Produce rabia y desazón ver obras
construidas con dineros del erario, las cuales no eran necesarias; peor aún las
que hacían falta y después de levantarlas, nunca funcionaron. En un país con
tantas necesidades pensamos de inmediato qué otras inversiones podrían hacerse
con esos recursos y cuántos ciudadanos se habrían beneficiado. En los pasillos
del Congreso los llamados lobistas, unos lagartos vividores y oportunistas,
buscan conseguir con los “honorables” las partidas para las distintas regiones,
las cuales después adjudican a contratistas que esperan ávidos la oportunidad
de enriquecerse de una manera fácil y efectiva. Así todos ganan, menos los ciudadanos
con cuyos impuestos se financian los chanchullos.
Desde que inauguraron el parque
Los Yarumos hemos oído hablar de estrategias para que la gente lo visite, pero
da grima llegar al parqueadero un sábado por la tarde y encontrar dos o tres
carros; en las instalaciones asustan y si uno está de buenas se topa con un
celador que le cuente chismes y demás infidencias. Diferentes deportes
extremos, senderos ecológicos, diversiones para niños y hasta una pista de
hielo para patinar, han sido algunos de los atractivos que ofrece el lugar y
sin embargo nada pega. La biblioteca Orlando Sierra tampoco pelechó y no tengo
duda de que la primera causa del fracaso es que no existe una ruta de
transporte público que llegue hasta el lugar.
Entonces la administración
municipal de la época, a modo de salvavidas para rescatar semejante inversión,
resolvió que lo primero era solucionar el asunto del transporte y procedió a
construir el cable aéreo desde el sector de El Cable, convencidos de que se
convertiría en un atractivo turístico y que ahora sí el ecológico parque
despegaría. Como es lógico se formó la polémica y mientras unos opinaban que
eso era un embeleco, una botadera de plata, otros lo vimos con buenos ojos
convencidos de que con el novedoso sistema tendría un futuro prometedor.
Con celeridad construyeron las
estaciones, las pilonas correspondientes y por último el sistema de cable con
sus góndolas, para empezar a transportar filas de personas que querían
experimentar el tan cacareado servicio. Lo que parece increíble es que al poco
tiempo el sistema falló y fue necesario suspenderlo. Pensamos que era cuestión
de esperar unas semanas mientras llegaban los repuestos y así ha pasado no sé
cuánto tiempo, mientras la infraestructura acumula polvo y herrumbre sin
prestarle ningún servicio a la ciudad.
Esperé un rato dentro de un carro
parqueado frente a la estación de El Cable y desde ahí podía ver la que recibe
las góndolas en Los Yarumos, y empecé a cuestionarme sobre cómo es posible que
los manizaleños seamos tan permisivos que ante semejante monumento a la desidia
no hagamos nada. Enterrados con ese proyecto hay varios miles de millones de
pesos y esta es la hora que al menos yo no sé quiénes son los responsables y
qué procesos les sigue la justicia; también quiero saber cuál es el problema
que impide que el cable funcione, por qué no lo arreglan, cuánto cuesta la
reparación, en qué va esa vaina… Que al menos digan algo.
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