jueves, febrero 12, 2015

Monumento a la desidia.

Produce rabia y desazón ver obras construidas con dineros del erario, las cuales no eran necesarias; peor aún las que hacían falta y después de levantarlas, nunca funcionaron. En un país con tantas necesidades pensamos de inmediato qué otras inversiones podrían hacerse con esos recursos y cuántos ciudadanos se habrían beneficiado. En los pasillos del Congreso los llamados lobistas, unos lagartos vividores y oportunistas, buscan conseguir con los “honorables” las partidas para las distintas regiones, las cuales después adjudican a contratistas que esperan ávidos la oportunidad de enriquecerse de una manera fácil y efectiva. Así todos ganan, menos los ciudadanos con cuyos impuestos se financian los chanchullos.

Desde que inauguraron el parque Los Yarumos hemos oído hablar de estrategias para que la gente lo visite, pero da grima llegar al parqueadero un sábado por la tarde y encontrar dos o tres carros; en las instalaciones asustan y si uno está de buenas se topa con un celador que le cuente chismes y demás infidencias. Diferentes deportes extremos, senderos ecológicos, diversiones para niños y hasta una pista de hielo para patinar, han sido algunos de los atractivos que ofrece el lugar y sin embargo nada pega. La biblioteca Orlando Sierra tampoco pelechó y no tengo duda de que la primera causa del fracaso es que no existe una ruta de transporte público que llegue hasta el lugar.

Entonces la administración municipal de la época, a modo de salvavidas para rescatar semejante inversión, resolvió que lo primero era solucionar el asunto del transporte y procedió a construir el cable aéreo desde el sector de El Cable, convencidos de que se convertiría en un atractivo turístico y que ahora sí el ecológico parque despegaría. Como es lógico se formó la polémica y mientras unos opinaban que eso era un embeleco, una botadera de plata, otros lo vimos con buenos ojos convencidos de que con el novedoso sistema tendría un futuro prometedor.

Con celeridad construyeron las estaciones, las pilonas correspondientes y por último el sistema de cable con sus góndolas, para empezar a transportar filas de personas que querían experimentar el tan cacareado servicio. Lo que parece increíble es que al poco tiempo el sistema falló y fue necesario suspenderlo. Pensamos que era cuestión de esperar unas semanas mientras llegaban los repuestos y así ha pasado no sé cuánto tiempo, mientras la infraestructura acumula polvo y herrumbre sin prestarle ningún servicio a la ciudad.

Esperé un rato dentro de un carro parqueado frente a la estación de El Cable y desde ahí podía ver la que recibe las góndolas en Los Yarumos, y empecé a cuestionarme sobre cómo es posible que los manizaleños seamos tan permisivos que ante semejante monumento a la desidia no hagamos nada. Enterrados con ese proyecto hay varios miles de millones de pesos y esta es la hora que al menos yo no sé quiénes son los responsables y qué procesos les sigue la justicia; también quiero saber cuál es el problema que impide que el cable funcione, por qué no lo arreglan, cuánto cuesta la reparación, en qué va esa vaina… Que al menos digan algo.

Observo con detalle el edificio y veo cómo lo deteriora el paso del tiempo. Una planta eléctrica localizada en el exterior, al sol y al agua; seguro el día que vuelvan a necesitarla no va a funcionar. Las paredes con grafitis, polvo acumulado y la pintura del edificio desvanecida, y en una ventana del último piso lo ofrecen en arrendamiento. Ahora no falta sino que pongan ahí las oficinas de una EPS o una venta de celulares.

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