sábado, marzo 28, 2015

Indignación general.

A diario suceden en nuestro país hechos que nos hacen hervir la sangre de la ira, debido a que son el colmo del irrespeto, el abuso del poder, el cinismo y la inoperancia de la ley. Para fortuna de los implicados cuando su caso crea polémica e indignación, y atrae a los medios por tratarse de amarillismo puro, muy pronto se presenta otra situación que se roba la atención y desbanca todo lo sucedido con anterioridad. Mientras tanto esos asuntos que pasan a segundo plano son arreglados bajo la mesa, donde abogados torcidos negocian con jueces y familiares las condiciones para que el castigo que reciba su cliente sea el mínimo y en las mejores condiciones.

Estoy seguro de que la mayoría de quienes vimos los videos donde un zambo que esgrimió como inmunidad ser dizque familiar de un expresidente, y que quiso atemorizar a los agentes de policía que intervinieron para controlar sus desmanes, soñamos en ese momento con darle una pela para que deje de ser prepotente y altanero. La manera de comportarse, el lenguaje vulgar y despectivo que utilizó para dirigirse a los representantes de la ley; atreverse a palmotearlos en la cabeza y golpearlos en el pecho, y la osadía de amenazarlos de muerte en compañía de sus familiares, es un comportamiento que no puede quedar impune.

Viene a la memoria entonces el concejal aquel de un municipio cercano a la capital a quién encontraron a media mañana dormido en su camioneta. En vez de acatar los requerimientos de los agentes que lo abordaron, prefirió protagonizar una persecución de película por calles y avenidas sin importarle que dispararan a sus neumáticos, hasta llegar a un cuartel del ejército donde busco refugio convencido de que se saldría con la suya. Y qué tal el senador Merlano que al verse pillado conduciendo su vehículo con unos tragos entre pecho y espalda, sale a refregarles a los policías que lo detuvieron que por él votaron cincuenta mil ciudadanos en las más recientes elecciones, lo cual supuestamente le da licencia para hacer lo que le venga en gana.

Envenena el espíritu ver un caso como el del piloto comercial que al manejar bajo los efectos del alcohol, sumado a la alta velocidad, causa un accidente que deja cuatro muertos de una misma familia; para agravar lo sucedido el tipo no ayuda a los heridos y mejor detiene un taxi y se larga para su casa, como si no hubiera pasado nada. Esto le da tiempo para conseguir un abogado mañoso y torcido, que los hay por montones, para que planee una estrategia que lo beneficie. Y como la necesidad tiene cara de perro, arreglan con dinero a los familiares de las víctimas a cambio de que desistan de sus exigencias.

Ahora nos enteramos de que el guache ese Gaviria fue dejado en libertad con una llamada de atención como única sanción, después de haberlo visto el país entero cometer todo tipo de agresiones físicas y verbales contra los agentes del orden. Cualquier ciudadano de a pie pensará entonces que puede insultar policías, cachetearlos, empujarlos, humillarlos, amenazarlos de muerte y no va a pasar nada. Pues que a nadie se le ocurra, porque aquí los ciudadanos no somos tratados de la misma manera; una cosa son los poderosos y sus allegados, y otra muy distinta el resto de la población. Influyen el estrato social, el grado de escolaridad, la condición económica, los contactos que tenga y demás arandelas. País de locos este donde cualquier patán se cree con derecho a pasar por encima de la ley. 

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