Cada vez escasean más las
empleadas domésticas que trabajan como internas, modalidad que consiste en
convivir con la familia empleadora durante toda la semana, excepto domingos y
festivos cuando salen a disfrutar del descanso. Y son menos comunes debido a que
pocas asalariadas están dispuestas a renunciar a su libertad, la mayoría tienen
familia y demás compromisos que no les permite ausentarse de los suyos durante
tanto tiempo. En cuanto al empleador, pocos pueden darse ese lujo; otros tienen
con qué pero no se aguantan a una extraña en la casa a toda hora; y a los que
les toca, como a las parejas donde ambos trabajan y por lo tanto necesitan que
alguien se encargue de los oficios de la casa.
A fuerza de compartir el diario vivir
durante décadas estas mujeres se vuelven resabiadas y mandonas, a toda hora se lamentan
y quieren que los miembros de la familia se rijan por sus reglas. Por ello las
discusiones con la patrona son cada vez más acaloradas, con el agravante que
ninguna se atreve a ponerle fin a la relación laboral. Entonces la señora le pone
quejas al marido a diario y este, desesperado, le dice que salga de esa mujer y
acabe con la joda de una vez. La verdad es que toda la familia se estremece de
solo pensar en que la empleada se vaya, porque dependen absolutamente de ella.
¡Concepción Sáchica! ¡Ay! su
mercé, y ora yo q’hice que usté anda como de mala vuelta… De dónde saca usted
esas bobadas, ¿ah? Pos porque todo mundo me dice Concha, pero cuando su mercé
me llama por el nombre de pila es porque me va a meter un vaciadón de padre y
señor mío. No veo nada raro en que le llame la atención, o me tocará recordarle
que aquí la patrona soy yo. A ver su mercé, desembuche rapidito que tengo mucho
oficio y... Si ve mija, eso es lo que me enerva de usted, que tiene un modito
desafiante que provoca es… Mire, es para lo siguiente, dice Valen que usted le
metió tremendo regaño cuando llegó del colegio; ¿de cuándo acá tiene autoridad
para reprender a los niños?
Fíjese su mercé, esa mocosa llega
tuiticas las tardes del colegio y tira la mochila a un rincón, luego deja el
saco po’ahí, se quita los zapatos y los avienta onde caigan, en seguida se mete
al baño y lo deja como si hubiera pasao un terremoto… y después empieza: Concha
tráigame esto, Concha dónde dejé aquello, Concha sírvame el algo… y ni hablar
cuando llega con esas culicagadas que dentran derechito a la nevera y se tragan
lo que haiga. Entoes, como me cansé de repetile todos los días lo mesmo,
resolví hablale durito a ver si le dentra.