El concepto de la moda es el
mejor aliado del consumismo, porque se encarga de poner a la gente a comprar
cosas que no necesita y a reemplazar otras que están en perfecto estado. Si no
existiera la moda nos quedaríamos con la misma ropa hasta que se acabara de
tanto usarla, los aparatos funcionarían hasta su último aliento y así la vida
sería mucho más sencilla y económica. La palabra moda despierta la codicia, la
novelería, la envidia, la competencia, el arribismo, el despilfarro, el
esnobismo y muchas otras debilidades del ser humano. Son tantos los que saltan
matones y hasta se endeudan por mantenerse al día con lo que está en boga.
En uno de los casos que más se
acata la moda es en el vestuario y los accesorios femeninos, donde basta que un
diseñador reconocido en el ámbito mundial lance un producto y por medio de la publicidad en poco
tiempo se impone en todos los rincones del planeta. No importa que sea de mal
gusto, feo o incómodo, el artículo de marras irá a parar al guardarropa de
millones de mujeres que no dejarán pasar la oportunidad de estar al día con la
moda. Como sucedió hace algún tiempo con cierto calzado para mujer, de tacón
alto y una punta exagerada, parecido al de Alí Babá, que aparte de lo poco
atractivos dizque son incomodísimos, porque el pié de quien los usa queda
comprimido en la punta del zapato; así es como se forman los juanetes.
Por culpa de la moda la persona
cambia su vestuario al ritmo de las nuevas tendencias y en muchos casos guarda
lo que ha dejado de usarse con la firme esperanza de que algún día vuelva a
imponerse; así acumulan elementos y prendas por miles hasta que no tienen dónde
guardarlos. Además, pueden pasar décadas antes de que unas pocas prendas y
accesorios de esos regresen a las pasarelas. Cuántas personas deben repetir la
misma muda día tras día porque no tienen más, pasan frío en invierno por falta
de abrigo o suspiran por tener unos chiros en buen estado para cachaquiar el
domingo, y tantos otros con el clóset atiborrado de ropa que nunca usan.
Qué tal ahora con la competencia
de los equipos electrónicos. Cualquier mocoso aspira tener teléfono celular,
computadora, tableta, reproductor de música, consola de juegos, televisor de
pantalla plana en su cuarto y cuanta novelería ofrezcan. Además, si en un
principio los muchachitos se contentaban con tener un teléfono simple, de
combate, ahora no aceptan sino el que tiene internet y opción para chatear. Y
claro, como todos los amiguitos tienen… Entonces las grandes multinacionales
lanzan cada seis meses una nueva versión de cierto aparato, para que los ávidos
compradores opten por cambiar el actual porque no tiene las dos o tres
pendejadas que trae el nuevo.
Hoy en día se da uno la pela de
cambiar la computadora y escoge una moderna, con muy buena velocidad, amplia
memoria y suficiente capacidad en el disco duro, pero grande es el desconsuelo
cuando al poco tiempo le dicen que no pueden copiarle cierto programa porque su
equipo está desactualizado. Con el televisor para igual. Todo el mundo quiere
tener un buen aparato y cuando al fin se lanza y adquiere el último modelo, en
un parpadeo ya ofrecen unas tecnologías que dejan el recién comprado como una
antigüedad. Veo en la publicidad de muchos de esos aparatos modernos que los
ofrecen como productos inteligentes y con seguridad en muchos casos el
aparatejo resulta más entendido que el propietario.
Por fortuna en nuestra época las
modas eran muy económicas, trompos, baleros, yoyos, pica pica, etc., porque no
me imagino a mi papá comprando tabletas electrónicas por docenas. No exagero, pues
me enteré de un colegio que para este año les pidió a los niños que pasan a
sexto una tableta para reemplazar los cuadernos; y la moda se impuso en muchos
colegios. Cómo le parece, los muchachitos que botan a diario el morral, el saco
del uniforme o el balón, lo que les irá durar ese aparatico que cuesta casi un
millón de pesos. Y vaya pues no le compre al suyo para que vea que se traumatiza
y sale más costoso el terapeuta.
Con la ropa pasa igual, porque
mientras nosotros comprábamos un corte de terlenka o de dacrón en la calle 19 e
íbamos a donde el sastre para que hiciera el pantalón, así como las camisas se
las encargábamos a la costurera que le cosía a nuestra madre, ahora los zambos sólo
utilizan ropa de marca que cuesta un dineral. Si al menos se vieran bien
vestidos, pero se ponen un bluyín desteñido, roto y que les queda juancho,
porque muestran media nalga y la horqueta les llega casi a la rodilla. Encima
se chantan un buzo también grande con una capucha que los hace ver como
cualquier jíbaro callejero. Parecen competir al que esté más desgualetao.
Como alguna ventaja debe tener
este consumismo desmedido, de ahí nace lo que se conoce como sobrado de rico y
que no es otra cosa que todos esos productos que desechan los compradores
compulsivos y gomosos, por el afán de adquirir un modelo más reciente. Y ahí
estamos el resto a la espera de un buen papayazo.
pamear@telmex.net.co