lunes, diciembre 26, 2011

Los gustos cambian.

No logro ubicar la época en que me dejó de interesar la Navidad. Durante mi niñez la esperada con ansias durante todo el año y de adolescente también la disfruté, porque representaba paseos, fiestas y demás celebraciones. Luego nació mi hijo y las navidades se convirtieron en momentos maravillosos, porque sin duda los padres gozamos más que los niños al momento de repartir los regalos.

Pero se impuso la herencia y ahora la Navidad me resbala. Porque durante nuestra infancia, y después cuando nacieron los primeros nietos, mis padres fueron muy entusiastas al momento de celebrar la llegada del Niño Dios; pero cuando ya esos niños crecieron ellos empezaron a pasar las fiestas de fin de año como si se tratara de días normales. En las fechas de celebración mi mamá preparaba una comida muy sabrosa, invitaba a los hijos que con sus familias estuvieran en la ciudad, pero muy temprano los despachaban para así ellos poderse acostar temprano y no cambiar la rutina.

Durante mi infancia las temporadas de fin de año las pasábamos en la finca familiar, ya que mi mamá y sus hermanas empacaban los corotos en un camioncito y arrancaban con ese mundo de muchachitos para La Graciela, donde teníamos mil maneras diferentes de entretenernos. Sin embargo, cuando yo tenía unos 8 años nos quedamos para pasar Navidad en la casa que apenas estrenábamos en el barrio La Camelia. En la urbanización había muy pocas viviendas construidas y por lo tanto disponíamos de docenas de lotes, cubiertos de malezas y arbustos, que se convirtieron en lugar de recreo para nosotros.

La casa era un sueño de mis padres que lograron construir a la medida de sus necesidades y nos pasamos cuando aún no estaba lista. Mi papá buscaba ahorrarse el arrendamiento de donde habitábamos mientras hacían la obra y por ello convivimos esas primeras semanas con los que pulían los pisos, con pintores y carpinteros, el maestro que pegaba baldosas en el patio de ropas y otros tantos obreros que se afanaban por terminar. Si mi madre no se enloqueció en aquella oportunidad fue gracias a su fortaleza, a esa actitud alegre y positiva que la caracterizaba, porque una casa todavía en obra, con unos mocosos bien inquietos, mugre y polvo por montones, y varios trabajadores deambulando por todas partes, eran razones suficientes para chiflar a cualquiera.

Debimos esperar hasta que la casa estuviera lista y todo puesto en su lugar para decirle a mi mamá que nos dejara armar el pesebre y el arbolito. Por primera vez no tuvimos que desplazarnos hacia el páramo a buscar un chamizo lleno de musgo para tal fin, ya que en la casa había un jardín interior con piedritas blanca en el piso y un tronco muy bonito que adornaba el lugar. Pues forramos ese tronco con musgo y le enredamos las guirnaldas y demás colgandejos, además de las bolas de colores y la instalación con las lucecitas. Quedó de maravilla.

Para el pesebre teníamos espacio de sobra y en un rincón del inmenso hall de alcobas acomodamos varias cajas de cartón de diferentes tamaños, para darle realismo al paisaje. Forramos con papel encerado y le pusimos musgo que trajimos de nuestra excursión al sector de Gallinazo, porque entonces no se hablaba de ecología ni nada parecido. Después acomodamos el pueblito de casas de cartón, la caravana de los reyes magos, los rebaños de ovejas, el lago y el arroyo improvisados con papel aluminio. En lo más alto un rancho con el burro, el buey y la Sagrada familia; porque nosotros no éramos de los que dejábamos al Niño Dios metido en una caja hasta el 24 de diciembre, sino que lo instalábamos en la cuna desde el principio.

Un día llegó mi papá con una caja inmensa y dijo que un amigo le había pedido el favor de guardársela, pues eran unas maletas que pensaba darle a su mujer de aguinaldo, que no tenía cómo esconderla en su casa y quería sorprenderla. Todos los años mi mamá tenía la costumbre de comprar los aguinaldos y esconderlos en la parte alta de los clósets, pero apenas salía nosotros esculcábamos hasta encontrarlos y aunque no nos atrevíamos a abrirlos, los exponíamos al tacto, los olíamos, hacíamos sonar las cajas y demás formas de averiguar qué contenían. Pero ese año nada de nada, y empezamos a creer lo que nos decían acerca de que el regalo para todos era la casa nueva.

El 24 transcurrió como cualquier otro, con rezada de novena, villancicos, pólvora (que no podía faltar) y cena navideña, hasta que mi papá dijo que podíamos abrir la misteriosa caja. Era una bicicleta Monark azul y blanca, grande, tradicional, con frenos de varilla y parrilla atrás; como las que usaban los policías. La felicidad fue indescriptible y exigimos estrenarla de inmediato, sin importar que no supiéramos montar y que la mayoría ni siquiera alcanzáramos los pedales. Mi papá acomodaba de a uno, explicaba cómo se frenaba y nos echaba a rodar, pero debido al susto ninguno reaccionaba e íbamos a parar contra un muro que había una cuadra más abajo. El cucho se revolcaba de la risa al ver semejantes costaliadas, mientras mi madre dijo que mejor se entraba porque no quería ver cómo se descalabraban los muchachitos.
pamear@telmex.net.co

lunes, diciembre 19, 2011

Relato bíblico (II).

Quedamos en que San José se fue para el baño y dejó a su amigo a la espera de que le rematara el cuento, que aunque un poco forzado, resultaba entretenido. Claro que el contertulio alcanzó a pensar que si el carpintero seguía jartando cerveza a ese ritmo lo mejor sería que terminara su relato en el orinal, pero no, el hombre apareció al minuto y se acomodó para continuar con su historia:

“Imagínese pues nosotros en ese moridero sin un cochino peso y el baboso ese me dice que vuelva al otro día. Pues nada, me tocó esculcame los bolsillos pa luego convencer al condutor de un yi pa que nos llevara, que yo después le pagaba el saldo de los pasajes. Por fortuna un parcero dejó acomodar a aquella en una banca, aunque yo tuve que viajar chilinguiao atrás. Y llueva mijo porque le digo pues que desde que salimos de la capital no había escampao, y esas carreteras en puro pantano y volcanes por todo lao.

Yo no dudaba que en el prósimo güeco el muchachito se iba a venir, pero eso sí pa qué, esa mujer se aguantó la brincadera sin decir palabra y así llegamos al pueblo a medio día. De una me jui a averiguar por mis familiares, con tan mala suerte que unos días antes se habían ido a temperar a una finca que tenían pa los laos de Riosucio. Eso queda en los infiernos y ni pensar en ir hasta por allá, por lo que pegamos pa´l hospital a ver si la antendían, pero qué va, el dotor ditaminó lo mismo y otra vez pa la calle.

Le digo la verdá: yo estaba paniquiao. Varaos en la plaza de´se pueblo, con la pobre mujer pa reventase y sin con qué tomanos un tinto. Por fortuna se me apareció la virgen porque nos topamos con un cliente que me reconoció de cuando chiquitos, y apenas le conté en las que andábamos, nos brindó pintao con boñuelo en una cafetería y además nos ofreció una piecita que tenía desocupada en un taller de su propiedá. Allá nos juimos y organizamos un cambuche pa pasar la noche, pero yo seguía preocupao por la mujer. La única compañía que teníamos era un perro grandote, amarrao, que cuidaba el local, y así nos acostamos a dormir a ver qué pasaba al otro día.

Pues al poco rato aquella me dispertó quisque porque había reventao fuente. Yo atortolao no sabía qué camino coger, hasta que me salí pa la calle y resolví tocar en la casa vecina, con tan buena suerte que conocían a una partera que vivía ahí no más, a media cuadra. Muy comedidos esos vecinos, pa qué, porque todo mundo se puso a colaborar en lo que juera necesario. Los unos cargaban agua, otra trajo tinto, una señora ofreció una ropita que ella tejía y así solucionamos en parte las necesidades. Pues a la media noche en punto nació el pelao y la verdá es que no se parecía a mí ni en los jarretes; como sería, que una vieja imprudente preguntó con cierta burla que quién sería el taita de semejante belleza de zambo. Porque el chino resultó zarco, muy blanco él y hasta distinguido.

Hombre, la verdá es que amanecí deprimido cuando nos vimos solos íngrimos en ese taller, acompañaos sólo por el perro y un gato, por fortuna hidráulico pa que el chandoso no se largara a ladrale, pero a la final debí acetar que la suerte nos había acompañao. El amigo del taller me dio chanfaina como ayudante, porque yo no conocía ese destino, pero ahí me defendí porque siempre he sido muy curiosito.

Pero mire cómo son las vainas. Con mi familia nos largamos de´se pueblo cuando yo estaba chiquito y después de tanto tiempo me entero que mi apá salió volao porque tuvo problemas con un cucho muy influyente. Pues el nieto del viejo ese, al que todo mundo llama Don Rey, como que es traqueto y apenas supo que estábamos en el pueblo empezó a regar el cuento que me la iba cobrar a mí. Hágame el favor, me gané la lotería sin comprala. El tipo empezó a buscar a una pareja con un pelao recién nacido y no quedó sino que nos ayudaran a conseguir un trasporte que nos sacara siquiera hasta la carretera central.

Después de ponele la mano a mucho carro por fin un camionero se apiadó de nosotros y nos recogió, con tan buena suerte que iba pa la capital. El cliente muy formal hasta nos invitó a almorzar en el camino y aunque siempre miraba mucho cuando aquella alimentaba al pelao, yo algo me inventaba pa envolatalo. Con decile que hasta me prestó el cedular y llamé a un primo que vive en el barrio Egipto, donde quedó de danos posada mientras encontrábamos dónde vivir. De manera que la güida terminó siendo en mula y no en un burro como dirían después las malas lenguas.

Hasta ahí le cuento pues lo que fue ese viaje donde nació el pelao, que entre otras cosas resultó lo más juicioso, aunque ya tiene como diez años y hasta ahora no le he visto hacer ninguna gracia. Y con lo que nos habría ayudao un milagrito…
pamear@telmex.net.co

martes, diciembre 13, 2011

Relato bíblico (I).

En estos días me desvelé y en medio de la pensadera se me ocurrió que el nacimiento del Niño Jesús pudo haber ocurrido en cualquier otro momento de la historia, lo que cambiaría de manera definitiva el relato bíblico que recrea el periplo de la Sagrada Familia. Hasta imaginé que los hechos podrían haberse desarrollado en nuestro país, en la época actual, con todas las vicisitudes que enfrentan las gentes humildes de estas latitudes. Imaginé entonces a San José reunido con un amigo en la mesa de un café, echándole todo el cuento mientras se despachan unas cervecitas.

“No hermanito, es que si yo le cuento a usté lo verriondo que fue eso con seguridá me dice que no sea cañero ni esagerao. Hay cosas que yo no debía decile a nadies, pero júreme que no va a ir por ahí regando el cuento porque me pueden envainar. Póngale pues cuidao: usté sabe que toda la vida me he dedicao a la carpintería y aunque no voy a decile que soy ebanista o maestro, la esperiencia me da licencia pa medímele a lo que sea en esa materia; y póngale la firma que con el tiempo dirán que yo fui muy buena persona pero malísimo carpintero, pero usté sabe la historia cómo distorsiona las cosas.
Lo cierto es que en los últimos años la cosa ha estado muy jodida y lo único que resulta es trabajito en la costrución, pero esa gente contrata por semanas y se la pasa uno es haciendo juerza pa que lo vuelvan a enganchar.

Pues andaba yo medio varao cuando se me apareció por la casa un tal don Ángel con una razón lo más de rara, quisque a proponeme que me casara con una muchacha de un pueblo vecino, según él una pelada pisporeta y mucho menor que yo. La vaina me pareció sospechosa y entoes le pregunté que dónde estaba la trampa, porque de eso tan bueno no dan tanto, y respondió que la mujer estaba embarazada y necesitaban un tipo decente para que fuera el papá del chino. Al principio me dio piedra y le dije que respetara, que buscara uno más pendejo pa hacele semejante propuesta, pero ya un poquito más calmao me puse a pensar que yo no estaba en edad de esigir y le pedí al pisco ese que me esplicara bien cómo era la vaina, y que lo primero era saber quién era el responsable del embarazo.

La respuesta no se la voy a decir porque seguro usté me la monta, pero sí puedo adelantale que el cuento es bien rebuscao. El caso es que el cliente me aseguró que ese pelao iba a ser un man bien importante, que pasaría a la historia y que yo iba a quedar como ejemplo de buen papá y eselente marido. Pues resolví lanzame al charco y de una me fui a conocer a los suegros, un par de cuchos lo más de bacanes, don Juaco y misiá Ana, y ellos me presentaron a la muchacha que resultó ser agraciada, hacendosa y bien educadita.

El caso es que ya con obligación la cosa se puso fregada y ahí sí que menos me resultó coloca, por lo que resolvimos larganos para Belén de Umbría, un pueblo donde tengo unos parientes que prometieron ayudame. Me tocó empeñar parte de la herramienta pa los pasajes y arrancamos en medio de un invierno espantoso, y como aquella ya estaba a punto de coger la cama, se maluquió en ese bus con semejante julepe. El chofer dijo que tenía que aguantase hasta el próximo pueblo y esa pobre mujer vomitaba en cada curva, hasta que por fin paramos en un estadero. Ella se tomó una aguapanela con queso y yo me empaqué unos chorizos, a las carreras porque el chofer andaba de afán, y no fue sino que arrancáramos pa quedar atrancaos porque cayó un volcán sobre la carretera y la tapó. Y con ese frío tan hijuemadre.

Pasamos la noche entre el bus y de madrugada nos dijeron que hiciéramos trasbordo porque la vaina se demoraba. A pata pasamos por ese pantanero y al otro lao nos encaramamos en un coletivo que nos llevó hasta el pueblo, donde nos juimos derechito pa´l hospital. En urgencias había una fila la verrionda y quién dijo pues que nos dejaban pasar, hasta que por fin nos atendieron y lo primero fue pedinos el carné del Sisben. Y claro, aquella no lo encontraba: que yo sí lo traje, que lo tengo por aquí, que espérese un momentico. Y ese médico entrompao por la demora y yo sin saber qué camino coger, hasta que por fin apareció el bendito papel y la dentraron pa un consultorio.

Pasaban las horas y nadies me daba razón, hasta que salió una enfermera a decir que según el dotor a aquella le faltaba dilatar y que volviéramos al otro día. Entoes averigüé por el especialista y ella respondió que me olvidara, que en esos días de navidá todo mundo se iba de rumba o de paseo. Yo le pregunté que qué carajo era la tal navidá y ella dijo que tampoco sabía, pero que todos los años por esa misma época todo se paralizaba. Pero aguarde voy al baño y le acabo de contar”.
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martes, diciembre 06, 2011

El guachimán.

De las cosas complicadas que había ahora años era conseguir un celador honrado, responsable y de sueño liviano. No había compañías de vigilancia privada y para dicho cargo se contrataban personas de confianza, con el agravante que tampoco existían los relojes de control y demás elementos electrónicos utilizados para monitorearlos. En cambio ahora los guardas de seguridad no pueden siquiera cabecear porque los pillan con equipos de última tecnología, los cuales son difíciles de manipular.

También era común contratar un vigilante cuando la familia se iba para la finca a temperar. Recurrían a un antiguo empleado ya jubilado o al hijo de la cocinera, a quien le hacían todas las recomendaciones del caso para entregarle semejante responsabilidad. Le tendían un colchón en el hall y le advertían que no le abriera a nadie, que recorriera la casa sólo para dar vuelta, no hablara por teléfono ni prendiera ningún aparato, y que cuidadito con ponerse a esculcar.

El tipo acataba órdenes, pero apenas se largaban los patrones pegaba para la esquina a fumar con los colegas del barrio; y cuando su mujer llegaba con el portacomidas, se acomodaban en la cama del matrimonio a ver televisión y a pegarse una revolcada. Los demás miembros de su familia lo visitaban por turnos para ducharse con agua caliente y untarse de lo que encontraran en el gabinete del baño, además de disfrutar de otras comodidades que hubiera en la casa. El empleado conocía la rutina del patrón y cuando era hora de una posible visita, se acomodaba al lado de una ventana, envuelto en la ruana y con el transistor prendido, donde lo encontraban muy juicioso.

El oficio de celador generaba mucho empleo porque no había otra forma de vigilar. En las empresas, al terminar la jornada laboral, llegaba el guachimán siempre con un cuento distinto para hacerle ver al patrón la importancia de su cargo: que anoche ladraron mucho los perros, que trataron de meterse por el techo o que enseguida se robaron un motor. Después, comprobaba que todo estuviera bien cerrado, apagaba las luces y se templaba a dormir.

El celador de cuadra también era obligado en los barrios, trabajo ingrato porque dependía de varios patrones que le pagaban una suma mensual establecida, pero sin prestaciones sociales ni afiliación a seguridad; y cada quincena, cuando recogía su pago de casa en casa, no faltaba el infeliz que no le cumplía por tener alguna queja de su trabajo o simplemente porque no le daba la gana. Ese guachimán conocía todos los chismes del barrio, pues en su relación con las empleadas domésticas se enteraba de cuanto pasaba en los hogares; además sabía a qué hora llegó don fulano caído de la perra, cómo fue la despedida de zutanita con el novio, se pateaba desde la calle las peleas del matrimonio de la esquina y conocía la situación económica de cada uno de los vecinos.

En el barrio La Camelia hizo historia El Topo, un hombrecito de baja estatura, arrugado como una pasa a pesar de su mediana edad, ñato y feo, pero con una simpatía natural. Hablaba como boquineto, sin serlo, y su indumentaria era bien particular: vestido de paño, que le regalaban las señoras de la cuadra cuando sus maridos los desechaban, botas de caucho amarillas, gabardina hasta el tobillo, ruana y bufanda. Del hombro colgaba un transistor con una cajita de madera adosada para las pilas, del cinto el machete y una linterna, y en la pretina escondía un revólver hechizo de un solo tiro, conocido como “chispún”. La cabeza iba cubierta con un casco amarillo de construcción y según él, antes de salir de la casa a enfrentar la noche y sus peligros, se mandaba un aguardiente con pólvora negra para combatir el miedo.

Todas las tardes, antes de anochecer, llegaba El Topo a la esquina de la calle 70, a una cuadra de la avenida Santander, para iniciar su recorrido por las calles que le correspondían. Ayudaba a abrir los garajes, a bajar mercados, colaboraba en matar un ratón en alguna casa, remojaba un antejardín y prestaba diferentes servicios. Ya entrada la noche, caminaba por todo el barrio y cada hora hacía sonar un pito para comprobarle al vecindario que cumplía con su deber.

Había un vecino que al llegar en su carro a la esquina de la avenida, miraba a ver si el celador le daba la espalda mientras caminaba por la mitad de la calle, como acostumbraba. Entonces apagaba motor y luces, bajaba rodado y se arrimaba hasta casi tocar al personaje, quien no lo oían porque mantenía el radio a todo volumen. En ese momento accionaba unas cornetas que tenía el carro a modo de pito y el pobre Topo pegaba un brinco que nos hacía doblar de la risa a quienes estuviéramos por ahí. Pues el celador se desquitó una noche que estábamos enfiestados en una casa del vecindario, rodeada de jardines y alejada de las demás residencias. Era media noche y había silencio porque todos estábamos reventando cariño, momento que aprovechó El Topo para hacer un tiro al aire con el fierro que cargaba. Esa vaina tronó como el cañón de un acorazado y puedo asegurar que a los varones presentes, el paro inherente a la situación casi se nos convierte en paro cardíaco.
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miércoles, noviembre 30, 2011

Actualidad comentada.

Con la modalidad de periódicos y revistas en línea ya no es necesario oír noticias en radio o ver telenoticieros. Basta darle varias miradas durante el día a los medios electrónicos de preferencia para estar enterado de todo lo que sucede, con la opción de acceder a videos que muestran lo más relevante. Por romanticismo puede mantenerse la suscripción a un medio impreso y así tener el gusto de madrugar a recogerlo debajo de la puerta, ojearlo mientras disfruta de un café, untarse de tinta y sobre todo llevarlo al baño para hacer el crucigrama.

Puede suponerse que los medios impresos desaparecerán en un futuro, porque aunque en la actualidad es reducido el número de personas que tienen acceso a la red, está claro que con el avance de la tecnología y la rebaja en los precios de los equipos electrónicos, llegará el día que quienes tengan capacidad económica para adquirir periódicos y revistas, puedan acceder a esos mismos medios a través de las pantallas. Además, la situación del planeta exige reducir la tala de árboles utilizados para producir papel.

Lo cierto del caso es que con tanta información que tenemos a mano no queda tiempo sino para ojear titulares y profundizar sólo en aquellas noticias que llamen nuestra atención. Pues un vicio que he cogido en ese diario trasegar por los diferentes medios electrónicos, mientras recorro las primeras páginas, es hacerme comentarios mentales acerca de cada noticia. Por cierto, nunca se me ha ocurrido hacer una encuesta entre allegados a ver si comparten conmigo esa modalidad. Lo que sí puedo asegurar es que el ejercicio es entretenido y copio ejemplos de noticias recientes publicadas en varios medios nacionales; así aparecieron redactadas y entre paréntesis van mis comentarios.

La tercera parte de los alimentos en el mundo se desperdicia, según FAO (¡qué FEO!). El portal de internet Muchoviaje ya está en la red (ojalá salga pronto Muchavieja). Lucas Papademos es el nuevo primer ministro de Grecia (debería llamarse Papadenos). “Estoy hundida” le dice Valerie Domínguez a su ex novio en correos (y acaso quién fue el que la hundió, mamita). Mujer ha visto tres asaltos en buses, en menos de mes y medio (cualquier atracador han visto más). Piedad Córdova invitó a los estudiantes a continuar con el paro (¡negra zampada y oportunista!). Manizales y el suroccidente del país sin gas (como dicen los sardinos ¡GAS!). Demi Moore anuncia que se divorciará de Ashton Kutcher (¿y a mí qué?). Las hermanas Williams se presentan en Medellín (queda más fácil, y sale más barato, ir al zoológico de Pereira).

“No me inicié sexualmente con un joven en mi adolescencia”, Pelé (lo que nos faltaba: que Pelé sea dañao). Ecuador acusa a Uribe de querer hacer ver a Correa como “concesivo” con FARC (¿y esa vaina qué es?). Fonseca tiene un millón de amigos en Twitter (el sueño de Roberto Carlos). Cantante Adele se recupera de una cirugía en las cuerdas vocales (¿se las templarían?). Alias Timochenko nuevo comandante de las FARC (ya huele maluco). Cocinero de Gadafi reveló detalles de la vida sexual del ex dictador (conocedor de todo lo que se comía). Tecnología ayuda a descubrir mentirosos a través del rostro (eso ya existía: escupa y no se ría). Chapinero, ¿el enclave gay de Bogotá? (con decir que lo llaman Gaypinero, al supermercado Gayrulla y al gimnasio Bodygay). Españoles huyen a Argentina en busca de empleo (mientras no se vengan para acá…).

Fiesta de grado de colegio siguió a pesar de muerte de estudiante (como quien dice, el muerto al hoyo…). Hace mucho debió llegar el metro a Bogotá (¿cuándo salió?). 56 personas inscritas para ser Director Administrativo de la Cámara (y dónde se inscribe uno o qué…) Fantasma se apareció en estación de policía de Bogotá (seguro lo atracaron y fue a poner el denuncio). Elecciones de Egipto podrían ser de aquí a junio de 2012 (¡larguísimas!). Un bombero amenazó durante 7 horas con suicidarse en el norte de Bogotá (ese lo que quería era llamar la atención). Gaula rescata a defensor público que llevaba tres meses secuestrado (y ahora… ¿quién podrá defendernos?). Se cayó otro asesor de Petro por tener medida de aseguramiento (¿por esa bobada?). Asaltan a vendedor de casas (cuántas se le llevarían).

Teo Gutiérrez no mete goles, pero sí la pata en Argentina (corroncho lengüilargo). Rey de España sufrió accidente doméstico que le causó hematoma en un ojo (¿no sería más bien que la reina le dio un sopapo?). Manifestaciones en Egipto para pedir la dimisión de la Junta Militar (salieron de Guatemala…). Contraloría indagará a Mintransporte por emergencia en La Línea (no falta sino que le echen la culpa al Ministro). Congresistas sí deben tener un trato especial: Juan Manuel Corso (¡Qué pecaito!). Cubanos van a descubrir los créditos bancarios (no saben lo que les sube pierna arriba). Manizales registra los dos primeros quemados con pólvora (se les dijo, se les advirtió, se les re-co-men-dó…). “Las carreteras colombianas son un monumental retraso”: prensa inglesa (descubrieron que el agua moja). George Clooney dice que perdió la virginidad demasiado joven (dónde quedaría esa cachucha). ¿Cómo escoger frutas y verduras en el supermercado? (¡con plata!). “El ladrón me perseguía con la pistola afuera” (me late que se trataba de un exhibicionista).
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lunes, noviembre 21, 2011

Festival del correveidile.

A muchos manizaleños les dio por decir que nos cayó una maldición y se preguntan si nos poposió un pajarito, nos levantamos con el pie izquierdo o fue que matamos un cura, dizque porque la tragedia se ensañó con nuestra ciudad. Dicha situación la aprovechan medios de comunicación y lengüilargos de todo el país para darle rienda suelta a su amarillismo desbordado, y no es sino ver la lista de “tragedias” que mencionan para demostrar que esta ciudad está a punto de colapsar.

Lo sucedido en el tubo en San Francisco fue un accidente fatal ocurrido a los empleados de una empresa contratista que realizaba trabajos para la CHEC; por más señas fue en Chinchiná, no en Manizales. El incendio del barrio El Aguacate es un hecho lamentable que sucede con cierta frecuencia en cualquier lugar donde existan improvisadas viviendas construidas con madera. Otro incendio destruyó dos bodegas de la Industria Licorera y allí se consumieron toneladas de alcohol, pero si la aseguradora responde no es mucho lo que hay que lamentar. El problema del agua fue una emergencia, una dificultad, un problema mayor, una calamidad, pero de tragedia no tuvo nada. Tragedia la del barrio Cervantes, funesto episodio que gracias a programas de prevención desde hace mucho tiempo no se presentaba en Manizales.

Por una confusión al momento de informarse, el Presidente Santos dijo a todo el país que las muertes del Cervantes pudieron evitarse porque el barrio debió ser evacuado. Si la cosa es así, pienso que el 80% de la ciudad tiene que desalojarse de inmediato para evitar otra tragedia, porque con esta forma de llover en cualquier momento se viene otro derrumbe. Parece que los manizaleños no tuviéramos memoria: busco en internet y encuentro un informe presentado por la Alcaldía de Manizales y la Universidad Nacional, relacionado con la ola invernal de 1993. Sólo en mayo hubo 20 deslizamientos, para seguir con una racha trágica entre septiembre y diciembre, mes que se recuerda especialmente por el deslizamiento del barrio La Carolita.

Durante la crisis del agua es entendible que la gente se enfurezca y que mientras hacen la fila para llenar sus baldes se dediquen a renegar de los supuestos responsables, pero con cabeza fría debemos reconocer que durante muchos años hemos tenido un excelente servicio de acueducto y alcantarillado. Un problema coyuntural causó el inmenso traumatismo, y ojalá aparezcan los responsables y paguen por ello, pero eso no puede borrar de un plumazo el trabajo de anteriores gerentes y de tantos manizaleños que laboran con responsabilidad y entrega en Aguas de Manizales. Reflexionemos y tratemos de recordad cuántas veces nos hemos quedado sin el servicio de agua en la última década.

Por culpa de nosotros mismos nos convertimos en la comidilla de todo el mundo y en el centro de burlas, puyas y señalamientos. Lo que empezó con el cruce por los medios electrónicos de algunos montajes fotográficos, caricaturas y chistes, terminó en un grotesco espectáculo de sevicia y maledicencia. Que fulano me dijo, que si supiste, que cómo te parece, que se rumora… Pero nadie tiene pruebas concretas, nadie hace denuncias puntuales, no existen movimientos de protesta serios y comprometidos; tiramos la piedra y escondemos la mano. Las redes sociales se convirtieron en herramienta para desfogar ansiedades, para que los resentidos vomiten todo su veneno, para personalizar odios y rencores.

Estamos ante un linchamiento moral contra el alcalde y el gerente de la empresa del acueducto, sin pruebas y sin darles derecho a defenderse. Ahora quieren endilgarles también la responsabilidad por lo sucedido en el barrio Cervantes, cuando los organismos de control apenas investigan los hechos; llama la atención además que todo el mundo resultó experto en ingeniería hidráulica, en geología, en manejo de taludes y demás ciencias afines. Esperemos siquiera a tener los veredictos definitivos para entrar a juzgar, porque de seguir a este paso vamos a terminar comportándonos como miembros de la Inquisición o del Ku Kux Klan.

Me duele ver al alcalde y al gerente de Aguas de Manizales convertidos en blanco de habladurías procedentes de todas partes. Si las investigaciones demuestran que tienen responsabilidad en los hechos, ambos deberán responder por sus actos y seré el primero en juzgar su proceder. Es más, dije en una columna anterior que debieron arreglar el problema de la planta de Niza con mayor celeridad, pero ahora reconozco que ignoro sus argumentos para obrar como lo hicieron y por lo tanto no tengo elementos de juicio para dar un veredicto.

Al gerente del acueducto no lo conozco, mientras que del alcalde soy amigo desde que tengo uso de razón. Nuestros padres fueron los mejores camaradas y durante mi existencia he compartido con Juan momentos inolvidables, por lo que ahora no voy a salir a negarlo como el apóstol aquel. Nunca he tenido con él tratos comerciales o contractuales y puedo decir que en los últimos 10 años nos hemos visto en muy pocas ocasiones, pero los buenos amigos no necesitan juntarse para conservar su relación. Seguramente Juan Manuel enfrentará procesos y pesquisas en el futuro próximo, y de resultar responsable reprocharé su comportamiento, pero nunca le daré la espalda. Porque los amigos son hermanos escogidos por uno y a un hermano se le apoya en las buenas y en las malas.
pamear@telmex.net.co

viernes, noviembre 18, 2011

¿Qué no hace nada?

Una mujer debe tener un empleo formal para que los demás no digan en forma despectiva que no hace nada, ya que nadie reconoce la labor que significa administrar un hogar, con todas sus arandelas y sacrificios. Basta comparar las tareas que realiza una ejecutiva durante su jornada laboral, con las que adelanta un ama de casa después de que el marido y los hijos salen a cumplir con sus deberes. Ni hablar de aquellas que además de desempeñar un trabajo externo, deben encargarse de administrar la casa.

Al hablar de nuestro Paisaje cultural cafetero salta a relucir el duro trabajo que realizan esos campesinos que se encargan de hacer productivas las parcelas, aunque a veces ni mencionan a las mujeres, quienes cumplen una jornada laboral que pocas personas podrían resistir. Mejor dejo que una de ellas relate cómo transcurre su día, y para ello le pico la lengua al preguntarle si después de que el marido sale para el corte a sudarla y a espantar mosquitos, ella se queda en la casa dándose la gran vida. Entonces responde con algo de rabia contenida:

¡Oín a este! ¿Dándome la gran vida?, no se le dé nada pa eso. Si aquí lo que toca es camellar o sino aquel se consigue otra que le marche. Fíjese que yo tengo que abrir el ojo de primeras, antes que los piones y que´l esposo, que debe madrugar a pelar café. Lo primero que hago, después de desperezame y limpiame las lagañas, es soplar las brazas del fogón a ver si puedo revivirlas sin tener que voliar china otra vez. Entoes monto la olla con el café pa despachales los tragos a todos, antes de que peguen pal corte, y muelo el maíz pa ir armando arepas y poniéndolas en la parrilla. Después dispierto a los niños pa que se arreglen mientras les preparo el desayuno, pa luego dales la bendición y mandalos pa la escuela.

En tiempo frío, como en los julios por ejemplo, debo defendeme sola, pero en cosecha sí me toca contratar a mi amá, a una hermana o cualesquier familiar que venga a dame una mano, porque yo sí le digo lo que es despachale los tres golpes a ese mundo de piones. Y eso no es todo, aguarde le cuento. Entoes apenitas se van los pelaos, córrale a preparar desayuno pa los trabajadores; con decile que en plena cosecha pueden venir hasta cincuenta cogedores, y con lo que traga esa gente trabada. Porque la mayoría se sopla su cacho antes de arrancar la jornada, quisque pa aguantar el voltaje, pero esa porquería lo que les da es un hambre la verrionda. Por eso al contratar la lata con ellos hay que dejales claro qué se les va a ofrecer, porque después empiezan a regatiar que porque les sirvieron bajita la taza de chocolate, que la carne está ñervuda, que los huevos son de paloma y mil jodas por el estilo.

Ahí pongo a mantequiar a la ayudante, pa poder dedicame un rato a tener todo bien arreglao en la casa; porque aquel parece muy buena papa, pero ni le cuento lo fregao que es. Con decile que apenas amanece dentra a fuagarse al servicio, después de pelar café, y como me toca encerrar pollos, gallinas y piscos todas las noches ahí pa que no se los roben ni se los coma el animal, ay de que se tope ese hombre con una rila porque se sale de los chiros. Por eso entre un oficio y otro toca limpiar el escusao hasta dejalo reluciente y así evitame esa cantaleta tan hijuemadre.

A las ocho de la mañana está el desayuno despachao, entoes dígase a pelar revuelto pa´l sancocho del almuerzo. Mientras tanto toca echale cuido a los marranos, desgranale unas mazorcas a las gallinas y a los perros les doy cualesquier bocao que sobre del desayuno. Por fortuna en cosecha el patrón contrata un muchacho al que llaman patiero, pa que colabore con los destinos que se ocurran cerca a la casa y lleve la bogadera al corte. A medio día toco una campana y se viene toda esa tropa a mandase la segunda curva, como dicen ellos.

Después de arreglar cocina dejo a la ayudante adelantando lo de la comida y me voy pa´l lavadero. Ahí restrego primero la ropa de la familia y después la de algunos piones a los que les cobro por pieza lavada y planchada; claro que eso es otra peliadera, porque los jediondos quieren que les queden esos trapos como recién compraos. Luego recojo la ropa que esté seca en las cuerdas, la plancho y me voy a despachar comida. Después ellos se quedan por ahí recochando, aunque debo abrir el ojo porque tengo dos niñas y en cualquier descuido un vergajo de esos es capaz de perjudicalas.

Antes de metese al cuartel algunos me compran gaseosa, tajada de torta, arepa con queso o plátano maduro y leche. Cuando por fin puedo acostame toca atender a aquel, que como buen pobre, no le faltan el hambre ni la gana de pegarse su culumpiada todas las noches. Y al otro día vuelve y juega, pa que venga usté a decir que yo me quedo aquí rascándome la barriga. ¡Va la madre!
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miércoles, noviembre 09, 2011

Baño tipo traqueto.

Es de no creerse que en pleno siglo XXI una ciudad de casi 400 mil habitantes se quede sin suministro de agua durante tanto tiempo. Lo vemos a diario en barrios marginados del sur de Bogotá o en municipios alejados, pero que suceda en la capital de un departamento, una ciudad activa, próspera y pujante, es inaudito. Y lo paradójico es que siempre nos hemos ufanado de contar con una de las aguas más puras del mundo. Pero el problema no radica en la calidad de nuestro recurso hídrico, sino en el manejo que debe dársele para que llegue a todos los usuarios del municipio, incluidas veredas y viviendas rurales.

Ahora pienso que hemos tenido mucha suerte, porque desde hace varios años las temporadas invernales son cada vez más intensas y los “chorriaderos” se ven por todas partes. Y como los tubos que conducen el agua desde la planta de tratamiento de Gallinazo recorren varios kilómetros a través de potreros, laderas y bosques, además de atravesar ríos y quebradas, es casi un milagro que un tramo tan extenso no se haya visto afectado por ninguno de los tantos derrumbes o las avalanchas que han bajado por esos cauces.

Empiezan a aparecer documentos que demuestran las advertencias hechas por expertos sobre el peligro que amenazaba al acueducto, pruebas que ahora deberán investigar las autoridades para señalar responsables. Lo cierto es que el derrumbe ocurrió, la avalancha bajó por el río y destruyó los tubos, pero lo imperdonable es que la planta alterna estuviera fuera de servicio desde hace un año. Porque por más que quieran justificar la demora para realizar esa reparación, para el ciudadano del común es claro que debieron hacerla de inmediato con plata de la empresa, del municipio, del gobierno central o de donde fuera necesario conseguirla. Así nos hubiera tocado empeñar la catedral. Uno supone que pueden hacer un remiendo provisional, aunque sea con babas, para después proceder con tiempo a solucionar el problema de forma definitiva. Es de simple sentido común.

El caso es que la indignación de los manizaleños va “in crescendo” a medida que pasan los días y el agua no fluye por los grifos. Ni qué decir de la piedra que sentimos todos cuando, preciso en medio del corte, llegó la factura del agua. Cierto que los carros tanque recorren la ciudad, que la solidaridad de los bomberos de municipios y departamentos vecinos es oportuna, que las diferentes autoridades nacionales están pendientes y dispuestas, pero ese tipo de ayuda soluciona el problema apenas por encimita. Basta pensar qué soluciona una madre de familia que logra llenar un par de baldes con agua, después de perder medio día por hacer una fila interminable al sol y al agua, para que al llegar a su casa con el cargamento note que después de tanto esfuerzo, los recipientes perdieron buena parte de su contenido. Mayor será su desencanto al percatarse de que el remanente le alcanza para vaciar el inodoro, preparar una sopa y después lavarse los dientes.

Otra vaina bien jarta es tener que recurrir a diario al ahora famoso baño tipo traqueto: a punta de coca. Debido al clima de Manizales toca poner a calentar un poquito de agua, para después mezclarla con fría en un recipiente más grande. Sale uno bien despacio hacia el baño, para no regarla, y mientras busca la toalla y se empelota, el agua ya está destemplada. Entonces procede a echarse de a poquitos con una coca, por partes, para jabonarse cara, sobacos y horqueta; ahí empieza a tantear con los ojos cerrados a ver dónde está el recipiente para dosificar el agua y quitarse por completo el jabón, labor que siempre requiere más cantidad de la disponible. Mientras tirita de frío coge la toalla y al secarse, repara que le quedó espuma en una oreja, en las corvas y la espalda. Aquí la diferencia con la ducha es que mientras en ella uno canta y tararea, en este caso echa madres, reniega y despotrica.

Ahora debemos hacer fuerza para que el invierno no arrecie, porque pasaremos las noches en vela preocupados por la posibilidad que amanezcamos sin agua. Que el alcalde electo se comprometa a blindarnos contra semejante amenaza, porque aunque tenemos un agua excelente, no contamos con reservas. Para ello podría revivir el proyecto de represar la quebrada Olivares, en cercanías a la bocatoma de Río Blanco, y contar con un reservorio que además puede aprovecharse como sitio de recreo para la ciudadanía. Y que los dos conductos que traen el agua de Gallinazo recorran rutas diferentes para reducir el riesgo. Así, cuando el derrumbe se lleve un tubo, queda el otro.

De los tantos líos que deberá enfrentar Aguas de Manizales después de esta emergencia, hay uno que me intriga. Resulta que muchos edificios y conjuntos residenciales han gestionado el trasporte de agua para surtir sus tanques de reserva, líquido que es destinado a suplir las necesidades básicas. Pero como al ingresar el agua a las viviendas marca en los contadores, ¿cómo van a calcular ese consumo para descontarlo en las facturas? Porque si dicho servicio es sufragado con recursos particulares, no faltaría sino que además la empresa se lucrara al cobrar lo que se consiguió por otros medios. Ahí les dejo ese trompo en l´uña.
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miércoles, noviembre 02, 2011

Palabras, dichos y expresiones.

El idioma evoluciona y cada generación aporta nuevas palabras, las cuales en un principio aparecen en boca de unos pocos pero con el paso del tiempo se generalizan en los diferentes estratos de la población. Un ejemplo claro en la actualidad es “parce”, que viene de “parcero”, vocablo utilizado inicialmente entre sicarios y jíbaros de las comunas de Medellín, pero que por alguna razón le gustó a la juventud y llegó a convertirse en una manera común de trato entre ellos. Ahora los muchachos, e incluso muchas niñas, no se dirigen al amigo con el apelativo de compa, llave, pana, socio, pinta o amistad, sino que utilizan la mencionada palabreja. Algunas de esas expresiones tienen su cuarto de hora y después desaparecen en el olvido, mientras otras hacen carrera y al cabo del tiempo encuentran cabida en el diccionario de la academia.

Lo que produce tristeza es ver cómo muchas de las palabras, dichos y expresiones que utilizaban nuestros mayores son desconocidas para los jóvenes y niños actuales, quienes muchas veces ponen cara de extrañeza al oírnos pronunciarlas. Vocablos agradables, sonoros y expresivos que se pierden en la bruma del tiempo, son una herencia cultural que no debemos abandonar; basta con utilizarlos en casa, explicarlos a quienes los desconozcan, repetirlos e inculcarlos entre nuestra descendencia, porque de esa manera fue como los conocimos nosotros. En nuestras manos está evitar que muchas de esas expresiones mueran con nuestra generación. Van algunos ejemplos:

Tengo entendido que Mirús fue un personaje que asaltaba a los viajeros en los antiguos caminos de herradura, y quien debido a su audacia se convirtió en una leyenda de su época. Durante mucho tiempo, cuando alguien se enfrentaba con algo difícil de realizar, decía: ¡lo hará Mirús!; o al desconocer una respuesta: ¡sabrá Mirús! El diablo también era muy recurrido para este tipo de comparaciones, pero con el apelativo de “el patas”: ¡sabrá el patas! En cambio ahora le cambiaron una letra a este último y “el putas” desplazó a todos los anteriores. Para referirnos a un lugar apartado decíamos queda en la porra, y si la distancia era mucha lo aumentábamos a la quinta porra. Al hablar de algo que causaba extrañeza o curiosidad decíamos que nos daba golpe; y al preguntar por el camino que había tomado alguien preferíamos decir ¿para dónde pegó? Nuestros mayores, para referirse a una joven que no fuera bonita pero que se destacara por su distinción, inteligencia y carisma, decían que era una muchacha muy célebre.

No me tocó la época en que usaban las palabras flux o encapillado para referirse al vestido elegante, y en cambio acostumbrábamos decirle a quien estaba muy cachaco que se había puesto el baúl y la tapa. Cuando un mocoso tenía mal semblante por enfermedad, nuestras madres decían que estaba traspillao; si tenían una preocupación la llamaban entripao o capilla; no sentían nervios sino pensión; y si uno hablaba mal de alguien o se burlaba de algo, ellas simplemente rogaban: muchachitos, ¡tengan caridad! Observar o mirar era atisbar y a los púberes les decían pollos y pollas; ñurido a lo insignificante, pelle a lo muy gastado o de mal gusto, atembao o temba al muy pendejo, cargazón a la mercancía ordinaria y cagalástimas a quien se quejaba mucho.

Los gamines de ahora se llamaban chinches; los indigentes, que también nombran despectivamente desechables, eran limosneros; al celador le decíamos guachimán; a los policías polochos, la patrulla en la que hacían redadas la bola y los detenidos iban a parar al permanente o permanencia. Algo muy fácil era mamey o pilao; lo que producía cualquier negocio en un día se llamaba realíz; la cuelga era el regalo de cumpleaños; las señoras se patoniaban cuando caminaban mucho; se ponían güetes de la felicidad; no les daba rabia sino soberbia; y a un tipo bien plantado le decían pispo. Lo que ahora llaman un viejo gagá era un chuchumeco y los amigos se reunían a raniar en sus tertulias.

Al muchachito que estaba flaco y enclenque le decían langaruto o entelerido, y lo ponían a dieta de engorde a ver si embarnecía. Al introvertido lo llamaban cusumbosolo, a hurgarse la nariz colmeniar, a las pataletas berrinche, al muy mimado tata, a la guachafita patanería, enguanda era algo complicado y de mucho trabajo, a estar muy atareadas le decían julepe, a los calores de la menopausia resisterio, a los órganos sexuales “las partes”, y otra forma de referirse a ellos era decir por ejemplo: a fulanita la operaron de “por allá”. Cuando alguien quedaba muy bien retratado en una pintura decían: ¡está que habla!; y cuando la mamá requería que uno le pasara alguna cosa y se le olvidaba el nombre del objeto, después de tratar de acordarse y en medio del ofusque, pedía el cocianfirulo o el chuflí.

Recuerdo que mi mamá, siempre que iba a salir, se miraba en el espejo para retocarse el maquillaje, observar el estado de su vestimenta y mientras se daba la vuelta, le preguntaba a alguno de los hijos que estuviera a mano: mijo, ¿se me ve la combinación? Y como en aquella época al dinero necesario para emprender cualquier aventura comercial se le llamaba principal, ella decía con malicia: El matrimonio es un negocio donde el marido pone “el principal”.
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jueves, octubre 27, 2011

Dos asunticos.

Primer asunto: por fortuna el Senado de la República hundió el proyecto de ley que proponía condenar de nuevo el aborto en las tres modalidades que la Corte Constitucional despenalizó anteriormente. Una comisión compuesta por 18 congresistas, entre los que había una sola mujer, discutió la iniciativa presentada por el partido conservador; por cierto, algunos integrantes del partido azul parecen haber regresado a tiempos de la inquisición.

Todo indica que detrás del andamiaje está el Procurador Ordoñez, un rezandero consumado que no ofrece garantías de imparcialidad; absurdo que unos pocos decidan por todo un pueblo, sin tener en cuenta la opinión de los millones de personas que pueden verse afectadas por un asunto tan delicado. Oír las declaraciones de Enrique Gómez Hurtado produce rabia e indignación, por la forma como defendió la controversial iniciativa; decir que ahora todas las mujeres que quieran suspender un embarazo alegarán haber sido violadas bajo la amenaza de una pistola en sus cabezas, es un acto de cinismo y desconsideración. Torquemada se quedó en palotes.

Nuestra carta magna dice que somos un estado laico, aunque eso sólo parece cumplirse sobre el papel porque la realidad es que aquí dan por supuesto que todos somos católicos, apostólicos y romanos, y además practicantes. Los jerarcas de la iglesia meten basa en los asuntos de estado y pontifican como si tuvieran la última palabra, sin tener en cuenta que entre la población hay ateos, agnósticos, practicantes de otras religiones, satanistas, indecisos, libres pensadores, impíos, nihilistas, etc. Ahora propone la “godarria” derrotada un referendo nacional para definir la política a seguir en el caso del aborto, que es lo que debieron pensar desde un principio para que decidamos entre todos.

Cómo le parece, en el siglo XXI y que una niña menor de edad sea obligada a llevar a término un embarazo no deseado para que al final entregue su hijo en adopción; aparte del trauma de la violación, sufrir la gestación a una temprana edad y rematar con el dolor de desprenderse del bebé recién nacido. Y qué tal una pareja joven obligada a recibir un hijo con malformaciones, lo que hará muy difícil la existencia para todo el grupo familiar, sin contar los costos económicos que ello representa. O una madre saludable, a lo mejor con varios hijos ya, que no pueda suspender un embarazo que pone en riesgo su vida y el porvenir de su familia. Pretendían castigar además métodos anticonceptivos como la píldora del día después, o tratamientos de fertilidad para quienes tienen dificultad de engendrar hijos. Sólo les faltó amenazar con el sambenito, el potro y la hoguera.

En estos casos quienes salen perjudicadas son las personas de escasos recursos económicos, porque el rico consigue quién le practique el aborto en condiciones de seguridad o viaja al exterior donde el procedimiento sea permitido. Mientras tanto la muchacha humilde que es violada y obligada a parir, terminará sus días de empleada del servicio para conseguir con qué pagar una persona que le cuide el muchachito. Que la iglesia amenace con excomulgar a quienes no cumplan sus normas, que les prometa el fuego eterno, que los expulse de sus templos, pero ante todo que respete el libre albedrío.

Segundo asunto: elegimos pronto gobernador, alcaldes, concejales y diputados, quienes tendrán la responsabilidad de iniciar el rescate del buen nombre de nuestro terruño, ese que durante tanto tiempo ostentamos ante el resto del país. El departamento modelo; de gente honesta, trabajadora y señorial; meridiano cultural; pueblo de principios y convicciones; seguidor de buenas costumbres, amable y ancestral. Así nos veían antes de quedar señalados como nido de ratas, foco de corrupción y sinónimo de desgreño administrativo.

Y debemos asumirlo porque somos nosotros quienes hemos elegido a esos que nos han hecho quedar tan mal; los que buscaron el beneficio propio antes que el general, que desfalcaron las arcas públicas y acabaron con lo más sagrado que teníamos: el buen nombre. Cambiar esa percepción llevará tiempo, sudor y lágrimas, pero algún día hay que dar el primer paso y esta es la oportunidad. Cada ciudadano debe tomar conciencia de la responsabilidad que tiene, porque después sólo nos quedará llorar sobre la leche derramada.

Desde un principio me gustó Héctor Jaime Pinilla para alcalde. Lástima que las cosas no han dado como esperábamos sus seguidores, e imagino que fue por falta de tiempo para convencer y asegurar ese voto cívico e independiente que tanta falta hace a la democracia. Siempre tuve claro que enfrentarse a candidatos que reciben apoyo de coaliciones políticas es arriesgado, porque la competencia es muy desigual. Mientras el candidato independiente debe empezar de cero, en cuanto a número de seguidores se refiere, los otros cuentan con una gran cantidad de votos amarrados que aportan quienes los avalan.

Para gobernador creo que el indicado es Gabriel Vallejo. Miembro de una distinguida familia manizaleña, estudioso y con amplio recorrido en el campo ejecutivo, ha desempeñado con éxito diferentes cargos en varios países y además le pasan al teléfono los poderosos en Bogotá, algo muy importante al momento de ejercer un cargo público. Conocí a Rojas y me pareció un joven comprometido y emprendedor; Guido Echeverry es reconocido como persona honorable; y de Mancera no tengo información. Los que no me gustan son algunos de quienes los respaldan.

miércoles, octubre 19, 2011

Marranos per sécula.

Qué habrá más desalentador que oír decir que nuestro electrodoméstico no tiene remedio y que lo mejor es comprar uno nuevo. Crecí en una sociedad donde las cosas se arreglaban y por ello en mi casa muchos aparatos no fueron al taller; el secador del pelo, la plancha, la licuadora o el transistor, en la mayoría de los casos se arreglaban al corregirles una soldadura o cambiarles el suiche. Lo triste es que ahora los aparatos duran muy poco y añoramos aquellos electrodomésticos que nos prestaron servicio durante varias décadas, con sólo hacerles mantenimiento preventivo o cambiarles alguna pieza.

Cada vez nos parecemos más a los consumidores del primer mundo que practican aquello de comprar, usar y botar, ya que en dicha práctica radica el éxito de la economía mundial, que con el consumismo como herramienta principal pone a la gente a comprar por comprar. Y aunque siempre hemos sospechado que los productos tienen un tiempo determinado de uso, produce indignación ver un documental en internet donde personas calificadas explican cómo es la historia de la obsolescencia programada, que nació de la mano de la revolución industrial, la producción en masa y la sociedad de consumo. Ya en 1928 un artículo de prensa alertó sobre los productos de larga duración, catalogados como una tragedia para los industriales. Pero que sean los ejemplos que presenta el video los encargados de contarnos cómo funciona el asunto (ver en Youtube: “comprar, tirar, comprar”; duración, 52 minutos).

En 1879 Tomas Edison inventa la bombilla eléctrica y promete una duración de 1500 horas de uso; en la década de 1920 los fabricantes aumentaron el ciclo a 2500 horas y por la misma época se crea en Ginebra una sociedad llamada Phoebus, con el fin de controlar el ciclo de vida de las bombillas. Nace además el “Comité regulador de horas”, encargado de multar a las compañías que excedan los límites de duración establecidos. De todo esto existen pruebas porque un historiador alemán encontró en un archivo copias de actas de juntas, listas de compañías multadas, montos de las sanciones, etc. Lo peor es que conocedores del tema aseguran que Phoebus aún existe, aunque el nombre ha sido cambiado en varias ocasiones para ocultar su rastro.

La prueba de lo que puede durar una bombilla está en un cuartel de bomberos de una población en California, donde descubrieron en 1971 una bombilla instalada en 1901 y que desde entonces estuvo encendida. Procedieron a monitorearla con cámara web y en 2001, cuando cumplió 100 años de funcionamiento, ya iba por la tercera cámara porque las anteriores se fundieron. Los seguidores del artefacto celebraron su centenario con fiesta, torta y velitas, y el lugar es ahora un santuario para los enemigos de la obsolescencia programada.

En 1940 la Dupont presenta el nailon, una fibra sintética usada entre otras cosas para fabricar medias de mujer. En un principio la publicidad mostraba cómo se utilizaban varias medias amarradas entre sí para remolcar un carro; así eran de resistentes. Poco tiempo pasó para que las directivas de la empresa ordenaran a ingenieros y diseñadores producir una fibra mucho menos duradera, a pesar del orgullo que sentían todos por haber descubierto un producto tan maravilloso.

Afortunadamente este abuso se topó ahora con una juventud inquieta y conocedora de la tecnología, que no se deja engañar. La impresora de un joven español deja de funcionar un día cualquiera, sin causa aparente. Después de buscar quién la arregle y de que le digan en repetidas ocasiones que lo mejor es comprar una nueva, el tipo, que entiende del tema, escudriña en internet hasta enterarse de que a esos aparatos les montan un chip encargado de contar las impresiones y que al llegar a cierto número, dejan de funcionar. Siguió con su investigación y encontró en la red a un ruso que le ofreció un software para reiniciar el contador, lo instaló, y la máquina empezó a operar de nuevo.

En Estados Unidos un adolescente compra un iPod con sus ahorros y a los tres meses el aparato se queda sin batería. Quiere reponerla pero le informan que no la venden y que debe adquirir un equipo completo, por lo que decide recorrer las calles con una plantilla y pintura, para plasmar su denuncia encima de la publicidad que promociona dichos adminículos. Acto seguido produce un video con la historia y lo monta en Youtube, el cual reporta tres millones de visitas en un mes. Una abogada se interesa por el tema, reúne a un grupo de inconformes y demanda a la empresa Apple, la cual debe aumentar la garantía y pagar las demandas económicas correspondientes.

La obsolescencia programada perdurará mientras existamos marranos que le sigamos el juego, porque está claro que entre los consumidores son muy poquitos los que proceden como los jóvenes mencionados. Los demás nos quedamos viendo un chispero y no encontramos otra opción diferente a reponer el aparato dañado, mientras la basura electrónica inunda a países como Ghana, que recibe al año miles de toneladas de equipos que reportan como de segunda mano, pero que en realidad sólo unos pocos son recuperables.

Y mientras el planeta se intoxica, la gente hace fila y acude al crédito de ser necesario, para comprar lo que le ofrezcan sin siquiera preguntarse si de verdad lo necesita.
pamear@telmex.net.co

viernes, octubre 14, 2011

De leyes, normas y exigencias.

Desde cuando los primeros humanos empezaron a vivir en comunidad existen las leyes para mantener el orden y hacer cumplir la justicia. De otra manera el caos reinaría y cada quien actuaría por su cuenta, lo cual no sucede ni siquiera con los animales salvajes donde la naturaleza se encargan de mantener un orden establecido. Si en un país como el nuestro que tiene leyes para todo reina el despelote, cómo sería si no existieran constitución, códigos y autoridad para hacerlas cumplir.

Aunque estigmatizan a los abogados de pillos y oportunistas, la verdad se trata de una profesión noble que busca el entendimiento entre las personas. Como en cualquier gremio existen malandrines que dan la razón a quienes los critican, pero la gran mayoría son honorables, éticos y entregados a su oficio. Lo que debemos reconocer los ciudadanos es que el abogado nos parece muy bueno cuando ganamos el pleito, pero si sucede lo contrario vamos a calificarlo de ladrón e ineficaz. Además de que el representante de la contraparte siempre nos parece desalmado y ventajoso.

Las leyes son confusas para quienes no las hemos estudiado y es común por ejemplo que al enterarnos de algunos fallos de las altas cortes, los vemos equivocados porque parecen favorecer al enemigo. Tampoco entendemos cómo es posible que nuestros mandatarios promulguen leyes y decretos, los cuales son declarados inconstitucionales poco tiempo después de ponerlos en práctica; para qué tienen entonces oficinas jurídicas, asesores, expertos en jurisprudencia y demás personajes que deben estudiar a fondo cada caso antes de sancionarlo.

Ahora me pregunto si durante mi adolescencia y juventud las leyes eran diferentes, no las conocía o simplemente nadie las cumplía, porque al compararlas con las actuales noto unas diferencias abismales. Y voy a referirme a unos pocos casos para corroborar lo dicho, como por ejemplo lo que se refiere a los derechos de mujeres, niños y animales. A las damas siempre las han golpeado, pero ahora al menos existe castigo para el agresor si alguien lo denuncia. Antes nadie intervenía en un caso de violencia intrafamiliar y a quien ponía la queja, le respondían que no fuera metido y que ese tipo de problemas se arreglan de puertas para adentro; y que si a la vieja le daban en la jeta, algo habría hecho.

Si un muchachito salía con el cuento que el cura de la parroquia lo había manoseado, le zampaban una pela y lo encerraban en el cuarto por irrespetuoso y fabulador; lo mismo le pasaba si acusaba a un vecino u otra persona mayor. Por cualquier otra pilatuna el papá le daba con una correa, la funda del machete o el cable del teléfono; y las mamás amenazaban a los mocosos con meterles cáscaras de huevo hirviendo en la trompa si decían groserías. Mientras tanto a nadie se le ocurría que pudiera denunciar a un padre de familia por brutalidad.

En los solares de las casas había animales salvajes en calidad de mascotas: venados, tatabras, babillas, loras, micos y hasta tigrillos, situación que ninguna autoridad prohibía. Si frente a una casa había un árbol que echaba mucha basura sobre el techo o simplemente tapaba la vista, el dueño procedía a tumbarlo con un machete y no pasaba nada. Los zorreros recogían basuras y escombros que tiraban en las orillas de las vías o en cualquier lote, sin que mediara sanción para ellos. Y para trabajos menores, como el de empleada del servicio, todero, celador de cuadra o mensajero, no se pagaban prestaciones sociales ni salud.

Sin duda lo que más ha cambiado es lo que tiene que ver con el tránsito automotor. Lo primero es que desde los quince años uno ahorraba para “comprar” en la oficina de tránsito, con la ayuda de un tramitador, un permiso para conducir mientras cumplía la edad correspondiente; me parece ver el documento con la foto y una línea roja que lo atravesaba en diagonal. Con respecto a las infracciones comunes en la actualidad, basta recordar que los carros ni siquiera tenían cinturones de seguridad; nadie cargaba extinguidor, botiquín o señales de emergencia; en las carreteras no se reparaba en la línea central que divide la calzada; a nadie multaban por exceso de velocidad; la gente parqueaba en cualquier sitio y no existía revisión mecánica, control de emisión de gases u otro tipo de reglamentación. Tampoco se utilizaban los cascos protectores.

Pero sin duda lo más reprochable era la mezcla de licor y gasolina. Para coger carretera lo primero que se empacaba era la botella de aguardiente y el chofer bogaba parejo; a nadie se le ocurría pedir un taxi porque estaba tomado; el programa de parar en las fondas a beber estaba establecido; y como no existía hora zanahoria, al amanecer era común ver a los borrachos que a duras penas lograban conducir sus vehículos por la calzada. Para ellos existía la cárcel de choferes si causaban un accidente con víctimas fatales, lo que se arreglaba con plata e influencias.

Ahora me pregunto: ¿cuántos traumas familiares pudieron evitarse?, ¿acaso nadie defendía los derechos laborales?, ¿quién velaba por la naturaleza?. Y con tantas falencias en cuanto a normas de tránsito, ¿cómo no causamos más tragedias y accidentes? Después de recordar nuestro comportamiento al volante en esa época, puedo decir que sobrevivimos de arepa.
pamear@telmex.net.co

viernes, octubre 07, 2011

Tolda fría, desastre anunciado.

Recuerdo un programa radial presentado por el humorista uruguayo Hebert Castro, en el que a uno de sus personajes, el Pobre Peraloca, se le dijo, se le advirtió, se le re-co-men-dó… pero no hizo caso. Lo mismo puede decirse de los seres humanos en cuanto al cuidado del medio ambiente, porque muy pronto la naturaleza nos pasará factura por el daño que le infligimos a diario; ya empieza a coaccionarnos con la deuda y los avisos vienen en forma de terremotos, tsunamis, crudos inviernos, huracanes, fallas geológicas, sequías y demás fenómenos naturales que se agudizan con el paso del tiempo.

La verdad es que, al menos en nuestro medio, la conciencia ecológica demoró mucho en implantarse y durante mi infancia y adolescencia nadie nos habló al respecto. No existía en el pensum escolar una materia que mencionara la palabra ecología, ni le oímos nunca a un educador alguna frase o campaña relacionada. En la casa tampoco decían nada y mientras tanto la entretención de los niños en potreros y montes cercanos era cazar pájaros con cauchera, perseguir ardillas y zarigüeyas, tumbar árboles y rastrojos, echarle candela a las mangas y cuanta pilatuna se nos pasara por la cabeza.

Cincuenta años en la historia de la tierra son insignificantes y sin embargo en tan corto lapso mi generación ha visto el deterioro acelerado del entorno. Porque con mis hermanos recorríamos la quebrada Manizales y con la ayuda de un canasto atrapábamos pequeños peces que metíamos en frascos a manera de acuario. Nos bañábamos en calzoncillos y nadábamos, tragábamos agua, improvisábamos pequeñas represas para formar estanques y así nos entreteníamos toda la tarde. En el río Chinchiná se pescaban sabaletas de buen tamaño y las truchas abundaban en las quebradas que bajaban del páramo.

Al mismo tiempo, era tanto el descuido ecológico que las empresas encargadas de la recolección de basuras descargaban sus camiones en los cauces de ríos y quebradas. En Manizales el botadero quedaba a un costado del puente de Olivares y los desechos iban a parar a la quebrada del mismo nombre; con el agravante que entonces nadie reciclaba y al cauce caían por igual botellas, plásticos, cartones, tapas metálicas, retazos y cuanta basura produjera la sociedad. ¡Qué desastre!

Por fortuna existieron ciudadanos, como el ingeniero forestal Conrado Gómez, que desde entonces se preocuparon por cuidar los bosques aledaños a la ciudad para asegurarnos el precioso líquido. Gracias a ellos Manizales puede mostrarle al mundo una de las aguas más puras y ricas en elementos, reconocimiento del que nos vanagloriamos quienes apreciamos ese maravilloso privilegio. Por ello siento “escaramucia” y se me ponen los pelos de punta de sólo oír hablar de la posibilidad de explotar a gran escala una mina localizada en la cuenca que surte el acueducto de nuestra ciudad.

Tolda fría se llama la mina que hasta ahora ha sido explotada de manera artesanal, sin daño significativo para el medio ambiente, pero que está en la mira de multinacionales que hacen estudios para calcular el potencial de las vetas y así resolver si le meten el diente. Si con solo las pruebas de material ya bajan las quebradas de la zona turbias, qué podemos esperar cuando la explotación sea a gran escala. Yo sí sé, porque en mi juventud acostumbraba ir con los amigos a pescar al río La Miel; pero no lo hacíamos con caña y sedal, sino armados de arpón y careta. El agua del majestuoso río era cristalina y la visibilidad perfecta, lo que hacía posible esperar los peces en las palizadas donde eran presa fácil. Tiempo después abrieron unas minas de oro aguas arriba y su caudal se convirtió en un lodazal impenetrable; por fortuna los yacimientos se agotaron y el río volvió a su estado natural.

La locomotora minera puede convertir a Colombia en un árido desierto y desde ya las diferentes regiones adelantan campañas para evitar un desastre natural. El Quindío está alerta ante la noticia que algo más del 60% de su territorio contiene recursos mineros; en los antiguos territorios nacionales extreman medidas para combatir la explotación ilegal de minas de coltán y tungsteno (también llamado wolframio); en Santander evitaron la explotación de una mina de oro a cielo abierto en el páramo de Santurbán; y en San Andrés prenden las alarmas ante la posibilidad de una explotación petrolera en inmediaciones de la isla.

Por fortuna el señor José Fernando Echeverri, como Presidente de la Sociedad de Mejoras Públicas de Manizales, instauró una Acción Popular que busca frenar semejante atropello a nuestra ciudad, ya que de dicha cuenca depende el agua que abastece el acueducto Luis Prieto Gómez. De alguna manera, redes sociales, manifestaciones, plantones, etc., debemos elevar una voz de protesta para evitar que nuestras fuentes naturales resulten contaminadas; además, las minas de oro a cielo abierto utilizan grandes cantidades de agua para su operación.

Debemos exigirle a PROCUENCA, CORPOCALDAS, Aguas de Manizales, corporaciones ecológicas, alcaldías y gobernación, la CHEC y demás entidades relacionadas con el tema, que opinen y se pronuncien al respecto. Y que cada ciudadano diga si prefiere que las arcas del municipio reciban jugosas regalías, que seguro irán a parar al bolsillo de unos pocos, o que sigamos contando con un excelente servicio de acueducto como al que estamos acostumbrados.
pamear@telmex.net.co

miércoles, septiembre 28, 2011

Ciencia ficción.

En diversas culturas y durante 2500 años, hasta terminar en Europa en el siglo XIX, existieron los alquimistas como protegidos de nobles y poderosos que buscaron con ambición desmedida la piedra filosofal, la cual permitiría a quien la tuviera convertir los metales comunes en oro y plata, además de poseer el don de la eterna juventud. Ciencia, filosofía, esoterismo y mucha charlatanería eran las características más frecuentes de quienes practicaban esa antigua modalidad, personajes que además aseguraban su estatus y condición económica gracias a príncipes y dignatarios ególatras convencidos de que el mundo no podría subsistir sin ellos.

Cabe muy bien el apelativo de oscurantismo para referirse a esa época de la historia cuando el ser humano estuvo inmerso en la ignorancia, sopor mental que vino a despejarse con la aparición de la Ilustración a principios del siglo XVIII, porque pensar que algo tan hipotético fuera posible de alcanzar sólo cabe en mentes estrechas y obtusas. Invertir tanto dinero, maquinar, conspirar, corromper y manipular para conseguir la eterna juventud es descabellado y absurdo, y es difícil aceptar que a nadie en esa época se le hubiera ocurrido considerar que no existe peor tormento para un ser humano que la inmortalidad.

Qué tal ver desaparecer los allegados, generación tras generación; tener que adaptarse a los cambios que trae cada época; verse impedido de convivir con una pareja que lo acompañe y complemente; tener hijos sólo para verlos envejecer y morir mientras uno sigue estancado en la misma edad. O presenciar el deterioro del planeta y saberse seguro protagonista del momento en que sobrevivir en él sea imposible. La vida debe vivirse al ritmo de cada quien, sin arrepentimientos por lo que se hizo o se dejó de hacer, sin aparentar y con la madurez suficiente para envejecer con dignidad. Aunque hay personas que buscan prolongar su juventud con afeites, cirugías estéticas, tratamientos de belleza y demás artilugios para hacerle pistola al paso de los años, pero llega el momento de enfrentar la realidad y aceptarla será bien difícil.

Otro asunto tan hipotético como la vida eterna es viajar a través del tiempo, tema tratado muchas veces en la literatura universal y en el cine. Recuerdo un programa de televisión, cuando teníamos un solo canal en blanco y negro, que se llamó “El túnel del tiempo”. Era protagonizado por dos científicos que al querer probar su invento quedaron atrapados en el pasado, mientras en el laboratorio los compañeros visualizaban sus andanzas y hacían esfuerzos para lograr trasladarlos a otra época cuando sus vidas peligraban. Porque aunque resultaba imposible traerlos de vuelta al presente por un imperfecto en la máquina, podían brincar con ellos por diferentes momentos de la historia.

Durante mi niñez sentí atracción por la lectura al ver que mi papá todas las noches se entretenía con un libro, por lo que le dije que me recomendara algo apropiado para un lector incipiente. Así disfruté “Un yanqui en la corte del rey Arturo”, escrito por Mark Twain, que relata las aventuras de un gringo del siglo XIX, quien después de sufrir un golpe en la cabeza despierta en la Inglaterra de los caballeros de la mesa redonda. Difícil es para el personaje adaptarse a la época, pero transcurrido un tiempo quiere manipular la historia para cambiarla a su gusto y dicho proceder no es del agrado del mago Merlín, el oráculo de la época, quien trina de los celos cuando el yanqui predice eclipses, cataclismos y demás sucesos importantes. Después de tantos años encuentro en internet el libro, además de la película rodada en 1949 que presenta a Bing Crosby como personaje central.

En 1968 estrenaron un filme que causó sensación porque recreaba una época remota, pero esta vez en el futuro. “El planeta de los simios” relata la historia de unos astronautas que salen de la tierra en 1973 y debido a lo extenso del recorrido, viajan metidos en unas cápsulas que los mantenían en estado vegetativo. Pues los cálculos fallaron y regresaron a la tierra dos mil años después, para encontrar que la civilización está dominada por los primates. Charlton Heston es el protagonista principal y recuerdo el impacto de los espectadores cuando al finalizar la película, la pareja de humanos que logra escapar de sus captores encuentra en una playa la antorcha de la estatua de la libertad, mientras el resto del monumento ha sido sepultado por el paso del tiempo.

Inútil añorar haber vivido en una época diferente, porque a las cosas imposibles no se les debe gastar tiempo; el hombre es un animal de costumbres y se adapta sin dificultad a su momento en la tierra. Me siento privilegiado de ser uno de los pocos humanos que habitó el planeta durante un cambio de milenio, además de que conocí el medio ambiente cuando todavía estaba entero. A lo que viene le tengo pavor porque auguro un mal futuro para el globo terráqueo, y aunque en el pasado hubo épocas bonitas e interesantes, pierden todo el encanto al saber que no había inodoro, agua caliente, deportes televisados, microondas, teléfono para pedir a domicilio o manera de transportarse diferente al caballo. Creo que me tocó cuando era, y ni hablar de lo amañado que estoy desde que aparecieron el control remoto, el dispensador de hielo e internet.
pamear@telmex.net.co

martes, septiembre 20, 2011

Un viaje al pasado.

Por fortuna en Colombia, con la aparición de nuevos partidos políticos en las últimas décadas, se acabó la violenta pugna que por tantos años enfrentó a los seguidores de los partidos tradicionales. Desde que los españoles abandonaron nuestro territorio, derrotados por Simón Bolívar y sus huestes libertadoras, aquí no hemos dejado de combatir unos contra otros. Un odio irracional entre liberales y conservadores dividió a los ciudadanos y es imposible siquiera calcular cuántos perdieron la vida en esa larga confrontación. Un ejemplo es la Guerra de los mil días, que enlutó la transición del siglo XIX al XX, donde se enfrentaron en una guerra civil absurda y aterradora.

Porque si cualquier conflicto armado es irracional, con mayor razón cuando los contrincantes son además compatriotas; es como matarse entre hermanos. Así sucedió en nuestro país durante siglo y medio, cuando godos y cachiporros se odiaban con pasión, aversión que legaban a su descendencia. Las diferentes regiones tenían predicción por uno u otro color político y quienes no pertenecían a esa mayoría, enfrentaban una situación difícil de sobrellevar. El territorio que ocupa hoy el departamento de Caldas pertenecía al Estado Soberano de Antioquia, con mayoría conservadora, y Manizales, apenas una incipiente población, se convirtió en el bastión de los azules por estar localizado en la frontera que los separaba de sus enemigos naturales: los Negros del Cauca. Así llamaban a los liberales que habitaban el Estado soberano del Cauca, al sur, y el río Chinchiná era la frontera natural entre ambos territorios.

Aunque tenemos libros y documentos que registran la historia de los primeros habitantes de estas tierras, no supimos aprovechar a nuestros viejos para que a través de la tradición oral nos relataran crónicas y anécdotas de aquellas épocas. Bastó con que algunos de nuestros antepasados omitieran relatarle a su prole la historia correspondiente y ahí se rompió el hilo conductor. En cambio hay personas que se preocupan por dejar documentos valiosos que según su criterio no deben desaparecer, como sucedió con el doctor Félix Henao Toro, que entre su escritorio encontraron unos papeles acompañados de una nota escrita de su puño y letra que advierte: “Importante, no se debe botar”. Ramiro, el hijo del doctor Henao, me facilitó el escrito y en él pude leer:

“Esta tragicomedia se refiere a personajes de la antigua Manizales y pasó de mano en mano por allí en la década de 1880, cuando creo que estalló una revolución contra el gobierno de Rengifo, Presidente del Estado de Antioquia. Fue copiada por mi tía Laura Henao Uribe y parece que el autor fue Don José María Restrepo Maya, bisabuelo de don Eduardo Arango Restrepo. Es jocosa y se refiere a que los liberales de Manizales hicieron venir al general José Domingo Restrepo, ofreciéndole toda clase de apoyo y cuando vino se lo negaron, por lo que se vengó poniéndoles contribuciones y enrolándolos en sus filas. Es pues divertida a la vez que histórica y sería bueno publicarla”.

Acompaña la nota una fotocopia, tomada de las páginas de un libro que Ramiro no ha podido deducir quién es su autor, donde se hace una reseña de ese mismo acontecimiento y que dice:

“A principios de 1885, antes de que las fuerzas regeneradoras mandadas por el gran Briceño y por Mateus llegaran a liberar a Manizales del yugo bajo el cual se hallaban, pasó por esa ciudad el general José Domingo Restrepo, el cual venía de Medellín con tropas liberales mandadas por su tío el Gobernador Luciano Restrepo a combatir el gobierno de Núñez. José Domingo reunió a los principales hombres del liberalismo de Manizales, empezando por el Prefecto don Daniel Gómez, y exigió una fuerte contribución de guerra diciendo que su partida a la revolución el mismo partido debía pagarla. Esto causó gravísimos disgustos. Se unieron casos de fanatismo por una parte y de ridiculez por otra. Don José María Restrepo, con notable ingenio, aprovechó la situación liberal para componer en su escondite lo que él llamó “el Apretón tragicomedia”, drama que circuló manuscrito entre los conservadores, quienes lo copiaban y lo hacían pasar de mano en mano para alegrar sus melancólicas veladas. No me cupo la suerte de conocer esa obra, por no vivir todavía en Manizales, pero sí me llegó el eco de su fama”.

Disfruté al leer la tragicomedia completa, que por extensa no puedo compartir en este espacio, y de ella puedo resaltar el lenguaje utilizado, algunas costumbres de la época y la picardía con la que los godos se burlaban del chasco sucedido a los liberales. Las gentes la copiaban para compartirla con familiares y amigos, y a modo de panfleto circulaba por toda la ciudad. Doña Laura Henao Uribe, la tía del doctor Félix encargada de copiarla, al final aclara cómo la obtuvo:

“Es copia de unos papeles que le mostraron a la cocinera de la casa unos muchachos en la calle en estos días. Manizales, Enero 16 de 1.885”.

De manera que al morir un viejo de la familia no procedan a botar todo sin siquiera leerlo, porque en esas policías se pierden verdaderas joyas. Quien no entienda de qué se trata un texto, consulte con alguien conocedor que le diga si vale la pena guardarlo. Porque así han ido a parar a la basura bibliotecas enteras.
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jueves, septiembre 08, 2011

Cuentos de escuincles.

Los mejicanos le dicen a los muchachitos, en lenguaje coloquial y de manera despectiva, escuincles; así como nosotros los llamamos mocosos, zambos, culicagaos, vejigos o caguetas. La palabra escuincle, o escuintle, viene del náhuatl y quiere decir perro sin pelo. Aunque hablemos el mismo idioma en cada país existen modismos y palabras para nombrar ciertas cosas, las cuales son desconocidas para el resto de hispanohablantes. Por ello recomiendan antes de viajar a otro país enterarse de ciertos vocablos, que aunque aquí son aceptados y de uso común, en otra parte se refieren a algo que no debe nombrarse en público. Que no diga buseta en Brasil, que no pregunte en Argentina cómo coger un bus, en España joder tiene un significado muy diferente al que nosotros conocemos o como una amiga que le dijo a un mesero en Buenos Aires que ella era muy conchuda. Esta introducción para decir que hoy vengo con cuentos de escuincles.

Siempre que oigo a un niño pequeño pronunciar una palabra cuyo uso no es común en los menores, me pregunto cuándo la aprendió, dónde la oyó, quién le explicó su significado y cómo utilizarla; es un misterio para mí la forma como los infantes enriquecen su léxico, hasta llegar a expresarse de una manera aceptable. Pero más bonito todavía es oírlos en un principio utilizarlas de forma equivocada, o cuando la confunden con otra parecida.

Una entretención común de quienes tenemos un hijo varón, es aprovechar cuando está pequeño para convertir la cama del matrimonio en un ring de boxeo, donde además se practica guerra de almohadas, lucha libre y todo tipo de artes marciales. La mamá insiste en que se van a aporrear, que el niño terminará llorando, que dejen la brusquedad, pero hasta que no se cumple el pronóstico de la mujer la patanería no termina. Mi sobrino Santiago tendría dos años y con su papá acostumbraban este tipo de juego, y en cierta oportunidad el niño ya estaba sin camisa, sudoroso y colorado por la intensidad de la lucha, pero se impuso la fuerza del adulto y el mocoso terminó trincado contra la lona por una poderosa llave inglesa, mientras el ganador decía: ¡Así te quería ver, canalla! Ahí lo que sigue es dejar al muchachito dominar al contrario y cuando ésto sucedió, el pequeño guerrero procedió a repetir la frase triunfal: ¡Así te quería ver, “camella”!

Años después Santi cursaba la primaria y mandaron una nota del colegio donde recomendaban empacarle al niño merienda en la lonchera, porque los iban a llevar a unos retiros espirituales en una finca que tiene la institución en la zona cafetera. El muchachito estaba muy excitado desde la noche anterior porque el programa era novedoso para él y en el momento que llegaron a recogerlo en la mañana, la mamá quiso que se devolviera de la puerta dizque porque lo quería bendecir. Entonces el zambo alcanzó a gritar desde la salida, antes de tirar el portón:
-No mamá, tranquila que allá nos van a “bendigar” todo el día.

Pipe Gómez es un niño que nació con estrella; gracias a su carisma se hace querer de todos y además de inteligente, es despierto, amable y de un humor genial. Cuando era apenas algo más que un bebé estrenaron casa y cierto día al llegar el papá, le tenían la queja que Felipe había rayado todas las paredes de la habitación. De inmediato se presentó en el cuarto del muchachito y al ver semejante desastre, mientras trinaba de la ira, lo conminó a que le dijera inmediatamente con qué había manchado todo eso. El culicagao lo mira con malicia, levanta un dedito y responde:
-Papá, te voy a dar una pista.

Resulta que el papá de Pipe es ortodoncista y en su profesión debe fabricar con mucha frecuencia esos aparatos odontológicos que ayudan a mantener los dientes en su lugar; lo que la gente llama un paladar. Como el mocoso siempre ha sido buen negociante, cuando tenía siete años llegó un día del colegio con tres mil pesos en el bolsillo. La mamá se alarmó porque el niño todavía no manejaba dinero y lo obligó a confesar de dónde había sacado la plata. La respuesta fue clara y concisa:
-Mami, resulta que en el colegio muchos niños botan el paladar a la hora del almuerzo y como mi papá hace de éso… Por cierto, voy a llamarlo porque tengo vendidos tres para mañana.

Unos amigos odontólogos se fueron hace varios años a visitar a un colega que vive en los Estados Unidos; un paseo espectacular, con rumba incluida todas las noches. Cierta mañana salieron en la camioneta del anfitrión, quien además pasó a recoger a su hijita de seis años, y debido al guayabo y al desorden en las comidas, uno de ellos estaba con el estómago revuelto. En una de esas soltó una ventosidad que no pudo disimular porque la risa lo traicionó, lo que generó el malestar de los compañeros que le daban coscorrones y lo regañaban por cochino e inoportuno. Entonces la muchachita, quien tenía un fuerte acento gringo e iba en la parte de atrás del vehículo, empezó a gritarle al papá, aterrada por el olor y la pelotera:
-Papi, papi, ¡Enrique se hizo popó atrás en el camión!
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miércoles, agosto 31, 2011

Balance mundialista.

Al menos los colombianos calmamos la gana de realizar un mundial de fútbol en nuestro territorio, y a fe que salieron bien las cosas. No debemos ignorar, eso sí, que un mundial juvenil como el que organizamos con tanto empeño no le llega ni a los talones a uno de mayores, que con las olimpiadas, son considerados los torneos deportivos más importantes del mundo. Desde 1974 la FIFA eligió a Colombia para realizar el magno evento en 1986, pero cuatro años antes de cumplirse el plazo el presidente de turno decidió declinar tan honrosa designación, ante la imposibilidad de cumplir con los requisitos exigidos. Entonces fue México el designado para repetir, ya que en 1970 organizó un mundial que hizo historia.

En todo caso ya concluido el mundial sub-20, quedan muchas enseñanzas y algunas cosas por mejorar. El sólo hecho de poder mostrarle al mundo la cara amable de Colombia es algo muy positivo, porque una vitrina de esa categoría no es fácil de conseguir. Que los habitantes del planeta sepan que pueden venir a hacer turismo de todo tipo y que el único riesgo que corren es que se quieran quedar. Y ojalá quienes nos visitaron repitan en sus países de origen lo que tanto pregonaron entre nosotros: que los recibimos con los brazos abiertos, que el apoyo de la gente fue espectacular, que la organización impecable y la seguridad absoluta.

Al país le quedan la satisfacción del deber cumplido y unas instalaciones deportivas de primera categoría; estadios que estaban todavía en obra gris, como los de Pereira y Cartagena, quedaron de maravilla; otros, como los de las grandes ciudades que por lo viejos requerían muchas reparaciones, ahora son escenarios modernos y funcionales; y el Palogrande de Manizales, cuya construcción es la más reciente, quedó estrenando gramilla, equipos electrónicos y se finiquitaron algunas obras pendientes. La verdad es que de no ser por el mundial, cuándo habríamos tenido en Colombia lo que en el argot futbolístico se conoce como estadios FIFA.

Sin embargo, a pesar de todo lo bueno y positivo, quedan ciertos puntos que deben ser analizados con detenimiento. Como era de esperarse, nuestro país se esmeró en el aspecto de seguridad porque con la fama que tenemos, además de que es bien ganada, no podíamos confirmarle al mundo que en nuestro territorio no existen garantías para los extranjeros. Para ello montaron los operativos de seguridad necesarios en las ciudades anfitrionas, aunque me pareció exagerado que por ejemplo aquí en Manizales cerraran la avenida Paralela desde las 8 de la mañana, para un doblete que se iniciaba a las 5 de la tarde; lo mismo sucedió con las vías que circundan el estadio en varias cuadras a la redonda, lo que creó un caos vial que incomoda a la ciudadanía. Está bien cuando se trata de encuentros futboleros que generan tensión y calientan el ambiente, pero la verdad es que para los partidos que se jugaron en Manizales no había necesidad de tanta prevención. Basta con recordar que a pocas horas de iniciarse las programaciones, en los alrededores del estadio no volaba una mosca.

Por otra parte quedó demostrado que mucho público ha desertado de los estadios debido a la violencia. En vista de que los encuentros que se jugaron en las diferentes sedes no convocaban hinchas furibundos ni barras bravas, pudieron verse de nuevo en los estadios las familias, con abuelos y nietos, disfrutar del espectáculo. Y aunque las autoridades insisten en dejar los estadios sin vallas que separen la tribuna de la gramilla, no creo que existan garantías para jugadores y árbitros cuando se juegue un clásico entre equipos rivales; poco podrán hacer los policías, que están preparados dizque en artes marciales, para cuidar los accesos a la cancha contra una chusma de energúmenos armados con garrotes y navajas.

Llama la atención el respeto que se tiene en el mundo entero por los dirigentes de la FIFA; unas vacas sagradas que de seguir a ese paso, muy pronto quienes estén ante su presencia deberán hincarse de rodillas para reverenciarlos. Además, las exigencias del organismo internacional para el país que aspira a ser sede son muchas y muy costosas; sobre todo para naciones en vía de desarrollo.

Dejó malestar entre la gente que no pudiera venderse café en los estadios, ya que se trata de nuestro producto estrella. Cómo es que trasmitían por televisión dos partidos diarios y los fines de semana sólo uno. Quién entiende que el día de descanso al finalizar la primera ronda fuera un domingo. Y le quita seriedad al torneo el hecho que un participante, como sucedió con Guatemala, llegue al último partido de la primera ronda con cero puntos, once goles en contra y ninguno a favor, y clasifique con sólo ganar ese último encuentro por la mínima diferencia.

Lástima que el subconsciente no me deje disfrutar al máximo este tipo de eventos, porque no puedo dejar de pensar cuántas cosas podrían hacerse con toda esa plata que gastamos. Porque al menos la infraestructura deportiva queda, pero haberle metido ocho mil millones de pesos a una inauguración, que además salió mal, no deja de mortificarme. Y así Blatter le diga al Presidente Santos que estamos listos para organizar un mundial de mayores, en su fuero interno pensará: “Ahí manece y no lo prueba”.
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lunes, agosto 22, 2011

Candidato hecho a pulso.

Después de oír a Héctor Jaime Pinilla explicar por qué renunció al IDU, pensé en él como el alcalde ideal para Manizales; además, recordé que un allegado mío conoce al joven abogado desde sus primeros años. Deduje entonces que si Ramiro Henao Jaramillo, una de las personas más rectas y honorables que conozco, ha sido una especie de padrino del joven aspirante, este tiene que ser un buen elemento. Pues llamé a Ramiro para que me contara y esto fue lo que dijo:

A principios de la década de 1980 llegó al estadio en helicóptero Juan Carlos Castillo, ciclista caldense triunfador en una carrera muy importante. Como aficionado a ese deporte, además de ser vecino del estadio, asistí de novelero al acontecimiento. Me encontré allí con el odontólogo Hernán Giraldo, “Afición”, quien me contó que Castillo había surgido de un humilde club ciclístico, el Ciclo Estrella, dirigido por un señor Héctor Pinilla que tenía una tienda a media cuadra de mi casa.

Pues al otro día fui a buscarlo y encontré un local muy humilde, con un surtido que daba grima, y en la trastienda vivía el señor Pinilla con la mujer, dos niñas y un niño. Era tan estrecha la vivienda, que debían subirse por una escalera a una especie de zarzo donde se acomodaban para dormir. El hombre llegó de Boyacá al sector de Letras a sembrar papa; después se casó y empezó a trabajar en una finquita por La Linda. Luego encontró trabajo en la ciudad como voceador de prensa, consiguió los bajitos que ocupaban y montó la tienda.

Me los encontraba con regularidad en el velódromo cuando iba a practicar y un día resolví ayudarles. Le llevé entonces unos pesos y él de inmediato quiso gastarlos en traer más niños del páramo para prepararlos en ciclismo, aparte de que ya mantenía dos o tres, pero le dije que ni riesgos, que lo primero era surtir la tienda para asegurar el ingreso familiar. Héctor Jaime estudiaba en la escuela Anexa y en sus ratos libres desempeñaba diferentes oficios; debido a su afición al ciclismo, a los 13 años empezó a visitar emisoras para colarse en los programas deportivos.

Fue así como llegó a Caracol y Luis Salazar, el gerente, notó el potencial del muchacho y lo dejó participar en un programa al medio día, para lo cual debió conseguir permiso en la escuela. Pero como el novel locutor no tenía vínculo laboral con la empresa, Luis le pagaba unos pesos de vez en cuando, que según Héctor Jaime, salían de su propio bolsillo. Tiempo después, Salazar le recomendó a don Julio Arrastía que llevara al muchacho de asistente a la Vuelta a Colombia en bicicleta, lo cual aceptó de inmediato. El viejo macanudo bautizo a la joven promesa como “El Volcán de América”.

Le fue tan bien en su debut, que Arrastía lo lleva a Europa para trasmitir el Tour de Francia y la Vuelta a España. Pues resulta que cuando regresa del viaje, después de semejante experiencia, me entrega toda la plata que le pagaron para que le ayude a conseguir una casa para los papás; que estaba cansado de ver que los amenazaran con desalojarlos por atrasarse con el arriendo. Yo conocía a la monja de Betania, le conté la historia y ahí llevan más de 25 años en el barrio El Guamal, donde aún residen.

Mientras tanto Pinilla, excelente estudiante, termina bachillerato e ingresa a estudiar Derecho en la Universidad de Caldas. Cada semestre luchaba para matricularse; pedía plata prestada, trabajaba y se rebuscaba. Perteneció al Consejo estudiantil en la universidad y algún día me dijo que le ayudara a conseguir trabajo con un político, que a él le gustaba el tema. Pues preciso para la Constituyente del 91, Carlos Fernando Giraldo necesitaba un asistente y de inmediato lo contrató. Después perteneció a los Comandos juveniles que dirigía Marco Aurelio Giraldo, y cuando Germán Cardona hizo la campaña para la primera alcaldía, me pidieron una contribución económica. Entonces le dije a Germán que yo aportaba, pero con la condición que le pagara a Héctor Jaime un sueldo con esa plata; que lo pusiera de portero, chofer o lo que quisiera, pero que debía pagarle porque ese muchacho no tenía ni para el bus.

Quince días después ya era la mano derecha del candidato y al salir este elegido, lo deja como Secretario privado porque todavía no se había graduado; ya con el cartón, ejerce los cargos de Secretario de Desarrollo Comunitario, Secretario de Gobierno y Secretario General, y es Secretario de Tránsito en la segunda alcaldía de Germán. Después viaja a Bogotá, donde hace excelentes relaciones y entre otros cargos gerencia el Canal Capital y por último es Director del IDU.

Hasta ahí el relato de Ramiro, y de él puedo concluir que Pinilla es un hombre que se ha hecho a pulso. Ahora este personaje Inscribe su candidatura sin el apoyo de coaliciones políticas, sin el respaldo de caciques o gamonales, y con el firme convencimiento de que con trabajo honesto y mucha dedicación puede desempeñar una excelente administración. Por lo tanto la candidatura de Pinilla es netamente cívica y queda en manos de los ciudadanos escoger por nosotros mismos, o dejar que nos impongan un alcalde a gusto de los politiqueros de siempre.
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jueves, agosto 18, 2011

Pioneros.

Al recorrer la ciudad y ver el desarrollo que presentan la avenida Santander y los barrios orientales, que hasta hace tres o cuatro décadas eran sectores netamente residenciales, no puedo dejar de asombrarme con el cambio tan marcado que ha sufrido Manizales. Y me refiero a barrios como Belén, Estrella, Palogrande, La Rambla, Palermo, Sancancio o la Alta Suiza, porque entonces La Sultana, La Enea, Lusitania o los conjuntos residenciales localizados alrededor de la avenida Alberto Mendoza eran apenas unas comunidades incipientes y muchos de ellos ni siquiera existían.

En las distintas capitales del mundo se impuso la expresión "zona rosa" para referirse a ese lugar de la urbe dedicado al comercio y al esparcimiento, donde son comunes los bares, restaurantes, centros comerciales, gimnasios, heladerías, cafés y demás atractivos que hacen del entorno un sitio agradable y llamativo para propios y visitantes. En Manizales se localizó esa zona en el sector de El Cable, cuyo parque se convirtió desde hace varios años en sitio de reunión y de rumba, donde los ciudadanos se dan cita para disfrutar del lugar y su diversa oferta de servicios; desde los asiduos visitantes de los negocios tradicionales, hasta los jóvenes que debido a su bajo presupuesto prefieren comprar media botella de ron y tomársela en cualquier esquina.

Trato de recordar cuáles fueron esos negocios pioneros de lo que hoy es un verdadero fogoncito comercial. Las comidas rápidas, tan comunes ahora, no se conocían entonces. El mecato más común en las tiendas de barrio era un pan con salchichón y Coca Cola; o en la puerta de la panadería “La Victoria” nos despachábamos una buena dosis de parva con gaseosa; tiempo después podía comerse un perro caliente en el carrito de “El Joven”, ahí cerca a la panadería. La mayoría de esos negocios funcionaron en la avenida Santander, y uno de los primeros fue una venta de arepas rellenas venezolanas que montaron unos universitarios foráneos en la calle 48, enseguida del parque Rafael Arango Villegas. Después apareció “Casandra”, que ofrecía perros calientes y hamburguesas en un local situado entre las calles 61 y 62; el atractivo eran los perros en piyama, cuya salchicha venía envuelta en tocineta.

También funcionó un negocio vecino al semáforo de la calle 50, “Los pollitos dicen…”, donde lo más apetecido era la arepa con queso y carne asada, acompañados de chocolate o Milo caliente. Por la Paralela, frente al estadio existió “Pio pio”, propiedad de una pareja de jipis muy conocida, lugar famoso por ofrecer las mejores hamburguesas de la ciudad. En esas apareció “Don Juaco” en un garaje del barrio Palogrande, que prosperó hasta convertirse en lo que es hoy; y media cuadra más abajo atendió durante un tiempo “Monos”, también de comidas rápidas y cuya casa matriz queda en Pereira. Otro pionero en este tipo de negocios es “Brunos”, que nació del empuje de Bruno Seidel en un puesto ambulante localizado frente al Seminario Mayor (hoy Universidad de Caldas), hasta que se trasladó a inmediaciones del Batallón Ayacucho, donde después construyeron una sede muy exitosa que funcionó hasta hace poco tiempo.

Para tomarse unos tragos en aquellas calendas debíamos ir al centro de la ciudad, porque en la zona residencial no existían bares ni discotecas. Claro que en algunas tiendas de barrio acostumbraban vender aguardiente por tragos, y en una que nunca ha faltado la tertulia etílica es la abundancia del barrio Estrella. En otra tienda localizada frente al Cable, don Venancio, el propietario, también mantenía las copas escondidas detrás de la vitrina de los confites. Hasta que el dueño de “San Carlos”, en la avenida Santander con calle 60, empezó a ofrecer diversidad de licores a la clientela. Poco después abrieron un negocio muy novedoso en el segundo piso del centro comercial Los Rosales, “Tinto y dinamita”; y luego inauguraron uno que sin duda tuvo mucho éxito: “Caballo loco”, en la falda de la 61, el cual ante la aceptación del público abrió sucursal frente al parque de El Cable.

Hoy en día la zona rosa se extiende por un sector que durante nuestra infancia y juventud estaba destinado sólo a residencias, y aunque ahora en toda su extensión la avenida Santander está colmada de comercios, desde el sector de Las Palmas hasta donde termina la avenida, en la antigua embotelladora, la presencia de bares, restaurantes, cafetines, heladerías y discotecas hacen del sector una rumba general, con mayor énfasis durante los fines de semana. Sin duda la zona de mayor movimiento es el parque de El Cable y sus alrededores, aunque en el sector de Niza, vecindario tranquilo donde no volaba una mosca después de las 9 de la noche, ahora es un hervidero por donde casi no se puede transitar. En el barrio Estrella también empieza a verse movimiento comercial.

Pero tal vez la cuadra con mayor densidad de locales dedicados al entretenimiento nocturno es la comprendida entre las calles 63 y 64, por la avenida, y son muchos los negocios que allí han funcionado. En cierta época coincidieron dos establecimientos, localizados en edificios vecinos y ambos muy exitosos: “Años locos” y “Mango biche”. Esa cercanía se prestó para una de esas confusiones tan comunes en las señoras, cuando le preguntaron a una amiga dónde se había emparrandado la noche anterior y muy convencida respondió:
-¡En Años biches!
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