Las personas deben retirarse de su profesión u oficio en el momento oportuno. El ser humano tiene una vida productiva que indefectiblemente empieza su declive a cierta edad y ahí es cuando es prudente tomar la determinación de dar un paso al costado, entregar los trastos y ceder el turno a quienes vienen detrás. Claro que nunca tan temprano como sucede en nuestro país donde desechan a las personas mayores de cuarenta años en el mercado laboral, modalidad que para infortunio de muchos se ha impuesto y por ello deben saltar matones durante largos años mientras alcanzan la edad de jubilación. Aquí la experiencia no cuenta.
Es común que quien ha laborado durante toda una vida sienta depresión y se desubique al momento de pensionarse, por lo que recomiendan mentalizarse con algunos años de antelación para que no lo coja por sorpresa y sin estar preparado psicológicamente. Seguro que después se acostumbra a hacer las compras del día en la tienda del barrio, pagar facturas y demás diligencias bancarias, visitar el café donde se encuentra con los amigos para enterarse de los últimos chismes, cuidar a los nietos, sacar el perro a hacer popó, resolver crucigramas y tratar de reparar cuanto cacharro se dañe en al casa. Lo peor es que nadie se lo reconoce y en cambio le echan vainas dizque porque no hace sino joder y estorbar.
Algunos artistas y deportistas son unos magos para retirarse con bombos y platillos, lo que hacen para recobrar aunque sea de forma pasajera ese renombre que alcanzaron cuando vivieron su cuarto de hora. Claro que la táctica consiste en retornar a su actividad un tiempo después, para tener la oportunidad de repetir el show. Futbolistas, cantantes y toreros son una muestra visible de esta lucrativa modalidad, y ahí es cuando la gente dice que fulanito de despide más que un circo pobre. En cambio quienes obran de manera inteligente lo hacen una sola vez y cuando están en el curubito de sus carreras, para que después no digan que salieron por la puerta de atrás.
Lo mismo pasa con los políticos que al ver disminuido su caudal electoral aseguran que le dejan el campo libre a las nuevas generaciones, pero apenas recuperan el número suficiente de votos se lanzan de nuevo al ruedo y ahí siguen atornillados mientras tengan el respaldo necesario. Otros saben mantenerse activos a pesar de no pertenecer al Congreso ni ocupar cargos públicos, como sucedió con el ex presidente Alfonso López Michelsen. El veterano dirigente abría la boca y revolcaba al país, situación que al menos a mí, me tenía hasta la coronilla. A esa edad en que ya se está más allá del bien y del mal, puede salir con la imprudencia que quiera sin tener que preocuparse por las consecuencias.
Recuerdo que de joven leía con gusto las columnas de Lucas Caballero Calderón, Klim, donde le tiraba duro al gobierno de López y criticaba con saña situaciones como la carretera que construyeron en los llanos orientales, la cual valorizaba en forma considerable unas tierras de la familia presidencial. Muchos otros escándalos debió enfrentar el recientemente fallecido líder liberal, por lo que extraña que ahora que fenece nadie recuerde el pasado y se dediquen solo a hablar de sus ejecutorias y de su bagaje intelectual.
Un hombre muy ilustrado y todo lo que quieran, aunque personalmente nunca me simpatizó. Siempre lo vi como un aristócrata arrogante que se jactaba de estar acompañado de un séquito de viejas espectaculares a las que mostraba como trofeos, mientras ellas se ufanaban convencidas de que las prefería por inteligentes o interesantes. Si Viena Ruiz o Paula Jaramillo fueran unos gürres con seguridad no las hubiera volteado a mirar; además de que ya no era capaz de echarles ni un piropo. Su última gran cruzada fue a favor del acuerdo humanitario, labor que adelantó para mantenerse activo en el ámbito nacional; porque él opinaba que un político nunca debe perder vigencia.
Por eso es tan cierto aquello que no hay muerto malo. Cuando falleció el ex presidente Barco la verborrea lamberica no se hizo esperar, y muchos quedamos pasmados al ver semejante semblanza de un personaje que pasó por la presidencia de la república sin pena ni gloria. Luego le toca el turno a Turbay, a quien el pueblo no hizo otra cosa que inventarle cuentos por su fisonomía anodina, una forma de ser bastante repelente y su desagradable sonsonete al hablar. A ellos los relaciono con los viejos caciques políticos, manzanillos y gamonales, para que después salgan a hablar de insignes prohombres, eminentes mandatarios y humanistas reconocidos.
Falta que llegue el turno a personajes como Samper o su escudero Serpa a ver qué van a decir. Porque la memoria del pueblo es frágil y con seguridad olvidarán las andanzas de estos bandidos de cuello blanco, a quienes después de semejante escándalo les bastó con perderse un corto tiempo del panorama nacional para regresar con sus viejas mañas. De Gaviria se burlan por su manera de hablar, de reírse, los chismes acerca de su vida personal abundan, pero he de verlos cuando falte y solo se acuerden de sus bondades.
Definitivamente en este país, además de cafres, hay muchos lambones, cepilleros, chupamedias, tirabeques, lagartos, voltiarepas, carga ladrillos, regalados, hipócritas y lame…
pmejiama1@une.net.co
lunes, julio 30, 2007
lunes, julio 16, 2007
Lo que nos faltaba.
A veces topamos con unas noticias procedentes del exterior que en un primer momento hacen pensar que nos están mamando gallo. Claro que viéndolo bien, las que produce nuestro país también son susceptibles a duda por lo desproporcionadas y absurdas. Porque tiene que ser mucha la impresión que siente un sueco, quien vive en un país donde fácilmente no se presenta ni un homicidio en todo el año, cuando se entera de que en Colombia encontraron a una anciana de más de 100 años violada y asesinada, y que el culpable es un apache que en medio de la borrachera cometió el crimen. O que a otra señora le robaron del vientre, con la ayuda de una cuchilla de afeitar, el bebé que gestaba y estaba a punto de dar a luz, y el cual por fortuna pudieron recuperar cuando ella denunció el hecho después de recobrar el conocimiento en un potrero apartado. Y como para irse de espaldas saber que en una ciudad de nuestro país, en un fin de semana común y corriente, se presentan más de 40 homicidios.
La información que llamó mi atención y que confundí con una inocentada, procedía de Inglaterra y el encabezado obligaba al desprevenido lector a profundizar en su contenido. Resulta que un grupo de científicos ingleses se reunió a discutir los “derechos humanos” de los robots. En un principio sentí rabia al pensar en las necesidades que soportamos en los países del tercer mundo por falta de recursos, para que anden estos desocupados dedicados a semejante absurdo en un simposio que con seguridad les costó un mundo de plata. Luego me entero de que querían era definir responsabilidades entre quienes producen estos aparatos, lo que se cae de su peso porque si no son los fabricantes los que deben poner la cara ante el proceder de sus creaciones, entonces quien carajo la pone. Para tal asunto no cabe la menor discusión, porque cualquier tipo de robot necesita que un ser humano lo programe y esa persona es la responsable directa.
El ejemplo típico es un robot que utiliza el ejército de Corea del Sur para patrullar la frontera con su vecino del norte, aparato que contiene dos cámaras de televisión y un arma que acierta a un blanco localizado a 500 metros de distancia. Sobra decir que en este caso, aunque el aparato es fabricado por una industria particular, son los militares los encargados de soltarlo a que le dispare al que se mueva y por lo tanto responsables de las andanzas del aparatejo. Pero la mayor preocupación es que ahora hablan es de robots con inteligencia propia, lo que no alcanzo a imaginar, ya que fabricar un aparato con esa característica es lo mismo que crear vida artificial. Y los científicos de la robótica ya están inquietos por el comportamiento de robots utilizados como empleadas del servicio doméstico, obreros de la construcción o compañeros sexuales, entre otros.
Aunque no creo que me alcance a tocar ver semejante avance de la tecnología, sí quiero hacer algunas recomendaciones a quienes fabrican esas máquinas para que al momento de programarlas no vayan a cometer algunos errores que podrían menguar sus ventas. En el caso de la empleada domestica, y aunque la máquina es asexuada quedaría bien presentarla con delantal y cofia, deben omitirse en el software algunos detalles que querrán incluir para hacer el robot más real. Es importante por ejemplo que el aparato no aspire a tomar clases de corte o computadores a media tarde para evitar encontrones con la patrona; que no acostumbre hablar horas enteras por teléfono con otros mecanismos afines; que pueda engrasarse con aceite tres en uno y no requiera de oliva o de sésamo; que no chafe el vestido nuevo del señor; y que no guste de ponerse la ropa interior de las mujeres de la casa.
En el caso de compañeros sexuales hay que tener mucho tacto, porque se corre el riesgo que nadie vuelva a tener una relación estable con otro ser humano. Que tal una señora que mantenga su juguetito en el armario, y que solo lo encienda cuando le provoque distraerse un rato. Olvídese de la disfunción eréctil, del depravado que hace propuestas indecentes, del que tiene mal aliento, de la eyaculación precoz y tantos otros males que padecen los hombres, y lo que es peor, que ninguno reconoce como propio. Además, no se lo tiene que aguantar después en franela dedicado a jartar cerveza, eructar y cambiar canales en el televisor para solo detenerse en los que trasmiten programas deportivos.
En cambio cuando se trate de aparatos para satisfacer a los varones, solo unas bobaditas son recomendables para hacerlas prácticas y apetecidas. Basta con que ejerzan su función sin importar que la luz esté encendida, que sea encima del poyo de la cocina, que haya más gente en la casa, que sea viernes santo o que el perro esté mirando. Ni riesgos de irlas a programar con dolores inoportunos de cabeza y mucho menos con “aquella” visita mensual; que no aspiren a muestras cariñosas después de, y que nunca pregunten si las quieren mucho. Algunos más exigentes las querrán todo terreno, sin sistema de audio, con diferentes habilidades y velocidades, y sobre todo, que haya forma de apagarlas en cualquier momento.
pmejiama1@une.net.co
La información que llamó mi atención y que confundí con una inocentada, procedía de Inglaterra y el encabezado obligaba al desprevenido lector a profundizar en su contenido. Resulta que un grupo de científicos ingleses se reunió a discutir los “derechos humanos” de los robots. En un principio sentí rabia al pensar en las necesidades que soportamos en los países del tercer mundo por falta de recursos, para que anden estos desocupados dedicados a semejante absurdo en un simposio que con seguridad les costó un mundo de plata. Luego me entero de que querían era definir responsabilidades entre quienes producen estos aparatos, lo que se cae de su peso porque si no son los fabricantes los que deben poner la cara ante el proceder de sus creaciones, entonces quien carajo la pone. Para tal asunto no cabe la menor discusión, porque cualquier tipo de robot necesita que un ser humano lo programe y esa persona es la responsable directa.
El ejemplo típico es un robot que utiliza el ejército de Corea del Sur para patrullar la frontera con su vecino del norte, aparato que contiene dos cámaras de televisión y un arma que acierta a un blanco localizado a 500 metros de distancia. Sobra decir que en este caso, aunque el aparato es fabricado por una industria particular, son los militares los encargados de soltarlo a que le dispare al que se mueva y por lo tanto responsables de las andanzas del aparatejo. Pero la mayor preocupación es que ahora hablan es de robots con inteligencia propia, lo que no alcanzo a imaginar, ya que fabricar un aparato con esa característica es lo mismo que crear vida artificial. Y los científicos de la robótica ya están inquietos por el comportamiento de robots utilizados como empleadas del servicio doméstico, obreros de la construcción o compañeros sexuales, entre otros.
Aunque no creo que me alcance a tocar ver semejante avance de la tecnología, sí quiero hacer algunas recomendaciones a quienes fabrican esas máquinas para que al momento de programarlas no vayan a cometer algunos errores que podrían menguar sus ventas. En el caso de la empleada domestica, y aunque la máquina es asexuada quedaría bien presentarla con delantal y cofia, deben omitirse en el software algunos detalles que querrán incluir para hacer el robot más real. Es importante por ejemplo que el aparato no aspire a tomar clases de corte o computadores a media tarde para evitar encontrones con la patrona; que no acostumbre hablar horas enteras por teléfono con otros mecanismos afines; que pueda engrasarse con aceite tres en uno y no requiera de oliva o de sésamo; que no chafe el vestido nuevo del señor; y que no guste de ponerse la ropa interior de las mujeres de la casa.
En el caso de compañeros sexuales hay que tener mucho tacto, porque se corre el riesgo que nadie vuelva a tener una relación estable con otro ser humano. Que tal una señora que mantenga su juguetito en el armario, y que solo lo encienda cuando le provoque distraerse un rato. Olvídese de la disfunción eréctil, del depravado que hace propuestas indecentes, del que tiene mal aliento, de la eyaculación precoz y tantos otros males que padecen los hombres, y lo que es peor, que ninguno reconoce como propio. Además, no se lo tiene que aguantar después en franela dedicado a jartar cerveza, eructar y cambiar canales en el televisor para solo detenerse en los que trasmiten programas deportivos.
En cambio cuando se trate de aparatos para satisfacer a los varones, solo unas bobaditas son recomendables para hacerlas prácticas y apetecidas. Basta con que ejerzan su función sin importar que la luz esté encendida, que sea encima del poyo de la cocina, que haya más gente en la casa, que sea viernes santo o que el perro esté mirando. Ni riesgos de irlas a programar con dolores inoportunos de cabeza y mucho menos con “aquella” visita mensual; que no aspiren a muestras cariñosas después de, y que nunca pregunten si las quieren mucho. Algunos más exigentes las querrán todo terreno, sin sistema de audio, con diferentes habilidades y velocidades, y sobre todo, que haya forma de apagarlas en cualquier momento.
pmejiama1@une.net.co
lunes, julio 09, 2007
Recuerdos al vuelo.
Después de tantos años de haber trabajado en el área de la aviación todavía me aterra cuando entra el invierno y amanecen los días nublados y lluviosos, porque entonces la situación se torna caótica y los problemas e inconvenientes se multiplican. El aeropuerto cerrado por mal tiempo, decenas de vuelos cancelados y al otro día, cuando los pasajeros represados quieren viajar, se repite la historia y el estrés de todos, pasajeros, acompañantes, tripulantes y empleados de tierra puede sentirse en el ambiente. Cada persona exige una explicación, una respuesta, un pronóstico, una solución a su problema, y llega un momento en que uno solo quiere que se lo trague la tierra. Sin embargo, el trabajo en ese campo es atractivo por lo variado, porque el ambiente es agradable, se interactúa con mucha gente y sobre todo, porque el gremio de los pilotos es sui géneris.
Durante los 10 años que conviví con ese medio conocí cientos de pilotos; de la compañía donde me desempeñé, de otras empresas y aviadores particulares. Entre estos últimos recuerdo con cariño a Germán Mejía, quien murió de forma trágica hace varios años. Pichón fue el apodo con que todo el mundo lo conocía, aunque en el medio aeronáutico lo llamábamos el capitán “bombillo flojo”, por un tic que tenía de parpadear en todo momento. Durante su corta existencia Pichón fue todo un personaje. Llegaba al aeropuerto muy temprano y si me veía desocupado, insistía en que lo acompañara a dar una vueltica en su avión, acción que el hombre necesitaba realizar antes de empezar su jornada laboral. Era un afiebrado absoluto a volar.
En una ocasión se accidentó una avioneta de la Aerocivil en la cabecera de la pista, percance en el que de puro milagro no hubo víctimas, y como es lógico yo me fui a noveleriar (hijo de mi madre, que no se pierde ni la cambiada de una llanta). En ese momento un periodista de La Patria llamó a mi teléfono directo a indagar por el suceso, y casualmente Pichón se disponía a hacer una llamada de ese mismo número. Entonces optó por decirle al periodista, para que desocupara la línea, que cómo así, que si quería saber lo sucedido bajara hasta el aeropuerto; que no fuera pechugón. Pues resulta que en esa época Pichón era el director de Valorización Municipal, y como su voz era muy particular, el comunicador lo reconoció. Más tarde recibí una llamada donde me hacían el reclamo por la descortesía; francamente yo no entendía de qué me hablaban, hasta que preguntaron, sin rodeos, si quien había contestado la llamada era el funcionario señalado. Negué la acusación por desconocer el asunto, aunque conociendo al personaje, me parecía verlo apoltronado en mi escritorio muerto de la risa por la forma como había procedido.
Al otro día le advertí que lo tenían pillado, pero él con su forma de ser dijo que eso no valía la pena. Al poco tiempo se aparece por mi oficina un juez con su secretario para tomarme una declaración de los hechos. Cuando dije mi nombre completo, y ante la coincidencia de mis apellidos con los del acusado, el juez pregunta si somos hermanos, a lo que respondí que Dios me libre de ser pariente de semejante belleza. En esas, y por casualidad, entra Pichón como Pedro por su casa con su mamadera de gallo y nota que yo cambio de colores. Entonces le informé de qué se trataba la diligencia y en vez de preocuparse, convenció a los funcionarios para que se fueran a disfrutar un paseo en el avión. Al terminar la tarde, regresaron a recoger la máquina de escribir y venían cargados de paquetes del aeropuerto de Medellín; turrones del Astor, pasteles de Santa Helena y cuanta chuchería encontraron. Antes de salir, Pichón me dijo con disimulo que me olvidara del caso porque ya estaba cerrado.
Y es que la facultad de mamar gallo es inherente a muchos pilotos. En ACES voló Diego “EL Mudo” Arango, un personaje de Medellín con una chispa y un humor geniales. Burletero de profesión y gocetas de antología. Por esos días contrataron en el Olaya Herrera un muchacho para trabajar en la plataforma y una tarde que se largó un aguacero, el improvisado despachador, desconocedor absoluto de la jerga aeronáutica, llegó a las carreras protegido con una sombrilla y a los gritos le informó al Mudo:
-Caitán, caitán, quisque el aeropuerto está cerrao por fuerte “churrasco”.
Con ese descache se inauguró el novel empleado, y preciso le sucede con el capitán Arango quien se encargó de regar el cuento por todo el país. Recuerdo que cuando los vuelos se retrasaban por alguna causa, pedíamos el favor a los tripulantes que almorzaran en la cabina del avión. Se dispuso el joven de marras, ignorante como el que más, a tomarle el pedido al Mudo y a su copiloto. Todos acostumbraban lo mismo, hamburguesa, pizza, sándwich o pollo asado, pero el malicioso piloto mira muy serio al asustado aprendiz, que estaba listo para anotar en su libreta, y le dice que quiere pollo “stroganoff”, egg rolls con salsa teriyaki, arroz tai y muffets de chocolate; y para tomar, ice tea. Ante semejante galimatías, el muchacho pone cara de desconsuelo y algo ofuscado le implora:
-Ah, nooooo caitán, pida sánguche.
pmejiama1@une.net.co
Durante los 10 años que conviví con ese medio conocí cientos de pilotos; de la compañía donde me desempeñé, de otras empresas y aviadores particulares. Entre estos últimos recuerdo con cariño a Germán Mejía, quien murió de forma trágica hace varios años. Pichón fue el apodo con que todo el mundo lo conocía, aunque en el medio aeronáutico lo llamábamos el capitán “bombillo flojo”, por un tic que tenía de parpadear en todo momento. Durante su corta existencia Pichón fue todo un personaje. Llegaba al aeropuerto muy temprano y si me veía desocupado, insistía en que lo acompañara a dar una vueltica en su avión, acción que el hombre necesitaba realizar antes de empezar su jornada laboral. Era un afiebrado absoluto a volar.
En una ocasión se accidentó una avioneta de la Aerocivil en la cabecera de la pista, percance en el que de puro milagro no hubo víctimas, y como es lógico yo me fui a noveleriar (hijo de mi madre, que no se pierde ni la cambiada de una llanta). En ese momento un periodista de La Patria llamó a mi teléfono directo a indagar por el suceso, y casualmente Pichón se disponía a hacer una llamada de ese mismo número. Entonces optó por decirle al periodista, para que desocupara la línea, que cómo así, que si quería saber lo sucedido bajara hasta el aeropuerto; que no fuera pechugón. Pues resulta que en esa época Pichón era el director de Valorización Municipal, y como su voz era muy particular, el comunicador lo reconoció. Más tarde recibí una llamada donde me hacían el reclamo por la descortesía; francamente yo no entendía de qué me hablaban, hasta que preguntaron, sin rodeos, si quien había contestado la llamada era el funcionario señalado. Negué la acusación por desconocer el asunto, aunque conociendo al personaje, me parecía verlo apoltronado en mi escritorio muerto de la risa por la forma como había procedido.
Al otro día le advertí que lo tenían pillado, pero él con su forma de ser dijo que eso no valía la pena. Al poco tiempo se aparece por mi oficina un juez con su secretario para tomarme una declaración de los hechos. Cuando dije mi nombre completo, y ante la coincidencia de mis apellidos con los del acusado, el juez pregunta si somos hermanos, a lo que respondí que Dios me libre de ser pariente de semejante belleza. En esas, y por casualidad, entra Pichón como Pedro por su casa con su mamadera de gallo y nota que yo cambio de colores. Entonces le informé de qué se trataba la diligencia y en vez de preocuparse, convenció a los funcionarios para que se fueran a disfrutar un paseo en el avión. Al terminar la tarde, regresaron a recoger la máquina de escribir y venían cargados de paquetes del aeropuerto de Medellín; turrones del Astor, pasteles de Santa Helena y cuanta chuchería encontraron. Antes de salir, Pichón me dijo con disimulo que me olvidara del caso porque ya estaba cerrado.
Y es que la facultad de mamar gallo es inherente a muchos pilotos. En ACES voló Diego “EL Mudo” Arango, un personaje de Medellín con una chispa y un humor geniales. Burletero de profesión y gocetas de antología. Por esos días contrataron en el Olaya Herrera un muchacho para trabajar en la plataforma y una tarde que se largó un aguacero, el improvisado despachador, desconocedor absoluto de la jerga aeronáutica, llegó a las carreras protegido con una sombrilla y a los gritos le informó al Mudo:
-Caitán, caitán, quisque el aeropuerto está cerrao por fuerte “churrasco”.
Con ese descache se inauguró el novel empleado, y preciso le sucede con el capitán Arango quien se encargó de regar el cuento por todo el país. Recuerdo que cuando los vuelos se retrasaban por alguna causa, pedíamos el favor a los tripulantes que almorzaran en la cabina del avión. Se dispuso el joven de marras, ignorante como el que más, a tomarle el pedido al Mudo y a su copiloto. Todos acostumbraban lo mismo, hamburguesa, pizza, sándwich o pollo asado, pero el malicioso piloto mira muy serio al asustado aprendiz, que estaba listo para anotar en su libreta, y le dice que quiere pollo “stroganoff”, egg rolls con salsa teriyaki, arroz tai y muffets de chocolate; y para tomar, ice tea. Ante semejante galimatías, el muchacho pone cara de desconsuelo y algo ofuscado le implora:
-Ah, nooooo caitán, pida sánguche.
pmejiama1@une.net.co
Apareció el espanto.
No recuerdo cuando tiempo hace que no veía a don Aniceto Revolledo. Estaba más perdido que el hijo de Lindbergh, pero por fortuna apareció el espanto, como dice el vulgo cuando repunta alguien que andaba remontado. La verdad es que ya temía que el viejo hubiera fenecido, debido a su silencio y a que no había vuelto a frecuentar los lugares que acostumbra; además, porque a su edad la muerte mantiene la guadaña presta y afilada. El caso es que regresó con tupia y con la lengua inquieta; ahí sí vale aquello que habla más que un perdido cuando aparece. Oigan su discurso:
*Hombre por Dios, cómo que perdido yo. El que no se había vuelto a dejar ver es usted. Pregunte y verá que a cada rato me aparezco por aquí. Pero siquiera lo veo, porque quiero mostrarle el discurso del Ministro de defensa en el Congreso Cafetero; mire, mi nieto dizque lo bajó de internet y me imprimió esta copia. El caso es que el doctor Santos se refiere a un asunto que me puso a pensar. Presenta unas cifras en seguridad y desarrollo económico muy positivas, y habla de cómo la oposición refuta estos datos mientras insiste en que estamos en una dictadura que maquilla las cifras para ganar adeptos y mantener su popularidad.
Muchos se preguntan a quién creerle, porque al oír la contraparte también presenta unas pruebas que lo dejan a uno patinando. Lo que tenemos que exigir los colombianos, es que quien pretenda deslegitimar los resultados que muestra el gobierno que lo haga con pruebas claras y contundentes. Mire un ejemplo: dice el Ministro que en nuestra región cafetera hubo 113 secuestros en el 2002 y que el año pasado solo fueron 13 los plagiados. A todos nos deja admirados esa información, pero como no demora en salir algún personaje a desmentir el dato, pues que demuestre con pruebas que los números no coinciden con la realidad. Es muy fácil. Que en caso de ser mayor la cifra real de secuestrados presente una lista con los detalles, testigos y testimonios de los afectados. Que pueda demostrar que tiene la razón cuando asegura que nos están metiendo el dedo en la boca.
Porque en este país se habla mucho, en el Congreso despotrican del Presidente y sus Ministros, pero nunca dejan una constancia efectiva que apoye la acusación de turno. Para no confundirlo con números, le cuento que en el país ha disminuido la delincuencia en porcentajes muy significativos y que por ejemplo en el caso de las pescas milagrosas, que mortificaron a los colombianos durante mucho tiempo, la cifra desciende un 99%. Como quien dice, el fenómeno desapareció para fortuna de todos. Ahí queda el dato para el que quiera desvirtuarlo, pero que lo haga con argumentos palpables e irrefutables.
El tema de la economía sí que se presta para que le saquen peros y nos enreden con opiniones diversas y contradictorias. Todo el mundo piensa diferente y como es una materia que todavía está sin inventar, la opinión es subjetiva y personal. Lo que sí es cierto es que cualquier ciudadano ignorante, como yo, puede notar que en la calle hay más billete. El crecimiento de la construcción es impresionante y detalle por ejemplo el renglón automotriz. La cantidad de carros que venden mensualmente sube sin freno, y me refiero a vehículos de todo tipo. Desde los populares y más baratos, hasta unas naves importadas que le quitan el sueño a más de uno. Las motos ya no caben en las calles, y de seguir bajando los precios de algunos carros chinos, muchos van a cambiar sus velocípedos por estos pichirilos y ahí sí nos traga la tierra con el tráfico en calles y carreteras.
La inflación está muy controlada y aseguran que el desempleo disminuye; la inversión extranjera prolifera; la industria crece; el comercio se mueve; el campo despierta; y todo a pesar de la fluctuación incontrolable del dólar. Claro que con eso del dólar es como en todo: mientras los exportadores sufren, los viajeros o quienes importan aprovechan la coyuntura. Entonces dicen los opositores que las encuestas son amañadas y que disfrazan las cifras para embolatar al pueblo, lo que nos deja inseguros y despistados, aunque la verdad es que cada uno se queda con la información que más le convenga o que le suene mejor.
Y antes de que salgan con que lo ideal es que no haya ni un solo asesinato, que no secuestren a nadie o que desaparezca por completo el robo de vehículos, nadie puede desconocer que cualquier disminución en todo tipo de violencia es favorable para el país. Más si la mejoría es significativa. También es cierto que lo ideal es que todo el mundo tenga trabajo, estudio, vivienda propia y las tres comidas diarias, pero como debemos aceptar la realidad que vivimos, hay que ver con optimismo el repunte de la economía y propender porque la curva siga en ascenso.
Lo único cierto es que si de verdad el gobierno nos engaña con cifras amañadas y manipuladas, somos muchos los ilusos que nos estamos comiendo ese cuento enterito. La historia tiene la última palabra y solo queda esperar a ver dónde va a caer este globo. Ahí le dejo la inquietud.
pmejiama1@une.net.co
*Hombre por Dios, cómo que perdido yo. El que no se había vuelto a dejar ver es usted. Pregunte y verá que a cada rato me aparezco por aquí. Pero siquiera lo veo, porque quiero mostrarle el discurso del Ministro de defensa en el Congreso Cafetero; mire, mi nieto dizque lo bajó de internet y me imprimió esta copia. El caso es que el doctor Santos se refiere a un asunto que me puso a pensar. Presenta unas cifras en seguridad y desarrollo económico muy positivas, y habla de cómo la oposición refuta estos datos mientras insiste en que estamos en una dictadura que maquilla las cifras para ganar adeptos y mantener su popularidad.
Muchos se preguntan a quién creerle, porque al oír la contraparte también presenta unas pruebas que lo dejan a uno patinando. Lo que tenemos que exigir los colombianos, es que quien pretenda deslegitimar los resultados que muestra el gobierno que lo haga con pruebas claras y contundentes. Mire un ejemplo: dice el Ministro que en nuestra región cafetera hubo 113 secuestros en el 2002 y que el año pasado solo fueron 13 los plagiados. A todos nos deja admirados esa información, pero como no demora en salir algún personaje a desmentir el dato, pues que demuestre con pruebas que los números no coinciden con la realidad. Es muy fácil. Que en caso de ser mayor la cifra real de secuestrados presente una lista con los detalles, testigos y testimonios de los afectados. Que pueda demostrar que tiene la razón cuando asegura que nos están metiendo el dedo en la boca.
Porque en este país se habla mucho, en el Congreso despotrican del Presidente y sus Ministros, pero nunca dejan una constancia efectiva que apoye la acusación de turno. Para no confundirlo con números, le cuento que en el país ha disminuido la delincuencia en porcentajes muy significativos y que por ejemplo en el caso de las pescas milagrosas, que mortificaron a los colombianos durante mucho tiempo, la cifra desciende un 99%. Como quien dice, el fenómeno desapareció para fortuna de todos. Ahí queda el dato para el que quiera desvirtuarlo, pero que lo haga con argumentos palpables e irrefutables.
El tema de la economía sí que se presta para que le saquen peros y nos enreden con opiniones diversas y contradictorias. Todo el mundo piensa diferente y como es una materia que todavía está sin inventar, la opinión es subjetiva y personal. Lo que sí es cierto es que cualquier ciudadano ignorante, como yo, puede notar que en la calle hay más billete. El crecimiento de la construcción es impresionante y detalle por ejemplo el renglón automotriz. La cantidad de carros que venden mensualmente sube sin freno, y me refiero a vehículos de todo tipo. Desde los populares y más baratos, hasta unas naves importadas que le quitan el sueño a más de uno. Las motos ya no caben en las calles, y de seguir bajando los precios de algunos carros chinos, muchos van a cambiar sus velocípedos por estos pichirilos y ahí sí nos traga la tierra con el tráfico en calles y carreteras.
La inflación está muy controlada y aseguran que el desempleo disminuye; la inversión extranjera prolifera; la industria crece; el comercio se mueve; el campo despierta; y todo a pesar de la fluctuación incontrolable del dólar. Claro que con eso del dólar es como en todo: mientras los exportadores sufren, los viajeros o quienes importan aprovechan la coyuntura. Entonces dicen los opositores que las encuestas son amañadas y que disfrazan las cifras para embolatar al pueblo, lo que nos deja inseguros y despistados, aunque la verdad es que cada uno se queda con la información que más le convenga o que le suene mejor.
Y antes de que salgan con que lo ideal es que no haya ni un solo asesinato, que no secuestren a nadie o que desaparezca por completo el robo de vehículos, nadie puede desconocer que cualquier disminución en todo tipo de violencia es favorable para el país. Más si la mejoría es significativa. También es cierto que lo ideal es que todo el mundo tenga trabajo, estudio, vivienda propia y las tres comidas diarias, pero como debemos aceptar la realidad que vivimos, hay que ver con optimismo el repunte de la economía y propender porque la curva siga en ascenso.
Lo único cierto es que si de verdad el gobierno nos engaña con cifras amañadas y manipuladas, somos muchos los ilusos que nos estamos comiendo ese cuento enterito. La historia tiene la última palabra y solo queda esperar a ver dónde va a caer este globo. Ahí le dejo la inquietud.
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