta que es conocido, sigo en mi escondite. Es una tática muy efetiva,
cuando le diga…
No me haga reír hombre Tonta…
perdón, Ignacio, que ese cuento no se lo cree ni usted mismo. Le recuerdo que
su función como vigilante de esta cuadra es recorrer el vecindario durante las
horas de la noche, colaborar en lo que sea necesario y alarmar a la comunidad
en caso de que vea algo sospechoso. Para eso le pagamos. Pues me va a perdonar
dotor, pero eso de que le pagamos hay que discutilo; porque algunos vecinos
como usté son cumplidos con la mensualidá, pero en cambio otros solo aflojan el
billete cuando les da la gana. Como el viejo Anselmo que es una agonía, siempre
que le cobro sale con que está sin cinco; y hay que ver lo que gasta esa gente.
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